Con el Movistar Arena convertido en una especie de versión local de un mitin “trumpista”, José Antonio Kast cerró su campaña presidencial el martes 11 de noviembre. A más de una hora del inicio, sus simpatizantes ya se agolpaban en los alrededores del recinto, compraron merchandising y esperaron ansiosos la convocatoria que prometía un espectáculo al más puro estilo del mandatario estadounidense.
Por Paz Álvarez y Catalina Gallardo.
Cerca de la entrada estaban instaladas cuatro letras blancas que formaban la palabra “KAST”, allí las personas se acercaban a estampar su firma en señal de apoyo al candidato. Ya cerca de las seis de la tarde comenzó a entrar la gente en el recinto. Parecía más el concierto de una estrella pop que una convocatoria política. El espacio contaba con juegos de iluminación, pantallas gigantes y una en especial con forma de cubo mostraba una imagen donde se podía leer “Kast presidente” con el eslogan más abajo: “La fuerza del cambio”.
Luz. Cámara. Acción.
A veinte minutos del inicio del espectáculo, se cortó la música que acto seguido fue acompañada de un par de pifias. Aun así, hubo entusiastas que comenzaron a corear el himno nacional y a la vez el despliegue de muchas banderas que la gente movió al ritmo de las canciones del candidato. Así, se logró escuchar al unísono “¡Se siente, se siente, Kast presidente!”.
En el público había hombres, niños, mujeres, incluso recién nacidos, que con tapones en los oídos eran acunados por madres rubias y entusiastas. Muchos con poleras y jockeys con la frase y el nombre de su candidato estampadas. Todo parecía un mitin político de Estados Unidos.
La cancha general se volvió la postal perfecta para los padres orgullosos que les sacaban fotografías a sus hijos, con toda la producción de fondo. Abundaban jóvenes rubios, blancos de ojos claros y en las plateas se distinguían familias de mujeres de vestimenta prolija y hombres con trajes azules y camisas impecables o suéteres amarrados al cuello, no faltó el cinturón a juego con los zapatos y el outfit completo. Un hombre posaba en medio de la cancha con una bandera amarrada en el cuello, representado a un tipo de superhéroe.
Volvió la música y comenzó el show por el que pasaron Américo, Viking’s 5 y el grupo Zúmbale Primo, la gente comenzó a animarse y a gritar. Una voz presentó con halagos a quien sería la animadora del espectáculo: Mara Sedini, periodista y actriz. La mujer salió al escenario con un traje de dos piezas, negro con piedras que brillaban con la luz de los reflectores que pegaban en el escenario. Comenzó a caminar por el escenario saludando al público con micrófono en mano. Así llegó a lo que seria el estrado el que tenía una estrella blanca en el suelo.
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En su discurso, el candidato volvió a levantar la bandera de la seguridad, el eje que ha convertido en su sello durante toda la campaña. Contó que ha tenido consolar a madres quebradas por la pérdida de sus hijos a causa de la droga o la violencia, y entonces buscó con los ojos a una mujer entre el público.
Cámara.
“Por aquí está Milenka”, anunció, le habló. La describió como “un testimonio viviente de lo que miles de familias han debido enfrentar”, y recordó el día en que su hijo salió de la casa sin saber que no regresaría. “Aquí sigues, firme, encarnando a esa mujer valiente, a esa mujer chilena”, añadió, instalando la idea de que su historia es un símbolo de las heridas de Chile.
Acción.
Luego arremetió contra lo que argumenta como el abandono del Estado hacia los pequeños emprendedores y, al mismo tiempo, rindió un tributo -casi impostado- a Carabineros. Pidió no cansarse de reconocerlos, saludarlos y agradecerles por su labor. “Los cobardes que atacan por la espalda”, y agregó “siempre están ahí, dando la cara por todos”.
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