Es una de las 460 personas que han sido víctimas de heridas oculares desde el inicio del estallido social, según datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Perdió su ojo izquierdo durante el paro nacional del 12 de noviembre de 2019 y, a un año de la revuelta social, es parte de una demanda civil presentada por la organización Los Ojos de Chile, que reúne víctimas que persiguen justicia y reparación.
Por Isidora Varela L. y Martín Oyarce L.*
*Esta entrevista fue realizada por alumnos del Taller de Crónicas y Entrevistas de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, dictado por el profesor Juan Cristóbal Peña.
“Yo dije: altiro perdí el ojo. Supe altiro, porque apenas me pegaron y me llevaban los cabros a la brigada de salud me intentaba abrir el ojo, pero no veía nada. Tenía la ropa, las zapatillas, todo lleno de sangre. Veía la cara de la gente, me miraban con cara de espanto”.
El 12 de noviembre de 2019, Daniel Acevedo recibió el impacto de una bomba lacrimógena en su ojo izquierdo, ocasionándole un estallido ocular.
Daniel tiene 34 años. Vive en la comuna de Pedro Aguirre Cerda y trabajaba instalando gráficas publicitarias. Hace un mes se encuentra trabajando en la municipalidad de su comuna en el área de organismos comunitarios.
Comenzó a ir a las manifestaciones en Plaza Dignidad desde el inicio del estallido social. “Íbamos con mis amigos a mirar, a andar en bici, pasábamos por las protestas y nos quedábamos un rato ahí, arrancábamos de los pacos, pero siempre era en bicicleta”, dice.
Para el 12 de noviembre hubo un llamado a paro nacional. El estallido social llevaba tres semanas y ya se exigía una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente. La paralización fue llamada desde la Mesa de Unidad Social y fue adherida por distintos sectores de trabajadores y trabajadoras, como la Confederación de Trabajadores del Cobre y la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, entre otros.
La convocatoria comenzó a las 11 de la mañana. Daniel ese día estuvo trabajando en su casa. Recuerda que las manifestaciones comenzaron desde muy temprano en distintos puntos de Santiago. Cerca de las seis y media de la tarde, tomó su bicicleta para que, junto a su amigo David, comenzara su camino hacia Plaza Dignidad.
Luego de 20 minutos desde su casa, llegaron a la «zona cero». Dejaron sus bicicletas cerca de la estación de metro Baquedano, para dirigirse hacia Pío Nono, donde se encontrarían con Lisette, su cuñada. Al llegar al lugar, ella lo llamó por teléfono. Estaba frente al Hotel Crowne Plaza, así que Daniel y David emprendieron hacia allá, una de las zonas más complicadas de enfrentamiento entre Carabineros y la llamada «Primera Línea».
Durante todas las manifestaciones, Daniel llevaba consigo elementos de protección. “Ya sabíamos que estaban pesados [los Carabineros] y a veces sentíamos los silbidos de los disparos, por eso siempre íbamos con antiparras y el casco de la bicicleta”, cuenta.
Daniel se encontraba en Ramón Corvalán con la Alameda. “El ambiente estaba pesado. Tuvimos que cruzar hacia la vereda sur porque al otro lado andaban los guanacos y los zorrillos”, recuerda. Divisó a Lisette a la distancia y, mientras intentaba caminar hacia ella, comenzaron los disparos.
“Nos agachamos porque sabíamos que disparaban a los ojos. Cruzamos a la vereda poniente [de Ramón Corvalán] y, en el momento en que me levanto, me doy vuelta y miro hacia la calle Carabineros de Chile y me llega el golpe”, recuerda Daniel. “Vi la bomba a menos de un metro, vi que venía humeando, me llegó y no alcancé a reaccionar”, agrega. Al mismo tiempo, David recibía un perdigón en uno de sus pies. Luego del impacto de la lacrimógena, se perdieron de vista.
Daniel no cayó al suelo, ni quedó inconsciente. Al momento de recibir el impacto, manifestantes que se encontraban en el lugar lo socorrieron inmediatamente. Ensangrentado, fue llevado a un punto de salud cercano al Hotel Crowne Plaza. En ese momento Daniel no sentía dolor. “Casi en ningún momento sentí dolor, ni en el ojo mismo. Yo creo que fue por la adrenalina”, cuenta.
Mientras iba hacia el punto de salud, Daniel escucha que alguien grita “¡Petao, Petao!”, que es como lo llaman en su barrio. Era un vecino que, al reconocerlo, se quedó junto a él. Daniel le entregó su celular para que le avisara a sus cercanos sobre la agresión. “Yo le avisé por un audio de Whatsapp a Haydee, mi pareja, y después le pasé el teléfono a mi conocido y le dije que llamara a los tres primeros números, mi cuñada, su pareja y mi amigo”, dice Daniel.
Lo siguiente es un recuerdo difuso. Según él fueron cerca de 30 minutos los que pasaron entre que recibió el impacto, fue atendido por primeros auxilios y llevado a otro punto de salud en el Centro Cultural Gabriela Mistral, para luego tomar una ambulancia que lo llevaría a la Clínica Santa María. “No sé realmente si fue ahí, pero yo creo que sí. Iba todo vendado, no veía nada”, dice.
En la ambulancia en la que llevaban a Daniel, iban 5 personas más. Uno de ellos perdió la vista parcialmente igual que él.
***
El martes 12 de noviembre, el día que ingresó al recinto médico, Daniel supo que había perdido la vista en su ojo izquierdo. En urgencias, un oftalmólogo le realizó un examen físico y pruebas visuales. En el momento en que Daniel no vio la luz ni la mano del médico, asumió que había perdido la vista. “No me querían decir, pero yo sabía. El médico les dijo a todos pero a mi no me quería decir”, cuenta.
Fue ingresado a pabellón el día miércoles a las seis de la tarde. Daniel presentaba un estallido ocular. La operación constó de una evisceración en su ojo, la cual es una intervención quirúrgica en donde se vacía el contenido del globo ocular y se coloca un implante. En palabras de Daniel, lo que le ocurrió fue “como cuando revientas un huevo frito, así se me abrió el ojo, se reventó”.
A la 1 de la mañana del día jueves salió del pabellón. Ese mismo día le dieron el alta, sin embargo, Daniel pidió quedarse un día más por los fuertes dolores de cabeza que sentía.
El golpe de la bomba lacrimógena no solo provocó un estallido ocular, sino también una fractura en su nariz. Una segunda operación a la que tuvo que someterse dos semanas después de lo sucedido. Semanas en las que volvió dos veces a la Clínica Santa María por intensos dolores de cabeza. En esa operación a la nariz, que fue en la Clínica Dávila, descubrieron que aún tenía exceso de sangre en el cráneo que no sacaron de la operación de su ojo izquierdo. Luego de eso, los intensos dolores de cabeza acabaron.
-¿Cómo fueron los días después del 12 de noviembre para ti?
-Igual fueron difíciles. Era difícil de aceptar. Tenías que acostumbrarte a ver con un puro ojo, a tomar las cosas de nuevo. También me costaba levantarme al baño los primeros días. Fue difícil al principio, igual yo intentaba no caer. Intenté caleta que no se me hiciera tan difícil.
-¿Cómo te sentías tú, en lo personal? ¿Qué pasaba por tu cabeza?
-Yo intentaba ser fuerte, intentaba olvidar lo que me había pasado, para no hundirme como había otros cabros, compañeros que les pasó, que sufrieron depresiones y esas cosas. Yo no, me sentía bien.
El día viernes 15 de noviembre Daniel volvió a su casa. No quería que fuera nadie. Se sentía cansado después de lo sucedido. Al otro día a las nueve de la mañana ya habían visitas. “Estuve ese día hasta las doce de la noche con gente. Habían momentos en que decía ‘ya no quiero más porque estoy cansado, quiero dormir un rato, me duele la cabeza’”, cuenta. A diferencia de otras personas que sufrieron traumas oculares, asegura Daniel, él tuvo un gran apoyo de sus conocidos y vecinos. Gracias a ello no decayó ni, incluso, necesitó ir a terapia psicológica.
***
El 13 de diciembre de 2019, la Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular realizó una manifestación frente a La Moneda para protestar por la cantidad de heridos oculares que existían hasta esa fecha. Daniel, junto a Haydee, su pareja, y Lisette, su cuñada, asistieron a la manifestación.
“Estuvimos como media hora y me quise ir. Llevaba poco tiempo desde el accidente. Igual sentía como miedo de que me pasara en el otro ojo, empezó a llegar la gente y llegaron los guanacos y todo eso y dije que nos fuéramos”, recuerda.
Hasta el 13 de marzo de 2020, las víctimas de heridas oculares corresponden a 460 personas según datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Daniel, con el asesoramiento de Los Ojos de Chile y Libertades Públicas, es una de las 22 personas que presentó la primera demanda colectiva civil en la Región Metropolitana con la cual se busca establecer la responsabilidad del Estado en las lesiones oculares que sufrieron.
En la demanda se menciona que “estas lesiones sufridas por nuestros representados son consecuencia directa e inmediata de una serie de abusos en el uso de la fuerza, así como de un cúmulo de graves negligencias cometidas, a distinto nivel, por Carabineros de Chile”, dice el texto publicado por El Mercurio.
Esta acción judicial fue presentada ante el 15° Juzgado Civil de Santiago el agosto de este año, y reúne en 143 páginas estos 22 casos de personas que sufrieron lesiones oculares desde octubre de 2019.
A casi un año del estallido social, Daniel piensa que aún no hay justicia.
“La coordinadora sigue peleando para que se investiguen estas cosas, tienen juntas con ministerios, subsecretarías, gente de derechos humanos, todos ellos, pero no han conseguido mucho porque igual el gobierno está cegado a que todos los que fueron víctimas no fue porque les dispararon ellos [los Carabineros], algunos han dicho que fue hasta con piedrazos que perdieron la visión”, dice.
-¿Sientes que el Estado te debe algo a ti y a todas las personas que han sufrido violencia policial?
-Yo pienso que más que nos debe, creo que tienen que asumir lo que mandaron a hacer a los mismos pacos, porque ellos mismos mandaban a reprimirnos de esa manera. Yo creo que alguien mandó a hacer eso, porque cómo tanta víctima, cómo tantos traumas oculares… Yo creo que sí mandaron a que nos cegaran como se dice, porque nos quieren cegar. Creo que deben hacerse responsables de todo esto y no han querido hasta el momento. No quieren hacerse responsables de los accidentes… así nos llaman. No nos llaman como parte de la represión que hicieron ellos, nos llaman accidentes. No víctimas, accidentes.
-¿Piensas que va a haber justicia con quienes han sufrido traumas oculares?
-Ha habido justicia, pero con uno que otro. Con los que son más mediáticos. Los que somos como NN en el sentido de los traumas, yo pienso que nunca van a pillar a quien nos disparó. Nunca van a investigar quién disparó a Daniel Acevedo.