Los grandes medios quisieron creer que ganaría la candidata que sus editoriales y sus comentaristas preferían. En las páginas de opinión se ensalzaba la preparación y experiencia de Hillary Clinton. Hasta los más respetados líderes del Partido Republicano la apoyaban. Nadie quiso ver que ese apoyo del “Poder Político” era para gran parte del electorado una causa para no votar por ella.
El 14 de junio de 1982, después de tres meses de prédica triunfalista de la Junta Militar argentina sobre la guerra de las Malvinas, se anunció sorpresivamente un “alto el fuego”, el reemplazo de la bandera blanca y celeste por la Union Jack británica en Port Stanley y el retorno de las tropas. Nunca se publicó esa palabra, pero las tropas del general Leopoldo Galtieri se habían rendido incondicionalmente.
La Plaza de Mayo se llenó de furibundos ciudadanos. “¡Nos mintieron, nos engañaron!”, gritaban. Los periodistas de los principales medios de Buenos Aires estaban allí para registrar la protesta. Y de pronto, la turba se dirigió a ellos. “¡Ustedes también nos mintieron! ¡Mentirosos! ¡Embusteros!”.
Ese fue el momento en que se quebró para siempre la ilusión de que los medios se habían limitado a cubrir las acciones de la dictadura. Fueron cómplices. Fueron aliados del engaño. Y la gente no lo olvidó.
Hoy, el día después de las elecciones en Estados Unidos, muchos podrían volcarse de la misma manera e increpar a los informadores. “¿Por qué no nos dijeron que Trump podía ganar, que iba a ganar? ¿Por qué, buscando profetas del resultado de ayer, todos tienen que recordar las palabras de un cineasta bufonesco y bocón, Michael Moore? ¿Por qué no lo anunciaron los encuestadores y los grandes medios?
Los grandes medios quisieron creer que ganaría la candidata que sus editoriales y sus comentaristas preferían. En las páginas de opinión se ensalzaba la preparación y experiencia de Hillary Clinton. Hasta los más respetados líderes del Partido Republicano la apoyaban.
Nadie quiso ver que ese apoyo del “Poder Político” era para gran parte del electorado una causa para no votar por ella. Estaban hartos. Y el hecho de que los diarios más prestigiosos la hayan honrado con su “endorsement” era una causa más para odiarla. ¿Es que no veían que estaba creciendo el odio, la desesperación, las ganas de escupir a los que estuvieron al mando durante décadas?
Muchos dicen que estas elecciones estadounidenses se parecen, en la sorpresa del resultado, al triunfo del “No” en el referéndum por la paz con las FARC en Colombia y al triunfo del Brexit en Gran Bretaña. En todos estos casos, los líderes tradicionales de los principales partidos, los intelectuales más reputados y los medios más prestigiosos apoyaron la visión contraria: Hillary Clinton, el “Sí”, la permanencia en la Unión Europea.
Y en todos los casos, una mayoría de votantes les dio la espalda.
Y les dijo a los periodistas: contra ustedes también va la cosa.
¿Qué vamos a hacer ahora?
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