Opinión

La tevé viene a nosotros

Por ~ Publicado el 24 abril 2009

Los magos chilenos se enojaron con Rafael Cavada y terminaron pidiendo que su programa, “Los secretos del mago”, desaparezca. Su molestia es comprensible si pensamos que la apuesta de Mega se ocupa de revelar los grandes secretos de la magia en horario prime, lo que, a juicio de nuestros magos, perjudica a su oficio y amenaza con dejarlos sin trabajo. ¿No es la gracia de la magia justamente ignorar cómo desaparece el conejo o por qué la mujer que es atravesada por el serrucho queda intacta?

Parecido pero no igual, en el cable debutó hace poco el nuevo programa de Marcelo Comparini, “City tour”, una propuesta que pretende analizar todos los aspectos de Santiago como ciudad con tono crítico e irreverente. Crítico es, de todas maneras, pues su “anfitrión”, el arquitecto Federico Sánchez, recorre la ciudad acompañado de la cámara de Comparini y dispara sin piedad ante cualquier rasgo antiestético o derechamente rasca que encuentra en algunas de las casas que visita. Hasta el momento ninguno de los dueños de las fachadas expuestas y cuestionadas se ha quejado de que un equipo de televisión se instale frente a su portón a reírse un poco de lo que es su casa, pero no sería extraño que las quejas surgieran. Cómo no, si a nadie le gusta que le digan lo que ha hecho mal o que le ataquen su sentido del gusto, mucho menos en público.

En fin, la televisión nos está exponiendo más que nunca. Ya no estamos libres de ella si nos alejamos de los realities, no basta con negarse a ser rostro. La tele ya no necesita que la busquemos, parece que ella nos persigue y en esta ruleta rusa a cualquiera le puede tocar ser el nuevo personaje. Quizás estamos acostumbrándonos a la posibilidad y por eso no nos escandalizan (ya no más) los programas faranduleros y la tontera en general, nos armamos de paciencia, cruzamos los dedos, cerramos las cortinas y rogamos por no ser los próximos. Esperamos que nuestra casa no sea la juzgada, que nuestra amiga no se acerque a un famosillo, que nuestros trucos no sean revelados y que el anonimato persista.

También rogamos que no nos cambien los horarios de las teleseries, que no acorten las noticias, que no saquen del aire sorpresivamente el partido de fútbol, pero ese ya es otro cuento.


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