Aunque los datos duros dan cuenta de que no es tan así, existe la creencia de que la dictadura militar ha sido un eje esencial para el desarrollo del cine chileno y sus temáticas desde los ’90 en adelante. Lo que sí es cierto es que la cinematografía nacional tiene un fuerte componente político que, en el último tiempo, se ha empapado de los movimientos de la era que partió con el 18-O. El estallido social, el proceso constituyente y la reivindicación de derechos de comunidades históricamente relegadas hoy ya se encuentran presentes en distintas producciones audiovisuales del país, e incluso del extranjero. Puroperiodismo revisa en este artículo algunos de esos productos y conversa con Marisol Aguila y Ernesto Garratt, dos renombrados críticos de cine que analizan cómo y por qué los cambios históricos aún en curso en Chile ya se pueden encontrar en las pantallas de cine y plataformas de streaming.
Por Amy Franklin Casanova y Gabriel Riveros
El reciente éxito festivalero de ciertos filmes chilenos ha ido marcando la pauta de la nueva industria cinematográfica del país, donde la ficción y el entretenimiento se han cruzado con la expresión política. Últimamente Chile ha estado marcado por cambios sociales como el estallido social o la revolución feminista, que generaron cambios en la forma de hacer cine, de sus temáticas y de la forma en que se percibe la industria.
El escritor y crítico de la gran pantalla Ernesto Garratt asevera que “el cine puede transformarse en política, de hecho, desde sus primeros pasos, como lenguaje narrativo el cine fue política. Pienso en Griffith cuando hizo ‘El nacimiento de una nación’ y plantó allí toda su visión y cosmovisión política, especialmente de la vida con una mirada que hoy en día sería políticamente incorrecta, lo que es el Ku Klux Klan”, un grupo de odio con sentimientos de supremacía de origen estadounidense.
Una de las investigaciones más recientes sobre el cine en el país fue publicada en 2016 y reunió a 77 especialistas para identificar a “las mejores 50 películas chilenas”. En el top 10 hay una serie de documentales, películas y largometrajes, entre otros, en cuyas historias está presente como eje la política, como en “La Batalla de Chile”, de Patricio Guzmán –en sus tres tomos–; “Machuca”, dirigida por Andrés Wood; y “El Club”, de Pablo Larraín.
“A diferencia de lo que se cree habitualmente, la mayoría de las películas chilenas no están vinculadas al tema de la dictadura. Sin embargo, yo creo que hay un sello super particular en el cine chileno reciente”, afirma la periodista, magíster en Ciencia Política y crítica de cine, Marisol Aguila.
“En el sentido de la representación, es súper interesante como el cine chileno desde hace ya bastante tiempo está representando a aquellos grupos, comunidades o históricamente discriminados que han estado invisibilizados”, explica Aguila.
La especialista agrega que “hay un trabajo importante de mujeres documentalistas, principalmente, que rescatan sus propios archivos familiares, está el tema del cine chileno vinculado a las diversidades sexuales. Entonces, la representación que las comunidades puedan verse representadas en la pantalla grande es una reivindicación política importante, que yo creo, el cine chileno viene realizando hace rato”.
Imágenes del estallido social
El 18 de octubre de 2019 hubo un quiebre en el orden social del país. Ya es sabido cómo partió: los estudiantes secundarios salieron a la calle a manifestarse ante un malestar colectivo de injusticias bajo la consigna de “no son 30 pesos son 30 años”. También se sabe ya cómo siguió esa historia, que derivó en un proceso constituyente que permitió cambiar de forma democrática –aunque no exenta de polémicas y fricciones– la Constitución que instauró en 1980 la dictadura de Pinochet. Esta ruptura y su devenir quedó en la historia del país como un punto de inflexión y, por lo mismo, plasmada en distintos documentales.
Uno de ellos fue “Los ojos del estallido”, que retrata los dos primeros meses de la revuelta a través de 11 miradas de personas que sufrieron trauma ocular perpetrados por agentes del Estado, organizaciones colectivas de salud y la realidad de manifestantes. Este fue producido por estudiantes de la cátedra de Cine Documental de la Universidad Abierta de Recoleta, bajo la dirección del docente Daniel Miranda.
La situación que vivió Chile no sólo fue un objetivo de las cámaras y equipos nacionales de realización audiovisual, sino que incluso traspasó fronteras. Un ejemplo de ello fue el documental “Piñera: La guerra contra Chile”, del director brasileño Carlos Pronzato (ver documental), quien lo título así a propósito de la declaración pública del ex Presidente Sebastián Piñera poco después del 18-O: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”.
Aguila explica que el vínculo del cine con la revuelta social tiene dos respuestas: “La primera reacción fundamental fue que las imágenes adquieren un valor estratégico, reivindicativo y evidenciador de lo que estaba pasando en términos de Derechos Humanos. La segunda parte estamos recién viéndola; las películas demoran mucho tiempo en estar listas, porque los procesos de producción y post producción son muy lentos —mayormente en los documentales— pero estamos viendo otro tipo de películas, que vamos a empezar a ver, que diría son más de batalla, más de guerrilla, enfocada en la movilización propiamente tal, de grupos más alternativos y otro que me parece más interesante porque tiene una especificidad y una diferenciación, que son aquellos que se oposicionan desde un lugar específico”.
Un ejemplo de lo anterior es el caso de “Primera”, del director Vee Bravo, en el que se la da un seguimiento específico a integrantes de la primera línea, “porque los sigue a sus casas y se entiende más bien las reivindicaciones desde lo político, de la ideología, desde Plaza Dignidad, desde las movilizaciones callejeras”, sostiene Aguila.
Garratt, en cambio, plantea: “No he visto ninguna película que diga ‘wow ésta es la película que está reflejando lo que está pasando’. Me acuerdo de ‘Estudiantes Secundarios’, que es un documental de hace 10 años que habla del movimiento estudiantil previo a todo esto [del estallido social]”.
En el análisis de Garratt sobre por qué no existen obras audiovisuales más políticas es porque “hay una censura económica fuerte. En la TV abierta no vemos documentales o películas históricas en horario prime. Cualquier tema que sea conflictivo o que ataque a la ética de un sector de la población que es férreamente pinochetista o ultranacionalista, no va a existir mucho tiempo”.
“Ni siquiera son puntos de vista, son verdades históricas. Por ejemplo, “Bestia” —nominado en los premios Oscar 2022—, cortometraje que habla de una verdad histórica y que fue resentida por muchas personas porque decían que no era una verdad objetiva, ni siquiera había una reflexión antojadiza, es algo inapelable. Eso pasa, hay gestos políticos-económicos en contra de estos gestos políticos”, afirma el crítico.
Y añade: “Creo que el desafío es dejar de darle plata a los millonarios, para que hagan cine millonario y democratizar el financiamiento del cine y que personas emergentes que vengan de otro mundo, que sean diferentes, de distintas clase, hasta de raza, hablen de cosas que nadie está diciendo y que lo puedan hacer de manera más auténtica, más entretenida, más libre”.
La nueva Constitución y los derechos como ejes narrativos
“Una discusión con temática super atingente y contingente a los chilenos es qué valor le damos a la plata en esta sociedad, especialmente en estos momentos de post-estallido social o Convención Constitucional. Entonces, pasa que películas como ‘Parásitos’ es tan pertinente a la realidad chilena, o películas como ‘Okja’. De hecho, el mismo Bong Joon-ho (director de cine surcoreano) ha hecho guiños a Chile; ‘Okja’, es una película que es una metáfora de cómo la producción de súper cerdos gigantes viene a ser visto como un beneficio económico y social cuando, en verdad, detrás hay una empresa que manipula genéticamente chanchitos y que miente diciendo que el primero fue encontrado naturalmente como una raza de súper cerdos en Chile. Se muestra nuestro país como el nacimiento de esta nueva fuente de riquezas, que sería metafóricamente el neoliberalismo”, argumenta Garratt.
La periodista y crítica de cine sí relaciona una película chilena llamada “El Pa(de)ciente” con el momento actual del país en la redacción de una nueva Constitución, porque “se ve indirectamente el derecho a la salud. La película se hizo justo previo al estallido social y hay algunas tomas donde aparecen algunas reivindicaciones en la calle, en el sentido de los derechos sociales. En lo que engloba ahí, yo diría el cine reciente, muy reciente, son la reivindicación de los derechos sociales, que es básicamente la línea que se ha seguido desde el estallido social y después en la Convención Constitucional, donde los derechos sociales son el centro –el corazón le han llamado– de estas transformaciones de provisión de derechos del Estado, un Estado social y democrático de derechos”, dice Aguila.
Por el contrario, su par cuestiona que esa película tiene “anotaciones o comentarios demasiado superficiales para lo que está pasando; no creo que en estos momentos —audiovisualmente hablando— haya una obra que esté abordando este tema con los méritos que se merece”, señala Garratt.
El último estreno del director Nicolás Videla con el documental “Travesía Travesti”, recorre los desafíos en la amistad de Anastasia y Marakx por retomar una obra que se vio interrumpida por el estallido social del octubre en 2019, abordando por medio de archivos la realidad de la comunidad trans y travesti en una sociedad patriarcal.
“En Travesía Travesti hay una reivindicación también de derechos específicos de la comunidad trans y travesti como disidencias sexuales, las más discriminadas dentro de las discriminadas. (…) Son ellas mismas [las actrices] las voces que hablan de su propia historia, reivindicando la epistemología y la posibilidad de generar conocimiento”, dice Aguila.
En su segundo artículo del borrador de la nueva Constitución dice: “El Estado reconoce y promueve una sociedad en la que mujeres, hombres, diversidades y disidencias sexogenéricas participen en condiciones de igualdad sustantiva, reconociendo que su representación efectiva en el conjunto del proceso democrático es un principio y condición mínima para el ejercicio pleno y sustantivo de la democracia y la ciudadanía”.
Con respecto al cine feminista, Aguila dice que “en el caso de ‘Mujer Fantástica’, de Sebastián Lelio [único largometraje chileno que ha ganado un premio Oscar], ahí la protagonista, Daniela Vega, está en su propia reivindicación por la diversidad sexual, particularmente del mundo trans. Ella tenía un rol al principio de asesoría en la película en la idea de Lelio, que al final es muy interesante de cómo se acerca al universo femenino, siendo él un hombre. Yo diría que es de los pocos directores chilenos que, en algunas de sus películas, podríamos decir, hace un cine feminista. Es toda una discusión si el cine feminista lo pueden hacer también hombres”.
“Es un debate abierto respecto si un hombre puede hacer cine feminista o no, pero en el sentido de que, si se rompen estereotipos de género, si se representan actores y actoras históricamente discriminadas, grupos vulnerables en cuanto a los derechos, a lo mejor sí podría ser”, agrega la profesional.
La forma de producción también es un tema. “Por ejemplo, el caso de Carolina Moscoso y su ‘Visión Nocturna’, es la película más feminista que tiene el cine chileno reciente, porque hay distintas líneas respecto de la forma y el fondo. Es un documental sobre una violación que ella sufrió. Primero poner un tema como ese desde el punto de vista de la víctima en caso de ella misma, también es reivindicativa y rompe las formas tradicionales al usar archivos, en este caso de celulares, imágenes con ripio, imágenes sucias… Al principio, cuesta verla, pero después entiendes que lo que hay ahí es una militancia. Ahí hay una apuesta de cine chileno muy de vanguardia, muy reciente”, sostiene Aguila.
“Aquí hay un prejuicio brutal hacia usar los géneros cinematográficos, la comedia, la ciencia ficción, el terror, todo es visto como si fuera de rotos, como que todo el cine chileno fuera un gran drama gris. En el cine reciente no hay nada que se parezca a ‘Parásito’, nada que se parezca a ‘Host’, nada que se parezca a Joe Kerr, no hay nada. Todo es lo mismo, el gran género chileno es, para mi gusto, una lata oxidada”, dice Ernesto Garratt.