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Guardadoras: mamás de la esperanza

Por ~ Publicado el 13 noviembre 2009

Este reportaje sobre las madres que guardan niños mientras se resuelve el tema de la adopción fue realizado meses antes de que la opinión pública conociera el caso de Matilde, una guagua de meses cuyos guardadores —ligados a la Fundación de la que habla este reportaje— se negaban a entregar a los padres adoptivos. El reportaje es un interesante vistazo al sistema cuando funciona bien.

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Claudia Osorio tiene 52 años. Está casada y tiene tres hijos: Joaquín, Gabriela y Valeria. Dos de ellos son universitarios y la menor, Valeria, va en cuarto medio. En vísperas de su cumpleaños número cincuenta un llamado telefónico cambió el rumbo de su vida.  Después de un arduo proceso de evaluación psicológica y psicosocial, y cumplir con los requisitos, fue aceptada por la Fundación Chilena de Adopción para convertirse en guardadora. Sólo faltaba recibir a su nuevo miembro familiar.

En su casa, cada día, a las nueve treinta en punto de la mañana, Claudia Osorio se levanta para  comenzar a preparar la mamadera de Tomasito, su cuarto “hijo”, que como todo bebé de dos meses necesita alimentarse más seguido que un niño crecido. En pijama –aún– Claudia Osorio se dirige a la cocina y abre la despensa donde guarda un tarro con leche en polvo para recién nacido. Después de colocar agua en el hervidor, saca el azúcar y las dos medidas de leche que se necesita para conseguir así la “papa” para Tomás. Con el alimento listo, Claudia va a su dormitorio y a un costado de su cama levanta a su “hijo de corazón”, como lo llama ella,  de la cuna.

Esta es la rutina que Claudia realiza diariamente. Ella, como toda mamá, mira cómo su hijo bebe tranquilamente –y con los ojos cerrados– su primera leche del día. Entra su esposo, Raúl Vergara, que se queda viendo a Tomasito como padre orgulloso; le da un beso en la frente y se despide de ambos para dirigirse al trabajo. Si bien Claudia y Raúl no son padres biológicos de Tomás, lo cuidan al igual como  lo hicieron con sus  tres hijos. “Tomasito es parte de la familia momentáneamente y lo cuidamos como tal”, señala Raúl.

La vida que está llevando Claudia en estos momentos representa a las otras veintiséis guardadoras estables que la Fundación Chilena de Adopción (FADOP) tiene a disposición para ayudar a los bebés abandonados por sus madres, guaguas cuyas mamás dan en adopción y que provienen de familias con problemas para cuidar a un niño porque viven situaciones de violencia, problemas de dinero o drogadicción de la madre; son casos que están en tribunales de familia. La misión es cuidar a los niños, darles calor de hogar y amor maternal mientras duren los trámites de adopción.

En vez de esperar en un hogar de niños, los recién nacidos se quedan con familia. “Está comprobado que en los niños que pasan por colocación familiar disminuyen las secuelas del abandono materno. Es por esta razón que creemos que es el método de guardadora es el más adecuado para los niños”, señala Paula García, Directora Técnica de la Fundación.

Aunque muchos opinan que ser guardadora no es fácil, Claudia y su familia están convencidos de lo que están haciendo. “Cuando tomé la decisión de ser guardadora, mi familia se preocupó mucho porque encontraban que yo era demasiado aprensiva para hacerlo. Todos me preguntaban cómo iba a ser capaz de entregarlo. Pero, para mí, valía la pena dar todo el amor que necesitan para tener una vida sana. Además, cuando me enteré de esta hermosa labor, sentí la necesidad de ayudar a los bebés. En ese momento mi familia aceptó y nos fuimos enamorando de la misión que tendríamos que llevar a cabo”, confiesa.

LA TEORÍA DEL APEGO

Delia Moreno es abogada y creadora de la Fundación Chilena de Adopción. Su misión comenzó hace 24 años, cuando asesoraba a la Corporación de Nutrición Infantil (CONIN). Entonces Delia se dio cuenta de que, tras un arduo trabajo y una vez que se superaba la desnutrición, el niño volvía —en variadas ocasiones— a estar en riesgo social. Por eso siempre quiso buscar una solución definitiva.

Bajo esta inquietud, fundó en el año 1985 FADOP, institución privada y sin fines de lucro cuya personería jurídica fue otorgada por decreto supremo N° 1135 de Ministerio de Justicia. Actualmente la fundación colabora con el  Servicio Nacional de Menores (Sename) y un organismo acreditado para ejecutar programas de adopción. Además tiene profesionales especializados en el tema de la adopción.

La Teoría del Apego plantea la relevancia para el recién nacido de contar con una figura estable desde los primeros días de vida, que lo mantenga emocionalmente y que lo contenga en los estados mentales psicológicos que un bebé experimente.

Ahora bien: la fundación tiene como fin principal el cuidado del niño y su futuro. Es por esta razón que se considera en el proceso de adopción a la madre biológica, al niño y a los padres adoptivos. Es una modalidad que los caracteriza frente a otros procesos de adopción.

Lo que organiza el trabajo es la Teoría del Apego. Esta plantea lo relevante que es para el recién nacido contar con una figura estable desde los primeros días de vida, que lo mantenga emocionalmente y que lo contenga en todos los estados mentales psicológicos que un bebé pueda experimentar.

Es durante este proceso cuando entran las familias guardadoras. Ellas son las encargadas de proteger y estimular el sano desarrollo del niño a su cargo. El cuidador proporciona al niño aquel referente necesario para satisfacer sus necesidades básicas y establecer el vínculo emocional que necesita para cuando sea entregado a los padres adoptivos.  “Los guardadores son fundamentales para que los primeros meses de vida del bebé sean vividos saludablemente y no en un ambiente de calvario y desapego materno en los cuales el menor se pueda ver enfrentado inconscientemente”, señala la Directora Técnica de la institución.

Donald Winnicott, célebre pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés, dice que un niño recién nacido, cuyo aparato mental aún no está completamente desarrollado,  registra su entorno mediante sensaciones corporales. Las sensaciones más importantes  son el placer-displacer y el desamparo. Esta última, ante la carencia de una “madre-ambiente suficientemente buena”, puede generar consecuencias muy negativas en su desarrollo futuro. Frente a esto, lo importante, para que esta situación no tenga connotaciones traumáticas, es que no sólo se asegure la sobrevivencia física del niño, sino también la sobrevivencia psíquica a través de reconocerlo como un ser vivo amado.

“Lo que plantea Winnicott se puede traducir en el método de apego que usa la fundación con su sistema de guardadoras. Sin duda alguna, las experiencias tempranas son primordiales en el desarrollo emocional y psicológico del bebé. Lo esencial es que puede ser brindado por cualquier persona que cumpla las labores maternales en esos momentos, en este caso las familias guardadoras”, menciona el psicólogo Rodrigo Rojas.

LA LLEGADA DE UN NUEVO MIEMBRO FAMILIAR

Hace cuatro años una amiga le contó a Claudia sobre la obra que realiza FADOP. Intrigada, llegó a la página web de la institución. Mientras más se informaba más quería convertirse en voluntaria. Después de un mes investigando los requisitos que se necesitaban señaló sus ganas de participar como guardadora a su familia. “Cuando mi mamá nos habló de cómo funcionaba el ser guardadora y que ella quería ayudar, me impresioné un poco. Nunca habíamos oído hablar de esa obra y menos de la fundación. Pero la apoyamos, pues eso hacen las familias. Poco a poco nos fuimos encariñando con la obra social que se realiza”, señala Valeria, su hija menor.

Después de pasar innumerables exámenes sicológicos, aceptar las visitas de asistentes sociales e incluso demostrar que ella estaba apta para encariñarse y luego entregar al niño recibieron el llamado telefónico que estaban esperando que coincidió dos días previos a su cumpleaños número cincuenta.

–Aló, ¿con quién hablo?

–¿Hablo con la señora Claudia Osorio?

–Sí, con ella.

–Señora Claudia, la estamos llamando de la Fundación Chilena de Adopción para informarle que mañana tiene que venir a la institución, porque tenemos un recién nacido que debe cuidar mientras alguna familia lo adopte.

Con emoción Claudia recuerda el momento en que la llamaron para ir a buscar a su primer “hija”, Amanda. “Cuando me llamaron para decirme que había llegado la Amandita, me dio una mezcla de sensaciones: ansiosa, temerosa y feliz por lo que iba a hacer por esta niña”.

Ya han pasado diez recién nacidos por la casa de la familia Vergara-Osorio. Tanto ha sido el compromiso con la institución que ellos mismos prepararon una habitación especial para recibir a cada niño que el tribunal de familia les entregue por medio de la fundación. En la pared amarilla –color unisex para las guaguas– tienen colgadas las diez fotografías de todos los “hermanos  de corazón” que han tenido los hijos de Claudia y Raúl.

La foto de Tomasito es la última que la familia Vergara-Osorio colgó en la pared del dormitorio. “Cada niño ha sido especial para mí, pero de Tomasito me enamoré de inmediato. Desde que lo vi con su sonrisa diminuta y tan indefenso lo quise de inmediato. Poder entregarle en sus primeros meses de vida el amor maternal que requieren es algo que no cambio por nada”, dice Claudia.

“Aquí lo importante es dar amor a un niño que nació sin afecto, que nació en situación de riesgo; mientras que una madre biológica entrega ese mismo amor, pero sabiendo que es un hijo deseado que desde que se fecundó ya era amado. Esa es la diferencia entre una guardadora y la madre biológica”, reflexiona Claudia viendo a Tomasito.

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