El Comedor Popular Margarita Ancacoy funciona hace más de un año en el Barrio República, en el centro de Santiago. En marzo de este año implementaron su propio huerto productivo autogestionado, gracias al cual están cumpliendo uno de sus principios fundamentales: la soberanía alimentaria, como el derecho a definir sus propias estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, promoviendo la autonomía de la comunidad. Esta es la historia de este comedor popular y su huerto, donde trabajan en base a la cooperación y reciprocidad, teniendo como frase símbolo “esto no es caridad, es kelluwün” (apoyo mutuo en mapudungún).
Es domingo por la mañana y desde las afueras de la casa del Sindicato N°1 de Trabajadores de la Universidad Diego Portales, que alberga al Comedor Popular Margarita Ancacoy, ya se siente el olor a verduras cociéndose, el ruido de personas conversando y ollas moviéndose.
Al entrar, y antes de pasar a la “cocina” que se levantó en un pequeño patio interior del viejo inmueble, todos deben sanitizarse: alcohol gel, cambio de mascarilla y una cofia para cubrir el pelo. Ya en el patio-cocina, el grupo de cocineros y cocineras está desde las 9 de la mañana lavando, cortando y cociendo verduras para el almuerzo de la jornada. El menú del día: guiso de verduras con arroz.
Mientras unos cortan acelgas y otros rallan zanahorias, suena al fondo música bailable y desde la cocina, se escucha a un grupo de mujeres preparando el arroz y una gran paila de huevo revuelto para que las y los cocineros desayunen.
-La Pepa es la jefa de cocina -dice Vynka Mancilla, una de las mujeres presentes, mientras ralla zanahorias.
-¡Mentira! Yo no soy… -la interrumpe Pepa Martínez, quien ha estado desde el inicio del comedor, pero no puede terminar la frase porque empieza a reír.
Todos ríen con ella.
El Comedor Popular Margarita Ancacoy nació el 14 de junio de 2020. En plena pandemia y gracias a la unión que se generó en el Barrio República tras la revuelta social de octubre de 2019, comenzaron a levantarse en el sector distintas organizaciones sociales. Y entre ellas, un grupo de vecinos y vecinas comenzó a ver la profunda necesidad económica que salió a flote y que luego se agudizó por la crisis sanitaria. Así, y luego de ver que la Junta de Vecinos del Barrio República había comenzado a entregar cajas de mercadería a las y los vecinos que necesitaban ayuda, la comunidad se organizó para darle forma al comedor.
“Cualquiera podría decir que en un barrio como éste no hay necesidades, y sí que las hay. El sistema neoliberal nos ha llevado a un individualismo tan potente que ni siquiera te das cuenta de que hay organización. Esto se lo debemos a la revuelta; ahí nos conocimos, nos organizamos y ahí surgió esto, así que nos empezamos a mover con la fórmula de que sólo el pueblo ayuda al pueblo y fuimos avanzando. Hablamos de comedor comunitario porque esto no es caridad, esto es intercambio. Hoy por ti, mañana por mí. La reciprocidad es muy importante para nosotros“, cuenta Pepa Martínez.
El nombre del comedor es un homenaje a Margarita Ancacoy, mujer trabajadora que fue asesinada la madrugada del 18 de junio de 2018 en la esquina de Avenida República con Domeyko, cuando un grupo de cinco jóvenes la abordó para robarle. Por cinco mil pesos y un celular, Margarita fue golpeada hasta la muerte mientras iba camino al Campus Beauchef de la Universidad de Chile, ubicado al límite del Barrio República, donde trabajaba como funcionaria externa a cargo del aseo.
Su muerte fue ampliamente cubierta por la prensa. Debido a la crueldad y las condiciones en las que ocurrió su asesinato, y por un reportaje de CIPER, salieron a la luz las precarias condiciones de las y los trabajadores subcontratados de limpieza de las universidades, específicamente de este barrio.
“Buscamos mucho un nombre y, cuando se propuso el de Margarita, todos inmediatamente estuvimos de acuerdo por lo que representó y representa Margarita Ancacoy: una mujer trabajadora en condiciones precarias. (…) Aquí [en el barrio] hay muchos grupos y organizaciones políticas que tienen presente a Margarita y no pudimos ser menos. Conversamos con su esposo, quien nos dio su consentimiento. Es un homenaje para ella”, cuenta Pepa.
Pepa y Vynka recuerdan que fue cuando recién comenzaban con el comedor que se vivieron los días más fuertes de la pandemia. En julio de 2020, mientras en los reportes del Ministerio de Salud las cifras de enfermos y fallecidos por Covid-19 aumentaban preocupantemente, también crecían las filas afuera del Comedor Popular Margarita Ancacoy.
El comedor siempre ha sido itinerante. En uno de los primeros peaks de la pandemia durante 2020, funcionaba en el patio del Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Repartían almuerzos los jueves y domingos. Era un lugar difícil, ya que debían cocinar al aire libre y en pleno invierno, pues las obras del museo podían verse afectadas con el vapor de los alimentos. Allí estuvieron poco más de dos meses, para luego moverse con sólo una certeza clara: no podían dejar de cocinar.
“En el punto más crítico, repartimos 220 almuerzos diarios. Eran unas filas enormes, se nos acababa la comida y teníamos que seguir cocinando, porque tu veías la fila afuera y era súper angustiante (…). Un día habíamos hecho pollo al jugo y se nos acabó, y tuvimos que improvisar. Echamos fideos, un poco de salsa y así empezamos a sacar los 40 ó 60 almuerzos que faltaban. Esto fue en julio, justo antes del primer retiro del 10%”, recuerda Vynka Mancilla.
Así, el Comedor Popular Margarita Ancacoy se ha mantenido durante más de un año. Actualmente cuentan con cerca de 30 personas que se turnan cada domingo para realizar las distintas labores que les permiten servir unos 140 almuerzos. Y, según las cuentas que saca Ximena Sepúlveda, parte del grupo que dió inicio del comedor, hasta la fecha han pasado 115 vecinos y vecinas como voluntarias.
Ximena explica que se dividen en siete equipos encargados de distintas tareas: de las compras, las finanzas, el inventario y logística, la cocina, el reparto y las comunicaciones. Cuentan además con el apoyo de vecinos y vecinas que aportan donaciones para abastecerse, y realizan trueques con los distintos almacenes del barrio, varios de ellos también funcionan como puntos de acopio.
La mayor parte de las verduras y proteínas las compran a la Cooperativa Pueblo a Pueblo, que trabaja con organizaciones como ésta y diferentes ollas comunes.
“Compramos carne una vez al mes y también verduras a la Cooperativa Pueblo a Pueblo. Ellos compran a los productores y luego le venden a organizaciones como la nuestra. Es importante lo que hacemos con ellos porque cuando hablamos de soberanía alimentaria, estamos hablando además de un tipo de economía popular, de poder incidir en los precios, de que si le compramos a esta cooperativa, ellos te hacen el precio con el mismo productor en Melipilla. Es como saltarse el supermercado o, en este caso, Lo Valledor”, explica Ximena.
De esa manera, el Comedor Popular Margarita Ancacoy lleva a la práctica los principios que lo rigen desde su inicio: la economía popular y la soberanía alimentaria.
“Es un concepto difícil de abordar, porque tiene diferentes aspectos. La soberanía alimentaria sería, en la realidad, lograr nuestro propio alimento. Sabemos que no lo podemos lograr, pero sí en redes, por ejemplo, comprando al productor directo y respetando el comercio justo, sin intermediarios, sin las grandes multinacionales. El concepto es amplio, pero lo abordamos por lo menos en la parte teórica y lo llevamos a la práctica a través de nuestro huerto”, explica Pepa Martínez.
Huerto que, el pasado 31 de julio, dio sus primeras cosechas.
A dos kilómetros de La Moneda
Dos personas trabajan la tierra en el frontis de la Universidad de Los Lagos, en Avenida República con Toesca. Entre el edificio y la calle, en un espacio donde antes había pasto, ahora hay dos jardineras, túneles cubiertos con capas de nylon que funcionan como invernaderos y variados tipos de pequeñas plantas que de a poco comienzan a mostrar sus frutos. Es el Huerto Productivo Autogestionado Margarita Ancacoy.
El huerto nació a principios de 2021, siguiendo el camino del comedor popular y el principio de la soberanía alimentaria. Las y los vecinos que servían almuerzos se dieron cuenta de que podían avanzar más en su idea de autogestionar sus productos dentro del barrio, y así comenzaron las conversaciones con distintas instituciones del sector para encontrar dónde establecerse. Gracias a su plan de vinculación con el medio, la Universidad de Los Lagos entregó parte del frontis de su sede en Santiago para llevar a cabo el proyecto.
La primera cosecha dio 50 lechugas, además de cilantro y rúcula, y con ello se preparó la ensalada que entregó el comedor el pasado domingo 1 de agosto.
“Yo no le tomaba el peso. Venía a trabajar y de a poquito, cuando ya esto fue tomando más vuelo, la gente pasaba y decía ‘oiga joven, ¿qué está haciendo?’, ‘oiga, qué bonito, lo felicito’, y eso es muy importante; es poder demostrar que dentro de la ciudad podemos generar nuestra soberanía alimentaria y puntos verdes. Es utópico decir que podemos abastecer todo lo que ocupa el comedor, porque para 140 almuerzos es difícil, pero buscamos poder decir ‘podemos convertir nuestra ciudad en algo productivo’”, cuenta Marcelo Díaz, uno de los huerteros y huerteras que dieron vida al proyecto.
Marcelo y Miriam dan vueltas por el huerto, revisan los almácigos que están prontos a ser trasplantados, monitorean el crecimiento de las plantas y revisan sus hojas. Mientras caminan, él explica sobre el cuidado de cada una de las especies y sobre el trabajo de la tierra. Al pasar entre las jardineras armadas con tablas de madera, en donde se ven plantas de lechugas y hierbas, da una buena noticia.
-¡Hoy no hay ningún pulgón!
-¿De verdad? -pregunta Miriam, emocionada.
-Está hermosa esta jardinera, estamos pero súper bien -contesta Marcelo.
Quienes trabajan en el huerto plantearon el lugar como un proyecto productivo y autogestionado. Esto quiere decir que la plantación tiene como únicos objetivos entregar alimentos al Comedor Popular Margarita Ancacoy, y generar sus propios recursos para solventarse, aparte de recibir donaciones.
Para conseguir lo necesario para crear las primeras jardineras y poder levantar el huerto, realizaron una rifa en el barrio que, según cuenta Marcelo, fue un éxito. Se vendieron más de 200 números, la gente conoció la iniciativa y el ganador se llevó un kit de huerto para poder plantar en su casa o departamento.
También realizaron un trafkin, una práctica ancestral mapuche donde se realizan intercambios de bienes esenciales, además de culturas, experiencias y filosofías de vida. Este trafkin fue gracias a Millaray Painemal Morales, escritora mapuche y dirigenta social, quien visitó el huerto, acompañó a los y las huerteras y les entregó distintas semillas para ser plantadas.
Actualmente, el Huerto Productivo Autogestionado Margarita Ancacoy cuenta con alrededor de 15 voluntarios y voluntarias activas. Llevan ocho meses trabajando, preparando el suelo para poder plantar, construyendo las jardineras y los distintos implementos. Ahora esperan entregar su segunda cosecha a mediados de septiembre y seguir demostrando que, además de avanzar en su principio de soberanía alimentaria, es posible generar una unidad barrial que antes no existía.
“Esto nació en plena pandemia, vinimos a trabajar aquí con permisos y, a veces, sin permisos… esto nace sobre la base del comedor, para poder combatir el hambre que hay en nuestro barrio, que tal vez está un poco oculto, pero la pandemia nos ha dado a conocer que hay personas que tal vez tienen casa, pero no tienen qué comer, entonces a ellos va enfocado este pequeño gesto de decir ‘a dos kilómetros de La Moneda tenemos una huerta y un comedor autogestionado que han sido levantado por les propies vecines’”, dice Marcelo.
Miriam, quien llegó al barrio hace casi un año, cuenta que así pudo conocer una realidad que antes no sabía que existía: “Hay mucha pobreza ciega, pobreza anónima. Para mí fue muy importante darme cuenta de que efectivamente hay necesidades que no se muestran o no son tan obvias. Me gusta el espíritu de comunidad, un sentido que se ha perdido un poco en las ciudades y me gusta que vuelva, porque este conocimiento de autogestión, de un huerto alimentario, es muy importante que lo tengamos como sociedad”.
Hace dos meses que Miriam es voluntaria en el huerto, y su primera tarea fue trabajar en almácigos que ahora están prontos a ser plantados directamente en la tierra. Al ver estos avances y saber que ella es parte de ese trabajo, se emociona. “Se siente una emoción bonita ver crecer la tierra. Es ver que el trabajo da frutos y que no tiene que ver sólo contigo, sino que con un grupo de gente con el mismo espíritu e iniciativa. Nada de esto es mío, es de una comunidad. Si no están las manos de todos, no sería lo mismo”, dice.
“No es caridad, es kelluwün”
Kelluwün significa solidaridad, apoyo mutuo o reciprocidad en mapudungún. Es también una de las palabras que el Comedor Popular Margarita Ancacoy ocupa como símbolo. Entre sus voluntarias y voluntarios, coinciden en que antes de la revuelta social no existía la unidad barrial y el apoyo que ven actualmente.
“La revuelta nos entregó una relación entre personas, entre vecinos. Hacía mucho tiempo que yo no escuchaba la palabra vecino o vecina de forma tan significativa, de manera tan presente. (…) Aquí tú ves lazos intergeneracionales, diferentes edades, jóvenes, viejos, y estamos todos por lo mismo. Se han creado relaciones muy bonitas”, cuenta Pepa Martínez.
Ximena Sepúlveda, dice que “después del germen de la asamblea barrial que se generó en octubre de 2019, fue la primera vez que sentí que estaba aportando en la construcción de un barrio. (…) Yo identifico el barrio como una red en donde conozco más o menos a los vecinos, tenemos una relación con los almaceneros, conozco cuál es la necesidad de los vecinos, el problema que los aqueja… yo diría que hay como un inicio de tejido social”.
Desde el huerto, Marcelo se emociona al decir que “esto no es caridad, es reciprocidad entre vecines. (…) Buscamos que no sea asistencialismo, sino que haya una vuelta. De hecho, hay vecines que se han integrado al comedor, que recibían almuerzo, y que ahora se integraron como voluntaries”.
Miriam, por su parte, piensa sobre la importancia de la soberanía alimentaria, y el ejemplo del Huerto Productivo Autogestionado Margarita Ancacoy, dentro de las comunidades. “El sistema en el que estamos inmersos te obliga a tener dinero para poder tener alimento, y si no lo tienes, te marginan. Es importante que estas iniciativas perduren en el tiempo y que las comunidades sepan cómo gestionarse; que si no tienes dinero, la comunidad te ayuda. Antes era así, y esa intencionalidad de evitar esta marginación que tiene que ver con lo económico se ve mucho en este proyecto”, dice.
Ximena, para explicar el término de kelluwün, habla sobre el mismo trabajo que se realiza en el Comedor Popular Margarita Ancacoy: “Nosotros nunca vamos a tratar a nuestros comensales como beneficiarios, y ahí surge la frase de que esto no es caridad, es kelluwün: que yo te apoyo sin necesidad, reciprocidad de verdad. Acá uno le da al otro lo mejor que tiene, eso es kelluwün, y se piensa en la lógica de una red, en un otro, en una comunidad”.
Actualmente, desde el Comedor Popular Margarita Ancacoy y su huerto, se encuentran en procesos de reflexión y proyectándose hacia el futuro más allá de la pandemia. Quieren conseguir una casa para que el comedor funcione de forma estable y así seguir ayudando a las y los vecinos que lo necesiten, y ofrecer almuerzos sanos a bajo costo para estudiantes y trabajadores del sector.
En cuanto al huerto, buscan poder instalarse no solamente en el espacio que les brinda la Universidad de Los Lagos, sino que también en otros lugares del barrio, pero siempre produciendo para abastecer el comedor. Mientras también piensan en iniciativas más experimentales y educativas para su comunidad, entre ollas, cuchillos, el vapor de la cocina, y también entre jardineras, mangueras, almácigos y plantas que entregarán futuras verduras y alimentos, las y los vecinos del Barrio República se organizan y trabajan en pos del apoyo mutuo, de la colaboración, del kelluwün.