“Paniko empezó por aburrimiento”, recuerda Alejandro Jofré en este testimonio sobre el proyecto que fundó el año 2003 y que hoy congrega a una comunidad de lectores en torno a la música, los libros, el cine y la cultura que suele no tener cabida en los medios tradicionales. Independencia, resistencia, diversión: esta es parte de su receta para sobrevivir cuando otros proyectos han quedado en el camino.
Cuando me preguntan si Paniko es un blog, una página de entretención o si es un medio de comunicación informativo, mi respuesta es clara: está más cerca de algún hiperónimo que contenga a las tres. Los primeros cinco años de vida de Paniko sirvieron para darle carácter al monstruo y los siguientes cinco para intentar un modelo que pueda pagar colaboraciones sin parecer las primeras hojas de Esquire. En adelante, todo ha sido mejor que ayer y peor que mañana. Ya lo dijo Spinetta: mañana es mejor.
Paniko empezó por aburrimiento. Tenía diecisiete años y venía de un colegio católico pero yo no era católico, y vivía en Santiago pero no era santiaguino. Entonces entré a estudiar periodismo pero no para ser un periodista en el estereotipo del funcionario de oficina sacado de la revolución industrial o el yuppie de agencia, sino que otra cosa que estaba por descubrir. Recuerdo una frase de Cortázar: es preferible ser un suicida que ser un zombi. Así empezó Pániko en 2003, en una escuela de periodismo, como un fanzine de cultura pop escrito por adolescentes. Así duramos dos números hasta que alguien nos prohibió seguir imprimiendo en la universidad y, bueno, vimos la oportunidad de saltar a internet. Creo que tenía algunas intencionalidades. Una era la beatnik, de libertad suprema, y la otra era de displacer con lo que podíamos leer en revistas, suplementos y las páginas finales de los diarios, que más que salchichas parecían un trago de esa agua donde se cuecen.
Los hitos de la página no están amarrados a ganar seguidores. Eso va por otra cuerda. En un inicio queríamos presentar las conversaciones que nos marcaron, escuchar los discos que nos gustan, escribir largo del último libro que nos voló la cabeza. Puede sonar mínimo pero estoy seguro que es imposible para otros colegas en su horario de trabajo, y eso lo saben los que nos leen. Eso mismo te lleva a presentar temas antes o mejor que otros medios, porque hay otro mecanismo detrás, porque los intereses son otros. También está el componente humano, que es el motor de todo esto: una mezcla de generosidad, inteligencia, humor, talento, desprecio, curiosidad y rebeldía de muchas personas que han participado y siguen colaborando.
La web siempre va a estar un paso adelante. No soy un experto pero por soportes, por alcance, por espacio y por lo instantáneo, no me imagino un mejor periodismo que el que puede ofrecer internet y su técnica.
Al lector de Paniko lo imagino como alguien distraído que deja preguntas pero también muchas respuestas, solo que no las sabemos leer. Según los números de las redes sociales, los hombres en el rango 25-34 son el mayor grupo de lectores, aunque en total, esto es sumando todos los grupos de edades, las mujeres son más. Y el grueso de lectores, más del 70% del total, está entre los 18 y 34 años, que es el mismo grupo que usa las redes sociales.
Las dificultades que tenemos son las mismas por las que atraviesa cualquier periodista. Siempre va a ser más difícil que hable el poder, sea económico o político, o dicho de otra manera, mientras más marginal es la fuente más fácil el acceso. Como una tendencia, la reconstrucción de vidas ajenas que hace cierto tipo de periodismo misteriosamente se da mejor con los marginados. Un buen ejemplo es el caso del asesinato de Daniel Zamudio y el libro del periodista Rodrigo Fluxá: la investigación llega hasta la misma cama de sus padres en la periferia de Santiago, pero no sabemos ni siquiera el nombre de alguien tan cercano como su pareja, un ejecutivo de un banco que duerme en Providencia. Eso te demuestra que es una dificultad transversal a cualquier periodista y también otra forma de violencia que aparece solapada cuando se enciende la grabadora.
No creo que seamos la generación post Zona de Contacto. A mediados del 2000, como pasó con la música, el panorama general estaba dividido en compartimentos. Internet potenció una gran variedad de voces y estilos que hilando muy fino tienen algunas patas en común. Porlaputa, Gugulson, Noesnalaferia, La Legal y Pániko, por ejemplo, aparecieron o se pensaron desde San Bernardo. Eso me parece interesante y también, diferencias más y menos, mucho más generacional y misterioso.
Mi receta del éxito es dormir no más de seis horas, comer a deshoras, y estar más o menos nueve horas solo. O sea, lo que para Julio Villanueva Chang significa editar —ja. Al menos para mí, se trata de ser autónomo y de conseguir ese placer que da hacer lo que uno quiere, sin concesiones y sin traicionarse uno mismo. También se trata de una cuestión de resistencia. En doce años de Pániko he visto a muchos «proyectos exitosos» quedarse en el camino y a algunos mecenas que intentan comprar algo que solo se resuelve con el tiempo. Supongo que en lo que hago hay algo atávico y también algo de la vida en provincia, donde el tiempo es de cosecha y siembra. Se contrapone al tiempo lineal que propone cierto modo de vida actual y tan bien representado en esa gente que viaja fuera del país dos semanas al año y que el resto del tiempo se la pasa en un eterno ciclón de obligaciones y metas, anhelando el fin de semana para salir a gastar.
Me parece que la discusión sobre la caída del papel y preponderancia de internet es un tema zanjado y muy fome. La web siempre va a estar un paso adelante. No soy un experto pero por soportes, por alcance, por espacio y por lo instantáneo, no me imagino un mejor periodismo que el que puede ofrecer internet y su técnica. Hay algunos problemas, claro, como que los medios están gobernados por gente muy vieja o ignorante de estos asuntos, que los avisadores no se atreven con los medios independientes como sí lo hacen con los tradicionales, o que las grandes ideas en internet están adelantadas a sus propios entornos, como la argentina Cuevana que fue legalizada y desplazada por la estadounidense Netflix, que terminó llevándose el crédito y la gloria.
Los avisadores se atreven poco con medios independientes muy seguramente por problemas de endogamia o clientelismos con otros medios. Incluso algunas agencias creen que por avisar en tu sitio pueden controlar tu pauta: en 2012 tuvimos un problema con una oficina que representaba a una marca de aguas desabridas. Publicamos la crónica del evento de lanzamiento con Devendra Banhart en un muelle de Valparaíso, e ipso facto dejaron de darnos campañas. A pesar de eso, nunca bajamos el texto. Acualmente nos movemos con avisos comerciales y nuestros propios aportes desde la vereda freelance.