El siguiente texto fue pronunciado en el primer seminario de la Fundación Para la Confianza por José Andrés Murillo, uno de sus fundadores, quien aborda el concepto de verdad visto a la luz de las comunicaciones. El texto original fue publicado originalmente en el sitio web de la Fundación.

"Nuestra tarea es transformar el coraje en una verdad que rompa los paradigmas abusivos" | Foto: brunopostigo54, Flickr
Con la expresión “el coraje de la verdad” no me estoy refiriendo a una cosa que puede ser verdadera o no, sino a una característica de la verdad misma en los contextos de las comunicaciones.
Los que participamos en este seminario vivimos una relación profesional con el lenguaje, relación que no se agota en el mero instrumento. El lenguaje no es instrumento, sino mundo: el lenguaje crea el mundo en el que vivimos. El mundo está tejido con y desde el lenguaje. De hecho, sin lenguaje sólo tendríamos cosas aisladas. Es el lenguaje el que da unidad e integra.
El lenguaje concreto crea un mundo más humano o más violento. Jamás será un instrumento neutro que nombra lo que está ahí. El lenguaje crea, sana, seduce, miente, construye, destruye, condena, juzga, reúne, se equivoca, hace poesía, dialoga, insulta, pide perdón, perdona. El lenguaje siempre toma partido, está posicionado.
El mundo clásico, enraizado en la ciencia moderna, la de Galileo, Descartes y Newton creyó posible una particular manera de ver el lenguaje y la verdad con la que hasta el día de hoy seguimos entrampados: es la pretensión de una verdad absolutamente objetiva, o, como lo llamó un historiador de comienzos del siglo XX, la verdad del eunuco. Una verdad objetiva, neutra, que no tome partido, purificada de lo subjetivo.
La verdad comprometida, compromete al que la escucha. Si no compromete, entonces tampoco es verdad. Pero el compromiso no es con una ideología, una convicción científica ni religiosa, sino simplemente con el mundo concreto, con las personas, su hambre y su sufrimiento.
Durante mucho tiempo se buscó esta verdad objetiva, neutra y absoluta (o sea, absuelta de todo subjetivismo, y de paso, absuelta de la necesidad de sentido[2]). La física fue la primera reaccionar ante esta pretendida objetividad neutra. La teoría de la relatividad de Einstein, sí, pero también surgió el principio de incertidumbre de Heisenberg, que logra demostrar la imposibilidad de una verdad absoluta y objetiva del universo, puesto que incluso la luz que revela algo interfiere ese algo y lo modifica. No existe un punto de vista aséptico, neutro, objetivo. Einstein había demostrado que no es posible una observación sino desde un lugar y en perspectiva. No hay verdad sin punto de vista porque no hay un lugar absoluto desde donde mirar el mundo. Esto no significa un relativismo arbitrario de la verdad, sino lo contrario: toda verdad está posicionada, y sólo puede ser verdad en cuanto está situada, posicionada. La verdad “de los hechos”, la correspondencia con la palabra, no es aún verdad; es sólo correspondencia o, como los medievales decían, adequatio intellectus et rei. Al contrario: La verdad sólo es verdad en cuanto toma posición.
Esto es así porque la verdad no existe en las cosas, sino en la palabra verdadera, en el decir veraz. Y sólo hay decir veraz cuando este decir valiente y capaz de poner en riesgo la relación con la verdad oficial, con el poder, el partido, la naturaleza, el rating, incluso consigo mismo. (No significa que haya necesariamente un riesgo real, sino que el decir veraz sea independiente de este riesgo[3]).
El decir veraz o el coraje de la verdad es, en primer lugar, compromiso con el mundo. Es un decir que ha escuchado activamente el mundo y ha entrado en sintonía con el sufrimiento de este mundo, es decir, con sus vacíos, injusticias, hambres, cegueras, ambigüedades. Por eso, hablar de una verdad objetiva, absoluta o neutra es hablar de verdades a medias, tuertas, sordas y cobardes. La verdad si no es comprometida, simplemente no es verdad.
La verdad comprometida, compromete al que la escucha. Si no compromete, entonces tampoco es verdad. Pero el compromiso no es con una ideología, una convicción científica ni religiosa, sino simplemente con el mundo concreto, con las personas, su hambre y su sufrimiento.
Sólo las verdades absolutas son arbitrarias, porque lo absoluto es tuerto respecto de la totalidad y el sentido del mundo. La verdad comprometida y posicionada siempre completa un vacío, un punto y perspectiva que si no se la busca quedará invisible, punto ciego y los puntos ciegos, sabrán los que manejan, son extremadamente peligrosos.
Ustedes, que tienen cámaras y micrófonos, tienen la posibilidad (y tentación) de imponer su punto de vista, su perspectiva absoluta, encegueciendo a los que quieren ver.
Imponer una verdad objetiva, “neutra” y absoluta, es eliminar la perspectiva cuando el mundo (y la verdad) se revela sólo en perspectiva. Así lo declararon los fenomenológos (siguiendo a los físicos) cansados del discurso de la ciencia clásica, pero sobre todo cansados de los discursos ideológicos del siglo XX, que sin percibir los puntos ciegos del mundo, provocaron más de 100 millones de muertos con sus guerras y revoluciones.
Ustedes, que tienen cámaras y micrófonos, tienen la posibilidad (y tentación) de imponer su punto de vista, su perspectiva absoluta, encegueciendo a los que quieren ver, y borrando a quienes merecen y necesitan dar su luz, su punto de vista. Así sólo nos dejarán medio sordos, medio ciegos y desorientados, pues eliminarán las perspectivas del mundo.
Ayer hubo un terremoto en este sentido. Una niñita que fue abusada por un familiar, que se atrevió a denunciar y a someterse a todos los humillantes peritajes para acreditar su verdad, no fue considerada veraz porque durante el juicio no lloró: porque se atrevió a mirar al tribunal a los ojos, digna y valiente, y relatar lo que vivió. El tribunal consideró que una persona abusada debía llorar y por lo tanto no acreditaba su verdad. El abusador fue absuelto. Ella, con su dignidad infinita, asumió la sentencia, llevándose su verdad y valentía en la mochilita de su biografía.
Un medio de comunicación entrevistó al abusador absuelto de esta niñita, acusando a la mamá de ella de manipular la situación. La niñita, desde el rincón de su verdad, preguntó por qué no la escuchaban a ella: ¿por qué su verdad no fue escuchada y tomada en cuenta? Porque ella es pequeña, casi no se ve y su voz es tierna, casi no se escucha. Pero su verdad es grande y valiente: pone en suspenso toda la justicia del universo y la vuelve mera formalidad. Su verdad debería ser capaz de romper toda la injusticia porque es valerosa, pero no tiene audiencia, es invisible, inaudible.
Nuestra tarea es transformar el coraje de esta pequeña verdad en una verdad que rompa los paradigmas abusivos de la sociedad. Ese es nuestro compromiso y tarea.
[2] La palabra ab-soluto viene de una ab-solución, es decir, estar liberado de lo concreto, de casos particulares.
[3] Ver de M. Foucault los últimos cursos dictados en el Collège de France, en los años 80, publicados en español como El gobierno de sí y de los otros y El coraje de la Verdad, FCE.