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“Nuestro terremoto”, nuevo libro de Alfredo Sepúlveda y Francisco Aravena

Por ~ Publicado el 30 marzo 2011

El texto describe la atmósfera vivida en la cúpula gerencial de Celulosa Arauco después del 27/F, y también aborda el cronograma de una de las noches más largas para aquellos trabajadores que, a las 3:34 am, estaban en algunas de las 35 unidades productivas de la empresa. » Lee un adelanto del libro

Isla Orrego
La Isla Orrego, en Constitución, una de las zonas afectadas por el tsunami | Foto: NachX

Dada su amplitud catastrófica, las horas y días posteriores al terremoto del 27/F desencadenaron una opulencia informativa que, durante el 2010, sólo fue superada por el rescate en la mina San José, evento que también lideró la producción de libros afines, algunos escritos a pulso durante la marcha del evento, otros cocinados aún en las brasas del impacto mundial.

En el caso del terremoto, sin embargo, el fenómeno editorial ha sido gradual y pausado. En febrero llegó a librerías “La noche de los muertos vivientes”, de Tito Matamala, y en abril circulará “Un torpe en un terremoto”, del periodista cultural de El País Javier Rodríguez Marcos, quien en ese momento se encontraba en nuestro país para cubrir el suspendido Congreso de la Lengua.

Nuestro terremoto (Ediciones B, 2011), un libro financiado por la empresa forestal chilena Celulosa Arauco y Constitución S.A., y realizado por Alfredo Sepúlveda y Francisco Aravena, periodistas y profesores de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, es otra de las obras que se sumarán al fenómeno editorial telúrico a partir de abril.

Si bien el texto describe la atmósfera vivida en la cúpula gerencial, también aborda, con fidelidad técnica y precisión conceptual y operativa, el cronograma de una de las noches más largas para aquellos trabajadores que, a las 3:34 am, estaban en algunas de las 35 unidades productivas de Celulosa Arauco.

“Lo primero era saber dónde y cómo estaban los 26 mil trabajadores que laboran en o para la empresa”, se lee en el capítulo uno. “¿Qué había sido de aquellos que trabajaban en los turnos de noche, en medio de líneas de vapor, de licores negro y blanco —sustancias empleadas en el proceso de elaboración de celulosa—, bajo y sobre cables eléctricos y grúas, en medio de toneladas de madera apilada en bloques de cuatro metros de alto, que se desplazaban por los pasillos en una coreografía de seguridad industrial que conocían de memoria?”

Nuestro terremoto es la hoja de ruta a través de un camino devastado. Cinco meses después del 27/F, sólo una de las unidades operativas de la compañía no estaba funcionando: pernos, sistemas eléctricos, maderas, estanques y el resto del equipamiento industrial ya había sido revisado por ingenieros y calculistas. Pero el camino no sólo se reporteó desde la óptica productiva: la reconstrucción física y espiritual de las comunidades donde la compañía estaba inserta también sería fundamental. “Porque si bien volver a producir era una razón poderosa y comprensible —escriben Sepúlveda y Aravena—, la empresa no podía hacerlo sin su gente. Y la gente no podía hacerlo sin sus ciudades”.

El 11 de marzo pasado, un sismo y un tsunami asolaron Japón, provocando la muerte y desaparición de un número aún indeterminado de personas. Además, inició una crisis nuclear y liberó un tren de olas que activó protocolos de evacuación y alerta a una escala insospechada. 377 días después del 27/F, la tierra sigue temblando en Chile y al otro lado del océano. En nuestro terruño la evacuación de zonas inundables funcionó con normalidad. Nuestra torpe burocracia —la “inmadurez burocrática”, escribió Beltrán Mena—, favorecida por un periodo de tiempo adecuado para actuar, sacó algunas lecciones. Arauco también. Y en Nuestro terremoto queda el registro de esta enseñanza.

Portada de -Nuestro terremoto- NUESTRO TERREMOTO
El camino de reconstrucción de una empresa y la comunidad después del 27⁄F

Alfredo Sepúlveda
Francisco Aravena
Ediciones B
222 páginas
2011

Fotografías de Álvaro de la Fuente

Lee un adelanto del primer capítulo, “A las tres treinta y cuatro”

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