Entrevistas

Felipe Restrepo: «El periodismo narrativo lucha contra esa visión, a veces simplista, de que hay buenos y malos»

Por ~ Publicado el 25 noviembre 2019

El director de Gatopardo, que con 20 años de historias de largo aliento se ha convertido en la publicación más influyente de la región, estuvo en Chile para realizar un taller de perfiles en la Universidad Alberto Hurtado. Conversamos con Restrepo sobre la revista, su audiencia, el encasillamiento en el periodismo y de lo desafiante que es editar a los grandes cronistas que escriben para ese medio. También, sobre el auge de la no ficción en nuestros tiempos y sobre por qué la perspectiva del autor resulta primordial cuando se escribe sobre otros. “Es lo más difícil de lograr, pero es lo que determina que una historia sea contada de una manera única”, afirma en esta entrevista.


Foto: Aaron Castro

Foto: Aarón Castro

Su primer editor fue el —ya en ese entonces— Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Esto ocurrió en Cambio, extinta revista colombiana de actualidad política. 

Restrepo era joven y parte de ese equipo de redacción. Tenía 19 años, estudiaba letras y era un obvio seguidor de su obra, lo que causó un nerviosismo inicial que se fue disipando a medida que lo iba conociendo como editor. Todo terminó en una gratitud que recuerda hasta el día de hoy. 

De esa experiencia han pasado 21 años, pero aún lo considera como una de sus mayores inspiraciones laborales. 

—En Cambio ya era uno de los autores más consagrados del mundo. Hace mucho que había publicado Cien años de soledad (1967) y era uno de los grandes escritores vivos, pero eso no quitaba que fuera un hombre tremendamente generoso. Cuando estaba, cosa que no sucedía todo el tiempo ya que la redacción quedaba en Bogotá y él ya vivía en Ciudad de México, siempre daba una imagen de cercanía con los periodistas jóvenes. Era de esos que se sentaba al lado tuyo para realmente mirar tu texto. Me entregó enseñanzas de vida muy importantes. 

—¿Cuáles? ¿De qué te nutriste?

—De un respeto por el oficio. Él siempre nos habló de la ética y el cuidado, también de cómo los periodistas se debían entregar a sus lectores con lo mejor posible. Insistía mucho, y creo que desde ahí me quedó esa idea, de que el periodismo tiene que ser información cuidada, verificada, pero también narrada. Eso lo defendió, incluso, para las notas cortas. Cambio era una revista de actualidad, muy noticiosa, pero eso no significaba que no tuviera valor narrativo. No podía ser algo seco o distante. 

“EL BUEN EDITOR ES EL REALMENTE BENEFICIOSO, EL QUE POTENCIA PARA QUE LA HISTORIA SEA LA MEJOR POSIBLE”

Gatopardo, la revista colombiana fundada en 1999 y que desde 2006 tiene su sede en México —tras ser adquirida por la editorial mexicana Travesías Media—, es una de las publicaciones más relevantes del continente. De circulación bimensual, que suma a su aplaudida versión en papel una activa presencia digital, profundiza en conflictos, temas y personas de la región con textos de largo aliento. 

En 2014, la salida de Guillermo Osorno significó una reestructuración del medio y la llegada de Felipe Restrepo a la dirección de la revista. El periodista, académico, editor y escritor colombiano, autor de los libros de perfiles Nunca es fácil ser una celebridad (Planeta, 2013) y 16 retratos excéntricos (Planeta, 2014), además de la novela Formas de evasión (Seix Barral, 2016), era asiduo colaborador de las redacciones de Bogotá y Ciudad de México, por lo que asumir este desafío era dar nuevos aires pero sin dejar de lado su principal intención: publicar las historias más influyentes de la región. 

Un notorio giro editorial de su gestión fue en el diseño de la publicación impresa. Además de incluir tres tipos de papel en su interior, se dejaron atrás los colores por una portada en blanco y negro. En esta se puede ver al personaje principal de la edición, en un primer plano que siempre incluye poses de frente o de perfil. Un poco más abajo, aparece su nombre y una breve invitación a leer el resto de los textos del interior, en letras blancas y redondas. Rossy de Palma, Lucrecia Martel, Daniela Vega. Guillermo del Toro, Javier “Chicharito” Hernández, Pablo Larraín. Son muchos los nombres que han pasado por este ejercicio que atrapa la mirada. 

Gentileza: Gatopardo

Gentileza: Gatopardo

—Queremos que la revista sea un objeto bello y que las personas puedan coleccionar, mantener y que parezca más un libro —dijo en una nota televisiva refiriéndose a esta nueva apuesta, la que también sumó las secciones “Atelier” y “Portafolio”, dedicadas al estilo y al periodismo cultural, respectivamente. 

—Siempre que me piden definirla, digo que Gatopardo es una revista de actualidad latinoamericana, hecha desde México pero con los ojos puestos en toda hispanoamérica. Que defiende el periodismo narrativo, es decir, todas esas voces, miradas y polifonías que se filtran a través de historias muy bien contadas. Lo que hace Gatopardo es ser muy plural: ser un espacio donde caben todo tipo de visiones. 

Se toma una pausa para seguir completando su idea y eso me permite algunos segundos de observación. Restrepo tiene el pelo corto, la cara angulosa, las cejas pobladas y una delgadez similar a las líneas de su polera, blancas y negras. Simpático y cordial, es de esos que no caen mal, pese a que recién cruces miradas y palabras con él. Habla pausado y con una precisión de relojero para administrar los silencios. 

Pese a que en un comienzo asumió funciones comerciales y administrativas, además de la editorial, hoy se encuentra completamente dedicado a apoyar en la edición de entrevistas, reportajes, crónicas y perfiles que publica la revista. Un trabajo que lleva a la par con Leila Guerriero, la destacada cronista argentina y actual editora de la revista, con quien comparte la responsabilidad de acompañar las historias de los grandes colaboradores de Gatopardo. Quienes, casi como una tradición, destacan como los mejores de su época. 

Tomás Eloy Martínez, Antonio Tabucchi, Ernesto Sábato, Juan Villoro, Martín Caparrós, Marcela Turati, Diego Osorno, Jon Lee Anderson, Alejandro Almazán, Alberto Salcedo Ramos, Óscar Contardo, entre otros. El olvido vuelve injustas las listas pero esta, en específico, es una de las principales razones por las que su público es fiel a cada edición que sale a la venta. 

—La audiencia de Gatopardo es muy diversa. Me he encontrado con lectores muy exquisitos, con un nivel educativo altísimo y que les encanta leernos, pero también conozco jóvenes de 20, 21 años, muchos de ellos estudiantes de periodismo, que también les encanta. Eso me gusta, ya que me doy cuenta de que la revista se puede leer en varios niveles.  

Para Restrepo, un texto de Gatopardo debe ser bien investigado y escrito para que lo disfruten dos tipos de lectores. Primero, el erudito del tema que se está hablando. Luego, viene el lector desprevinido. Uno que puede ser menos culto, quizás menos informado, pero con el mismo gozo por esa narración.

—Eso termina siendo una complejidad en la edición, ya que debemos buscar todos esos puntos que unen a esos dos lectores. Que sea un texto para especialistas como también para el público general, hace que no seamos una revista especializada. Sí una masiva y con discurso elaborado. 

—¿Cómo surgió tu interés por el periodismo? Pese a ser muy joven, tienes una larga trayectoria, tanto en roles como en los años que llevas en esto. 

—Primero, te agradezco el comentario porque ya no soy tan joven [ríe, con sus 41 años]. Creo que todo empezó en la adolescencia. En mi casa siempre hubo una tradición de lectura, de periodismo y de cuidado de este oficio. Mi padre [Jorge Restrepo] fue escritor, filósofo y editor, lo que provocó una gran biblioteca en mi casa. A mí nunca nadie me obligó a leer ni nada, al contrario. Me dijeron: “aquí está la biblioteca, es tuya, explórala como quieras”. Desde muy joven empecé a leer mucho, a sentir pasión por esto y ojalá que todos los jóvenes pudieran tener un acercamiento así por la lectura. 

—¿En qué sentido?

—En que no es una obligación, como una cosa horrible, sino que es uno de los grandes placeres de la vida. Como muy pronto empecé a ser lector, desde chico me interesó el periodismo y la literatura. Cuando llegó el momento de escoger una carrera, me incliné por estudiar letras. Tenía una sinceridad literaria que descubrí de muy joven, pero al mismo tiempo sabía que quería ser periodista. 

—¿Y cómo influyó el paso del tiempo en tu reporteo y escritura? 

—Es que me he dedicado al periodismo desde muchos ángulos. Primero, como redactor de temas muy variados. De chico hice muchas entrevistas, luego me centré en periodismo cultural, después fui editor, luego cronista, después editor de libros, director de medios, columnista, en fin. He tenido una evolución y la suerte de ver el periodismo de diferentes partes, lo que me ha enriquecido mucho. Este es un oficio de ir aprendiendo de a poco y de conocer todas las etapas que tiene, por lo que no te podría decir que tuve una evolución lineal. En Chile me preguntaron cómo me consideraba. Si un editor, un periodista, un escritor, y respondí que un narrador. Uno que trabaja desde la no ficción, a veces en la ficción, otras editando o trabajando en proyectos audiovisuales. Creo que no me gusta encasillarme.   

—¿Qué te sucede con el encasillamiento que ocurre en el periodismo? O más bien, con la categorización que ocurre con distintas figuras. Por ejemplo, la de los editores. 

—Es muy común que se considere eso, que el editor es una figura de poder en la redacción y no. Veo mi labor de editor más de acompañamiento. A estar al lado de sus historias, a trabajar con ellos mano a mano. El editor hace algo más que cambiar los títulos, dos o tres comas u obligarte a hacer ciertas cosas. Es alguien que tiene más u otra experiencia que el redactor y que lo ayuda mirar, desde diferentes puntos de vista, su historia. Al final, a potenciar su voz. El buen editor es el realmente beneficioso, el que potencia para que la historia sea la mejor posible y que eso signifique el lucimiento de su autor. 

—¿Qué desafíos te pone como editor el tener de colaboradores en Gatopardo a, quizás, los mejores cronistas de este tiempo? 

—Imagínate, debo estar a su nivel [ríe]. Suena fácil, pero es bastante más complicado de lo que parece. Muchos no solo son colegas, sino que también amigos y autores que he leído y respetado. Dicho esto, hago exactamente lo mismo que cuando trabajo con gente de menos nombre o experiencia. Respeto su trabajo y creo que con todos, los consagrados y los que no, es mutuo por el oficio y el trabajo de ellos como periodistas. Uno puede pensar en lo difícil que puede ser editar a Juan Villoro o a Martín Caparrós, pero ellos saben que son unos profesionales que deben ser editados. La verdad es que sí, puede ser intimidante y un reto, pero también es lo que vuelve todo más interesante.

“EL TRABAJO DEL PERIODISTA NO ES JUZGAR, SINO QUE MOSTRAR LAS RAZONES QUE LLEVAN A LAS PERSONAS A HACER LO QUE HACEN”

—He leído en muchos lados tu opinión de que la no ficción cada vez genera mayor interés, que el formato estaría viviendo un auge. ¿A qué lo atribuyes?

—Creo que está viviendo un auge, pero no es que no lo haya tenido antes. Ahora se está encontrando un espacio en diferentes tipos de no ficción, como el testimonio, la crónica más larga o el ensayo. Este tema le interesa cada vez más a la gente, o siempre le ha interesado, pero ahora hay industrias muy notorias como la de los libros, donde se cuentan historias reales que muchas veces tienen que ver con la vida de los lectores. Eso también lo podemos ver en el formato podcast o audiovisual. Con esto no quiero decir que la ficción haya perdido relevancia, al contrario. Estamos en un momento en donde se publica extraordinaria ficción, pero creo que la no ficción está en el mismo nivel e incluso, puede generar más interés. 

—¿Tienen que ver la globalización y el mayor acceso a la información que existe hoy en día? Por el hecho de enterarnos de más sucesos que ocurren y que, con la no ficción, es posible ahondarlos de mejor manera. 

—Efectivamente, vivimos en un mundo donde hay información por todos lados, quizás nunca habíamos tenido tanto acceso. Desde nuestro teléfono podemos recibir de todo tipo, a veces falsa, inventada, pero que fluye por ahí democráticamente, lo que está bien. Sin embargo, con la buena no ficción, y es lo que intento hacer en Gatopardo, en los libros que edito y en mi escritura, se combate esa instantaniedad. Esa avalancha de información que no dice nada. En varias entrevistas he dicho que con esto podemos combatir la inmediatez con profundidad, ya que te detienes, observas, miras y entiendes. El buen periodismo, más que dar datos y juicios, pone, sugiere y explica situaciones para que la gente reciba el escenario más rico, propio y con mayor polifonía para tomar una decisión. 

—Entonces, tomando tu punto, el periodismo narrativo atacaría directamente a las fakes news, al Photoshop malintencionado, al tuiteo rápido…

—Sí, es una respuesta a eso. A la información mal intencionada, a la que busca defender o atacar un modelo, un poder político o económico. El periodismo narrativo lucha contra esa visión, a veces simplista, de que hay buenos y malos. Lo que hace es explicar, mostrar los matices, dar una visión mucho más compleja en la que no siempre se responden las preguntas, sino que se generan otras que fomentan una visión menos plana del mundo. El trabajo del periodista no es juzgar, sino que mostrar las razones que llevan a las personas a hacer lo que hacen. A ponerlas en un escenario donde el lector o la audiencia decida qué es lo que hay en ellas. 

—Una de tus recomendaciones para elaborar un perfil es conocer bien a tu personaje, antes de escribir sobre él. Sin embargo, ¿qué significa conocer bien a alguien?

—Tienes razón en el punto, ya que nunca se puede conocer a fondo a nadie. Podrías pasar 10 años con una persona y capaz que ni siquiera logres hacerlo. Lo que quiero decir es que el perfil es un ejercicio de observación, en el que es importante pasar la mayor cantidad de tiempo con ese personaje. Si logras eso y crear un universo de fuentes que te den otros puntos de vista, puedes construir una psicología mucho más interesante. El perfil no es una biografía, no pretende abarcar todos los días de una persona. Lo que busca es seleccionar momentos relevantes de su existencia y que den luces sobre el resto de su vida. También, esto lleva consigo una tesis sobre la persona que escribes. Tú crees algo sobre esta y, de cierta forma, lo quieres defender con tu perfil. Ahora, con eso no quiero decir que el texto sea tus opiniones, sino que es intentar dejarlas atrás y dar una mirada que defienda una idea. 

—¿Qué nivel de cercanía debe tener el narrador para lograr un buen perfil? 

—Eso lo decide el que escribe, tampoco podría dar fórmulas. Hay que encontrar desde dónde se quiere abordar al personaje y qué tanto quieres acercarte a él. He hecho perfiles en los que veo a mi perfilado dos o tres veces: otros donde los vi 100 veces. Depende de la ambición que se tenga y de muchos otros factores, pero recomiendo que entre mejor se conozca a la persona, más profundo será el perfil. 

—Cuando leí tu perfil sobre Juan Manuel Santos, me llamó la atención el nivel de cercanía que lograste. Sí, dejas en claro que hay cierto vínculo familiar de tu parte, pero también creo que los narradores pueden tener ciertas técnicas para que el perfilado se abra. ¿Cuentas con alguna?

—No es una técnica, sino un acercamiento menos invasivo. Me gusta aplicar eso de hacerse invisible. Que el entrevistado se olvide de que hay un periodista haciendo preguntas y que todo se vuelva una conversación, un intercambio entre personas. Claro, hay que dejar en claro que eso es algo periodístico, pero también es bueno darle tiempo al otro y establecer un intercambio. Que si te pregunta algo, le respondes y que eso se vuelva algo cordial. Que no siempre me esté hablando, sino que exista el espacio para probar al personaje, contigo y con los demás. Cómo se relaciona con diferentes escenarios. Eso le da mucha riqueza a un texto periodístico. 

—En tus últimos días en Chile, en Radio Duna, declaraste que “si uno cuenta una historia como nadie más la ha contado, la van a leer. No importa si tiene 10, 15 o 20 páginas”.  ¿Qué recomiendas para lograrlo? Además de esta narración inédita que mencionas. 

—Lo que defiendo y lo que una buena historia debe tener, primero, es una investigación completa. La mayor cantidad de fuentes y datos. Luego, una calidad narrativa remarcable. Un ritmo, un clima, una estructura diferente que sugiera cosas al lector. Finalmente, es fundamental proponer una mirada. Es lo más difícil de lograr, pero es lo que determina que una historia sea contada de una manera única. Que cuando te acerces a ella como lector, termines diciendo que nadie te había contado algo así, de esa manera. Eso que conocí del perfil me terminó sorprendiendo y apasionando.

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