Entrevistas

Joaquín Villarino, el único representante del lector de la prensa chilena

Por ~ Publicado el 27 junio 2012

Ir a la Serie de defensoría de la audiencia | Dice que en La Tercera no depende de nadie, ni del director. Acá detalla su rutina de trabajo, asegura que tiene nula relación con los periodistas del medio y también aborda la polémica Nota de la Redacción que enfrentó al periódico con el ministro Pablo Longueira.

Joaquín Villarino en su oficina en La Tercera. Foto de Ruby Gamboa Navarro

Abogado de profesión, integrante del Consejo de Ética de los Medios de Comunicación y profesor de las universidades Católica y Gabriela Mistral, Joaquín Villarino es, desde mediados de 2010, el representante del lector de La Tercera y el único que en los medios de comunicación chilenos ejerce el cargo con visibilidad.

Esta entrevista se desarrolla después del impasse entre el medio y el ministro de Economía Pablo Longueira, quien el 28 de mayo envió una carta desmintiendo un encuentro con el senador Jovino Novoa, tal como aseguraba un artículo publicado el fin de semana anterior. La misiva fue acompañada de una polémica Nota de la Redacción de La Tercera, que reconoció la falta de chequeo del dato y, sin embargo, acusó una “visión distorsionada de la realidad” por parte del ministro.

En su columna del domingo 3 de junio, Villarino hizo un recuento de los hechos y divulgó las opiniones de Cristián Bofill, director del medio, quien se disculpó por las palabras difundidas y atribuyó todo a “un lamentable mal entendido”.

Sobre caso Longueira: “Hay que respetar a las personas. Sobre todo en un medio de comunicación porque tiene una repercusión dentro de la comunidad, de la sociedad”.

—¿Qué falló en el reportaje de Peribonio? En su columna usted habla de las fuentes anónimas, de la verificación.
Hay una cuestión que hay que considerar: el foco del reportaje no era la conversación entre un senador y un ministro de estado, sino que era el tema del Sernac y toda la campaña que había iniciado. Y dentro de eso se colocan cuatro líneas —y eso le ha hecho mucho énfasis el director— en que le relatan esto. Ahí [en su columna] se cuentan cuáles son los motivos por los cuales confió el redactor en que estaba chequeado. Pero obviamente que la cuestión que desata el problema más grave —porque eso era cuestión de corregir y decir ‘oiga, lamentamos no haber chequeado esta información’— está en la respuesta que se le da a la carta del ministro, en la cual se le entra a descalificar en lo personal y se da una sensación grave sobre su persona. Ahí yo creo que es donde se genera el mayor problema en este episodio.

—Usted dice que lo que desata el problema es que descalifica al ministro. ¿Qué tan grave es para usted esto?
Lo que ocurre es lo siguiente: hay que tener respeto por las personas. Uno no puede entrar a descalificar a las personas mismas, que es lo que ocurrió en este caso. Esa es la relevancia del punto. Hay que respetar a las personas. Sobre todo en un medio de comunicación porque tiene una repercusión dentro de la comunidad, de la sociedad.

—¿Sabe quién escribió la primera Nota de la Redacción?
No tengo antecedentes sobre eso

—El ministro Longueira amenazó con acudir al Consejo de Ética de los Medios, el cual usted integra. ¿Sabe si se concretó?
No llegó ese reclamo, por lo menos hasta la fecha. No sé si se irá a hacer después. Pero parece que el ministro —esto sí que es comentario— habría quedado satisfecho, aparentemente, con las explicaciones que dio el diario, el director. Pero eso no lo he confirmado, es un rumor. No podría decir si es efectivo o no, pero por lo menos hasta la última sesión del Consejo, que fue en mayo, no había llegado el reclamo del ministro.

—¿Qué sucedería en ese caso? Usted es, en cierto modo, parte del diario. ¿Se abstendría?
Si llegase el reclamo tendría que ver la situación. En principio yo ya emití una opinión en la columna que hice, por eso me parece que no debiera pronunciarme en una resolución del Consejo mismo. Lo considero medio incompatible estar opinando después que ya me manifesté sobre el tema.

—A pesar de que el director dice que no se reveló la fuente, sí se dio indicios de quién fue la informadora anónima en la segunda Nota.
Sí. Es delicado, porque si bien es cierto que dentro de los estándares editoriales del diario está establecido que cuando una persona guarda reserva sobre su identidad para entregar una información, se debe tratar de colocar la mayor proximidad de dónde viene la fuente, si es una fuente de La Moneda, decir ‘el Palacio de Gobierno, por ejemplo. Lo que pasa en este caso es que decir que es la asesora de un senador, yo me imagino que los senadores no deben tener muchas asesoras; entonces llegamos automáticamente a saber de quién estamos hablando. Hubo un error también de parte de quién escribió esa respuesta —bueno, en ese caso fue el propio director—. Ahora, qué razón dio el director: dice ‘mire, era para acreditar que teníamos una fuente que era confiable’. Pero obviamente que si se había llegado a un acuerdo con esa persona de mantener su anonimato, se está quebrantando un secreto profesional en el fondo. Es delicado.

ERRORES Y PARTICIPACIÓN DE LOS LECTORES

Joaquín Villarino va dos días a la semana a La Tercera para revisar los diarios y los e-mails que le llegan, aunque reconoce que de igual forma trabaja toda la semana, pues cuando no va a Copesa dedica mediodía a revisar material que pueda servir para sus columnas.

Villarino cuenta que desde que comenzaron sus columnas tras el último rediseño de La Tercera —el 1 de agosto de 2010—, ha recibido sólo una carta en papel, desde Valparaíso. “Supongo que puede haber sido una persona mayor por el tema que trataba, pero en general todos los reclamos que llegan son vía internet”, cuenta. “Uno de los problemas que tiene precisamente el representante del lector, y este es un problema en general en América Latina, es la falta de cultura que existe con respecto a los reclamos que puedan producirse en torno al contenido de los medios”.

—El lector no participa en ese aspecto.
Claro, no es lo mismo que ocurre en países europeos o en Estado Unidos, en que hay una mayor actividad y participación de parte de los lectores. Ahí tenemos un problema complejo.

—¿Cómo va eligiendo los temas de las columnas? ¿Cómo va jerarquizando?
Yo tomo el tema que me parece más razonable. Si hay algún reclamo lo acojo, y depende también si no es algo muy reiterativo, porque eso suele ocurrir. Hay muchos lectores que tienen su mayor preocupación sobre el lenguaje, la redacción, sobre errores más bien de ese tipo más que cuestiones de fondo, como lo que ocurrió con el caso del ministro Longueira, una cuestión que afectaba al diario propiamente tal. Hay que ir optando. Yo he tratado de darle permanencia a la columna a través del tiempo, sin perjuicio de que hay que darla a conocer, porque esto no es conocido, es una cosa media inédita. Cuando me contrataron no era necesario que yo escribiese todas las semanas sino que ocasionalmente cuando hubiese algún problema. Por ese motivo opté por darle una continuidad.

EL REPRESENTANTE COMO INSPECTOR

Ejercer la defensoría con independencia dentro del medio de comunicación es uno de los requisitos indispensables para el cargo. Villarino reconoce que ha gozado de autonomía “absoluta” al momento de trabajar. “Aquí se me ha respetado eso, se ha cumplido lo que se había puesto como condición cuando me ofrecieron hacerme cargo de este trabajo y en el caso de que hubiese una limitante, yo creo que pierde sentido el trabajo que realizo”.

Sin embargo, cuenta entre risas que supone que en el diario “no me quieren”, por estar en la “condición de inspector” que deja en evidencia los errores del medio.

Cuenta, además, que desde que le propusieron ser el representante del lector se fijó un plazo de permanencia en el cargo —dos a tres años—, pues considera necesario que haya un recambio.

“Soy muy respetuoso de la jerarquía que hay dentro de un medio de comunicación, y como el responsable del medio es el director, yo a él generalmente le envío los reclamos y converso y me reúno ocasionalmente”.

—Cuando viene al diario, ¿conversa con la gente de la redacción o solamente es para revisar?
Yo no tengo relación directa con los redactores o los editores, sino que es a través del director del diario. Soy muy respetuoso de la jerarquía que hay dentro de un medio de comunicación, y como el responsable del medio es el director, yo a él generalmente le envío los reclamos y converso y me reúno ocasionalmente, y él a su vez le pide explicaciones a los editores y ellos a los periodistas o los redactores o reporteros. Además, tengo intercambio de opiniones con otras personas que están a cargo de la línea editorial del diario. La situación de mi persona es de absoluta independencia, yo no dependo de nadie, salvo del presidente de la empresa. Esas fueron las circunstancias o las condiciones en las cuales yo acepté este cargo. Y fueron las que me propusieron.

—Y son las características que debe tener un defensor del lector.
Claro, o sea yo no dependo del director del diario y miro desde fuera y por eso, supongo, y debe ser así, no me quieren, (ríe). Obvio, y es muy desagradable estar criticando, estar buscando los errores, estar un poco en una condición de inspector y a la vez de juez. Personalmente no me es grato, por eso recurro generalmente a las citas de otros autores o de otras personalidades para recordar ciertos principios. Y por lo demás el diario tiene un Manual de Estándares Editoriales.

—¿Usted participó en la elaboración de ese manual?
No, no directamente. Cuando yo llegué al diario en agosto del 2010 estaba elaborado. Le hice algunos alcances o comentarios, pero no participé en toda esa etapa.

PERIODISMO Y RIGUROSIDAD EN LA TERCERA

Para Villarino la rigurosidad periodística es tan importante como la que debe tener un ingeniero: “Entramos en el terreno un poco cultural de que lo humanista como que no tiene rigurosidad, que puede ser una cosa más artística y yo sostengo —bueno, esto me lo da la experiencia— que somos iguales que los ingenieros, que si vamos a levantar un puente, tenemos que calcular bien el puente y que no se nos venga abajo. Lo mismo en el periodismo. Tenemos que ser lo más rigurosos posibles para que no tengamos problemas”, dice al reconocer que esa es una de las “batallas” que falta por ganar en el diario.

—¿Cómo cree usted que ha contribuido su rol de representante del lector en mejorar el periodismo que se hace en La Tercera?
Bueno, aquí estamos en otro problema: yo no tengo ningún poder en ese sentido. Salvo el decir y el señalar, el indicar, el comentar, yo no puedo entrar en cómo se está realizando el trabajo. Ahora bien, hay ciertos temas que han sido abordados por el diario que antes se omitían a propósito de estos llamados de atención. Por ejemplo, procesiones de tipo religioso, que congregan a gran cantidad de personas y que el diario les da poca importancia. El diario ha ido tomando conciencia de la necesidad de informar. Y luego, hay otras batallas en las que yo encuentro que todavía no se logra una victoria.

—¿Cómo cuáles?
Por ejemplo las fuentes anónimas. Ese “cercanos a…” que uno nunca sabe si efectivamente es opinión del periodista o efectivamente es un hecho. La otra batalla que tampoco sé en qué medida se ha avanzado pero no se logra totalmente, es la rigurosidad en cuanto a chequear los antecedentes que se entregan. Muchas veces confiamos. Lo que ocurrió en el reportaje de Peribonio: confiamos en lo que nos dijo una persona y lo publicamos. Ahí hay una falta de autoexigencia y de precisión.

DEFENSORÍA: “HAY QUE PREDICAR EN FORMA PERMANENTE”

“Si yo quisiese publicar una columna en la semana, tengo el derecho a hacerlo. No creo que le guste al editor de opinión, pero ese es un problema de él”.

—¿Hacen falta más representantes del lector en Chile?
Yo creo que sí, haría bien que otros medios asumieran esta responsabilidad. En dos sentidos: uno en fijarse al interior de los medios ciertas normas mínimas de trabajo, según la naturaleza del medio: radio, televisión, prensa. Y creo que le hace bien al medio y al periodismo.

—¿Basta con una columna semanal?
No, y le repito, las condiciones en que funciona el representante del lector en el diario La Tercera es un poco a voluntad del representante del lector. Si yo quisiese publicar una columna en la semana, tengo el derecho a hacerlo. No creo que le guste al editor de opinión, pero ese es un problema de él.

—¿Cuál es el paso que falta para que haya una columna en la semana?
Que hubiese alguna urgencia o alguna denuncia que requiera ese tema. A veces toma tiempo llegar a una conclusión en la medida que uno tiene que estar pidiendo información, porque el trabajo no es solamente recibir un reclamo, sino que también escuchar a la parte que está denunciada y saber qué es lo que realmente ocurrió, qué es lo que sucedió, para que los lectores estén enterados de por qué se cometió un error, por qué se publicó algo que a veces puede tener la razón el periodista y no necesariamente el reclamante.

—¿Qué le diría a los periodistas de La Tercera que no leen su columna?
Que la lean (ríe).

—Pero, ¿por qué la tendrían que leer?
Primero porque es una crítica que estoy haciendo a cómo desempeñan su trabajo, la mayor parte, y yo trato que sea fundada de acuerdo con ciertos criterios comunes a los medios de comunicación. Además, yo creo que todas estas cosas que uno repite, un periodista las ha aprendido, las ha estudiado en un momento, pero se les olvidan, porque de repente el entusiasmo o la falta de autodisciplina los lleva a cometer algunas deficiencias en su trabajo. Por eso es conveniente estar refrescando ciertas cuestiones. ‘Oye, atento, mira lo que está pasando, mira lo que está ocurriendo, mira lo que te está fallando’. Y por eso yo les recomendaría que la leyeran, ahora…

—Si lo hacen o no igual van a seguir trabajando aquí.
(Ríe). A veces hay cosas que lamento, por ejemplo, el caso de una periodista que hizo una serie de citas poniendo en boca de un entrevistado cosas que él no había dicho textualmente. Porque yo escuché la cinta de la entrevista y obviamente podía interpretarse, pero ella cometió el error de ponerlo entre comillas. El personaje en cuestión reclamó y le costó el puesto a ella. Yo lo sentí mucho, pero bueno, fue una medida que obviamente no tomé yo, pero tiene consecuencias en el hecho, sobre todo si la situación es tan delicada y tan grave. Por eso yo diría que es mejor leerla.

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