El periodista chileno Tomás Achurra recuerda en esta entrevista el proceso de grabación de su último trabajo, “Insurrección, sin música no hay revolución”, enfocado en recoger los testimonios musicales que dejó el estallido social chileno de octubre de 2019. “No hay gente hablando de cómo hicieron la canción, esta vez hay gente en las plazas tocando y personas al frente de los pacos haciendo cánticos. A eso le llamamos música”, cuenta.
Por Darko Menanteau y Nicolás Riquelme*
*Esta entrevista fue realizada por alumnos del Taller de Crónicas y Entrevistas de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, dictado por el profesor Juan Cristóbal Peña.
El viernes 18 de octubre del 2019, Santiago amanecía con un tuit de la empresa Metro anunciando que todas las estaciones de la red se encontraban habilitadas y que sus accesos estarían controlados. El mensaje no sólo era informativo, sino que además intentaba llamar a la calma, luego de una semana marcada por una seguidilla de evasiones masivas y manifestaciones en contra del alza de $30 en el pasaje del transporte público.
Pronto, durante esa misma jornada, calma es lo que menos habría.
A las 10 am se registraron protestas al interior de diversas estaciones, mientras el Presidente Sebastián Piñera declaraba en Radio Agricultura: “Las personas que ayer agredieron a Carabineros y están destruyendo, van a tener que enfrentar la justicia. Estamos estudiando aplicar la Ley de Seguridad del Estado”.
Con el correr del día las manifestaciones en numerosos puntos de la capital obligaron a suspender el servicio de toda la red de transporte. Primero el Metro, luego las micros. Millones de personas deambulaban por Santiago a la deriva, intentando llegar a sus casas. Esa noche, el gobierno decretó estado de emergencia. Se comenzó a reportar que distintas estaciones de Metro estaban siendo incendiadas. A las 01:12 de la madrugada del sábado 19, la Intendencia Metropolitana informaba que 19 habían sido siniestradas.
Tomás Achurra, chileno, 29 años, periodista audiovisual y documentalista, próximo a estrenar su tercer trabajo titulado “Insurrección”, registrado durante el estallido social, recuerda cómo fue aquel día en que Santiago literalmente ardió.
– ¿Cómo viviste ese primer día de estallido social?
-Tenía una caña horrible, esa es la verdad. Con la gente que grabé “Insurrección” somos todos compañeros de trabajo en un medio de comunicación y el día anterior del estallido social nos habíamos pegado uno de esos carretones en que pasas de largo. Al otro día tenía la peor cara, por suerte los viernes es típico que sales más temprano de la “pega”. Llegué a mi casa directo a dormir una siesta como de tres horas.
Al despertar, prendí la tele y no entendía nada de lo que estaba pasando, mostraban el metro quemándose, disturbios en distintos lugares de Santiago… salí de inmediato a darme una vuelta para ver qué pasaba en las calles. Pero así me pilló, durmiendo y encañado.
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Achurra comenzó a trabajar en piezas documentales en la educación media. Luego de terminar el colegio entró a estudiar periodismo: “En ese dilema que tiene uno a los 18 años, en el que uno no sabe para dónde va la micro, me metí a estudiar periodismo. No es que me haya fascinado, me gustaba contar historias y escribir”, dice.
Lo que no era un dilema en la vida del futuro periodista, eran sus gustos por las películas que incluyeran música en sus guiones, “en ese tiempo me gustaban películas como “Volver al futuro” (1985) o “La bamba” (1987), puro cine musical”, explica Achurra, quien se declara melómano y seguidor de la música de Roy Orbison y Depeche Mode. “Me muevo entre el rockabilly y el new wave”, dice.
Al momento de elegir el formato del trabajo para optar al título de periodista, Achurra debió presionar para que le permitieran entregar un reportaje audiovisual que incluyera la música, el cine y el periodismo, “en ese tiempo la universidad no entendía mucho y me costó que me dejaran hacer un trabajo así. Y así nació “Toque de Queda” el 2015, mi primer documental”. En la película mencionada, distintas fuentes analizan el movimiento de música pop y rock que apareció en Chile durante los años 80, cuando el país estaba bajo la dictadura de Pinochet.
“Con este documental fuimos al festival In-Edit, fuera de competencia, pero estrenamos dos veces con sala repleta en el Gam y en Sala Cine UC. Después me lo pidieron para México y Colombia. Participamos en un festival de cine en Caldera y ganamos un festival de cine en Tomé”, relata el director, que en 2017 estrenó su segundo documental “Fuerza mayor”, también centrado en la música.
Mientras trabajaba en un medio de comunicación y preparaba un nuevo proyecto junto al colectivo Obrerock, que él mismo encabeza, se encontró con el estallido social. “Dado que toda la gente del colectivo con la que trabajaba en ese tiempo estaba viviendo en el centro, decidimos que había que salir a grabar”, dice Achurra. Con esas salidas a grabar comenzó a gestarse “Insurrección, sin música no hay revolución”, un tercer documental que muestra las expresiones musicales que se hicieron presentes en la revuelta social de octubre del año pasado.
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El primer fin de semana tras el inicio del estallido social, el presidente Sebastián Piñera deja en manos del General Javier Iturriaga la decisión de aplicar un toque de queda en la capital. Pasada las 19.30 hrs. del sábado 19 de octubre del 2019, se confirma la noticia, medida que no se aplicaba en Santiago desde el año 87. Por primera vez en 30 años las fuerzas armadas volvían a movilizarse por las calles.
Durante esos primeros tres días de protestas, el Gobierno chileno reportó 78 saqueos, más de 700 detenidos y 11 muertos. A esa altura los disturbios y la movilización social ya habían llegado a regiones. El Presidente Piñera declaraba: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”.
Ese domingo 20 de octubre, Achurra junto a su equipo salieron a grabar las protestas en las calles de Santiago. Fue la primera de 22 jornadas de grabación que terminarían convirtiéndose en el tercer trabajo documental del periodista. Decidió titularlo como “Insurrección, sin música no hay revolución”.
-Lo del título fue siempre orgánico, cuando nos juntábamos a trabajar y a ver el montaje siempre decíamos: “¿cómo va insurrección?”. Pero también tiene que ver con todo lo que vimos. La gente que sale hablando está súper parada en la hilacha. El otro día estábamos viendo el documental y hay muchas partes que están a chuchada limpia, gente diciendo “pacos culiaos, paco conchetumare”. Si eso no es revelarse, ¿entonces qué?
¿Cómo fue grabar en medio de lo que estaba pasando? ¿Cuál era el desafío?
-El desafío siempre es cuidar la cámara. Fue difícil grabar en ese contexto… el miedo comenzó cuando nos enteramos de que estaban disparando balines, uno cuando está en la cámara pierde la visión panorámica, te podía entrar un balazo. Había que tirarse al suelo o esconderse, hay algunas imágenes de eso en el documental.
-¿Cuándo decidiste salir a grabar?
-Me decidí cuando vi que los disturbios no paraban y que no era algo que se fuera a diluir ese fin de semana. Luego Piñera saca los milicos a la calle, declara toque de queda en Santiago, dice que estamos en guerra, y la gente le responde con “El derecho de vivir en paz”. Era evidente que nada de lo que ocurría era normal y había que registrarlo.
-¿Fue esa la primera canción que sonó fuerte en las protestas?
La música siempre estuvo presente. Para mí la primera y más rústica forma en que se manifestó fue el “clac clac” del caceroleo, fue el puntapié inicial de un espiral grande de instancias musicales durante las protestas.
-La música era parte del ambiente.
-Hubo semanas en que la gente salía con parlantes, imágenes de gente cantando “Imagine” de John Lennon con un parlante, gente cantando canciones de La Polla Records. Siempre te encontrabas con gente tocando. Era súper emocionante encontrarse con cabros chicos tocando guitarra y cantando canciones de Violeta Parra.
-¿Comenzaste a registrar todos esos momentos con la cámara?
-Sí. Mi equipo siempre me decía: “pero Tomás, de nuevo con la música”. Y yo respondía que había cabros tocando, teníamos que registrarlo. Este documental, si bien tiene ese aspecto musical, no es como los otros. No hay gente hablando de cómo hicieron la canción, esta vez hay gente en las plazas tocando y personas al frente de los pacos haciendo cánticos. A eso le llamamos música.
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El pasado 28 de septiembre, Ymay Ortiz, directora de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía, presentó ante la Comisión de DD.HH y Pueblos Originarios de la Cámara de Diputados las cifras que dejó el estallido social a casi un mes de su primer aniversario. El recuento dejó en 8.575 las víctimas por el actuar de agentes del Estado, 919 imputados y 63 funcionarios de carabineros formalizados (todos bajo medidas cautelares). Hasta el momento, solo uno de los casos terminó en condena.
El balance deja como estadística que menos del 1% de los agentes del Estado acusados de cometer violaciones a los Derechos Humanos durante los meses de revuelta, ha enfrentado cargos ante los tribunales. En la misma instancia, el Director de la Contraloría de Carabineros, inspector Gonzalo Del Alcázar, señaló que la institución ha realizado 1.270 investigaciones internas, formulando cargos contra 170 funcionarios. 16 de ellos fueron dados de baja.
A pesar de que el documental ya se ha enviado a distintos festivales, a medida que se acercaba el primer aniversario del estallido social, Achurra se convencía de estrenarlo por su cuenta el próximo 18 de octubre: “La gracia de los festivales es estar en contacto con la gente y ver sus reacciones. Pero si lo voy a pasar para que hagan lo mismo que puedo hacer yo, prefiero lanzarlo por mi cuenta. Lo tengo cargado en YouTube y es cosa que lo libere”, advierte el documentalista.
Y así lo hizo (ver documental completo).
En el tráiler de la película, se pueden observar diferentes momentos que fueron registrados por el periodista: el concierto de Fiskales Ad Hok en La Plaza de Ñuñoa, el show sorpresa de Los Bunkers, Sol y Lluvia tocando en la marcha del 25 de octubre y la intervención de Lastesis en el Estadio Nacional. Sin embargo, la celebración del año nuevo en Plaza Dignidad tiene un significado especial para él.
Achurra cuenta que ese “fue un día cargado de emociones. Desde la Banda Conmoción tocando en el mural dedicado a Mauricio Fredes (fallecido en la revuelta), hasta la Ana Tijoux cantando desde un balcón. También ese día la gente cantó muchas veces “El baile de los que sobran”, de Los Prisioneros. Yo soy fanático de Jorge González y me producía mucha emoción que la gente cantara esa canción”.
El director recuerda la fecha como una victoria simbólica de la insurrección de octubre, “por la comunión que se formó. Todos cenando, compartiendo y cantando en la calle”. Aunque reconoce que en la ocasión también reflexionaba sobre su pasado. Recordaba momentos de la grabación de “Toque de Queda”, en que recibía comentarios de personas que le cuestionaban referirse a un periodo de la historia que no había vivido. “Ahora se acaba ese argumento. No estoy feliz por lo que pasó, ojalá este país hubiese dado el ancho para que no hubiera muertos ni mutilados. Pero la cosa explotó así y la gente de mi generación vivió los ’80”, cierra Achurra.