Durante septiembre y octubre se llevaron a cabo algunos de los conciertos más grandes desde la vuelta “a la normalidad” post pandemia. Sólo cuatro fechas de Coldplay y tres de Daddy Yankee reunieron a más de 400.000 personas en el Estadio Nacional, el principal recinto deportivo del país. A ellos se suman los cerca de 60 mil que fueron a ver a Guns N´ Roses a comienzos de octubre y quienes acudan este viernes y sábado al show del puertorriqueño Bad Bunny. Como es el único recinto con la capacidad de recibir a tantas personas, los eventos que allí se realizan se convierten en una danza de millones de dólares y en motivo de conflicto entre distintos actores que pelean por el uso prioritario de ese espacio. Con todo esto, ¿quién gana y quién pierde con esta cantidad de conciertos? Puroperiodismo te lo cuenta en este reportaje.
Por Cristóbal Donoso y Maximiliano Urriola
El Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos es el mayor y más importante recinto deportivo del país. Situado sobre avenida Grecia, en Ñuñoa, es propiedad del Instituto Nacional del Deporte (IND) –por lo tanto, es público– y tiene una capacidad para recibir a unas 43.000 personas sentadas, aunque ésta se reduce hasta aproximadamente 40.000 cuando se despliega un escenario para realizar un concierto. Sin embargo, se suman otras 20.000 que pueden disfrutar del espectáculo en la cancha del estadio y la pista atlética que la rodea, lo que deriva en un espacio que en total es capaz de recibir a más de 60.000 espectadores para cada concierto, cifra única en nuestro país.
En cuanto a capacidad, el único otro recinto que podría llegar a acercársele es el Estadio Monumental, en Macul, cuya cabida de asientos es similar (43.600 personas). Pero a diferencia del Nacional, no cuenta con una pista atlética –lo que disminuye considerablemente el espacio para personas en cancha–, tiene sectores con peor visibilidad y, sobre todo, es propiedad privada. Y como su dueño, el Club Social y Deportivo Colo Colo lo usa casi cada semana, su disponibilidad para conciertos u otro tipo de eventos es menor, provocando así que el predio estatal de Ñuñoa sea el favorito de las productoras para desarrollar este tipo de eventos musicales masivos.
Por eso varios de los más grandes conciertos que se realizan en Chile se llevan a cabo allí. Sólo el último tiempo, Coldplay, Daddy Yankee y Guns n’ Roses lograron congregar en conjunto, aunque por separado, más de 450 mil personas en el establecimiento, poniendo en jaque los protocolos de seguridad y de preparación para recibir esa magnitud de público, abriendo un debate público respecto a la pertinencia de esas actividades y obligando al Estado a implementar complejos planes de seguridad y orden para así evitar un nuevo desborde como el que ocurrió en septiembre con el primero de los tres shows del también llamado ”Big Boss” del reggaeton.
Están quienes apoyan la realización de estos eventos de entretención y quienes los rechazan por diversos motivos (el exceso de ruido, los desórdenes o el desgaste de las instalaciones deportivas, entre otros). Pero detrás de todo aquello hay un lucrativo negocio que mueve decenas de miles de millones de pesos al año. Un estudio del Observatorio Digital de la Música Chilena publicado a comienzos de 2021 reveló que las productoras de eventos facturaron como industria casi $69.000 millones en 2017; más de $90.000 millones en 2018; y poco menos de $70.000 millones en 2019 –en 2020 se registró una baja importante por la pandemia, aunque a pesar de ello la cifra superó los $16.300 millones–. La mayor parte de esos ingresos fueron por venta de tickets, y son precisamente los eventos del Estadio Nacional los que más aportan de forma individual a ese pozo.
Este fin de semana será el turno del músico puertorriqueño Bad Bunny, quien ya tiene agotadas todas las entradas para los dos conciertos que realizará como parte de su gira mundial World’s Hottest Tour, una de las más lucrativas del planeta, según datos de Pollstar. Los precios van desde los $46.000 hasta los $287.500. Nuevamente habrá una danza de millones que se repartirán entre los distintos actores que operan en la industria. Porque no todo se lo llevan los artistas.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden con este tipo de espectáculos? Puroperiodismo calculó los montos estimados para dar respuesta a esa interrogante.
Quiénes ganan
El Estado
Para poder realizar este tipo de eventos, las productoras a cargo deben arrendar al IND el Estadio Nacional. El valor del arriendo mismo no es tan alto: si la convocatoria es para menos de 15 mil personas, es de $5,8 millones; si se espera la llegada de más de esa cantidad, el monto es de $10,9 millones. A eso se suman otros 20,9 millones de pesos cómo garantía por posibles daños al recinto durante el concierto, aunque ese último monto sólo se cobra en caso de existir esos daños.
Sin embargo, el grueso de los ingresos por concepto de arriendo está en la comisión anexa por venta de entradas, que equivale a un 7% de la recaudación total.
Considerando el valor de las entradas y los espacios disponibles en los principales conciertos que se han llevado a cabo durante este segundo semestre, la recaudación estimada por venta de tickets bordea los 52,3 millones de dólares (cerca de $50.000 millones). Eso significa que además del monto base por arriendo del estadio, ese extra del 7% bordearía los $3.500 millones a favor del Fisco chileno.
Por otro lado, a diferencia de otros países y de acuerdo con una minuta de la Biblioteca del Congreso Nacional, en Chile las entradas a los conciertos de artistas tanto nacionales como extranjeros están afectas al pago de Impuesto al Valor Agregado (IVA), por lo que un 19% de lo recaudado también va directo al erario fiscal. Eso, en todo caso, puede eliminarse si se cumple una de dos condiciones: 1) cuando los espectáculos, “por su calidad artística y cultural”, cuentan con el auspicio de la Subsecretaría de las Culturas; y/o 2) cuando se programa la participación de teloneros nacionales en shows de extranjeros –lo que ocurrió en todos los espectáculos considerados para este reportaje–.
A todo lo anterior se suma un 20% por concepto impuesto a la renta sobre los honorarios de los artistas y, además, hasta 1.500 dólares que tanto ellos como quienes integran sus equipos deben pagar para obtener una visa de trabajo que les permita desempeñarse en el país. En algunos casos, los contingentes están conformados por más de un centenar de personas.
“Este cóctel, esta pócima, hace que entre un 35% y un 40% del boleto no le llegue al productor”, explicaba a fines de 2018 a Pauta el gerente general de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura (Agepec), Jorge Ramírez.
Las productoras, los artistas y las ticketeras
Bizarro es actualmente una de las empresas más importantes en producción de eventos y espectáculos masivos del país. Este año han estado a cargo de los recitales de J Balvin, André Rieu, Ana Gabriel, Mike Towers, Duki y Marc Anthony, entre otros; todos con presentaciones multitudinarias en el Movistar Arena, donde caben unas 16.000 personas. Y en el Estadio Nacional, fueron los responsables de los tres conciertos en septiembre de Daddy Yankee y de los dos que dará Bad Bunny este fin de semana.
Las cuatro fechas de Coldplay estuvieron a cargo de DG Medios. Y Guns n’ Roses fue traído por The Fanlab.
En todos estos casos las entradas quedaron agotadas en apenas unas horas o incluso en cosa de minutos, lo que se ha traducido en grandes ganancias para las productoras. Eso, a pesar de la inflación y los altos precios de los ticket, que iban de los $36.000 y los $218.000 en cada concierto de Coldplay; de los $52.000 a los $207.000 en los de Daddy Yankee; de los $31.700 a los $276.000 en el recital de la banda comandada por Axl Rose y Slash; y de los $46.000 a los $287.000 en el caso de Bad Bunny.
No está claro en detalle cuánto ganan las productoras con cada uno de estos conciertos en específico, pero en la misma entrevista de 2018 a Pauta, el gerente de Agepec aseguraba que “una productora puede marginar un 10%, un 12% y hasta un 15%, lo que es una muy buena rentabilidad […] Si a uno le pudieran asegurar el 10% de cualquier cosa sería un negocio extraordinario para emprender cualquier día y a cualquier hora”.
En ese mismo rango de margen están las ticketeras que venden las entradas a través de sus plataformas. El cargo por servicio de Punto Ticket en todos estos conciertos es de un 15% sobre el valor de cada entrada.
Con respecto a las ganancias por artista, el reconocido sitio de datos de la industria de la música Pollstar estimó las ganancias de algunos músicos por concierto. La banda británica cobra por función un promedio de 750.000 dólares. El autor de “Gasolina” tiene una recaudación media de 1 millón de dólares por cada vez que se sube a un escenario, mientras que el “conejo malo” percibe entre 250.000 y 350.000 dólares por evento. Por lo que es una ganancia bastante considerable para venir hasta nuestro país.
Teloneros y SCD
Gracias a la Ley 21.205, los teloneros chilenos tienen desde 2020 una participación fundamental en torno a un concierto. La legislación promulgada por el ex Presidente Sebastián Piñera apenas un mes antes de que se decretara la pandemia por Covid-19, establece una exención del IVA a las organizaciones o productoras de eventos por el sólo hecho contratar como teloneros de los artistas extranjeros a un grupo o cantante de Chile, por lo que la aparición de estos es un plus para las ganancias también de las productoras.
Hay varias formas de elegir a un telonero y así obtener el beneficio de la exención de impuesto tributario. Julio Basia, jefe de la unidad de espectáculos de la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), explica: “Una es tener un telonero chileno y ese trámite se hace en el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio; la otra es a través de la embajada de origen de donde viene el artista”.
En el caso de Coldplay, fueron dos teloneras: la chilena Princesa Alba y la cubana Camila Cabello. En el concierto del “Big Boss” fue Polimá Westcoast el encargado de realizar la apertura del show. En la previa de Guns n’ Roses tocaron las chilenas de Frank’s White Canvas y los mexicanos Molotov. Y por último, para abrir los shows del autor de Moscow Mule van a haber este viernes y sábado dos teloneros, los cantantes Young Cister y Pailita.
Por otro lado, otra entidad que gana con este tipo de conciertos es la misma SCD, que por concepto de derechos de autor se lleva entre un 5% y un 8% de las recaudaciones de cada evento, dependiendo el convenio con la productora. Eso que se traduce entre 1 millón y 1,6 millones de dólares por los cuatro conciertos de Coldplay; por Daddy Yankee entre 875 mil y 1,4 millones de la divisa norteamericana; por Guns n’ Roses entre 325 mil y 520 mil dólares; y, por último, por Bad Bunny entre 385 mil y 616 mil de la moneda estadounidense por la totalidad de conciertos de cada artista.
Quiénes pierden
IND
Aunque el Instituto Nacional del Deporte (IND) es el organismo gubernamental a través del cual el Estado es dueño del Estadio Nacional y, por lo tanto, el que arrienda el complejo deportivo para todo tipo de eventos, desde la entidad explican a Puroperiodismo que estos recursos no van a parar a su caja, sino que van directo a las arcas fiscales, por lo que no se beneficiarían directamente como repartición deportiva. Además, señalan que su uso para eventos ha retrasado el avance de las obras para los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, que se realizarán entre el 20 de octubre y el 5 de noviembre del próximo año.
Una de las principales preocupaciones de las autoridades, luego de la asistencia en cancha sería el daño que sufre el suelo del Estadio Nacional. Así lo recalca el jefe de comunicaciones del IND, Carlos Marchant: “El que sufre el daño es el pasto, pero entra a un proceso de recuperación de 15 días, en ese periodo queda totalmente operativo”.
Eso no ocurrió en los conciertos de Coldplay agendados los días 21,22, 23, 24 de septiembre, y lo mismo con “King Daddy”, que se presentó tan solo días después. Ni pareciera haber pasado con los eventos que siguieron. El domingo pasado, la productora Bizarro publicó en sus redes sociales –aunque después la borró– una imagen de la cancha previo a la instalación de los escenarios y equipamientos (ver nota en Redgol). Allí se ve una cancha completamente dañada, inutilizable para su principal función: albergar eventos deportivos.
Según publicó ADN a mediados de octubre, el recinto ya estaría descartado para ser usado con fines deportivos al menos hasta el próximo año.
El fútbol y la U
Por el excesivo uso para conciertos y el desgaste del pasto y la cancha, Azul Azul y la Universidad de Chile (U) serían los principales afectados.
A fines de agosto, después de un año y medio sin poder ejercer la localía, la U jugó el clásico universitario en el Estadio Nacional. Perdió 3-0 antes Universidad Católica (UC).
Por entonces, se esperaba que al menos otros dos partidos los pudiera jugar en el coliseo de Ñuñoa: de nuevo contra la UC en septiembre, esta vez por los cuartos de final de la Copa Chile, y contra Everton por el Campeonato de Primera División, en octubre. Pero ninguno se jugaría en el Nacional, y en cambio, se jugaron en el Estadio Santa Laura.
En todo caso, la pérdida no sería total, pues el cambio de cronograma por las fechas agregadas por Coldplay se tradujo en que la productora a cargo pagara a la sociedad anónima deportiva una indemnización por la ocupación del estadio los días 26, 27, 28 y 29 de septiembre respectivamente, perdiendo así poder disputar su encuentro frente a Audax Italiano, programado para solo unos días después. Luego se repitió el mecanismo para el fallido concierto de Justin Bieber.
“Las productoras arman su montaje y no lo desarman por completo, el estadio estaría inutilizable. Teníamos una pre reserva para una fechas intermedias entre estos recitales, decidimos reservar el estadio Santa Laura y, por haber salido del Nacional ese día que teníamos reservado, recibimos una indemnización por parte de una de las productoras para que pudieran trabajar en el movimiento de materiales”, explicó a ADN el gerente general de Azul Azul, Ignacio Asenjo.
Vecinos y autoridades metropolitanas
Con el primero de los conciertos de Daddy Yankee se vivió una situación gravísima en cuanto a la seguridad del espectáculo: más de 4 mil personas ingresaron a la fuerza al Estadio Nacional en medio de avalanchas humanas, obligando a la organización a cerrar accesos y provocando que una gran parte de quienes sí habían pagado su entrada quedaran afuera y sin poder ingresar. Hubo robos y violencia.
“Estaba llenísimo, no había por donde moverse, nunca te revisaban los bolsillos, mochilas, nada. No nos dejaban entrar ni con boleto en mano, a mi hermano lo aplastaron para poder ingresar, era todo un caos, pudo haber sido mucho peor”, recuerda María Rauch, quien estuvo allí esa noche del 27 de septiembre.
Todos estos incidentes levantaron cuestionamientos respecto de las deficiencias logísticas y de los protocolos de seguridad aplicados en el concierto, pues quedó en evidencia la incapacidad de control por parte de los organizadores al interior del recinto, y de la fuerza pública en el exterior.
Al día siguiente, el Ministerio del Interior debió comenzar a aplicar junto a Carabineros todo un nuevo de plan para evitar que se repitieran los desmanes, desviando el tránsito y cortando calles perimetrales, creando diversos controles de acceso, aumentando la dotación policial y cuadruplicando la cantidad de guardias privados al interior del estadio. Con todo aquello, ha perdido el Gobierno, que a través del Ministerio del Interior y la delegación presidencial ha debido implementar una gran cantidad de recursos en su plan de contingencia y orden público.
Las medidas se han mantenido y este viernes y sábado volverán a ser aplicadas por las autoridades para los conciertos de Bad Bunny. Las calles aledañas empezarán a cortarse a las 10:00 y los accesos del estadio estarán abiertos desde las 14:00. Habrá al interior unos 450 guardias de seguridad. Afuera habrá, según informó jefe de la Zona Metropolitana de Carabineros, Carlos González, personal policial desplegado con perros, caballos, helicópteros y drones. Se extenderá el horario para recorridos del transporte público. Estará prohibido entrar con bolsos –solo se podrá ingresar con bananos– y medicamentos, y sólo se podrá entrar con carnet, por lo que los y las asistentes deberán obligatoriamente nominar sus entradas.