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Nelly Luna: “El lobo solitario que había dentro de nosotros desapareció cuando fundamos Ojo Público”

Por ~ Publicado el 23 noviembre 2017

Periodista peruana especializada en cobertura de temas ambientales, de pueblos indígenas y derechos humanos, Nelly Luna describe con pasión su tránsito desde un periódico tradicional a la experiencia en equipo de Ojo Público, uno de los medios de investigación más innovadores de Latinoamérica. Acá cuenta sus inicios en el periodismo, su salto a lo digital y qué cambió en su relación con la audiencia. “Sin volvernos locos por las métricas, lo que permanentemente ahora nos preguntamos es cómo hacemos para llegar cada vez a más gente. Y es un dolor de cabeza”, cuenta.

Nelly Luna. Foto fentileza de Midchel Meza.

Nelly Luna. Foto gentileza de Midchel Meza.

Los años 90 fueron muy durísimos por el fujimorismo, y el periodismo que mi generación conoció es el periodismo de la televisión, básicamente. Era un periodismo pagado, financiado por la corrupción de aquellos años. Lo que yo menos quería hacer era hacer periodismo. Cuando entré a [la Universidad] San Marcos, el segundo y tercer año descubrí algunos autores que fueron referentes para mi formación. Comprendí que había formas distintas de abordar la noticia desde la escritura. Me empezó a gustar. Empecé a practicar luego en una organización que cubría conflictos sociales y terminé enamorándome del periodismo. Es la relación más larga que he tenido.


Lo que se sabía en ese momento de los canales de televisión es que eran financiados y muchos de sus reportajes asociados al entonces asesor de Fujimori [Vladimiro Montesinos]. Sin embargo, habían excepciones. Estaba La República y algunas revistas que de manera aislada, independiente, sí denunciaban hechos de corrupción. Pero el ideario colectivo del periodismo estaba reducido a lo que la televisión transmitía. Esas investigaciones aisladas no siempre eran replicadas en los medios más mainstream. Esa idea que mi generación tenía era la de las corresponsales que se les conoció como las “geishas del fujimorismo”, que viajaban con el presidente y cubrían solamente la versión oficial.


El Comercio es una de las empresas laboralmente más serias que hay, en términos de pagos a sus periodistas. Recuerdo que cuando ingresé los practicantes cobraban el sueldo mínimo, que son alrededor de 300 dólares. Y luego cuando ingresas a planilla, te dan cuatro veces más ese ingreso. Y luego vas ascendiendo. Cuando ingreso a práctica, a la sección “Locales”, cubro temas policiales o algunos temas de ciudad más urbanos, de infraestructura y transporte. Y cuando me contratan también me quedo en “Locales” durante tres años más y luego paso a la Unidad de Informes Especiales.


El Comercio tenía dos unidades: la Unidad de Investigación y la Unidad de Informes Especiales. Nosotros en la Unidad de Informes Especiales hacíamos un reportaje a la semana, ese era nuestro timing. La Unidad de Investigación no tenía periodicidad y eran temas mucho más “de cuchillo”, decimos nosotros, de cirugías, que van directamente a casos de corrupción específicos. Yo luego paso a formar de la Unidad de Investigación.


Con Fabiola [Torres], Elizabeth Salazar, hemos entrado juntas al diario a practicar y luego a trabajar. Óscar Castilla era el coordinador de la Unidad de Investigación. Todos éramos del mismo grupo de periodistas que queríamos seguir haciendo cosas en el diario y nos conocíamos, nos recomendábamos entre nosotros qué temas hacer. Cuando yo me integro [a la Unidad de Investigación] ellos eran ya como mis mejores amigos.


El 2013 Mariano Blejman anuncia la Media Factory. Nosotros éramos muy cercanos a David [Hidalgo]. Óscar y yo salíamos casi todos los fines de semana para hablar de diferentes cosas. David había renunciado a El Comercio el 2011, creo. Decíamos siempre que el periodismo en Perú era un lugar donde menos contentos y satisfechos nos sentíamos. Y que nuestro camino era renunciar, pero no sabíamos cuándo. Económicamente, no hay ningún otro diario en el Perú que te pague como nos pagaba El Comercio en ese momento.


Se nos ocurrió la idea —entre copas— de hacer un medio digital. Sale la oportunidad de la Media Factory y dijimos: “Bueno, nos lanzamos”. En ese momento los tres nos reuníamos en nuestras casas, haciendo prototipos con post-its y papelógrafos de lo que queríamos, empezábamos a ver los medios que más nos gustaban, desde el Guardian al Post. Alucinábamos demasiado. Y nos presentamos a la entrevista con Mariano y fue un desastre. Yo incluso lo he contado en estos fuck-up nights, porque Mariano nos empezó a preguntar: ¿y cuál va a ser su audiencia? ¿El modelo de negocio? A nosotros tres, que nos sentíamos cronistas, investigadores puros, todo lo que era el mercado nos parecía tan contaminante. Una de las preguntas fue: ¿cómo van a hacer que sus historias tengan impacto en la audiencia? Nosotros: “Obvio, somos periodistas de investigación y todas nuestras notas tienen impacto, ¿no?”.


En el periodismo de investigación uno está tan seguro de los hechos que denuncia, de la necesidad de que hay que discutir, que eso siempre impregna un halo de ego que es muy peligroso, porque siempre estás desconectado de la audiencia. Y más aún en un formato de papel, que es donde veníamos nosotros. Todo el mundo decía “qué gran investigación” pero no salíamos del círculo de tomadores de decisión.


En octubre de 2013 es la Conferencia Global de Periodismo de Investigación que se realizó en Brasil. Fuimos y ahí comprendimos que los nuevos formatos eran el camino, a través de análisis de datos, metodológicamente, y de experiencias narrativas en formato digital que puedan ser distintas. Cuando fuimos a esta conferencia en Brasil, el nuevo director [de El Comercio] nos dijo que había una posibilidad de cerrar la Unidad de Investigación. Con eso nosotros dijimos: “Bueno, no faltan muchos meses. Si eso ocurre, renunciamos”. Y ocurrió en marzo de 2014.


Cuando salimos [de El Comercio], estábamos los cuatro periodistas de papel intentando entender el universo digital. Inmediatamente comprendimos que eso no iba a funcionar, y ya habíamos conocido a [Antonio] Cucho por un evento de Open Data al que asistió David y Óscar antes de que pasara todo lo de la renuncia. Pero ya teníamos la idea de ir conociendo gente. Y luego incluso lo entrevistamos. Cucho salió en portada de El Comercio como uno de los hackers más activistas en el país. Fue una de las últimas crónicas que publiqué en el diario.


¿Cómo sobrevivíamos? De diferentes formas. Nosotros hicimos un aporte entre los socios para constituir la organización los primeros seis, ocho meses. Pero en mi caso continué siendo corresponsal de la BBC hasta enero de 2016, cuando ya no pude más por tiempo, pero era también un ingreso extra. Casi todo era dedicado a Ojo Público con los ahorros que teníamos en ese momento. Ya luego de la publicación de “Cuentas juradas” empezamos a aplicar a algunos fondos internacionales.


Para mí el cambio más trascendente es que cuando uno es exclusivamente periodista —o sea, eres un empleado y sólo te dedicas a hacer periodismo en un medio grande o tradicional—, ves a la tecnología como una herramienta para investigar, desde bases de datos o herramientas que hay para analizar o procesar o investigar determinados personajes o patrones de hechos. Lo que he aprendido en estos tres años es que la tecnología para nosotros es un soporte absoluto. Ya no es sólo una herramienta para investigar, sino también un soporte sobre el que estamos construyendo la organización y desarrollando nuevos formatos.


Una de las cosas que más nos costó entender al inicio es que ya no solamente podemos ser periodistas. Estamos haciendo crecer y dirigiendo una organización, y sólo consolidando la organización tú puedes seguir haciendo periodismo. La tecnología nos permite conocer un poco más a la audiencia, adónde estamos llegando, adónde hay que ponerle más esfuerzos, en qué tipo de formatos, por qué proyectos que tienen tanto esfuerzo no siempre son tan utilizados o la gente no los termina de comprender. Son preguntas que nos empezamos a hacer y las respuestas las encontramos solamente a través del uso tecnológico.


Sin volvernos locos por las métricas, lo que permanentemente ahora nos preguntamos es cómo hacemos para llegar cada vez a más gente. Y es un dolor de cabeza, ¿no? De hecho, en las últimas encuestas que han salido en Perú sobre credibilidad, 43 por ciento de la gente confía en los medios pero hay más de un 50 por ciento que no confía. Yo no creo que sea una desconfianza atribuida al desconocimiento de la gente. Yo más bien creo que sí es una desconfianza que los periodistas en general se han ganado por la crisis de la industria, por los malos sueldos, por el poco tiempo. Pero ese tipo de autocrítica todavía no llega a los medios. Y nosotros la hacemos porque sí queremos que más gente pueda llegar a nuestro contenido,


Antes éramos bastante puristas en torno a la publicidad y al avisaje. Dijimos desde un inicio que no íbamos a aceptar publicidad porque la publicidad es la que había corrompido un poco el alma de los medios. Sin embargo, con el tiempo hemos conocido modelos de medios que son interesantes, que han logrado combinar la publicidad con los aportes de socios, como eldiario.es o el de La Silla Vacía. Sin decirle que no a la publicidad, están haciendo un buen periodismo independiente, en cada uno de sus países. Todavía no estamos en este momento buscando publicidad, pero creo que ya no somos tan reacios a como lo éramos en un inicio.


Nosotros decimos que el lobo solitario que había dentro de nosotros desapareció cuando fundamos Ojo Público. Desde ese momento todas las investigaciones son en equipo. Aprendimos a trabajar en equipo.


Cuando uno es empleado de una organización de medios, tú no tienes que hacer una evaluación del gasto que significa esa investigación o de los requerimientos logísticos que necesitas. Cuando estaba en El Comercio, yo decía “me voy de viaje al valle de la Coca para investigar tal cosa” y me daban la camioneta, viáticos, pasajes, todo. Y sólo tenía que reportear. Lo que nos costó aprender es cuánto cuesta hacer una investigación. Los primeros meses, por ejemplo, podíamos recibir un grant pequeño de diez mil dólares y creíamos que eso nos iba a permitir hacer una investigación en dos meses. De pronto se convertía en tres o en cuatro [meses] y eso definitivamente no alcanzaba para más. Y hemos terminado haciendo proyectos de investigación, aquellos primeros meses, mucho más costosos de lo que realmente representaba el grant.


Somos doce personas, pero de las doce tenemos una administradora y una contadora, que funciona como auditora, que permanentemente está diciendo: “Esto se gasta, esto no, ya se excedieron, no más”. Y uno puede subestimar, a veces, dentro de una organización periodística —y más aún cuando hace periodismo de investigación—, la parte de la estructura financiera. Y, sin embargo, es el corazón de la organización. Si haces periodismo de investigación y no le das sostenibilidad a tu organización, lamentablemente se puede convertir en círculo que ya conocemos de otras experiencias: grandes proyectos de investigación terminan desapareciendo. Y eso lo comprendimos el segundo año.


Cuando nosotros salimos dijimos que íbamos a tratar de hacer el mejor periodismo que pudiéramos. Si en algún momento sentimos que eso ya no es posible, íbamos a dejar de hacerlo. Pero creo que hay una oportunidad enorme ahora para seguir explorando y nuestras expectativas son lograr que una organización que hace periodismo de investigación pueda ser sostenible. Yo no me veo en este momento trabajando en otra industria, en otra corporación en Perú. Le tengo mucho cariño a El Comercio, pero no me veo. Y creo que nadie en el equipo tampoco.


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