Actualidad

Navidad en tiempos de crisis

Por ~ Publicado el 17 diciembre 2008

Por Verónica Concha*

{*Verónica Concha es profesora audiovisual de la Escuela de Periodismo UAH}

Tengo patente la imagen de esas navidades hace 20 años atrás en casa de mis papás. El living lleno de bolsas con muchos regalos para todos. Incluso, mi suerte era enorme porque mi madrina siempre dejaba una extra sólo para mí… Nos juntábamos nosotros 7, más abuelos, tíos y primos. Nadie quedaba sin regalo y al día siguiente lo entrete era salir al barrio a lucir la bici nueva, los patines, la muñeca que lloraba, la pista de autos, las zapatillas con luces y la tenida top.

Mi mamá siempre cuidó que reserváramos un momento de la celebración para rezar, para cantar y para recordar el sentido de estar juntos esa noche, en familia. Nunca fue una instancia que precediera a un carrete con los amigos, al contrario, hasta hoy papás, hijos y nietos sentimos y valoramos mucho el compartir esta celebración todos juntos. De hecho cuando alguien falta se nota y es triste…

En estos días me ha tocado escuchar a muchos amigos agobiados por las compras, por la elección del regalo perfecto, por la falta de plata, por el gastadero de plata que estas fechas conllevan… Algunos ya lo han decidido, no harán regalos. Otros optaron por reducir la lista de beneficiados, otros como yo, optamos por el Amigo Secreto.

Este recurso que hasta hace un tiempo, se reservaba sólo para los compañeros de curso o de oficina, se trasladó, y para quedarse, a muchas familias. Los 7 que participábamos antes en la noche de Navidad, hoy hemos aumentado a 19, y eso que dejamos fuera a los abuelos, primos y tíos. Cero posibilidad de que todos puedan recibir regalos de todos así que optamos por sortear un chico y un grande por adulto y sería todo.

Nada de originales porque leyendo por ahí en un blog, esta tradición habría partido hace muchos años. “Dicen que los druidas, con el fin de celebrar los solsticios y equinoccios, guardaban parte de la cosecha para obsequiársela entre ellos. En años de vacas flacas, vieron que no alcanzaba para tanto regalo, así que inventaron el sorteo: cada cual sacaba un solo nombre del saco de la amistad y, por medio de ese acto de magia, se convertía en el “amigo secreto” del susodicho”.

En todo caso, en tiempos de crisis, esta modalidad la lleva porque reduce muchísimo la lista de regalos. Además, podemos elegir el regalo con bastante más dedicación y lo más importante, al menos para mí, no transformamos esta celebración en un stress de compras y gasto de plata. No es el sentido de la Navidad. Se supone que los Reyes Magos llegaron al pesebre con regalos simbólicos. El oro, el incienso y la mirra representaban el carácter real, divino y humano de Jesús. Hasta las hadas que llegaron a visitar a Aurora, la Bella Durmiente de Disney, llevaron dones como belleza, amor por la música y el sueño eterno.

Al menos es lo que debiera movernos como padres. Sacarle ese toque de “regalotón” que los medios y las tiendas nos recuerdan a diario y que los niños pescan al vuelo. Tratar de no caer nosotros en esta urgencia por tener regalos para todos. Sufrir por tener que salir de compras a pesar del calor y la multitud de gente que repleta tiendas y supermercados. Yo al menos, aún recibo cartas para el Viejo Pascuero. Mis niños recorren su año escolar y como hijos, piden 1 o 2 cosas “siempre y cuando puedas” … que les gustaría recibir. No siempre reciben lo que piden y en cambio, se esmeran por hacer con sus manos, algún regalo para su amigo secreto mini, entre sus primos chicos.

El año pasado fuimos a Malloco a celebrar la Navidad a un hogar de niños con mamás cuidadoras. Impresionante. Mujeres dueñas de casa, algunas con hijos y familia, dedican su día a cuidar hijos de otros, abandonados y muchos de ellos con historias de agresiones y maltrato, padres alcohólicos o madres solteras. Con un grupo de papás con sus hijos, les preparamos juegos, premios, les servimos una rica once, las niñitas hicieron coreografías y al final, terminamos todos abrazados y felices. Este sí que fue un regalo para mis niños y para mí.

A la larga, el mejor regalo es estar juntos, sanos y en paz. Compartir la Navidad en familia, porque muchos la pasan solos y tristes. Otros solos y convenciéndose de que no están tristes, total, dicen, es un día como cualquier otro… No lo sé, para mí al menos, la Navidad es la celebración familiar del año.

Y lo fácil que es hacer feliz a otros que no lo están pasando muy bien, está al alcance de la mano. Compartir con otros niños un regalo sencillo, incluso reciclado, pero que esté en buen estado. En el Metro hay unos cajones donde dejarlos. También, con un poco mas de tiempo, se puede ir al Correo a leer alguna de las miles de cartas que niños de escasos recursos, le han escrito al Viejito Pascuero.

Al final, depende de cada uno el sentido que le demos a nuestra Navidad.

¡Felicidades!


Comentarios.