La Presidenta Internacional de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias explica por qué considera que este tipo de medios reflejan la diversidad de la sociedad y que, por tanto, el periodismo debe involucrarse más en su funcionamiento. “El mundo es complejo y hay que mostrarlo complejo como es”, afirma.

María Pía Matta trabaja en Radio Tierra hace dos décadas. | Foto: Daniela Fuentes
“20 años de libertad” es el eslogan que encabeza el sitio web de Radio Tierra, la emisora fundada por la Corporación La Moradaque preside María Pía Matta y que opera en una casona del Barrio Bellavista, pero que hoy sólo transmite por internet. “Postulamos el 2009 a una frecuencia FM en el Barrio Bellavista —cuenta la periodista— y la Subtel respondió que no hay concursos hasta nuevo aviso”.
Su presencia en esta emisora es producto de un largo periplo. Matta vivió entre 1982 y 1989 en Brasil, donde estudió periodismo —en la Universidad Católica de Río de Janeiro— y trabajó en medios de sindicatos, tipo colegios profesionales, y también en la radio Globo. A su retorno a Chile integró por poco tiempo la radio Umbral, ya desaparecida. En 1991 entró a Radio Tierra, donde sigue hasta el día de hoy.
—En general has trabajado temas de derechos humanos.
Derechos humanos, hice teatro mucho tiempo. Política nunca he hecho, por ejemplo. Siempre mi inclinación ha sido cultural, derechos humanos; nunca me he metido en temas de economía ni de política, aunque me interesa mucho la política.
El 2010 Matta fue elegida como Presidenta Internacional de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), cargo que dura cuatro años. Creada en Montreal, Canadá, en 1983, esta asociación tiene filiales en todos los continentes. “Somos 4.400 asociadas entre radios y organizaciones, todas sin fines de lucro, que tienen algún proyecto cultural comunicacional y que tienen esta impronta del trabajo en derecho a la comunicación o radios comunitarias”, explica Matta.
“En Chile todavía se ve como un problema de radios gremiales, chicas, pobres y mal hechas. Ese tema, en el concepto amplio de derechos humanos, está más resuelto”.
—¿Te toca viajar mucho?
Mucho. Ahora estoy tratando de viajar menos. Viajé mucho los dos primeros años y los otros ocho años que fui presidenta de AMARC para América Latina, mucho, demasiado.
—¿Trabajan estrechamente con otras organizaciones?
Trabajamos mucho con Reporteros Sin Fronteras (RSF). El tema de las radios comunitarias se ha ido poniendo en los ejes de la libertad de expresión y de la libertad de prensa. Cuando trabajamos con RSF o con Human Rights Watch o con International Media Support siempre está el problema de la libertad de prensa, la persecución de periodistas, la concentración de medios y las radios comunitarias. Son ya un tema dentro de la libertad de expresión. No se puede hablar de libertad de expresión si no hablamos de radios comunitarias.
María Pía Matta cree, sin embargo, que en nuestro país aún rondan los prejuicios. “En Chile todavía se ve como un problema de radios gremiales, chicas, pobres y mal hechas. Ese tema, en el concepto amplio de derechos humanos, está más resuelto”.
LO COMUNITARIO: NI SECTARIO NI IDEOLÓGICO
La Presidenta Internacional de AMARC reconoce una obsesión en torno a lo comunitario: cómo crecer en institucionalidad sin perder las características —y la mística— de todo movimiento. En términos de financiamiento, por ejemplo, las radios comunitarias deberían apostar por una gestión financiera amplia, “donde nada es excluyente, exceptuando las platas mal avenidas, el crimen organizado”, aclara. Y el sectarismo o el totalitarismo ideológico, agrega Matta, no puede tener cabida ahí. “Eso no es comunitario”.
—¿Qué diferencia a estos medios de las organizaciones tradicionales?
Es un medio que se diferencia por su naturaleza. Su naturaleza es la gestión y su editorialidad. La gestión de un medio comunitario es integral. Tanto su editorialidad como su financiamiento y cómo se hace la radio, son integrales. Una cosa depende de la otra. Una editorialidad integral es una donde la comunidad que hace parte de ese medio, sea geográfica o de intereses —por ejemplo, las mujeres, medioambientalistas u otros—, ejerce editorialidad sobre ese medio.
—En términos de alcance o difusión, ¿llega un punto en que deja de ser comunitario?
No. La naturaleza del medio está en cómo es hecho, no en su alcance técnico.
—Pero en las discusiones legislativas ese parece ser el límite.
Bueno, porque siempre los estados o los gobiernos, como obedecen a los privados —a algunos privados, no todos—, entienden que lo comunitario es lo chico, local y barrial. Está bien, es una opción respetable y se puede hacer y yo lo aplaudo. Pero no es sólo eso. Es también lo grande. Tú puedes tener en Santiago una radio comunitaria que sea de un grupo de organizaciones de la sociedad civil que les importa trabajar los temas de libertad de expresión; se juntan seis universidades, centros de estudiantes, sociedad civil, y queremos una radio para expresar estos temas y nos queremos financiar con publicidad y con otras formas. Nadie va a llevarse las lucas para la casa, sino que va a haber un patrimonio común que se va a distribuir de manera equitativa. Eso también es comunitario.
—¿Qué experiencias internacionales existen como el modelo que acabas de describir?
En Milán, en Italia, después de los años ochenta, cuando vino la primera revolución de las radios libres, nació una radio de muchos sindicatos, Radio Popolare. Hoy tiene un gran departamento de prensa: son 58 periodistas. Es una tremenda radio, con siete estudios de grabación, con salas multiuso. Pero además ellos se instalaron como fuente informativa. Y hoy día, con las propias radios libres que hay en Florencia, en el sur de Italia, han hecho una red. Debe facturar ocho millones de euros al año. Y el periodista ahí tiene una idea de lo que es comunitario, funcionan en torno a esa matriz asociativa de radio, pero hacen su pega.
MUCHA OPINIÓN, POCOS RECURSOS
En 1995 AMARC lanzó Púlsar, una agencia informativa con enfoque latinoamericano y que recoge el trabajo de las radios miembros de la organización. María Pía Matta acota que los cada vez más crecientes conflictos locales dan visibilidad a los medios comunitarios, tal como sucedió en Freirina o Aysén. Y, también, permiten aportar en la construcción de imaginarios, más allá del ámbito de acción de los medios tradicionales.
“¿Por qué la Radio Santa María (en Aysén) era fuente informativa permanentemente y por qué fue atacada? Fue justamente por eso, porque era fuente de información, porque no era solamente una radio que estuviera del micrófono para afuera, estaba del micrófono para adentro. Esa es una diferencia de las radios comunitarias: son centro de distintas cosas, no solamente de producir información y de hablar por el micrófono. Son centro neurálgico de sus comunidades, y esa radio cumplió con ese lugar”.
“Yo también creo que la labor de la información no le cabe sólo a los periodistas. En eso soy tajante (…) Creo que sí hay que guardar ciertas proporciones respecto a cómo y de qué se informa”.
—¿Cuánto de periodismo, al menos acá en Chile, tienen las radios comunitarias?
Poco. Hay mucha opinión, porque no tienen recursos. Yo también creo que la labor de la información no le cabe sólo a los periodistas. En eso soy tajante. Hay otras formas de administrar la información y manejarla que no necesariamente sean los periodistas. Creo que sí hay que guardar ciertas proporciones respecto a cómo y de qué se informa. Tampoco puede ser que yo me levante en la mañana, agarro cualquier cosa y me pongo a hablar del Mercurio o del Siglo. Ese no es el fin último de la radio comunitaria. El fin de la radio comunitaria es trabajar informaciones locales, si estás en localidades. Y si estás en una comunidad de intereses, ver cómo trabajar los contenidos de esa comunidad y amplificarlos, contrastarlos con otros contenidos.
—Y en el contexto del sistema de medios tradicionales, ¿qué puede aportar la radio comunitaria?
Puede aportar con una cuota de diversidad, que hace harta falta. Pueden aportar una opinión, una idea y una condición de lo local. Las fuentes informativas que tiene cualquier radio comunitaria son distintas a las que tienen los grandes medios. Y después llegan a los grandes medios, cuando están estos conflictos que hemos visto en este tiempo en Chile. Yo creo que el movimiento social por la educación ha movido todo en Chile, también a los medios, aunque parezca que no, pero se han movido porque ahora tenemos muchas más actorías sociales en los grandes medios.
—¿Lo digital ha facilitado la difusión de lo comunitario?
En Chile con todos los conflictos que han habido nosotros hemos podido hacer red vía este sistema, internet. La ley prohíbe que las radios comunitarias en Chile hagan red analógica, que se conecten unas con otras. Resulta que esto [internet] nos sirve, porque nos juntamos con la radio de Aysén y transmitíamos toda la noche. Te da esa capacidad de poder compartir contenidos. Ahora en Río+20 haremos una cobertura en inglés, francés, español y portugués para una radio que se llama Radio Cumbre de los Pueblos, que va a ser hecha por miles de personas que vienen de todas partes del mundo; se va a transmitir a todas las radios de América Latina por internet. Efectivamente, sirve mucho pero estamos muy lejos todavía de algo que sería más interesante, que es cómo digitalizamos. No hay ninguna normativa en Chile para digitalizar la radio, el espectro, que sería fantástico y tendríamos muchas más frecuencias. El Estado se está quedando, absolutamente.
—Esa discusión va mucho más lenta que la de la televisión.
Porque el gremio de las radios es mucho más conservador que el de la televisión.
—¿Y está más fragmentado?
Hay menos institucionalidad. Está la Asociación Interamericana de la Radio, están las asociaciones de radios privadas en los países. El año 2000 Lagos le ofreció a la ARCHI la digitalización de la radio y se espantaron, dijeron inmediatamente que no, que no tenían condiciones para comprar transmisores digitales. Cualquiera hubiera dicho que son millones y millones de pesos. El único que se opuso fue Tomás Mosciatti, que dijo ‘¿por qué no?’. Inmediatamente hubo un cortocircuito entre Lagos y la ARCHI y se abandonó la discusión. Si tú digitalizaras el espectro podrías tener más frecuencias…
—¿Cuánto más?
Podrías tener todo el espectro AM digitalizado y que todas las universidades tengan una radio y vuelva la radio universitaria, por ejemplo. Eso el Estado chileno no lo está pensando.
—¿No hay proyecto de ley?
No hay proyecto de ley, no hay nada. Los huevos del canasto están puestos en la televisión. E insisto que es un tema de mercado y no hay vocación de una política pública. Lo que hay es que manda la televisión porque ahí están los millones. Del cien por ciento de la publicidad la radio se lleva el siete por ciento y el resto se lo llevan los diarios y la televisión. Ahí está demostrado por qué pesa tanto la televisión. Estamos con un razonamiento mercantil y no con un razonamiento de bien público. Los soportes son importantes, pero los contenidos son aún más importantes.
—¿Abogarías porque el periodismo y los periodistas se involucren más en lo comunitario?
Absolutamente. Mi deseo es que el mundo tuviera una transformación menos radical en lo mercantil, más capaz de poder entender que el planeta es un otro, tiene un límite. Los grandes medios están enclaustrados en la misma lógica de desarrollismo en la que están muchas otras instituciones. Con esto no quiero decir que las radios comunitarias tengan la solución; es un pedacito a algo que va a ser distinto. Y yo creo que eso hace que el periodismo también debiera pensar esas otras formas. La televisión en Chile está haciendo algunos esfuerzos, está el programa que hace Juan Manuel Astorga que a mí me encanta, pero seguimos en la maqueta binominal. Hay mucha más diversidad; el periodismo tiene que observar eso. El mundo es complejo y hay que mostrarlo complejo como es.
La legislación, dice Matta, es la principal herramienta coercitiva. Si una radio comunitaria realiza una transmisión ilegal, se le aplica el artículo 36B letra (a) de la Ley de Telecomunicaciones, que castiga con presidio e incautación de equipos. “El Estado te castiga con la aplicación del derecho penal a un acto de libertad de expresión, hecho en la época de Patricio Aylwin, el año 94, a pedido de la UDI”.
En Argentina y Uruguay, en cambio, la iniciativa estatal sería más productiva. María Pía Matta destaca especialmente el caso trasandino: la ley de medios aprobada por la presidenta Cristina Fernández define al actor comunitario, entrega frecuencias y también financiamiento. “Es una ley muy bien hecha. Ni Reporteros Sin Fronteras ni Human Rights Watch han dicho nada sobre la Ley de Medios argentina. Lo que han puesto en tela de juicio es la ley en Ecuador“.
—¿Qué características tiene ahí la legislación?
El mundo indígena está en desacuerdo porque es una ley que reconoce de mala manera lo comunitario. Le exige a las radios comunitarias periodistas titulados con carnet en el colegio de periodistas. La lógica de Correa es que la información es tan seria —te tienes que desdecir y disculparte con el presidente— que tiene que estar en manos de periodistas. Por lo tanto, las radios comunitarias no se salvan de eso. Si hay una información que es poco precisa, entonces tienes que demostrar que eres periodista para poder acusarte, lo que hizo él con el diario El Universo, independientemente que uno esté de acuerdo o no con el diario. Yo puedo compartir la lógica de Correa sobre el diagnóstico de los medios en Ecuador; lo que no comparto es la solución que él ofrece. Toda batalla por la libertad de expresión y los derechos humanos debe entregar más libertad y derechos humanos, nunca menos. Si esa justificación es la revolución ciudadana, estoy en contra de la revolución ciudadana. Estoy a favor de la libertad.