Con el paso de los años, los medios nos han traído la información de buena parte del mundo a un click de distancia. Sin embargo, esa información —como la de las violaciones de niñas en Guatemala— nos obliga a analizar muy a fondo si ese contenido rápido y oportuno está cumpliendo con los requerimientos éticos a la hora de recibirlo en nuestra pantalla.
Parece un cuento, pero no de los que deben leerse a los niños antes de apagar la luz y verlos dormir. Se trata de una realidad, de nunca acabar, que desde Centroamérica no es exclusiva de Guatemala, pero que afecta en importante medida a las niñas de ese país.
Las noticias, a lo largo de 2018, siguen llegando hasta el sur de América y concretamente a Chile. El periodismo local se sirve de los reportes que arriban desde la nación centroamericana, muchas veces de medios instalados en poblaciones recónditas, donde se han producido abusos sexuales y posteriores embarazos, en niñas que aún no cumplen ni los 10 años.
Para mostrar un diagnóstico de la información y las formas éticas de servirla, es necesario referirse a las cifras de abuso sexual y embarazos de las niñas madres, víctimas de un cruel delito.
Recientemente, el Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR) reveló a medios locales como Prensa Libre, que, en lo que va del presente año, han nacido en Guatemala 1.535 niños cuyas madres tienen entre 10 y 14 años. Otros 21.778 menores, son hijos de adolescentes madres, cuyas edades oscilan entre los 15 a 17 años.
Los casos con mayor incidencia están en Alta Verapaz, Guatemala, Huehuetenango, Quiché y San Marcos. Los lugares y las cifras no son diferentes a los reportados en 2017 y otros años anteriores. Por ejemplo, el año pasado solo en Escuintla, 65 niñas tuvieron que abandonar sus estudios producto de un embarazo.
Entre las historias que se desprenden de la triste situación de una niñez que OSAR describe como olvidada por el estado, se encuentra la de una menor de 13 años quien recientemente vio morir a su hijo porque lo llevó al hospital en la localidad de Jutiapa, a 118 kilómetros de Ciudad de Guatemala, pero en este le dijeron que el pequeño de solo semanas de nacido, tenía un padecimiento cardiaco. El recinto no le brindó una ambulancia para transportarlo. Ella regresó a su casa y solo semanas después, pudo juntar dinero para llevarlo a la capital. Ya era tarde. Sus pulmones estaban tan débiles como su corazón y falleció en el autobús.
La niña se castiga mentalmente por la pena. Se culpa de la muerte de un hijo que no pidió, pero que igual estaba dispuesta a cuidar. OSAR le brinda ayuda psicológica para sobrellevar la angustia. Así lo han consignado periódicos locales como Prensa Libre.
MEDIOS QUE REVICTIMIZAN
En Guatemala, la red de contactos entre colegas latinoamericanos está activa. Cuando surgen casos como este, tanto los medios grandes como los más chicos no dudan en revelar su material y permitir que este se difunda en otras partes del continente.
En ciudad de Guatemala, el colega Amilcar Ávila, de PubliNews, está atento al llamado vía Whatsapp desde la redacción de Puroperiodismo. La idea es intercambiar análisis de lo que se publica, correcto o no, sobre la situación de las pequeñas niñas en su país, obligadas a ser madres, como forzadas a las relaciones sexuales. Violación, para ser exactos.
Amilcar no duda en opinar. El medio de comunicación para el que labora es de los más activos en territorio guatemalteco. Ha descrito las reacciones de la sociedad en torno a un tema que la tiene preocupada, al descubrir constantemente el horror vivido por algunas niñas a su corta edad, porque un padre, padrastro, tío, vecino, vendedor u otro abusador, la violó y huyó, no sin antes dejarla embarazada, porque ella apenas sabe lo suficiente de la vida como para conocer los métodos de evitarlo.
Pero muchas veces las fotografías de las víctimas están ahí, flotando en la web, revelando el rostro de niñas que, desprotegidas por el estado, ahora tienen su identidad disponible en el ciberespacio, facilitando la revictimización.
“La coberturas se basan en partes policiales y en pocas ocasiones ofrecen una ampliación de los hechos. Salvo que esté involucrado un líder de la comunidad, un político o un profesor de escuela. Hace unos meses la policía restringió mucha información sobre capturas y ahora solo divulgan fotografías con rostros difuminados y poca información”, revela Amilcar.
Pero lo anterior tiene que ver con la información de los victimarios. Irónicamente, a ellos les cubren el rostro cuando se informa de su captura por violación a menores de edad. Sin embargo, en la búsqueda de información desde estas latitudes hemos encontrado en medios digitales —y con el auxilio de las redes sociales— fotografías de las víctimas cuyos rostros no han sido difuminados.
Para ejemplo: una niña fue violada por su padre en Jutiapa —un departamento al sur de Guatemala— y las primeras fotografías difundidas apenas cubrían su identidad, junto a su pequeño hijo y sus hermanos, quienes fueron trasladados a un centro de refugio estatal, a días de la captura de su progenitor, acusado del abuso.
No son casos exclusivos. Revelar rostros de un delito se está haciendo común entre los informativos guatemaltecos. Pero algunos periodistas lo reconocen y pretenden cambiar la situación a partir de su trabajo.
Amilcar Ávila me responde con un rotundo “No” al preguntarle si hay un ente estatal, institucional o social, regulando o vigilando como corresponde el contenido de los medios de comunicación, específicamente la identidad de niñas abusadas sexualmente en su país.
Escribimos al OSAR para tener una reacción de esta organización que vela por el derecho de la niñez vulnerada en Guatemala, pero al cierre de esta edición aún no había respuesta. (No llegó)
Con el paso de los años, los medios nos han traído la información de buena parte del mundo a un click de distancia. Sin embargo, esa información —como la de las violaciones de niñas en Guatemala— pone en entredicho la necesidad de analizar muy a fondo si ese contenido rápido y oportuno está cumpliendo con los requerimientos éticos a la hora de recibirlo en nuestra pantalla y si en verdad está contribuyendo a una solución genuina en temas tan delicados como el que planteamos en este análisis.