Para muchos la época de los ochenta no pasa de ser un nuevo revival, otro ítem que la publicidad estruja para invadirnos y vendernos de todo. O quizás son sólo más recuerdos de lo añejo, una excusa para evocar una década que al menos a mí, me identifica mucho… me transporta a mis años de escolar.
Andábamos en micros de distintos colores para todos lados. La Tobalaba las Rejas, la Colón Oriente o la mítica Canal San Carlos. Nos vestíamos con colores medios pasteles, jeans y hasta por ahí salían unos calcetines con lunares. Ropa amasada, zapatos “Pluma”, chalecos “Pinguin”. Y en la música, obvio: Soda Stereo, Virus y GIT. Eso, además de las horas que pasaba con mi guitarra sacando todas las canciones de Silvio Rodríguez que venían en alguna “Bicicleta”.
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Y por qué tengo que estudiar historia…
A diferencia de los setenta, donde la música anglo lideraba todas las radios y rankings del mundo, en esos años yo convivía con la música en castellano que venía de Argentina y la gran cantidad de bandas chilenas nuevas como “Aterrizaje Forzoso”, “Valija Diplomática”, “Engrupo”, “Upa” y varias más que ya no me acuerdo. Ir al EVE era panorama, mucha fiesta en las casas… claro que nadie llegaba a las 12:00am…. todo empezaba harto más temprano que ahora.
En paralelo, Chile vivía otro revival: el pueblo recuperando la voz. Trabajadores planteando posturas luego de largos años de silencio obligado en algunos casos y en otros quizás, porque no tenían mucho qué reclamar. Universitarios súper metidos en sus centros de alumnos, con líderes potentes luchando por ser escuchados y por conseguir más justicia e igualdad en sus universidades. Mucho güanaco, protestas y próceres de la política que varios de nosotros empezábamos a conocer. Pinochet en La Moneda y la división entre los que querían que se quedara y los otros que rogábamos para que por fin se fuera.
Los almuerzos en mi casa combinaban las noticias de la Cooperativa y la Manola Robles despachando desde la Plaza Italia bajo un tóxico chorro del famoso carro lanza aguas de Carabineros. De fondo, la música en cassettes de la Nueva Trova Cubana que recorría desde “Canción del Elegido” de Silvio, “Para vivir” de Pablo Milanés y la versión de “La cigarra” de Mercedes Sosa, pasando por Charly García, los inicios de Fito Páez en solitario y Soda, mucho Soda Stereo.
Era una época que mezclaba la actividad política, con cultura, moda, música y sueños de cambios grandes para este país. No podría decir que no fueron años complicados, pero yo los recuerdo feliz. Quizás se mezcla con la natural efervescencia de los 15 o 16, donde cada día eres un poco más grande y un poco más independiente. Pero fueron años en que tu generación la llevaba y tu entorno, más encima, estaba cargado de estímulos y muchas actividades en qué participar. La tevé empezaba a ponerse un poco más entretenida con los “estelares” que recibían a visitas que hasta ese momento, sólo veías en revistas. Aún así, los más fanáticos iban al Centro Cultural Mapocho, frente al cerro Santa Lucía, y se pegaban una tarde entera viendo video clips de Iron Maiden u otros grupos legendarios, que no se podían encontrar en otro lado.
No sé si esta década fue la de mayor desarrollo en Chile de programas de tevé, surgimiento de bandas de música o clamor popular, pero lo que sí sé es que fueron años distintos, donde pasaron cosas, donde sí hubo cambios y quedaron huellas. Si no, nadie hablaría de los ochenta. Nadie invertiría plata y recursos varios en imitar ambientaciones de la época, temas y personajes, para revivirlos en una serie de tevé. O para resucitar lugares y discotecas, fabricación de ropa, zapatos y accesorios. Tampoco se llenaría el Nacional para volver a escuchar por enésima vez la “Persiana Americana” o alguna empresa de celulares habría ideado la estrategia de excluir a sus clientes de la masa y dejarlos como únicos afortunados para oír, por primera vez en Chile, las re escuchadas canciones de Madonna.
…Nada personal.