Más allá de la polémica y de las denuncias que realizaron tanto la comunidad judía en Chile, como la Comisión de Derechos Humanos del Senado, me parece importante realizar un análisis desde el punto de vista del medio de comunicación: de cómo Chilevisión afrontó la polémica generada el pasado 20 de mayo en el programa “Hazme reír”.
De acuerdo a lo que debería ser una verdadera rectificación de un error (desde la base ética y no legal, ya que las opiniones no se comprenden como rectificables, únicamente la información), es decir “reestablecer el vínculo de confianza” que en este caso se le debe a la audiencia —y no solamente a los judíos, ya que el daño es a nivel social—, la estación fue injusta en su corrección.
- Si no se enciende la polémica por medio de Twitter, lo más probable es que esta no existiría, ni tampoco las disculpas del canal. Ya en octubre de 2012 el Consejo Nacional de Televisión había sancionado a CHV con el pago de 200 UTM por un chiste similar realizado por el mismo títere en cuestión.
- Las excusas de CHV se realizaron en primera instancia por medio de la red social, con un escueto mensaje que señalaba:
Ante la actuación realizada por Murdock (@hazmereirchv, 20 de mayo), lamentamos profundamente las palabras dichas por el personaje (cont)
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Nunca, en los 52 años de esta estación, ha estado entre nuestros intereses el fomento de actos racistas ni discriminatorios (cont)
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Esperamos que nuestras disculpas sean aceptadas.
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Nos comprometemos a seguir perfeccionando nuestros controles de contenidos para que este tipo de situaciones no se repitan en el futuro
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Dichas palabras deberían haber sido difundidas en el mismo espacio por el cual se realizó la falta. Si bien Twitter se ha posicionado como un medio de comunicación social, aún no tiene la misma repercusión que aún mantiene la televisión. Además, fue a través de dicho medio de alcance masivo en donde el personaje realizó el famoso chiste. Si bien después se leyó el comunicado en el noticiario central del miércoles 22 de mayo, la reacción de la señal fue tardía y su contenido sólo “lamentaba” lo sucedido, mas no condenaba el acto discriminatorio en sí.
- El programa era grabado, situación que agrava aún más la falta, ya que la responsabilidad editorial no puede ser minimizada, como sí podría suceder cuando la rutina va en vivo y el humorista se sale de libreto. En este caso, hubo tiempo suficiente para revisar los chistes del lagarto y evitar el mal rato.
- La respuesta de Elías Escobedo, el hombre tras Murdock, no son más que excusas que, lejos de calmar los ánimos, los encienden aún más. No es un argumento sólido escudarse en la falta de reacción de la Comunidad Judía ante otras bromas, realizadas con anterioridad por la marioneta, que atacaban a diferentes grupos sociales.
Si bien es cierto que la opinión pública reacciona poco o nada frente a situaciones similares, y necesita del empujoncito mediático para alzar la voz, es importante que en primera instancia se repudien casos como este, para luego analizar y educar a la sociedad respecto a lo ridículo que llegamos a ser al fomentar la reiteración de conductas vejatorias, mientras tratamos de erigirnos como seres modernos, libre pensantes y pluralistas.
John Stuart Mill, en su obra “Sobre la libertad”, se refiere al preconcepto de libertad de expresión. Si bien él nunca habla de ese término específicamente, sí esboza la importancia de no acallar las opiniones –independiente de quienes las emitan ni si estas son falsas o no. Defiende el diálogo y la discusión como un mecanismo en donde las personas puedan intercambiar sus puntos de vista con el objetivo único y final de llegar a la verdad.
Sin embargo, también establece límites para emitir dichas opiniones, ya que irían en detrimento de esa verdad, como lo sería cualquier ofensa (injuria) y el uso de un lenguaje que incite a la violencia.
Es por esto que las disculpas de CHV son meras excusas. Ya que justificar tiene que ver con transformar lo injusto en fuente de esa verdad perseguida en la tesis de Mill. Conforme a las normas sociales (y no en un sentido legal) que permitan el desarrollo y bienestar de todos los miembros de una comunidad.
Y no se trata de censurar ni de restringir exageradamente la libertad de creación y expresión. Ni de convertirnos en tontos graves, moralistas y sin humor, sino, más bien, de preservar una sociedad unida y libre de odio, aspectos básicos para alcanzar el desarrollo que no se conforma únicamente con buenas cifras económicas.
Independiente de todas las medidas que se tomen, ni de la nueva multa que de seguro aplicará el CNTV a la emisora dirigida por Jaime de Aguirre, sucesos como estos deben dejar alguna enseñanza a los medios como fuente educadora, no en el sentido de la academia, ya que sería un recurso facilista otorgarles una facultad que está lejos de ser su función principal, sino más bien como entes que ejemplifican conductas y que coescriben –junto al gobierno, instituciones y la sociedad civil– el discurso del país que queremos.