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La francesa de Yungay

Por ~ Publicado el 1 diciembre 2008

Por Gustavo Leandro

Por décadas, la peluquería La Francesa fue el bastión de la copucha en el barrio Yungay. Los hombres se afeitaban a diario con navaja y las mujeres se hacían peinados una vez a la semana. Todos los servicios que en la peluquería se prestaban, se hacían usando técnicas y herramientas antiguas. Pasaban los gobiernos, las crisis económicas y La Francesa se mantenía más o menos igual.

Pero lo que antes era una peluquería de barrio más, ahora es una peluquería con onda, con historia. Aunque la recesión de principios de los ochenta casi la borró del mapa, su dueño, el hijo de franceses Emilio Lavaud, no la quiso cerrar. Continuó como pudo. Y al rato se empezaron a mezclar viejas glorias con jóvenes que buscaban peinados raros. Ese fue el renacer, la reinvención de La Francesa a finales de los ochenta, justo cuando Lavaud ya había muerto.

La peluquería ganó en clientes cool porque los viejos peluqueros del lugar no tuvieron problemas en abrir su mente y hacer los cortes que los chicos les pedían. Primero llegaron Andrés Pérez y gente de La Negra Ester, junto a miembros de Los Electrodomésticos y de La Ley. Después empezaron a llegar seguidores de estas bandas y, casi de inmediato, vino una segunda camada de grupos como Los Parkinson, Los Peores de Chile, Sandino Rockers y Santiago Rebelde a atenderse al lugar. La Francesa se empezó a llenar de cuadros de pintores, fotos de fotógrafos y afiches de bandas. El peluquero estrella, don Manuel Cerda (ahora dueño de la peluquería), recibió un disco de platino de manos de Los Tres. El tango y la música clásica que antes se escuchaban en el lugar dio paso “al rock de los cabros”.

La Peluquería Francesa del siglo XXI es un signo de lo tiempos. Ahora no sólo se corta el pelo, también hay un bar-restaurant nombrado en honor de Lavaud desde el que se puede ver a los peluqueros en acción durante el día. En la noche el lugar es bar-bar. Y si te calientas con alguna antigüedad al fragor de unos tragos, puedes preguntar por su precio y llevártela a casa. ¿Puede haber algo mejor que eso?


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