Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá, ha sido una de las comunas más afectadas en el país por el fenómeno del fast fashion. Poco a poco, el paisaje que debería ser conocido por las características comunes de un desierto, ha sido transformado en un basural ideal para quienes ven la moda rápida como un negocio. Así dio cuenta un reportaje publicado en 2021 por AFP y difundido en medios de todo el mundo. Angela Astudillo y Bastián Barría de la organización Desierto Vestido de Tarapacá; María Pilar Uribe, periodista y editora de Franca Magazine, y Andrea Martínez, editora y periodista del medio Viste La Calle, se refieren en este reportaje a la situación del fast fashion y sus consecuencias en Chile.
Por Martina Araya y Maira Castillo*
*Este reportaje fue realizado por estudiantes de tercer año de la carrera de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, en el marco del Taller de Reportajes y Perfiles, impartido por el profesor Franco Fasola.
La fibra más utilizada para producir ropa es el poliéster. Para fabricarlo, se utilizan alrededor de 70 millones de barriles de petróleo y tarda aproximadamente 200 años en descomponerse. El algodón, otro de los materiales más ocupados en la industria de la moda, demora entre uno y cinco meses en descomponerse, pero en vertederos puede demorar hasta cinco años.
Por esos motivos es que la industria de la moda ha sido catalogada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como la segunda más contaminante y con mayor impacto ambiental del planeta. En especial, por el fenómeno de su producción masiva o también conocido como fast fashion, la moda de comprar, usar y botar.
Cientos de miles de prendas se producen día a día con el fin de cubrir la necesidad básica de vestimenta. El problema es que el consumo rápido de prendas está generando estragos en diversas comunidades locales. Este es el caso de la comuna de Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá, donde según dio cuenta en noviembre de 2021 un reportaje realizado por AFP y difundido en diversos medios de todo el mundo, parte del desierto de Atacama se ha convertido en un microvertedero ilegal de desechos textiles y en un foco de contaminación ambiental.
Bastián Barría, Angela Astudillo y Javiera Fernández, fundadores de la organización no gubernamental (ONG) Desierto Vestido, han sido parte de los movimientos que hoy buscan una solución a las consecuencias que ha dejado el fast fashion. Su idea nace producto de una iniciativa de la ONG CEUS Chile y la Oficina de Ingeniería de la Universidad de Chile para la sustentabilidad. Su propósito es abordar la temática relacionada con el medioambiente a través del fomento de la economía circular como una posible solución, visibilizando, educando y concientizando a través de las redes sociales sobre cuáles son las causales de la problemática del descarte textil en el desierto y cómo enfrentarlas.
Además de llevar a la práctica la economía circular, esta organización pretende lograr otras acciones respecto a la sustentabilidad de la industria textil. Sin embargo, denuncian la falta de recursos económicos para entrar en acción.
“Lamentablemente, para emprender o para realizar cierto tipo de acciones concretas y llevar a cabo los proyectos de la organización, necesitamos recursos económicos y justamente estamos en la búsqueda de ellos”, dice Astudillo.
Adidas, GAP, Levi’s, Forever 21 y H&M, entre otras reconocidas marcas presentes en el mercado chileno, han sido identificadas en una investigación de Desierto Vestido como las más repetidas en esta gigantesca montaña de ropa. A ellas se suma también una de las pionera del fast fashion: Zara, la marca de origen español que lanza alrededor de 52 colecciones al año.
El escenario no es muy distinto en la empresa H&M. Florencia Solís, ex trabajadora de la tienda, explica a Puroperiodismo que las colecciones de ropa llegan aproximadamente cada dos semanas y que las prendas que no se logran vender, se exhiben a precios rebajados. Pero hay casi siempre un sobre stock: la cantidad de ropa que llega y queda disponible para la venta no equivale a la misma cantidad de personas dispuestas a comprar, por lo que existe una sobreproducción de ropa y muchas de esas prendas terminan siendo desechadas, muchas veces sin siquiera haber sido usadas. Así se crea un círculo de producción constante que lamentablemente afecta a comunidades y condena a sus habitantes a realidades que distan mucho del glamour y el brillo de la industria de la moda.
Ley REP
Los efectos del fast fashion son cada vez más notorios, sobre todo en el ámbito medioambiental. En ese sentido, en un esfuerzo para impulsar una economía sustentable, en 2019 el Ministerio del Medioambiente, la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático (ASCC) levantaron una hoja de ruta para impulsar una transición en economía circular. Entre las acciones establecidas está el desarrollo de estudios para que nuevos productos sean declarados como prioritarios e ingresen a la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), vigente desde 2016. Este es el caso de los textiles, residuos que a pesar de que cumplen todos los requisitos de contaminación en todos sus ejes, aún no están implementados formalmente en el cuerpo legal.
Esto no deja de ser un problema para las comunidades. Desde Desierto Vestido denuncian que esto se presta para irregularidades en las responsabilidades que deberían tener quienes importan esta materia, debido a que delegan la obligación a transportistas particulares para hacerse cargo de los desechos textiles, generando así las condiciones para que el desierto se convierta en un espacio de ropa desechada.
“Ellos –las importadoras– no dimensionan el daño que le hacen a las comunidades. Uno va al desierto y ve una montaña de ropa que hasta hace un tiempo estaba al lado de viviendas, familias que se tuvieron que ir dado el incendio que se provocó el año pasado”, señala Astudillo.
La moda es más que una simple prenda
Dejando de lado a la moda como una industria, María Pilar Uribe, periodista y editora de Franca Magazine, menciona que la moda también abarca eso que la gente busca mostrar y que pasa a ser una identificación propia de las personas, no solo algo que vende.
“No solo hay que entender a la moda como una simple prenda, sino que entenderla como un mundo. Eso es lo que hacemos en Franca Magazine, mostrar la industria de la moda como algo que tiene un impacto social”, dice.
Por otro lado, en el ámbito económico, la moda también deja de ser una simple prenda. El fast fashion ha dejado en evidencia que no importa el poder adquisitivo que se tenga para poder ser parte del mundo de la moda; es un bien de consumo transversal.
“En Chile, la gente de distintos estratos sociales consume en cuanto a ropa la misma cantidad: quienes tienen mayor poder adquisitivo compran cantidades similares a quienes no tienen ese poder”, explica Diego Abarca, sociólogo de la Universidad Alberto Hurtado.
Por su parte, Andrea Martínez, periodista y editora de Viste La Calle, menciona algo similar, tomando en cuenta que el fenómeno del fast fashion no ha existido desde siempre: “A fines de los años ’90, con los tratados de libre comercio, en Chile se facilitó la entrada del fast fashion. Desde ese momento se han abierto las puertas a las personas de bajos recursos a acceder al mundo de la moda”.
La moda no es más que un reflejo de lo que está pasando en la vida real, no es superficial. Es una forma de comunicación que, sin duda, nunca ha dejado de ser poderosa. Chile es el mayor importador de ropa usada en la región y se estima que al año, solo por la zona franca de Iquique, ingresan unas 59.000 toneladas provenientes de todo el mundo. Es también el país con mayor consumo textil de Sudamérica, y según un reporte de ICEX, en los últimos cinco años el público chileno ha aumentado en un 80% su adquisición de ropa, pasando de 13 a 50 nuevas prendas en promedio al año.
Esta industria es, en definitiva, una de las que mueven la economía, por lo que es imperativo que no solo las empresas sino también los y las consumidoras piensen la forma en la que se produce y reproduce. “Es imposible eliminar el fast fashion, lo que se debe hacer es replantear el consumo de ropa que se está generando”, sentencia Uribe.