Para el columnista, la teoría de que “la imagen lo es todo” se comprueba una vez más en la persona de Fernando Villegas: “su silueta de pensador incansable nos ha distraído mientras suelta de su boca palabras vacías de contenido, pero llenas de desprecio hacia las verdaderas ideas”.
Don Fernando. Desde que lo veo en la televisión siempre he visto a un hombre con ceño fruncido, actitud cuestionadora e interrogante. Admito que eso me ha llamado la atención siempre, hasta el extremo de creer en esa figura “anti-sistema” que por años nos ha querido mostrar con su facha de intelectual.
Lo felicito. Ha logrado engañarnos por años, incluso haciéndonos creer que sus palabras son de una persona informada, inteligente y culta. La teoría de que “la imagen lo es todo” se comprueba una vez más en su persona, porque su silueta de pensador incansable nos ha distraído mientras suelta de su boca palabras vacías de contenido, pero llenas de desprecio hacia las verdaderas ideas.
Sus columnas en La Tercera y especialmente la última, en donde una vez más desacredita a Camila Vallejo, demuestran de qué lado está. No está del lado de las ideas, sino de las líneas editoriales de los grandes medios, esos que le dan de comer y que parece no lee con mucha atención.
Sus líneas no aprecian el golpe que dio Camila al desautorizar la errada carta del PC a Corea Del Norte, porque no logra ver esos gestos, debido a que nunca ha tenido los cojones o el intelecto suficiente para desautorizar algo que esté sobre usted. Al contrario, desautoriza a quien ve con menos poder, quienes luchan por ideas y son callados constantemente por los medios. Sus columnas de opinión son las que todo editor de derecha quiere tener entre las páginas de su periódico, porque estéticamente son muy rebeldes, pero en materia de contenido no son más que frases hechas para que la elite disfrute leyéndolas junto al desayuno.
Su rebeldía de mentira, esa que es hecha a la medida de los grandes poderes, no sería nada si no fuera por sus suspiros constantes y desesperanzadores, su rabia falsa y su actitud de descontento con las injusticias. Las desigualdades, los problemas sociales y todo lo que sucede en Chile ayudan a alimentar su odio a quienes piden mayor paridad de derechos, hacia esos jóvenes “incompetentes” que en vez de quedarse sentados leyendo a Sócrates como usted, salen a la calle a pedir cambios de verdad, a manifestar las verdaderas ideas, esas que se hacen cuestionando realmente el sistema y no desde el asiento cómodo que se compró, seguramente, con el dinero de una publicidad de un analgésico para el dolor de cabeza.
Sus ideas y frases no generan incomodidad en quienes están cómodamente sentados en sus sillones fastuosos, sino que al contrario los ayuda a sentirse más seguros, felices de que su manera de ver las cosas siga predominando. Sus letras plasmadas en el papel de los periódicos, no son más que otro inmenso gramo de arena que ayuda a que los medios se llenen de palabras complacientes con la inequidad y con la falta de justicia que se ve día a día. La ridiculización de líderes y personas pensantes es la manera en que , quienes tienen menos luces como usted, pueden sentirse más felices y satisfechos.