Desde una oficina en lo alto del cerro Calán, Andrea Mejías mira el cielo con la misma fascinación y curiosidad que sentía de niña al observar las estrellas. Hoy, a sus 28 años, es astrónoma, divulgadora y Primera vicepresidenta de la Sociedad Chilena de Astronomía. Entre telescopios, placas y datos, busca descifrar los secretos del universo mientras abre camino para que más mujeres encuentren su lugar en la astronomía.
Por Belén Verdugo y Camila Flores
Desde pequeña, la ciencia fue su brújula, aunque no lo supiera del todo. En su mundo había señales constantes de curiosidad. Jugaba con tortas de barro, montañas de espuma hechas con detergente, agua convertida en experimentos, piedras pintadas y flores coleccionadas con dedicación. En sus juegos no había roles de género. Nunca fue una niña de muñecas, a menos que vinieran con un animal incluido. Prefería los dinosaurios y las autopistas. Amaba los animales y por mucho tiempo quiso ser veterinaria. También soñó con ser arqueóloga y conocer las pirámides de Egipto hasta que el miedo se cruzó con la fantasía.
Andrea Mejías nació el 5 de marzo de 1995 en el seno de una familia sencilla. Durante su infancia vivió en la comuna de Maipú junto a sus padres, y más adelante se trasladó a Las Condes para vivir con su pareja. Andrea es fanática de las series y la fotografía. Tiene una cámara y un set de lentes que ha ido reuniendo con el tiempo. Cada Navidad arma un calendario con fotos de sus dos gatos: Calán y Apolo. También disfruta de los cotidiano.
Para ella, en la inmensidad del universo, somos solo un instante.
En el colegio, Andrea brillaba. Siempre a final de año era premiada por su buen rendimiento, pero no fue hasta el electivo de física en enseñanza media que algo le hizo clic. “¡Astronomía!”, respondió sin dudar cuando su profesor le preguntó qué quería estudiar en la Universidad. No sabía muy bien de qué se trataba, pero algo dentro de ella lo tenía más que claro y gracias a qué física era su materia favorita le ayudó a averiguarlo.
Hoy, a sus 30 años, Andrea se mueve con rapidez, siempre ocupada. Siempre en acción. Su ritmo dinámico recuerda al de las órbitas que estudia, precisas y constantes en su movimiento. Es doctora en astronomía y coordina las actividades de extensión del Observatorio Astronómico Nacional Calan y vicepresidenta de la Sociedad Chilena de Astronomía (SOCHIAS). Más allá de los cargos y títulos, lo que realmente la define es una curiosidad incansable y una vocación profunda por divulgar el conocimiento.
Con su pelo rojizo, que no pasa desapercibido, aparece en la entrada del Observatorio a tiempo para recibir a sus entrevistadoras. Unos aros largos con estrellas tintinean en sus lóbulos mientras camina apurada. Su oficina, ubicada en lo alto del cerro Calán, tiene una vista generosa de Santiago. Desde ahí, se divisan los árboles. Todo es apacible. El cielo estaba cubierto y los rayos de sol apenas logran colarse entre las nubes.
– ¿Cómo estuvo su día Andrea?
-Bastante movido, pero aun cuando tengo tiempo para descansar, no descanso. ¿Quieren un té o café?
Andrea sirve un té y el aroma a lavanda y naranja impregna la sala. Allí comparte oficina con otro colega astrónomo y al entrar a mano derecha de la puerta se divisa un librero que tiene uno de sus primeros libros de astronomía firmado por el gran José Maza, una colección de libros de Galileo, carpetas archivadas con documentos sobre convenios internacionales y en otro rincón un telescopio que le recuerda a uno de sus primeros trabajos en Telescopio Chile. Su escritorio estaba ocupado por un computador del trabajo y otro de ella, algunos post-it de colores con anotaciones-que le recuerdan sus “pendientes”-, una pizarra con sus trabajos de la semana, tazas con lápices, destacadores y fotografías pegadas en la muralla de astronomía.
Andrea no creció con referentes femeninas en la ciencia “Si me preguntaban en el colegio por astrónomas, sólo me sonaban Carl Sagan o el sucesor de Cosmos y a José Maza lo vine a conocer después, aunque tenía presente a la astrónoma María Teresa Ruiz”, dice pensativa.
Pero para su círculo íntimo, la astrónoma conserva esa obsesión por conocer y dar conocer lo que le apasiona.
Sus amigos son otra parte esencial de su vida, un grupo de cinco personas con distintas profesiones, unidos por la admiración mutua. -Me dicen el estandarte del grupo, si hay que representar a alguien, me mandan a mí-bromea entre risas.
Javier Opazo es un gran amigo de ella, partirá en unas semanas más su travesía a Canadá y es un pilar en la vida de su amiga, lo confirma: “Andrea es una persona con la misma esencia de hace muchos años, ella dice que la Astronomía la mantiene humilde”, dice Opazo.
Su pareja, Daniel Munita, refuerza la idea: “Hoy la rodea un círculo completo de compañeras y amigos, ella no solo hace las cosas por sí misma, sino que también para enseñar al resto y transmitir lo que ha hecho. Su pasión, va más allá de la astronomía, va más al hecho de que sus amigos disfruten al igual que como ella disfruta su profesión. Así como ella lo disfruta uno tiene que aprender a disfrutar”.
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La historia de Andrea en la astronomía fue un proceso de descubrir mujeres científicas y tejer conexiones” dice y agrega pensativa: “Uno ve el universo y se da cuenta de que somos un pestañeo en esto”.
Aunque hoy ocupa un cargo de liderazgo en SOCHIAS, llegar ahí no fue inmediato. A finales de 2022, se postuló por primera vez, pero no logró entrar. Aún aparecía como estudiante en los registros. Al año siguiente, volvió a intentarlo. “No había muchas ganas de postularse, pero cuando levanté la mano, todos aplaudieron. Ahí se animaron más y se armó la votación”, recuerda.
Uno de los momentos más exigentes de su carrera fue el conflicto por el proyecto INNA en Antofagasta, una iniciativa de infraestructura energética que buscaba instalar una planta de hidrógeno verde en una zona con condiciones óptimas para la observación astronómica. Desde la vicepresidencia, Andrea participó en entrevistas radiales, notas de prensa y reuniones con el ministerio: “Fue una subida de cortisol, si bien el proyecto apunta a la descarbonización, su ubicación despertó polémica. No era energía contra astronomía, pero en redes sociales se polarizó todo. El proyecto es bueno, pero ¿por qué justo ahí”, explica.
La Sociedad Chilena de Astronomía redactó una declaración oficial tras el escándalo de este proyecto en el norte de Chile y también publicó un comunicado sobre declaraciones del Ministerio del Medio Ambiente. Finalmente la empresa tendrá que postergar el trabajo de construcción.
En su rutina, donde no hay descanso, Andrea además organiza las Olimpiadas Chilenas de Astronomía y Aeronáutica. Ella está a cargo de la preparación de clases y pruebas, dónde comenta que el proceso es largo y agotador, pero gratificante. Este año se volvió a realizar gracias a que se reunió el presupuesto necesario que se requería.
- Andrea en uno de sus talleres en el cerro Calán
- Andrea recién doctorada junto al profesor Dante Minniti
En la investigación trabaja con placas fotográficas de más de un siglo de antigüedad, algunas de hasta 1910. Es su descubrimiento: “Tienen una solución de plata que reacciona con la luz. Ahí se ven estrellas, galaxias. Es como viajar al pasado”, dice y se queda pensando. Digitalizar este material antes de que se borre es lo mejor. Gracias a ese trabajo, viajó a China, Shanghái, para participar en un proyecto internacional de reconstrucción fotográfica de estas placas.
Mejías se convirtió también en una especialista en planetas extrasolares, con un enfoque especifico en las “enanas rojas” y “enanas marrones”, cuerpos mucho más pequeños que se sitúan entre una estrella y un planeta. Su tesis doctoral consistió en la elaborar un amplio catálogo de estos objetos ubicados en distintas zonas de la galaxia. Este trabajo abrió nuevas aristas de investigación sobre el tema. En conversación con el medio TXT, explicó orgullosa: “Ahora estábamos trabajando con algunas cosas un poco más sospechosas, que están de moda, que son los planetas errantes, que serían cuerpos que no orbitan alrededor de las estrellas. Tenemos algunos objetos que podrían darnos pistas sobre estos planetas que andan flotando en el universo”.
No es sólo lo que hace, ama la historia del cerro Calán. Dice que a ratos se siente como una antropóloga. “Hay tanto material que dejaron los científicos que ya no están, colegas que trabajaron para descubrir una estrella o un pedazo del cielo y me siento parte de esa historia”, comenta.
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Nuestro país es un laboratorio natural para las ciencias, pero en el ámbito académico, el camino para las mujeres es más exigente. Según el último CENSO de Astrónomos y Astrónomas de 2023, las mujeres siguen siendo minoría en áreas como la investigación, la docencia y el ejercicio profesional. Esta brecha evidencia los obstáculos adicionales que enfrentan en su desarrollo académico y profesional.
Según las cifras del Ministerio de Ciencia en Chile, solo el 8% de las personas tituladas en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) son mujeres —el promedio OCDE es el doble (16%).
Esto hace que mujeres como Andrea sean la excepción y no la norma.
Andrea cree que en los talleres en el cerro Calan son vitales como instancia de enseñanza a niñas pequeñas, muchas de ellas-probablemente- no tienen la vivencia de tener una profesora en ciencias o matemáticas o no conocen científicas. Es decir, no tienen el modelo de rol: “Tener más iniciativas de mujeres en la ciencias es muy importante, estar siempre presente y decir que las mujeres podemos estar en las áreas de las steam. Ser científico es también ser creativo y tener un pensamiento crítico y que mejor enseñar eso en una etapa bien temprana, cuando los niños y las niñas son bien curiosos y se cuestionan todo siempre”, explica.
Andrea recuerda con claridad un episodio cuando trabajaba en Telescopios Chile. Un cliente, al verla, preguntó- ¿No hay un hombre que me lo explique? El jefe intervino. – Ella es la única astrónoma de la tienda. Si tiene que creerle a alguien, es a ella. El cliente se fue sin decir más. Ese momento, incómodo y revelador, se le quedó grabado hasta hoy.
Andrea creció con sueños que parecían lejano y eligió mirar el universo, pero en el camino también aprendió a mirar hacia adentro. Hoy, vive una vida que mezcla ciencia, historia, pasión y compromiso para que más mujeres ocupen un lugar en las ciencias.
*Este perfil fue escrito para el ramo Reportajes y perfiles en la sección de la profesora Carolina Rojas.