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El grito que no cabe en las encuestas: un cierre de campaña entre la nostalgia y la confrontación

Por ~ Publicado el 14 noviembre 2025

El discurso del líder del movimiento Partido Comunista-Acción Proletaria (PC-AP) estuvo marcado con discursos reivindicativos sobre la existencia de la izquierda. El profesor afirmó que la política económica de sus contendientes políticos “es exactamente igual que lo hubiera hecho Pinochet”. Clamó en provocación de sus oponentes políticos. Los fascistas, los antipatriotas y la ultraderecha. “¡Kaiser, acércate por estos lados!”, gritó con un ademán confrontacional.

Por Cristóbal Mercado y Nicolás Monasterio

Las banderas ondeaban a su llegada. El vitoreo de un público ansioso hizo voltear todas las miradas y las manos al hombre de camisa y pantalones verde oliva. Un camino se abrió para el candidato de la “verdadera izquierda”, cómo dice él mismo. Eduardo Artés cruzó saludos y celebraciones mientras subía la escalinata de la Biblioteca Nacional. Eran pasadas las seis y media de la tarde del martes.

El sol se cortaba en el horizonte y los transeúntes, antes numerosos, huyeron a la acera paralela de la avenida para evitar el tumulto rojo que palpitaba a escasos metros de la Estación Santa Lucía. Al llegar a lo alto, Artés tomó el micrófono y observó desde su cima. Allende se agitaba solemne en el telar de una bandera sostenida por un joven entusiasta y los enviados de la prensa estiraban el micrófono esperando las palabras de la cabeza del Partido Comunista Acción Proletaria (PCAP) para cerrar su campaña. 

“De verdad, compañeros, yo pensaba que hoy día iba a ser un banderazo, iban a haber unos cincuenta o treinta compañeros. Pero miren la cantidad que aquí estamos”, dijo agradecido a su público. Esbozó una sonrisa sin poder ocultar la sorpresa en su rostro. Los cánticos no tardaron. El fascismo en Chile no pasará, se entonaba con fuerza. El fascismo en Chile no pasará. Más aplausos.

Esta es la tercera campaña presidencial del profesor patriota, al igual que sus anteriores incursiones, atravesó un camino pedregoso y algo seco. Carente de la influencia mediática y cuantiosos patrocinios de sus rivales, pugnando el nombre y lugar de la izquierda con una más accesible Jeanette Jara -la vendida, le dicen en el comando- , Artés se ha valido del  esfuerzo de un pequeño equipo en el manejo de redes sociales, la apuesta por la refundación y la pasión de sus votantes. Por ejemplo hace llamados en simples posts de Instagram. Algunos simpatizantes de su causa prestaron su apoyo en la organización de banderazos y el volanteo clásico. Afuera de las estaciones de metro, podías encontrar a un grupo de entre siete y diez personas, vestidos con la consigna ‘Vota Artés’ en la polera o en la gorra roja y repartiendo pequeños folletos. 

Un viernes 24 de octubre, en las afueras de la estación Bellas Artes, un escuadrón del comando Artés realizaba sus actividades. Cinco y media y el sol caía pesado sobre el pavimento. Ahí  los veteranos, ancianos trabajadores que, de vez en cuando, paraban a un concomitante para discutir o rememorar sobre la Unión Popular, Pinochet, el litio y los yankees. Y estaban, como novedad, los jóvenes. Banderas al hombro, acercando un volante al rostro de quien se acercara y peleando a cualquier opositor espontáneo. Había unos pocos de ese grupo que hablaban del gobierno de Allende como si hubieran estado al lado del ‘Chicho’ los días que paseaba por las universidades.

Daniela tiene 21 años y hasta ese 24 de octubre cumplía un mes en el comando. Había entregado volantes y sacudido una bandera por su candidato, su profesor.  “Él es una persona que es difícil de cambiar. No cambia para agradar a los demás”, dice Daniela. El estallido social la inspiró a buscar una ideología que la representara y pudo encontrarla en el profe. Oponiéndose a las ideas liberales de su familia, logró convencerlos de otorgarle el voto al abanderado de Acción Proletaria. “Pude convencer a mi abuelo que quería votar por Kaiser”, dice entre risas. La izquierda que propone Artés se planta fuerte en el corazón de sus seguidores. Les entrega una convicción que ellos perciben como inspiradora, empoderada. La autenticidad, ese vozarrón forjado en la fragua de un salón de clases y en acaloradas discusiones en medio de reuniones de partido o en movilizaciones callejeras. Detrás de él se vislumbra a una porción de la generación actual -universitarios, trabajadores jóvenes, padres o hasta colegiales-  que sigue a un profesor con esperanzas fogosas.

“El resto de los candidatos van en búsqueda de la juventud, en cambio, en nuestro caso, la juventud busca al candidato”, declaró Gaspar Ortiz Cárdenas, militante del comando metropolitano y miembro de la dirección nacional del PCAP. Ese día llevaba una bandera al hombro, y su barba prominente le daba un aire aún  más sentencioso.  Muy seguro, declaró la campaña como ‘exitosa’, destacando el crecimiento del comando y las firmas, apuntando a la trascendencia de Artés hacia sectores fuera del sector típicamente asociado a la movilización socialista que simpatizan con el candidato de 79 años.

Afirma que esto es prueba de la vigencia de las propuestas y de la honestidad como aspecto más admirable. “Eduardo no tiene por qué pedir perdón, ni tampoco fingir ni eludir algunos temas para poder caer bien. Nosotros hablamos desde la sinceridad, y desde la sinceridad también la gente nos entiende. Muchos jóvenes no tienen dónde expresarse. Muchas personas no tienen dónde hablar. Eduardo es esa especie de voz que estaba dormida en los espacios estudiantiles, en los sindicatos, en las poblaciones, y que ahora puede salir en la tele”.

Al lugar también acudió un personaje que Ortiz recibió con entusiasmo. Un hombre de anteojos y jeans opacos: Jaime Droguett. El hombre  se presentó como un aliado pasivo del PCAP y un admirador de la vía socialista del profesor Artés, al que conoce personalmente. Antiguo militante de las Juventudes Comunistas (JJCC) a finales de los 70 y principios de los 80, se retiró desilusionado al presenciar la contradicción del discurso revolucionario de la izquierda y su posterior inclinación al diálogo y el acuerdo con la Concertación por la Democracia, representantes del modelo neoliberal que los militantes habrían jurado combatir. Dice que perdido en ese panorama, encontró una alternativa mucho más “auténtica” en Acción Proletaria, partido que apoya desde 2007 y al que asume como una izquierda verdadera en desmedro del Partido Comunista o cualquiera de sus aliados. “El profe creo que representa una izquierda que realmente se asume como tal. Asume el compromiso histórico de representar el cambio, la superación del capitalismo y el avance a una sociedad socialista, porque hay otras alternativas que se llaman así mismo de izquierda que no plantean esa circunstancia”, explicó convencido.

El comando despidió ese día con una reunión cálida, yéndose al cernirse las sombras de una noche de ciudad y la de una predicción clara: 0,51% y 1,46% , según datos entregados por la plataforma DecideChile.  Los porcentajes de votos que el profesor sacó en las presidenciales 2017 y 2021, respectivamente. Todas en primera vuelta, cabe agregar.

“Prácticamente (su programa) no tiene ninguna relevancia”, declara Davor Mimica, analista político y socio fundador del medio Democracia en LSD. “Al menos eso es lo que el electorado ha manifestado antes, y lo que parece manifestará nuevamente. Artés y su mundo no han logrado tener relevancia significativa social ante las personas, ni tampoco una relevancia política”. La encuesta Cadem arraiga a Artés, en su estudio de Plaza Pública, a un porcentaje del 1% de las preferencias presidenciales entre septiembre y octubre. En el apartado de evaluación de la franja electoral, el candidato se posicionó con una calificación de 2,4, la más baja en comparación a las demás. Los medios tampoco se han mostrado a su favor, destacando episodios agitados y encaramientos contra la que él llama la prensa hegemónica. Finalmente, y como toda lucha marginal, la victoria es un sueño muy cariñoso para ser verdad.

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El día lunes 9 de noviembre se anuncia por medio de la cuenta oficial de Instagram: ‘Gran banderazo por el Profe Artés’ para el martes a las seis y media en la escalinata de la Biblioteca Nacional. Todos lo llamaríamos cierre de campaña, aunque no existan finales en la lucha de Artés.

Aquel día, la fecha marcada, subir por las escaleras del metro Santa Lucía fue cruzarse con una Alameda convulsa. Las personas apuran el paso y  los autos hacen sonar las bocinas ante la presencia de una marea que  acapara los escalones de la biblioteca. Estandartes rojos y azules refulgen sombras coloridas al sol. La hoz y el martillo como marca en poleras y bandas. Un grupo de  jóvenes reparte volantes, apuran cigarros e izan banderas. Los periodistas se pararon en línea frente a la gran masa. Eran borrosos en un paisaje de apenas 100 personas. La pasión roja enmudeció toda conversación externa. Nada importaba, solo la lucha. ¿Dejó de serlo alguna vez?

Tenías a los comandos de distintas formas de la izquierda congregados en un solo lugar.

Al fondo, una anciana sostenía tímidamente una pañoleta amarilla de No + AFP. Cinco escalones delante, un anciano vestido como guerrillero cubano afirmaba una bandera del Movimiento de Acción Unitaria Popular (MAPU). Claudio Ruiz se llamaba, representante del MAPU y estaba ahí porque la “verdadera izquierda” solo puede ser la de Artés. “Allá en el sur la izquierda se fragmentó. Unos se quedaron y los otros se fueron a negociar con el gobierno, con los liberales. Hasta la izquierda cristiana se fue”, dijo por debajo del entusiasmo incontrolable de los asistentes. El inconformismo con la izquierda institucional o moderna es un factor de unión entre los adherentes al profesor. La socialdemocracia es una farsa para ellos, una tergiversación liberal de los verdaderos valores marxistas. 

Cuando el profesor llegó a la cima de la escalera y habló, todos enmudecieron. Algunos no pudieron controlar el ansia y gritaron rabiosos. No hubo intentos de acallar o de mantener un orden. Había indignación, reproches que lanzar, ajusticiamientos que exigir. Y Artés fue un reflejo de dicha emoción. Clamó en provocación de sus oponentes políticos. “Los fascistas”, “los antipatriotas”, “la ultraderecha”. “¡Kaiser, acércate por estos lados!”, dijo con un ademán de confrontación “¿A dónde están tus mercenarios que te acompañan? ¿Los guardias? ¿Los camiones antibalas? ¿A dónde están? Aquí estamos, compañeros. Nosotros, así, con el cuero, de compañero a compañero, de compañera a compañera. Aquí estamos todos, sin miedo, con valentía, diciendo que Chile va a cambiar, es necesario y lo vamos a hacer”.

Apuntó a esa prensa con la que ha tenido roces en instancias como los debates ARCHI. Gritó a “esos mentirosos, a esa prensa basura que a uno lo invitan exclusivamente para tratar de quedar mal”. Los periodistas presentes no dijeron nada. Algunos asintieron y rieron. Otros solo se quedaron en silencio. Quien habló hasta quebrarse la voz fue un hombre de tez curtida por el sol  y gorra negra. Cargaba una bandera azul.

-“¡Justicia para Julia Chuñil!”- fue la frase suscitó ovaciones y reclamos al aire.

Otros personajes recibieron plegarias: Héctor Llaitul y Comandante Ramiro. Esos que flotan en un purgatorio, pues el país se divide entre quienes buscan alzarlos como héroes y quienes quieren tenerlos en prisión. En el perímetro de esas escaleras vivía un ideal encarnado en gritos y aullidos. Por ellos, irían al corazón mismo del sistema y lo destruirían para construir uno nuevo sobre sus cimientos.  El sueño de la victoria vivía en el ruido de esa tarde, por muy lejos que esta estuviese. “Aquí hay pueblo, hay jóvenes, hay compañeras y compañeros. Y vamos a avanzar, vamos a ir a los lugares de estudios, de vivienda, vamos a conversar con la familia, con los amigos, a todo el mundo les vamos a decir que hemos comenzado a ponernos de pie, que la izquierda existe, que la izquierda es potente, que la izquierda tiene propuestas y no solamente propuestas, tiene ganas, compañeros, de cambiar el siglo”, lanzó Artés.

El profe fue descendiendo en la escalinata para acercarse a sus seguidores. Hubo fotos, regalos, preguntas. En el centro de la turba, todos querían tocar al candidato, registrar en su historia fotográfica. 100 personas fueron suficientes para  olvidar los números, las estadísticas, los datos de encuesta, las fragilidades y las posibilidades.

“El triunfo va a ser… no va a ser electoral”, dijo Jaime Droguett ese día viernes 24 de octubre. “En algún momento se va a triunfar, pero yo creo que va a ser en una revolución. El acto electoral sirve para ganar fuerza, para que se haga visibilidad y para que el discurso llegue a las masas . Me acuerdo lo que decía Luis Emilio Recabarren, los comunistas no van al congreso para engañar a la gente y decir que desde el congreso van a hacer cambio, sino que desde el congreso demostrar al pueblo, a las masas que el parlamentarismo es inútil y que los cambios necesitan una revolución, no una elección”, citó antes de estrechar las manos de los presentes y regalar unas últimas palabras.

Se fueron todos a casa con una certeza . El 16 ya no es el final. Es solo un paso más. Cayó la tarde y ya no ondeaban las banderas. Después de la furia del discurso, llegaron las risas. 


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