Son cerca de 24.000 los encuestadores y encuestadoras que desde el 9 de marzo y por cuatro meses estarán desplegados por el territorio nacional recolectando casa por casa los datos que alimentarán el Censo de Población y Vivienda 2024, el mayor hito estadístico de nuestro país. Una labor que no está exenta de complejidades, desafíos y riesgos, porque las condiciones demográficas y de seguridad no son las mismas en todas partes. En medio de una profunda crisis de seguridad que atraviesa Chile, ¿cómo es censar en las denominadas “zonas rojas”? El mismo diseño del censo identifica estos lugares como Áreas de Levantamiento Focalizado (ALF), sectores donde los y las censistas se exponen a posibles ataques, agresiones y otros peligros. Rodrigo Díaz, estudiante de Periodismo UAH y censista, cuenta en esta crónica que reporteó y escribió junto a su compañera Ailine Jodre, cómo se lleva a cabo un censo en uno de estos lugares, cuáles son los desafíos y cómo el rol de los encargados de grupo y la comunicación son sus compañeros en el trabajo en terreno les permiten sortear y enfrentar riesgos que ya otros censistas han tenido que lamentar.
Por Ailine Jodre y Rodrigo Díaz Raquelich
Comienza una nueva jornada. Son las 06:00 am del 20 de marzo y la única certeza es la incertidumbre. No es primera vez que iré a censar a un sector considerado “complicado” y este, en particular, no lo es tanto para mí, pues frecuentemente lo transito. Sí, es un lugar que tiene sus complejidades, donde la droga ha generado estragos y el Estado pareciera no poder acceder. Aquí, en Villa Las Hortencias, en San Bernardo, como en tantos otros sectores similares de Chile, es más fácil ser un soldado del narco que convertirse en alguien que sale adelante a pesar del contexto adverso.
Es lo que muchos servicios, tanto públicos como privados, catalogan como una zona roja, un barrio crítico, o bien, como se le conoce en la nomenclatura de quienes están a cargo de llevar a cabo el Censo de Población y Vivienda 2024, un Área de Levantamiento Focalizado (ALF). Así se definen en la resolución que emitió en febrero el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) para establecer las fechas de inicio del trabajo de campo:
Áreas de Levantamiento Focalizado: aquellas que pueden comprender una o más manzanas o áreas de levantamiento donde se prevé o se tenga conocimiento de la ocurrencia de hechos de violencia, amenazas, ataques armados o incendiarios, robos, asaltos o daño a la propiedad tanto pública como privada, o, en definitiva, circunstancias que pongan en riesgo la integridad física de los y las censistas que deban realizar labores de recolección en dichas áreas.
Hace unas semanas nos tocó censar en una de esas ALF: un conjunto de blocks ubicado en el sector de Padre Hurtado con Pirineos, también en la comuna de San Bernardo. Antes de ir, nos explicaron que, por las complejidades demográficas del lugar, debíamos abordarlo de una manera diferente a como se nos enseñó en la capacitación que nos dio el INE al comienzo del Censo. La primera diferencia es que sería algo así como una misión de choque, con muchos grupos de censistas dispuestos para ir a esos sitios en una sola jornada. La orden fue llamar a la vivienda, y si no sale ningún residente, dejar un papel con una invitación para realizar el Censo en línea de manera autónoma, con un código personal e intransferible, y salir rápido. Lo anterior contrasta con la práctica habitual, en la que se realizan dos visitas y, luego de no obtener respuestas, recién entonces se deja el código para que los habitantes puedan autocensarse en línea.
Eso sí, el cuadrante que abarca Padre Hurtado-Pirineos-Luis Uribe-Las Nieves no estaba categorizada oficialmente como una ALF, pero en la práctica sí lo es. Mis compañeros y yo conocemos el sector, y todos sabemos que en varios departamentos de esa zona trafican distintos tipos de drogas y que, cada cierto tiempo, en esas calles hay peleas entre bandas rivales. De hecho, nos tocó que un día, mientras censábamos, tanto mi grupo como otros que estaban cerca fuimos testigos de un gran operativo de la Policía de Investigaciones (PDI) en el que se allanaron unos 40 domicilios, se detuvo a unas 19 personas, se incautaron al menos 15 armas de fuego y se desbarataron bandas dedicadas al tráfico de drogas y de armas, además de estar vinculadas a diversos homicidios cometidos en la capital. Tuvimos que salir rápidamente del lugar y ser trasladados rápidamente en furgones dispuestos por el INE hasta el local censal.
Aunque el INE nos envió por correo un protocolo sobre cómo actuar en caso de situaciones complejas, como accidentes o ser víctima de algún delito, al salir a censar en lugares complicados existe una permanente incertidumbre sobre si uno volverá sano y salvo al hogar.
Casos han ocurrido. En marzo se supo que una censista en Rancagua sintió primero un estruendo y luego un dolor en su pierna: le habían disparado un balín de acero. A otra, en Lautaro, un hombre la obligó a punta de rifle a ingresar a su domicilio, donde luego abusó sexualmente de ella. En Independencia, hace poco asaltaron a uno con golpes de pistola y, como ha ocurrido en varios otros lugares, en Ovalle a otro censista le robaron a la fuerza su celular.
Lo anterior ha hecho que la relación que se forma entre censistas sea positiva y, casi, de amistad. Más allá de si uno busca o no este tipo de vínculos, es inevitable establecer lazos, y esos lazos se han ido expandiendo a censistas de otros lugares gracias a los grupos ad hoc que se crearon en Whatsapp.
Fue así como conocí a Lucía, quien ha estado censando en el sector donde está la Población La Legua Emergencia, en la comuna de San Joaquín. Ella comenta que, a pesar de los resguardos que han tomado, se ha visto enfrentada a varias situaciones hostiles o incluso violentas, como ver un lanzazo (definido en el Diccionario de Americanismos como un “robo sorpresivo seguido de una huida veloz), o cuando a una compañera suya un hombre no le quiso contestar la encuesta y la agredió con un “pechazo”.
Cae la noche
Ahora que cambió la hora, se ha vuelto más complejo censar en las tardes: oscurece más temprano y transitar por estas ALF se vuelve incluso más riesgoso. Lucía cuenta que en La Legua no pueden censar más allá de las 18:00, lo mismo que en el sector donde estoy censando por estos días, y ese criterio para este tipo de sectores resulta lógico: cayendo la oscuridad, reina la inseguridad.
Pero ese criterio no se sigue para todos los lugares, porque antes de acudir al sector donde entramos, estuvimos en uno que podría haber calificado perfectamente como ALF, pero no se definió así. Afortunadamente, nuestro coordinador de grupo fue criterioso y abordamos esa zona como si lo fuera: entramos y salimos de cada block todos juntos; parecíamos un grupo de niños de jardín infantil, liderados por la parvularia. Más allá de lo irrisorio de la escena, era la manera más segura para el grupo.
Fue allí cuando, al finalizar la ronda en uno de los conjuntos de blocks, un grupo de jóvenes –que luego sabríamos que eran narcotraficantes–, nos miraban con atención y sospecha. El coordinador de nuestro grupo se acercó a hablar con ellos para explicarles que nosotros solamente estábamos censando, y que no nos interesaba nada más que cumplir nuestra labor. La explicación, al parecer, fue satisfactoria, porque al menos por ese rato se retiraron, aunque luego empezaron a aparecer consumidores habituales que se nos acercaban a quienes estábamos censando para preguntarnos si es que teníamos “algo” que venderles.
Vivencias como estas hacen reflexionar sobre cómo el narco se ha expandido hasta tomar el control de muchos sectores al interior de villas y poblaciones a lo largo del país, precisamente aquellos donde el Estado pareciera no estar ni satisfacer los requerimientos mínimos de sus habitantes. Ya en 2021, una investigación de CIPER identificó la existencia de al menos 174 sectores de ese tipo sólo en la Región Metropolitana, barrios donde el tráfico de drogas es visto por una importante parte de la población como una alternativa más que válida para la promoción social y su desarrollo económico, al punto de considerarlo un “trabajo”, tal como nos comentó una vecina, que nos recomendó que no fuéramos a censar a una torre determinada después del mediodía, porque llegaban personas de otros lugares de Santiago a “trabajar”.
Al consultar para este artículo en el INE sobre cómo se han estado abordando las situaciones de acoso, hostigamiento y/o violencia que han enfrentado censistas a lo largo de este proceso censal, declinaron a entregar respuestas y sólo nos remitieron al sitio web oficial del Censo 2024, a la sección de boletines, donde ni siquiera hay referencia alguna a ese tipo de situaciones, ni menos al catastro oficial de ALF identificadas para este proceso de levantamiento de información demográfica.
Sólo después de buscar por muchas páginas de internet, entre los papeles que nos entregaron en las capacitaciones del INE y tras consultar con diversas personas, dimos con el “Protocolo de Seguro Accidentes Personales”, cuya existencia era desconocida entre muchos censistas, incluyéndome.
En dicho documento se encuentra la información oficial con la explicación del Seguro de accidentes personales que contrató el INE, sobre la cobertura del mismo, un flujograma sobre cómo un o una censista debe de actuar en caso de accidente o de ser víctima de un asalto con robo de especies, como así también la cobertura de gastos médicos y sus respectivos reembolsos. Sin embargo, al leerlo detenidamente, no existe un protocolo con respecto a qué se tiene que hacer o cómo hay que actuar en caso de que se tenga que trabajar en un AFL.
Al ser consultado, para este artículo, Gustavo Cofré, presidente del Sindicato de Trabajadores de Honorarios del INE, me preguntó muy interesado si había ido a censar a un AFL e incluso si había tenido algún contacto cercano con narcotraficantes. También me comentó que el sindicato se mostró muy colaborativo con el Censo, aunque esta acción no sea recíproca y que evalúan realizar una denuncia mediática con respecto a la poca preocupación de la integridad física y psicológica del censista para generar más respeto a los trabajadores y se den cuenta que no son un número, sino que personas como cualquier otra.
Otros problemas en terreno
Como en todo trabajo, hay que detenerse en algún momento para almorzar, descansar y retomar fuerzas o, incluso, ir al baño, sin embargo, esto se ha transformado en un verdadero dolor de cabeza, ya que no siempre existe la coordinación para que exista un lugar cercano donde poder comer ni hacer las necesidades de manera digna, situación que se complejiza aún más en este tipo de zonas.
Ahí cobra mayor relevancia el rol del coordinador de grupo, la persona encargada de liderar a las cuadrillas de censistas en terreno y que tiene entre sus atribuciones velar por la integridad del grupo.
En el caso de los baños, supuestamente habría una coordinación con las respectivas juntas de vecinos de los lugares donde trabajaríamos durante los cuatro meses que dura el proceso de recolección de datos de campo, pero no siempre ha ocurrido así. Varias veces nos hemos encontrado con sedes sociales cerradas y/o inhabilitadas para que pudiésemos hacer uso básico de ellas.
En un momento en que empiezan a cambiar las condiciones climáticas, con bajas en las temperaturas y el inicio de la temporada de lluvias, quedan dudas respecto de cómo se velará para garantizar tanto la seguridad como las condiciones mínimas que tendrán los censistas para realizar nuestra labor. A pesar de todo, tenemos la esperanza de que no nos pase nada malo, ni a mí ni a mis compañeros y compañeras, que ojalá podamos desarrollar nuestra tarea de la mejor forma posible para dar un buen cierre a este proceso que, a fin de cuentas, es de todos los chilenos y chilenas y que servirá no sólo para saber cuántos somos y cómo vivimos, sino que también para establecer bases que permitan la toma de decisiones en materia de políticas públicas que beneficien a la ciudadanía.