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A 30 años de la Libertadores: la noche en que Colo Colo se adueñó de la transición

Por ~ Publicado el 5 junio 2021

Tres goles marcaron hace 30 años un antes y un después en la historia del fútbol nacional.  Colo Colo salía campeón de la Copa Libertadores, convirtiéndose, hasta ahora, en el único club chileno que se ha consagrado campeón en el torneo de equipos más importante del continente. No sólo era un hito para el deporte en Chile, sino que además se convirtió en un momento clave para la unión de un pueblo que venía recién dejando atrás una dictadura de 17 años, con heridas todavía abiertas y frescas, e intentando dar forma a un proceso de transición a la democracia marcado por la polarización de la ciudadanía. La celebración, la algarabía y los desmanes quedaron en el recuerdo, pero la historia sigue viva tres décadas después.

Por Diego Muñoz y Francisco Rosales*


*Este reportaje fue realizado para el Taller de Reportajes y Perfiles de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, dictado por el profesor Franco Fasola. 

La Copa Libertadores de América es el trofeo más importante de clubes de fútbol a nivel continental, y de los equipos chilenos, sólo uno la ha levantado: Colo Colo 1991. ¿Tuvo esto algún impacto en la sociedad chilena? Un dato que responde a esa pregunta se encuentra en el Registro Civil: al año siguiente aumentó de forma explosiva la inscripción de dos nombres, Mirko y Marcelo Pablo.

El primero tiene que ver con Mirko Jozić, quien entonces dirigía la escuadra alba, un director técnico croata que ya había logrado ganar un campeonato europeo y un mundial sub-18 cuando estuvo a la cabeza de la selección juvenil de Yugoslavia. Fue precisamente ese último torneo, jugado en 1987 en Chile, su primer contacto con el país. Y ya entonces lo sondeaban para quedarse. Al término de ese mismo año volvió para hacerse cargo de las inferiores de Colo Colo, aunque duró poco; en menos de un año ya estaba de vuelta en Yugoslavia.     

Sin embargo, la intención del club de traerlo de vuelta para comandar su primer equipo se concretó en 1990: con el arribo de Jozić, Colo Colo cambiaba su estrategia por un juego mucho más agresivo y comenzaba un camino que culminaría con una de las más importantes hazañas del deporte nacional.   

El otro nombre se relaciona con uno de los principales referentes de ese plantel y figura histórica indiscutida del club: Marcelo Pablo Barticcioto, el delantero argentino -nacionalizado chileno dos años después- que en esa versión de la Libertadores convirtió tres goles, uno de ellos en la semifinal con Boca Juniors.  

Por medio de la Ley de Transparencia, la editorial Gol Triste solicitó al Registro Civil los datos sobre la cantidad de niños nacidos tras esa histórica campaña y sus nombres (ver publicación). Para 1987, los menores llamados Marcelo Pablo o Mirko eran muy pocos. Pero tras el triunfo por 3-0 frente a Olimpia de Paraguay en la final de ese 5 de junio de 1991 en el estadio Monumental, el número aumentó, y ya en 1992 se registraba en Chile la inscripción de 300 niños llamados Mirko y más de 50 llamados Marcelo Pablo. 

Pero más allá de eso, el campeonato de Colo Colo implicó otras cosas mucho más profundas en un país convulso y en constante tensión. Fue, para algunos, un antes y un después, un momento de euforia y revelación de un Chile que se había mantenido oculto y reprimido tras 17 años de dictadura; un Chile que explotaba como una olla en ebullición. Así lo recuerda el periodista y escritor, Axel Pickett, actual director de Ediciones Cinco Ases:

“Este triunfo, en términos sociales, fue mostrando un Chile que después fue apareciendo con mayor frecuencia, que dejó al neoliberalismo como herencia y que luego, con los años de la Concertación, se fue profundizando; el Chile que está al margen de todo. Los disturbios que hubo en la celebración del triunfo de Colo Colo en Plaza Italia era algo a lo que no se estaba habituado: esos destrozos, esos saqueos, esa rabia contra todo… Fue una de las primeras veces que apareció en el centro de la ciudad esa liberación de rabia acumulada, fue una de las primeras veces que apareció el otro Chile”.

 

Tensiones políticas 

Chile, junio de 1991. Hacía tan sólo un año y tres meses que Augusto Pinochet había traspasado el mando del país tras encabezar por 17 años una de las dictaduras más sangrientas y duras de la región. Con ello, se acababa una de las épocas más oscuras en la historia nacional, con violaciones sistemáticas y constantes a los derechos humanos, ejecuciones, miles de desaparecidos y exiliados, pero los y las chilenas seguían fuertemente polarizados. 

La transición a la democracia recién tomaba forma, con Patricio Aylwin (DC) como el primer Presidente de la República electo luego de que la ciudadanía, a través de un plebiscito en 1988, eligiera poner fin al régimen militar de Pinochet. La tarea, por entonces, era difícil: construir nuevamente un país e intentar sanar heridas todavía abiertas y frescas. 

Cuatro meses antes, en febrero de 1991, se hacía entrega del Informe Rettig, donde se consignaban 3.350 casos de vulneraciones a los derechos humanos. Y ese mismo año, en medio de la campaña de Colo Colo, el senador Jaime Guzmán, fundador de la UDI, uno de los más influyentes colaboradores civiles de la dictadura y uno de los principales redactores de la actual Constitución, fue asesinado a tiros tras una emboscada a la salida del Campus Oriente de la Universidad Católica, en Providencia. Había democracia, pero no eran precisamente tiempos de paz.

Ese era el contexto, y el camino de Colo Colo en la Copa Libertadores, de algún modo, logró bajar en algo las tensiones que aún se vivían en el país, alegrando no sólo a los colocolinos, sino que a gran parte de la población. 

“Que hinchas azules griten los goles de Colo Colo o que rivales políticos que hace un rato estaban encarcelando unos a otros y mandándose a matar ahora estén viajando juntos a ver al equipo y gritando juntos un ceacheí es algo hermoso”, señala Álvaro Campos, uno de los fundadores de Gol Triste Ediciones y autor de “91” y diversos libros del cacique.

 

El camino a la gloria

Los albos comenzaron con una sólida fase de grupos: ningún otro equipo les pudo ganar. De los seis partidos ida y vuelta, tres fueron victorias y tres empates. Invictos. En los octavos se enfrentarían a Universitario de Deportes, de Perú. En una compleja llave, el cacique se impuso por 2 a 1, tras empatar sin goles en su visita a Lima en la ida. Por los cuartos, Colo Colo sería un vendaval, goleando por 4-0 a Nacional de Uruguay en el estadio Monumental, aunque en el partido de vuelta sufrieron su primera derrota en la copa por 2-0. No fue suficiente para pararlos y siguieron en carrera.

Los chilenos, con la convicción de que estaban ad-portas de lograr algo grande, viajaron a Buenos Aires para jugar la ida de lo que muchos consideraban una “final anticipada”: allá, en la Bombonera, los esperaba Boca Juniors, uno de los equipos más fuertes de Argentina y de Sudamérica. 

En un partido muy disputado y parejo, el cacique cayó por 1-0. Sin embargo, los protagonistas se mostraron conformes y esperanzados en dar vuelta la llave en el Monumental, como dijo hace un par de años en entrevista a DaleAlbo el volante Rubén Espinoza: “Pese a que perdimos con un penal discutible, sabíamos que en el Monumental nos hacíamos demasiado fuertes por el apoyo de casi 65 mil personas que hacían que nuestro rendimiento subiera muchísimo, no nos cabía la menor duda de que lo dábamos vuelta”.

En la revancha, que contaba con un estadio Monumental hecho una caldera, Colo Colo se impondría por 3-1 a los argentinos, resultado no exento de polémicas: quedaron en el registro las invasiones a la cancha; la pelea entre jugadores xeneizes y reporteros gráficos; la agresividad y furia de Oscar Washington Tabárez, por entonces director técnico de Boca; la mordida de un perro policial al portero Navarro Montoya; y centenares de detenidos para culminar esta noche en una mezcla de euforia y bochorno.

Portada del diario La Tercera tras el triunfo de Colo Colo en semifinales frente a Boca Juniors.

Portada del diario La Tercera tras el triunfo de Colo Colo en semifinales frente a Boca Juniors.

Luego vendría la final, la segunda de Colo Colo en la Libertadores -la primera fue en 1973, frente a Independiente de Avellaneda-. ¿El destino? Asunción, la capital de Paraguay, donde enfrentarían de ida a Olimpia. Fecha: 29 de mayo de 1991. Resultado: 0-0. 

Para el partido de vuelta, la noche era fría. Aun así, el estadio estaba repleto, lleno de emoción y nerviosismo, pues el conjunto albo recibía al cuadro paraguayo, que por entonces defendía el título. Era el miércoles 5 de junio de 1991. Primero fueron los dos goles que marcó Luis Pérez, un jugador que venía de préstamo desde Universidad Católica y que durante todo el campeonato apenas había figurado. Después, un tercer gol de Leonel Herrera en el epílogo del encuentro. 3-0 mostraba el marcador a favor del cacique. Se desataba así la alegría y euforia en el Monumental, mientras millones de chilenos festejaban en sus casas y salían a la calle a gritar “¡se mira y se toca!”.

 

Unión, celebración y euforia 

El pueblo necesitaba una alegría, y fue Colo Colo ‘91 el que destapó lágrimas de emoción y gritos de felicidad. Según Axel Pickett, el triunfo del cuadro albo fue “la primera gran alegría del pueblo en un tema no político tras el retorno a la democracia”. 

Las celebraciones de esa noche se extendieron a lo largo y ancho del territorio nacional. No era algo sólo de colocolinos, sino que hinchas de todos los equipos se plegaron, algo sin precedentes en la historia futbolística chilena. Los colores no eran excusa y el cacique recibía apoyo de todos los bandos. La gran final fue transmitida en conjunto por TVN y Canal 13 y, luego del triunfo, hubo “especiales” en casi todos los canales de televisión y otros medios de comunicación: no importaba el formato ni el área de cobertura, todos querían informar acerca de la mayor hazaña del fútbol nacional de clubes. 

Para Álvaro Campos, “es innegable que la Libertadores tuvo algo más, algo distinto e irrepetible. Fue un fenómeno de masas que no se volvió a ver: la final la transmitieron los dos canales más grandes en conjunto, y hubo especiales de las revistas Análisis y Cosas, que no tenían nada en común con el fútbol ni entre sí. Los hinchas de otros equipos apoyaron activamente a los albos y la alegría que desbordó al país fue auténtica y genuina, como señalan inequívocamente todos los testimonios al respecto. Se podría decir que la efervescencia de la Libertadores no se había vivido antes ni se vivió después, aunque haría falta un trabajo más preciso para determinar bien qué es lo que no se repite”.

Periodista de TVN cubriendo las celebraciones en Plaza Italia tras el triunfo de Colo Colo en la final de la Copa Libertadores 1991.

Periodista de TVN cubriendo las celebraciones en Plaza Italia tras el triunfo de Colo Colo en la final de la Copa Libertadores 1991.

Por supuesto, la celebración pronto derivó en disturbios. Tras la algarabía, celebraciones y caravanas a lo largo de Chile, la noche terminó con 10 fallecidos, 135 heridos y aproximadamente 300 detenidos, según informó Carabineros.  

Más allá de la polémica, lo que ocurrió esa noche hace 30 años en la cancha del Monumental marcó un antes y un después para el deporte chileno y para una sociedad que, por unas cuantas horas, se paralizó. 

“No es a Colo Colo a quien le correspondía enjuiciar a los militares, por ejemplo, ni lograr que los derechos humanos se respeten en Chile desde la primera infancia. A un equipo de fútbol lo que corresponde pedirle es que nos emocione, y Colo Colo ‘91 nos sigue emocionando cada junio a todos los que vivimos esa noche fría. En esa emoción compartida hay una unión verdadera”, dice Campos.

 

 

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