Por Alfredo Sepúlveda*
{*Profesor escuela de periodismo UAH. Director de Comunicar}
Mientras escribo estas líneas, el gobierno de Estados Unidos intenta salvar la situación luego del veto que los republicanos del Senado le dieron a la plata para salvar a “los tres grandes”: las tres grandes compañías automotrices de Estados Unidos: la Ford, la Chrysler y la General Motors.
¿Hay que salvarlas?
Su muerte va a ser un desastre financiero. Las bolsas se van a ir al pozo más rápidamente de lo que lo han hecho hasta ahora. ¿General Motors quebrado?
Sin embargo, la sobrevida de las tres grandes va a significar más de lo mismo: autos buenos para gastar bencina, acabar con el petróleo, calentar la atmósfera y producir CO2.
Leo un par de páginas del último libro de Thomas L. Friedman, “Caliente, plano y repleto”. Se refiere a la evolución de la industria automotriz norteamericana y su relación con el consumo de combustible. Hagamos una larga historia corta.
Con posterioridad al embargo de los países árabes productores de petróleo a comienzos de los setenta, los presidentes Ford y Carter impulsaron políticas de eficiencia energéticas fuertes. Obligaron a que en diez años la industria doblara la eficiencia de consumo de gasolina en autos de pasajeros, hasta llegar a los 11,4 kilómetros por litro. Esto se logró hacia 1985.
Sin embargo, pasada esta gesta, y sin problemas de aprovisionamiento de petróleo, no hubo políticas públicas en Estados Unidos para seguir avanzando. De hecho, la industria automotriz realizó un siempre efectivo lobby en el congreso que, por lo menos hasta 2007, mantuvo los 11,4 km. por litro como la regulación. Recién en 2007 se logró mejorar el estándar de eficiencia. La industria tendrá que lograr 14 kilómetros por litro para 2020.
Pero hay muchos autos, los famosos Sport Utility Vehicles, o SUV, andando hoy en Chile, dirán ustedes, que no dan pero ni llorando los 11,4 kms. por litro obligatorios. Pues bien, es que consiguieron, siempre con un caro y efectivo lobby, que la ley no los considere autos livianos, sino camionetas, que tienen una obligación de eficiencia menos restringida: sólo 8,6 kms. por litro.
La industria se defiende con el argumento de que ellos producen lo que la sociedad quiere. Y no dejan de tener razón. Por lo demás, uno de los argumentos en contra de subir cada vez más los estándares de eficiencia en el consumo de gasolina es el efecto rebote: si gasto menos en bencina, voy a usar más el auto, lo que al menos anularía todas las buenas intenciones de esta política, como lo dice Steven Plotkin, del Centro para Investigación en Transporte de Estados Unidos, en este documento que estudia las condiciones para subir los estándares en ese país.