Se puede ser líder y persona a la vez. Se puede ser transparente y pudoroso, honesto y atinado. Tengo la sensación de que anoche no quedó claro si somos lesos o descubrimos que tenemos a cuatro extraterrestres luchando por el trono. Cuántos de ellos son lobito disfrazado de cordero, no lo sabemos.
Anoche rondó la pregunta: ¿Cambia un debate la intención de voto? Depende, el que organizó Canal 13, con todas sus fortalezas de formato y los grados de interacción, ayudó al atractivo del programa y quizá solo rozó aquel punto que sí pienso podría afectar la decisión de un elector. Porque más allá de los programas de gobierno, las ideas que hay detrás de esas promesas -que algo conocemos-, lo que podría revelar un programa de TV es algo más complejo y arriesgado. Me refiero a poner a los candidatos en “situación de gobierno” para medir su capacidad de liderazgo y competencia emocional. Por ejemplo, cómo se comportarían ante eventuales disyuntivas, aquellas más complicadas, las que requieren de una decisión compleja. Sería interesante conocer la capacidad de reacción de los futuros gobernantes ante un problema de consecuencias insospechadas, el manejo del estrés, la forma de mandar a sus subordinados, las técnicas que utiliza en una discusión para seducir y convencer. ¿Gritan, levantan la voz, se sulfuran, arremeten a garabatos? O por el contrario, callan, se retiran a meditar, consultan con un par de personas (¿con quién?), delegan, se taiman, arrastran las decisiones.
Es ese rasgo de personalidad lo que no conocemos todavía, quizá con la excepción de Frei dada su experiencia anterior en La Moneda. Y como hoy tenemos todas las herramientas a la mano para maquillar a los candidatos y así mostrar más a lo que se aspira que lo que se es, es muy difícil identificar los aspectos más vulnerables del carácter de cada uno. Los medios tampoco ayudan mucho, se quedan en lo mismos temas, sin riesgo de cruzar la frontera de aquello que tiene que ver con la reflexión más crítica, más profunda, más analítica. En el fondo cómo hacer para enfrentar a los candidatos a situaciones de realidad. Anoche, por ejemplo, hubo un momento que pudo haberse aprovechado para indagar en otras áreas pero quedó claro que eso se salía de libreto y por lo tanto nadie estaba dispuesto al riesgo. ¿Por qué les costó tanto nombrar un defecto? ¿Es que nadie es disperso, tacaño, obstinado o lujurioso? ¿Era frívola la pregunta? Puede ser si el juego terminaba allí, como así ocurrió, pero no lo es si hubiese abierto un espacio para discutir sobre las cualidades que debe tener un gobernante del Bicentenario. ¿De qué madera están hechos estos señores que no son capaces de reconocer ninguna traba? Estoy segura de que Bachelet habría nombrado unas cuantas. Y ahí está su porcentaje de adhesión: en su capacidad de revelarse como ser humano.
Se puede ser líder y persona a la vez. Se puede ser transparente y pudoroso, honesto y atinado. Tengo la sensación de que anoche no quedó claro si somos lesos o descubrimos que tenemos a cuatro extraterrestres luchando por el trono. Cuántos de ellos son lobito disfrazado de cordero, no lo sabemos. Cuántas sonrisas y palmoteos cínicos luego se transformarán en despidos inminentes, ni idea. Cuántas respuestas de buena crianza, aprendidas en manuales, ya en el gobierno serán reemplazadas por frases prepotentes, imagino varias. Cuánta de aquella capacidad de escuchar a miles de ciudadanos que los abordan en las ferias y plazas, una vez en el poder se transformará en desprecio por aquellos que joden y reclaman de puro ignorantes. Habría que inventar un formato. Una especie de reality que los someta a un chequeo de su inteligencia emocional. Algo que sugiera cómo va a llevar las ideas a puerto. Eso es lo que necesitamos saber, además de sus programas a los cuales la sociedad chilena nunca les ha pedido mucho accountability.
Con tanto asesor, tanto texto de cómo alcanzar el triunfo, tanta frase elaborada en el escritorio de un creativo publicitario, tanta mirada al celular para leer los twitter y mensajes de texto, me huele que los ciudadanos no manejamos bien algunas claves. En un régimen presidencialista exagerado como el que tenemos, es bien arriesgado no tener muy claro quién es realmente usted, como habría dicho Enrique Bravo Menadier.