Opinión

Los riesgos del “en vivo”: ¿cuándo apagar las cámaras?

Por ~ Publicado el 11 julio 2013

La cobertura en directo del accidente en el Cerro Manquehue —que le costó la vida a un joven de 17 años— motiva esta reflexión sobre el tratamiento del dolor en los medios.

En coberturas de catástrofes es difícil mantener el control mediático, debido a que generalmente las situaciones a las que se ven enfrentado los periodistas son caóticas y no siguen un curso esperado. Tal como señala Camps (1999), este tipo de tratamiento informativo es uno de los más complejos debido a que, entre otras cosas, “la emergencia permanece por varias horas […] lo que puede llevar al caos, a la urgencia y al stress”. Esto se aplica tanto a la comunidad afectada y a la audiencia, como a las emociones de los mismos periodistas.

Si bien el caso del joven desaparecido y hallado muerto en una quebrada del cerro Manquehue no responde a lo que se denomina como cobertura de catástrofe, sí posee ciertas características que lo asemejan a este tipo de noticias y que son las que generaron tantas críticas por parte de la opinión pública.

Específicamente al tratarse de dos programas matinales —”Buenos Días a Todos” (TVN) y “Bienvenidos” (Canal 13)— que se encontraban despachando en vivo la búsqueda del menor, el manejo de los eventos es mucho menor que el de una nota grabada (cuento aparte es si se justifica o no el despacho en vivo, a esa hora de la mañana, de una situación como la acontecida).

Entonces, ¿era previsible enterarnos al aire del hallazgo del cuerpo del joven? Lo más probable es que sí, debido a que de acuerdo a los antecedentes del accidente era muy difícil que al caer por una quebrada se encontrara a Benjamín Vargas con vida.

No obstante, sin el afán de defender a ciegas a los medios (sin ir más lejos, sólo ayer se presentaron 31 denuncias en contra de los dos matinales ante el Consejo Nacional de Televisión), me parece que la labor de Carabineros debería haber sido más cuidadosa al momento de acercarse a los padres de las víctimas para darles la noticia de la confirmación de la muerte. Por eso son poco comprensibles las declaraciones del comandante Edwin Valdés: “la prensa estaba encima, nos rodearon por completo. No había otro lugar, la prensa se abalanzó”.

Sumado a esto, lo que algunos denominan como “censura” de los animadores al solicitar que apartaran la cámara de los padres del menor, no es más que un ejercicio de sentido común y respeto frente a una situación que ya había pasado a llevar una de las cosas más íntimas de las personas: el dolor.

¿Podemos publicar sobre el dolor entonces? Si bien lo íntimo no es comunicable ni informable, hay que considerar que en ciertas ocasiones dar cuenta del padecimiento de una persona es parte esencial de la comunicación, ya que en esa entrega tan personal —y consentida— hay algo que no puede separarse de lo meramente informativo, como en el caso analizado.

Mas no puedo obviar que lo anterior podría ser refutado con el sensacionalismo propio de la TV y a lo que, en general, nos tienen acostumbrados programas como los matinales. Sin embargo, no siempre la culpa la tienen los periodistas per se, no siempre hay un afán de exhibicionismo y, a veces, sólo media el poco tino de no apagar las cámaras en una instancia que a pesar de haberse hecho pública, igualmente guarda ribetes privados: la muerte de un ser querido.

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