Defienden explícitamente las ideas de la derecha, quieren disputar un espacio en el kiosco y no ven internet como el eje de su negocio. Además, Lyon cree que su humor es más producido que el de otros medios: “Tratamos de enfocarnos más en la ironía pero sin llegar a ser ordinarios”, afirma.

Juan José Lyon en la oficina de Ají Verde, en el Paseo Huérfanos. Foto: Patricio Contreras.
Es inevitable describirlo como el The Clinic de la derecha liberal: una publicación quincenal, con caricaturas en la portada, noticias falsas y dardos contra figuras de la Concertación o los líderes de los movimientos sociales, como Camila Vallejo o Giorgio Jackson.
Ají Verde comenzó a circular en kioscos a principios de julio. A fines de agosto ya tenían un tiraje de entre ocho y nueve mil ejemplares y 300 suscriptores de la edición en papel. “Necesitamos mil de aquí a fin de año, para poder vivir en los próximos meses”, afirma Juan José Lyon, editor de la publicación.
El tema del financiamiento de Ají Verde ha sido polémico. Tanto Santiago Ried, director de la publicación, y Alejandro Cajas, gerente general, trabajaron en el Gobierno de Sebastián Piñera como asesor y funcionario, respectivamente. La vinculación generó suspicacias en redes sociales y en medios como Cambio 21.
Lyon enfrenta las críticas. “Hay gente que nos pregunta de dónde viene la plata, y primero que todo no es tan difícil porque la revista tampoco es tan tan tan cara. Nos financiamos a través de gente que ha creído en nosotros y ha puesto plata y también de Santiago [Ried] y Alejandro [Cajas] y sus amigos, que tomaron riesgos. Tienen préstamos gigantes los dos y sacaron esta revista. La idea, ojalá, es recuperar esa plata” .
Ají Verde tiene un equipo pequeño, compuesto por seis personas más una practicante que se integró recientemente. Una publicista, Natalia Izquierdo, está encargada de las redes sociales. Cajas ve el tema de las platas y Ried dirige la publicación. Juan José Lyon, en tanto, trabajó en “Reportajes” de El Mercurio antes de dar el paso a Ají Verde.
Un departamento en calle Huérfanos antes de llegar a Amunátegui alberga sus cuarteles. Las sillas tienen respaldo verde, el laptop de Juan José Lyon tiene una calcomanía de un ají y el polar que viste también lleva el logotipo del medio. La presencia de la marca abunda en sus oficinas, como un recordatorio permanente de su eslogan: “Que no le pique”.
UN MEDIO CON DOS ALMAS
“Sabemos que muchas de esas ideas que defendemos, como el emprendimiento, la libertad, son difíciles de meter. Las metemos a través del humor”.
Lyon reconoce el gran aporte de los colaboradores de Ají Verde. “Que un solo periodista haga esta revista es casi imposible”, dice. También describe el funcionamiento de dos comités que sesionan en días distintos: el miércoles lo hace el comité editorial, donde definen los temas de la semana. Los jueves o viernes, en tanto, se juntan en un pub con un “comité de hueveo”. “Ahí se juntan varios columnistas y amigos de amigos que van a tomar piscola, conversar, echar la talla, y de ahí salen las noticias picantes, salen tallas para la revista”.
Juan José cuenta que en las primeras ediciones de la revista asumieron un humor timorato, tímido, que se ha ido soltando. Paralelamente han desarrollado, con limitantes, el trabajo periodístico. “Somos un poco circo pobre, ir a sacar la foto, y después armar todo”. También gestiona el trato con los colaboradores y la continuidad de un línea específica en los contenidos, menos seria y más “chistosa”, asegura.
—¿Buscan un equilibrio entre estas dos almas, tener una dimensión periodístico bien trabajada y también apuntar al humor político?
Claro, son parte de las dos almas que se dan en el medio. Las primeras cinco páginas de la revista tratamos de que sea humor. Y también tratamos que todas las columnas que salen sean también chistosas. Y que lo de al medio sea más serio, que es el reportaje, la entrevista y el “Yo lucro”. A veces no nos ha salido tanto, pero tratamos de que el reportaje no sea de humor, pero sí sea contado en un lenguaje más juvenil. Tratamos de hacer una revista que apunta más a ese público. No un reportaje tan serio que puedes leer en El Mercurio, si no que con un lenguaje un poco más suelto.
—Al momento de planificar la creación de este medio, ¿como perfilaron a sus lectores? ¿A qué características creyeron que debían apuntar?
Estamos en un proceso de transición. Cuando pensamos la revista era hacer humor político que estuviera orientado a un público joven, entre 25 a 35 años, y con un humor que fuera de centro derecha. Sabemos que muchas de esas ideas que defendemos, como el emprendimiento, la libertad, son difíciles de meter. Las metemos a través del humor. Hoy en día nuestro público es un poco más viejo. La gente que se suscribe son gallos más viejos, quizás más acostumbrados a leer los diarios, que esperaban un medio más de derecha y que se ha sentido atraído por nuestras ideas. Pero también es gente que a veces no entiende las ideas. Le muestras Twitter o los memes y no saben lo que son. Se ríen pero no entienden de dónde vienen ni qué significan.
—¿Les interesa desarrollar un lenguaje específico, mantener algunos códigos?
Algo que me interesa dejar marcado es el tema de las noticias falsas. El The Clinic, por ejemplo, tiene una sección de titulares falsos, se cachan que son muy falsos porque no parecen verdad, pero nuestras “Noticias Picantes” mucha gente cree que son verdad. Por ejemplo el de la semana pasada era “Niño progresista muere en Kidzania”. Subimos esa noticia a la página web y la gente decía “pero cómo pasa esto”. Como que todavía no se entiende mucho el código de qué es falso y qué no. Nos han llegado muchas críticas y cartas de “por favor digan lo que es falso y lo que no”. Pero perdería la talla. Si nosotros pusiéramos “Noticias Picantes” y abajo “Noticia falsa”, sería obvio. Esperamos que el lector empiece a entender que hay cosas que no son verdad.
—¿Para ustedes es relevante el escrutinio del poder? ¿Ejercer un periodismo que esté preocupado de los asuntos públicos?
De todas maneras. Ahora no hemos tomado mucho esa veta porque estamos saliendo cada dos semanas. El equipo también es pequeño. Pero, por otro lado, son cosas que podemos pautearlas en el tiempo. Pero a veces decimos: ¿para qué lo vamos a hacer si en el fondo ya hay medios que lo hacen muy bien?. Nosotros tratamos de llevar cosas que otros medios no van a llevar. Estamos ahí, mirando para los dos mundos, no sé para dónde irá evolucionando esto. Depende también de la respuesta que vayamos teniendo. También los comentarios generales del primer número fueron malos o más o menos.
—¿En qué sentido? ¿No enganchaban los temas?
No, es que hicimos hartos números de prueba. Como tres, tampoco es tanto. Pero teníamos un bolsón de tallas, o de temas, y para hacer el número uno elegimos de eso. Pero también no sabíamos cómo iba a reaccionar la crítica. Había miedo un poco de qué pasa si te ríes de un político, te va a huevear, nos van a hacer bullying. Qué pasa si tratamos a Girardi, no sé, pusimos “matonesco”, pero no pusimos mafioso porque era muy grave. Fuimos súper tímidos en la talla. Fuimos tímidos también cuando nos reíamos de los chantas. Igual lo decíamos mucho más fuerte que lo que dijo El Mercurio y La Tercera, que lo ponían como el sobreviviente o las siete vidas de Girardi. Nosotros dijimos que era chanta. Pero quizás debimos decir que era mafioso o que era corrupto, no sé.

Foto: Patricio Contreras
PAPEL Y PERIODISMO DE DERECHA
Los bajos costos de producción, dice Juan José Lyon, fueron un aliciente para que Ají Verde tomara forma. “Hoy es mucho más fácil hacer un proyecto como éste. Hacer una revista hace 20 años era un hueveo”, afirma. Pero también hay una postura editorial que responde, según Lyon, a las características de los medios de comunicación que dicen defender ideas cuando en realidad no lo hacen. El periodista apunta directamente a El Mercurio.
—¿Hay un contexto en particular que permite que emerja un medio como Ají Verde? ¿Está asociado a un aspecto generacional?
Puede ser. Sí hay una postura generacional, gente ligada a la centro derecha que busca medios más relajados para tratar la política. Los defensores de las ideas de la centro derecha son muy fomes, como la revista de Libertad y Desarrollo, que nadie lee. También tiene que ver, quizás, con una cuestión coyuntural política. Siempre se habla que El Mercurio defiende las ideas de derecha, pero el editorial de El Mercurio es de derecha. Los periodistas de El Mercurio no son de derecha. Te lo digo porque yo trabajé ahí. Hacían falta otros medios que hicieran esto. Diez años atrás no había tanta hegemonía de la centro izquierda en la prensa escrita. Tú vas a un kiosco y tienes seis periódicos que son de izquierda, de súper izquierda o de centro izquierda y el diario “de derecha” es El Mercurio, que no lo hace. La motivación no salió de una cuestión generacional, salió de ver que hay gente pegándole a la derecha todo el día, diciendo que todo lo que hace el Gobierno es malo, que todas las ideas de centro derecha son malas, que la libertad es pésima y ensalzando las cosas de la izquierda. Dijimos: hay que romper con eso.
—¿Entonces partieron de la premisa de salir a disputar un espacio en el kiosco?
Sí, claro. Mucha gente nos preguntó “oye, esto es de Internet”. No. Claro, toda la gente piensa que un medio así es mucho más factible que salga en internet. Pero, de hecho, salimos antes en el papel que en internet, porque queríamos dar la pelea en la calle. Queríamos que al lado de Cambio 21 tuvieras un Ají Verde. Mientras ellos dijeran “Muérete Hinzpeter” o “Chao con los subvencionados” o “Los subvencionados roban”, nosotros poner al lado que hay subvencionados que lo hacen la raja. Decir que la libertad es buena, que el emprendimiento es bueno. Mientras otros no dicen nada sobre Navarro o sobre Girardi, nosotros decimos que Girardi es chanta, Navarro es chanta y hay que decirlo y hay que dar la pelea en la calle.
“Siempre se habla que El Mercurio defiende las ideas de derecha, pero el editorial de El Mercurio es de derecha. Los periodistas de El Mercurio no son de derecha. Te lo digo porque yo trabajé ahí”.
—¿En el largo plazo se siguen viendo como una revista impresa?
Sí, de todas maneras
—¿El hecho de tener una publicación impresa les da más peso que siendo exclusivamente digital?
Claro. Yo creo que también es una cuestión de plata. No conozco tanto afuera, pero sé que en Chile mantener un medio digital… por ahí no entran lucas. La gente está dispuesta a invertir un par de palos en poner un aviso en la contra tapa y está dispuesta a poner 10 lucas o 50 lucas en un banner. Es más factible que entre plata por publicidad en papel. Pero sí, para nosotros es importante dar la pelea en el papel con nuestras ideas, romper la hegemonía que existe de la centro izquierda en el kiosco. Eso es una motivación fuerte. Los dueños de Ají Verde son la sociedad Punto y Coma, una sociedad periodística que por ahora lo único que tiene es Ají Verde, pero el día de mañana si amerita tener un canal digital y dar la pelea ahí, vamos a darla.
—¿Están abiertos a explorar otros formatos de contenidos?
En el mediano plazo es un poco como lo que pasó con el The Clinic. The Clinic partió como un diario en papel, después sacó una página web y hoy en día tienes el contenido web del The Clinic con equipo distinto y contenido propio de la web. Ojalá podamos llegar a lo mismo, a tener Ají Verde que llega en papel cada quince días y tener una página web potente que no sólo sea una réplica de lo que es papel. Que el portal revistaajiverde.cl sea contenido exclusivo para la web y que cuando ya tengamos tantos periodistas trabajando aquí, existan dos equipos: el equipo web y el equipo papel. También está en el futuro tener un canal digital como lo tiene El Mostrador, como lo tiene Cooperativa, como lo tiene Ciper, que tienen sus canales con contenido audiovisual. El día de mañana si se abre la posibilidad de tener un canal de transmisión abierta cuando se haga televisión digital, quién sabe. Nada cuesta soñar.
—¿Cómo gestionan sus redes sociales? ¿Han definido una estrategia?
No nos basamos en ningún manual. Salió más de lo que conversamos acá. Nosotros no cachamos mucho en redes sociales, yo era el que más cachaba de redes sociales, pero tampoco soy un experto. Partimos con un Twitter y una página web. Ahí definimos que el Twitter de Ají Verde no le responde a nadie, porque sí no más. Dijimos “ya, no respondemos” y cuando preguntaban a Ají Verde respondíamos nosotros, que somos el resto. Hay gente que nos molestaba porque Ají Verde no seguía a nadie. “Oye, pero como no siguen a nadie en Twitter, que son sobrados”. No queremos seguir a nadie, seguimos a una sola persona que es Glenn Danzig, que es un punk, cachai, por seguir a alguien.
—Pero de todas formas están monitoreando cuando los mencionan.
Monitoreamos, y si preguntan cosas, respondemos nosotros, a nombre de Ají Verde. Pero el Twitter lo usamos para decir cosas, para mover el ambiente, para tirar frases que puedan irritar o picar a alguien, y también para dar a conocer el contenido de la revista. La página web se lanzó hace dos semanas y estamos subiendo ahí cosas paulatinamente. Los suscriptores pueden ver todas las cosas de la revista al tiro, y a la página que está disponible para los no suscriptores se va subiendo contenido de a poco.
—Dentro del negocio de contenidos, ¿las redes sociales son tan relevantes como el kiosco?
De hecho, no. Tenemos una opción de venta en la página web, pero en el fondo de donde llegan las lucas, donde está nuestro target, es en el kiosco, porque sabemos que lo que nos va a afirmar económicamente es el papel. Ojalá entre publicidad en la web. Para nosotros es muy importante internet pero no como modelo de negocios, si no que es la gran plataforma comunicacional. Te aseguro que del público joven no nos leía nadie, porque muchos no andan mirando los kioscos. Desde que sacamos la página web, las ventas se han disparado, se dispararon los suscriptores, se dispararon los seguidores en Twitter, Facebook, como que nos conoce mucha más gente gracias a las redes sociales. Es vital para subsistir como revista estar en las redes sociales y hacerlo bien.
“SOMOS UN HUMOR UN POCO MÁS PRODUCIDO”
“Si Ají Verde hace reír, somos exitosos. Si el The Clinic no hace reír, fracasa. Y mutuamente”.
—¿Cuáles crees que son los límites que van a tener sus publicaciones humorísticas?
No soy un experto en estudios humorísticos, pero algo que diferencia a Ají Verde de otras revistas de humor, con las que siempre nos comparan, es que tratamos de enfocarnos más en la ironía, sin llegar a ser ordinarios. Creo que The Clinic a veces se pasa al otro lado más ordinario, ponen a la Ena von Baer en pelota, pura caca, puras hueás. Es un humor más grosero que chistoso, nosotros tratamos de que sea más suave, pero más irónico, no necesariamente no chistoso, no caer en la mofa ordinaria. No hay para qué dañar la imagen de la moral de las personas, nos podemos reír del tipo igual. No tenemos para qué poner a la Vallejo en pelota y decirla “enferma de hueona”. La vestimos como La Quintrala y pusimos “La Comunistrala”. Nos parece igual de chistoso sin tener que pasar a la ordinariés. The Clinic es chistoso, pero a veces se pasa un poco pa’ la punta, es un humor más flaite. Somos un humor un poco más producido.
—¿Son fomes las personas de derecha?
Yo creo que no. Es lo que se dice, pero dime: ¿por ser derecha se te borra el humor? Es la mala fama no más. Yo me río igual con las dos personas, me río con gente de derecha y de izquierda. Generalmente en la centro izquierda hay más gente dedicada a la bohemia, al hueveo, entonces quizás tengan más gente dedicado a eso, y yo creo que la derecha, claro, tiene más ingenieros comerciales y cuando pasas por la facultad de ingeniería comercial quizás se te borra el humor… El editorial de ahora de Ají Verde habla de la superioridad moral, la centro izquierda tiene la superioridad moral para decir lo que es bueno y todo lo que dice la derecha es malo… la cultura es de ellos, el arte es de ellos, el humor es de ellos. No, hueón. Que no se evalúe porque es de derecha o porque es de izquierda, la hueá es que haga reír. Si Ají Verde hace reír, somos exitosos. Si el The Clinic no hace reír, fracasa. Y mutuamente.