El director y fundador de La Cuarta, conocido como El Dios, deja en este mundo un pícaro legado periodístico, una batería de titulares inmortales y un ramillete de máximas y sentencias herederas del oficio de viejo cuño. Periodismo y humor sintetizados en esta modesta semblanza que les ofrecemos a continuación.

Foto: lacuarta.com
La noticia de su muerte fue comunicada esta mañana en Twitter a través de la cuenta del medio que fundó el 14 de noviembre de 1984: “Lamentamos informar el sensible fallecimiento de Diozel Pérez Vergara, director fundador del Diario La Cuarta”. Tenía 79 años.
Fue un acuñador de refranes, máximas y axiomas del oficio sin escuela, forjado al calor del periodismo bohemio de mediados del siglo pasado.
El 2012 comenzaba sin uno de los más reconocidos tituladores del periodismo criollo, nacido en Cautín, hijo de una profesora que llamó a su retoño como “el pulento” —pero “al verre” y con zeta—, que trabajó en El Clarín y que a mediados de los ochenta creó un diario cuya insignia sería el lenguaje coloquial, las chicas ligeras de ropa y la crónica policial.
Un director-fundador que tenía el chiste impregnado, como recuerda Ramiro García, subeditor de lacuarta.com. “Era un hombre que cada vez que te miraba pensaba qué talla echar y siempre llevaba una leve sonrisa dibujada en el rostro. Para mí siempre fue una persona muy amable y preocupada de sus periodistas”.
Rocío Villalobos, periodista y sobrina nieta de Diozel, tiene una apreciación similar: “Llamaba la atención que no fuera un tipo estridente. Era muy serio y calmado para hablar, entonces para quienes no lo conocían era llamativo que ese señor de voz rasposa, serio, quitado de bulla y de melena blanca, fuera tan tallero”.
“El dire pop” fue el título de un perfil sobre él que escribió la periodista Andrea Lagos para revista Paula, en julio de 2006. “Fuma Barclay, toma pata de vaca y come completos porque le aburrieron las cazuelas”, decía la bajada del texto que revelaba su pasión por los perros, un peculiar encuentro con Pinochet y un recuerdo doloroso: el sucidio de uno de sus hijos.
“Me sorprendió mucho, me dio pena, aunque él no se victimizaba con el asunto”, dice Lagos en alusión al episodio. “Todo lo contrario. Después de la entrevista, incluso, en una fiesta que dio Saieh en el Hyatt a sus trabajadores de Copesa, me aclaró que a pesar de su dolor había conseguido estar contento. Que sus perros y gatos lo hacían inmensamente feliz”.
Sus titulares eran sentencias salpicadas de ingenio, humor, coloquialismo y metáforas callejeras. Para Ramiro García, el mejor era “No viene Frank Sinatra pero actúa Pepe Tapia”. “Me gusta por el sarcasmo que tiene, riéndose de todo pero con mucha sutileza”, dice. Rocío Villalobos rescata los términos acuñados y la economía de lenguaje, expresada en el encabezado “Se cortó el pirulín para ser mujer”. “Así como se presenta, da risa y no llegas de inmediato al drama detrás de una noticia como esa… vas de a poco, pero al leer la nota completa siempre llegabas al trasfondo”, plantea.
“La Cuarta sigue adelante”, dice Ramiro García, subeditor de lacuarta.com. “Muchos de los que seguimos acá tuvimos la suerte de conversar mucho con él, de saber hacia dónde iba la micro y cada día tratamos de hacerlo lo más fiel posible”.
También fue un acuñador de refranes, máximas y axiomas del oficio sin escuela, forjado al calor del periodismo bohemio de mediados del siglo pasado. García recuerda una anécdota: “Una vez me retó porque me puse a repartirle diarios a los practicantes, los que eran para los periodistas del diario. ‘No hay peor que un tipo con iniciativa’, me dijo con humor. Todavía lo recuerdo, aunque lo de la iniciativa no se me quitó nunca”.
Diozel Pérez era una especie de leyenda viva para los estudiantes que hacían su práctica en el diario popular. “Verlo en los pasillos de La Cuarta —acota García— ya era como un premio”. Su sobrina nieta lo confirma: “En el diario era El Dios. En ninguna parte es fácil ser el jefe, pero por lo que observé creo que tenía bastante paciencia, hizo varias veces la vista gorda de algunos hechos de indisciplina, por decirlo de alguna forma. Se notaba que sus editores y los periodistas que tenía lo admiraban mucho”.
“La Cuarta sigue adelante”, plantea Ramiro García. “Muchos de los que seguimos acá tuvimos la suerte de conversar mucho con él, de saber hacia dónde iba la micro y cada día tratamos de hacerlo lo más fiel posible. Su legado es haber formado a varias generaciones de periodistas en un periodismo que combine el humor con la información y que privilegie el sentido del relato, que cada pieza de periodismo sea única”.
En Puroperiodismo quisimos hacer este homenaje a uno de los hacedores de títulos por antonomasia. En una breve entrevista, Andrea Lagos recapitula la confección de su perfil, finalista del Premio Periodismo de Excelencia 2006. A Rocío Villalobos, su sobrina nieta, le enviamos algunas preguntas con el propósito de estampar su legado. En retorno recibimos un sentido homenaje que refleja la dimensión profesional y familiar del “dire pop”.
El funeral de Diozel Pérez Vergara se realizará mañana martes 3 de enero al mediodía, en el cementerio El Prado, avenida Camilo Henríquez 4673.
El testimonio de su sobrina nieta
Rocío Villalobos: “Su aporte fue no silenciar a los rotos, sino que hacer que su cultura fuera objeto de deseo para los pitucos”
“Cuando niña vivía con mi bisabuela (su madre) y con mi abuelo (su hermano). Me consta que él y sus hermanos sacaron todos el humor de su madre porque ella tiraba la talla hasta el último de sus días usando muchas palabras y términos antiguos y picarescos. Cuando mi tío nos visitaba se quedaba largo rato y yo lo pasaba muy bien porque le gustaba que con mis hermanos le preparáramos un show. De niña lo admiré mucho porque era periodista y sabía que había fundado el diario, que él hacía los titulares y escribía el Dr. Cariño. Siendo chica me gustaba leerlo y me sentía orgullosa que fuera mi tío, porque también quería dedicarme a escribir.
“Era bien a la antigua él, con esa cosa contradictoria de poner chiquillas con poca ropa en la portada del diario pero no permitir arranques liberales entre los suyos”.
Llamaba la atención que no fuera un tipo estridente. Era muy serio y calmado para hablar, entonces para quienes no lo conocían era llamativo que ese señor de voz rasposa, serio, quitado de bulla y de melena blanca, fuera tan tallero.
También era llamativo lo sencillo que era, que a pesar de ser un personaje influyente, sus mejores amigos fueran los perros. Por ser del sur tenía ese apego con la naturaleza y los animales”.
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“Lo conocí más cuando por decisión personal quise hacer la práctica en La Cuarta. Estaba en segundo año y quería estar en Policial. Él no me dejó, porque pensaba que no era lugar para una mujer. En ese tiempo era la única mujer periodista del diario y en realidad creo que no estaba acostumbrado a tener mujeres periodistas, porque era bastante sobreprotector, por no decir un poquito machista. Era bien a la antigua él, con esa cosa contradictoria de poner chiquillas con poca ropa en la portada del diario pero no permitir arranques liberales entre los suyos. Por eso no le gustaba que fuera a algunas pautas, pero yo iba igual. Una vez me tocó cubrir una protesta de parapentistas contra pilotos de aviones monomotor, porque se disputaban el espacio aéreo de la Pirámide. Eran los menos pitucos contra los pitucos pitucos. Cuando llegué al cerro, un campeón sudamericano de parapente me ofreció volar con él. Yo dije que si altiro, mientras que el fotógrafo y el chofer del diario aleteaban histéricos desde abajo. Cuando llegué a La Cuarta, toda adrenalínica contando mi proeza, me llegó el feroz reto del Dire porque para hacer algo así tenía que estar autorizada… Cuando me vio medio tiritona me sobó el brazo y me felicitó por mi arrojo. Era así, medio rudo pero querendón.
En el diario era El Dios. En ninguna parte es fácil ser el jefe, pero por lo que observé creo que tenía bastante paciencia, hizo varias veces la vista gorda de algunos hechos de indisciplina, por decirlo de alguna forma. Se notaba que sus editores y los periodistas que tenía lo admiraban mucho. La Cuarta siempre ha sido una especie de club de Toby, aunque haya mujeres trabajando, o te metes en la lógica machista o colapsas. Por eso creo que aunque algunos le tuvieran mala o miedo incluso, por ser el jefe, en el fondo todos lo admiraban y lo encontraban seco: era talentoso, tenía poder y tenía arrastre con las mujeres. Era un ídolo”.
“En el diario era El Dios. En ninguna parte es fácil ser el jefe, pero por lo que observé creo que tenía bastante paciencia, hizo varias veces la vista gorda de algunos hechos de indisciplina, por decirlo de alguna forma. Se notaba que sus editores y los periodistas que tenía lo admiraban mucho”.
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“Toda mi familia veraneaba en la costa de la VI región en un pueblo llamado Pupuya. En los 80 no llegaba señal de televisión alguna, ni radio, ni ningún diario, excepto La Cuarta. Todo Pupuya leía La Cuarta en los veranos. Era ideal como lectura veraniega y él se encargaba de que llegara donde estuviera. Además de llevarse a sus 6 o 7 perros siberianos. Me llamaba la atención que aunque lejos, estaba pendiente de lo que pasaba en Santiago y nunca sus vacaciones eran traquilas, síempre estaba trabajando.
Lo de los perros del diario, el trozado de pollos en su escritorio, todo eso era tal cual. A medio día, antes de que cualquiera almorzara se arremangaba la camisa y comenzaba partir pollos asados con sus propias manos y se los daba cariñosamente a sus perros. Una de las cosas que más le agradezco es que me presentó a Lucho Gatica un día que fue al diario”.
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“Yo creo que él hizo mucho por la cultura guachaca, así con todas sus contradicciones y evoluciones. No hay nada más humilde, cariñoso y republicano que el diario La Cuarta. Siempre se cubrieron las noticias importantes, que se redactaban en el lenguaje popular, una mezcla de chilenismos, palabras viejas, de campo, otras pocas de los bajos fondos, pero nunca se abandonó el periodismo por la mera diversión. Y cuando existía bohemia y plumas, lo cubrían como fenómeno social que era. Cubrir el hampa, las fiestas costumbristas de Chuchunco, no sé qué aniversario de club de ancianos o las razones de por qué sube el pan, todo eso es rescatar una cultura que no se invisibilizó. Creo que ese es el gran aporte del diario como línea editorial. No sólo el lenguaje y los titulares que por supuesto han marcado a todo el mundo literalmente, como cuando derribaron las torres gemelas. Algunos critican que no fuera un diario políticamente “jugado”. Yo creo que lo era dentro de lo que se podía y que su aporte fue no silenciar a los rotos, sino que hacer que su cultura fuera objeto de deseo para los pitucos”.
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“Así como él lo expresó en algunas entrevistas, mi tío tuvo sus penas, sus dolores. El trabajo en exceso le pasó la cuenta con sus relaciones humanas y familiares. Creo que cuando esto pasa es triste para cualquier persona o cualquier familia. Sin embargo creo que el mejor consuelo para él y para los suyos es que a cambio dejó un legado insustituible para el periodismo chileno. La Cuarta es citada en libros de lenguaje, en las escuelas de periodismo se estudia. Los periodistas que han pasado por ahí pasan por una segunda escuela”.
Andrea Lagos y su perfil de Diozel
“No existe mejor historia que aquella que termina con una muerte”
La periodista Andrea Lagos perfiló a Diozel Pérez. El resultado fue “El dire pop”, un texto publicado en revista Paula y finalista del Premio Periodismo de Excelencia 2006 que entrega la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.
“La gente lo quería mucho porque siempre andaba tirando la talla y era excesivamente generoso. Igual habían algunos que lo pelaban. Él también era muy bueno para pelar, era su deporte. Pero no era de pelambre amargado, sino que risueño”, dice Andrea Lagos.
—¿Qué fue lo que más te llamó la atención de él como perfilado? ¿Lo conocías anteriormente?
Conocía a Diozel por historias que me contaban los choferes de Copesa y algunos periodistas amigos que tenía en La Cuarta. Éramos vecinos de pega, pero nunca habíamos cruzado palabra: Él era director de La Cuarta y yo, una periodista de la revista Paula. Una tarde me fui a meter a su diario y le dejé un papelito con su secretaria porque él no usaba e-mail ni celular (en esa época, hablo del años 2006). Ahí me llamó y me dijo que conversáramos, pero que no me daba la entrevista. Yo fui igual y me lo engrupí. En realidad, él me engrupió porque era muy gracioso, tenía miles de historias del periodismo antiguo y sacaba historias pequeñas de la gran Historia de Chile que había vivido. Era una novela andante. Su opinión no era del típico discurso disidente, sino muy bien elaborada, muy original. A los dueños del The Clinic, por ejemplo, los encontraba abusadores: “Le pagan una miseria a sus periodistas mientras ellos se forran en plata”, decía. Él en cambio, no hacia distinciones entre la gente, era muy sencillo, muy amoroso, como un abuelo (un poco cascarrabias, pero un abuelo al fin).
—¿Te pareció que era tan divertido y espontáneo como sus titulares?
Muy. La gente lo quería mucho porque siempre andaba tirando la talla y era excesivamente generoso. Igual habían algunos que lo pelaban. Él también era muy bueno para pelar, era su deporte. Pero no era de pelambre amargado, sino que risueño. El género periodístico que más le apasionaba era el policial. Me dijo “no existe mejor historia que aquella que termina con una muerte”. Adoraba la crónica roja.
—En la entrevista él tocó temas sensibles, como el suicidio de uno de sus hijos. ¿Te sorprendió la sinceridad?
Me sorprendió mucho, me dio pena, aunque él no se victimizaba con el asunto. Todo lo contrario. Después de la entrevista, incluso, en una fiesta que dio Sahie en el Hyatt a sus trabajadores de Copesa, me aclaró que a pesar de su dolor había conseguido estar contento. Que sus perros y gatos lo hacían inmensamente feliz. Esta parte de la entrevista que le hice, donde habla de sus animales, es la que más me gusta porque da cuenta de una observación larga y profunda:
“La Lucy, el Tom y la Espumita son familia. Llegaron siendo unas guagüitas que después crecieron. Partió con la Lucy que tuvo un romance con el Tom: tuvieron cinco gatitos, se regalaron cuatro y quedó la Espumita, una gata muy flaca, que siempre está a régimen porque conserva la línea. Como es muy débil, los gatos la buscan para pegarle. Y la Lucy, donde esté, corre a defenderla, le aforra al que se le cruce, sea macho o hembra. Le tienen miedo. Es brava”.