Los comentarios en los blogs de los diarios pueden ser peligrosos. Todo se legitimiza y generalmente, nadie responde.
Blog de El Mercurio. Comentario 38 a la editorial “Cisarro y una política insostenible”, posteada por Alejandro Ruz Carrasco, a las 11:13 del 4 de agosto. “La solucion es simple, hay que matarlo. Ese cabro chico no tiene vuelta y nunca dejará de ser ordinario y falta de respeto. PD: Antes que salten las voces de alerta contra la intolerancia, les señalo que esta es solo mi manera de expresar de que (sic) cualquier tipo de inversión en ese energúmeno es pérdida”.
Hace unos días, Eduardo Arriagada divagaba sobre los blogs en el periodismo chileno y de alguna manera profetizaba lo que ocurrió días después en El Mercurio:
Hay dos problemas serios en los blogs característicos de nuestros diarios: muchos no son más que la publicación en internet de una columna idéntica a la del papel y los comentarios que se publican no son profesionalmente moderados. Cómo los columnistas no reciben la instrucción de comentar las reacciones a sus post (de hecho la mayoría trabaja en forma casi ad honorem) y esa labor tampoco es encargada a un tercero de la redacción, los comentarios de los lectores no son respondidos, por lo que no hay una buena conversación, que es lo que resulta de en un buen blog.
El problema es que esa opción además provoca, creo, un círculo vicioso de participación frustrada de muchos lectores: la experiencia comparada con otros blogs de diarios como otros blogs chilenos muestra que algo en esos diarios provoca que terminen siendo espacios bastante tóxicos dominados por intolerantes que valoran una discusión altamente ideologizada y descalificadora. Al no existir moderación se publican expresiones completamente disonantes con esos medios, que no tienen relación alguna con la línea editorial de ellos. Los grados de xenofobia, desinformación y agresividad permitidos condicionan las características de sus más asiduos usuarios.
Tal cual. Más de veinticuatro horas después, veo que el comentario del señor Ruz sigue ahí, muy campante, confundido y legitimado como parte de la “conversación” que los blogs permiten.
El comentario es, por cierto, el más fuerte de los 121 publicados al momento de revisar, un día después. Pero no está totalmente solo. Diego Espinoza Chávez, comentario número 30, propone, sin mucho respeto por la ortografía, algo parecido, aunque operado más bien por el azar: “el esta perdido ya no es un caso que se pueda salvar es un futuro delicuente y asesino, lo mejor es que justo cuando valla (sic) por la calle, un auto accidentalmenete (sic) lo atropelle y lo haga pedazos… seria lo mejor para el pais… y asi uno a uno los delincuentes que gastan fondos de gobierno en alimentacion y techo manteniendo las carceles…. saludos muerte a los delincuentes que aterran la vida de los que trabajamos dia dia…”. Gera Ruiz Exeverría, otra persona inmune a las reglas ortográficas, expone lo siguiente en el comentario 41: “por favor juzguenlo como una persona normal, pa qe aprenda y despues se kgue llorando en la cana, yo voy a estar sentao en mi casa trankilo viendo la tele y mas encima kgao de la risa !”. Matilda Samaniego (comentario 46) le echa la culpa a la prensa y caracteriza así al muchacho: “Son ‘semillas de maldad’ que no tienen arreglo”. Alfonso Loyola Contreras (comentario 53): “No se preocupen tanto por el Cisarro: sigan dándole soga y al final se va a ahorcar solito. Va a salirle otro más choro y hasta ahí va a llegar”.
Estoy 80% de acuerdo con lo que propone Arriagada. Comentarios como los anteriores, o al menos como el del señor Ruz, que derechamente llama a cometer un crimen, no deberían formar parte de una comunidad de bloggeros a quienes se les pide registrarse justamente para controlar a los descerebrados y mantener la conversación en un nivel adecuado. Pero soy más optimista. Si la organización periodística no modera, al menos la misma comunidad de opinadores, incluso aquellos que están por la tesis de la “mano dura” contra el menor, aplica una cierta etiqueta bloggera y aísla al estúpido: más de 24 horas después nadie había contestado directamente la proposición de Ruz, lo que transformó a su posdata en algo ridículo. Por lo demás, los comentaristas más moderados lograron establecer un diálogo entre ellos, que si bien tenía mucho de descalificación personal e intolerancia, al menos dejaba ver las ideas.
Para cerrar, creo que el mejor ejercicio periodístico con respecto a la historia de este niño lo ha hecho La Segunda, al entrevistar el martes a la enfermera que recibió al lloroso y demolido niño en la unidad de Psiquiatría del hospital Calvo Mackenna:
Lo único que hice fue estirarle la mano y él la cogió”, relató AdrianaVega (27 años), oriunda de Los Angeles y egresada de la Universidad de Concepción. Ella calificó de “cariñoterapia” la estrategia que utilizó para ganarse la confianza del menor.
“Después lo llevé de la mano y lo orienté en la unidad. Lo que hice fue tratarlo como niño, amorosamente y por su nombre”: una actitud que fue clave para que C.C.M. se calmara, pues apenas arribó al recinto médico se puso a llorar pidiendo a su mamá.