“Quizás las promesas de Boric iban junto a las ganas de cumplirlas, pero detrás de él se encuentra un Estado limitante y controlador, y el presidente se deja domar por él”.


Catalina Ávila, 60 años. Profesora de enseñanza básica en La Granja.

Por Nailea Herrera y Ángel Sepúlveda


La mitad de mi vida la viví en Renca, comuna al norte de Santiago. Crecí rodeada de medios de comunicación que trabajaban para el modelo capitalista contra un posible triunfo de Salvador Allende y de nosotros. Sin embargo, el hombre era esperanzador, lo que se veía cuando iba a entablar diálogo a las poblaciones. El engaño informativo siguió incluso tras ser presidente, pues se empieza a esconder el azúcar, el trigo y los aceites, pero los únicos responsables eran los empresarios. Desde el colegio pude escuchar los aviones estrellarse contra La Moneda el 11 de septiembre del ’73 y ver cuerpos sin vida recostados a la orilla del Mapocho.

Yo trabajé a finales de los 80 como secretaria y recaudadora en la Asociación Gremial de Comerciantes Mayoristas de Frutos del País, y en ese momento el secretario de la Asociación de La Vega Central me confesó que en la década de los ’70 los de derecha le pagaban más por su puesto de trabajo que el mismo Estado.

Catalina Ávila

Me mantuve aportando mi grano de arena durante el transcurso de los años. Lo que no sabía es que con ellos fui construyendo mi condena: caí detenida. El 30 de septiembre de 1990 me encontraron junto a mi marido, teníamos 28 y 33 años, respectivamente. Los milicos nos sacaron de la casa de mi hermana, en la población Cerro Colorado. Me mantuvieron en una comisaría durante diez días, los cuales pasé vendada, esposada, desnuda y siempre de pie. Me torturaron psicológicamente a través de llantos de bebés, con el fin de hacerme creer que era mi hija Gabriela. Fue muy intenso, sin embargo, ocurrió algo maravilloso; una muchacha interpuso un recurso de amparo a mi favor.

Una vez en la cárcel de Santo Domingo, supe que vivía en La Pincoya y que era prostituta, algo que me emociona mucho, pues actuó a raíz de su conciencia de mujer y tuvo amor por mí. Salí en libertad cuatro años después. Mi marido estuvo catorce. Posteriormente, además, fui procesada por un delito que no cometí de cinco años y un día. La justicia fue muy arbitraria conmigo. Las policías chilenas tienen sus propias políticas, las cuales hasta el día de hoy se siguen aplicando, lo vemos en los montajes, por ejemplo. Tuve la suerte de acomodar la situación y no cumplí esa condena, pero no con todos pasó lo mismo.

Pasaron los años, pero nada volvió a ser igual, desde los 90 en adelante, la política y los negocios se mezclaron, pues todos los políticos pagan favores a los empresarios, por ejemplo, el agua y su sequía, algo inhumano cuando se culpa a la clase media mientras las casas de Camino al Alba tienen piscinas y miles de luces en su interior. Puede haber políticos electos con muy buenas ideas, pero ya no van a funcionar porque en el presente ocurre lo mismo.

Lo que postula el actual presidente no tiene nada que ver con Salvador Allende y su socialismo. En 1970 tuvimos a alguien que tomó a los militares e hizo poblaciones con ellas para entregarlas, algo que iba en contra de los capitales que actualmente tienen a Gabriel Boric como monigote y que plantean leyes sin conocer la realidad de todos. Es iluso creer que las leyes nos resolverán los problemas. Debemos tener a alguien que trabaje directamente con el individuo y no dejarlos de lado para arrodillarse ante las grandes empresas.

Todavía creo en las personas; de hecho, yo ejercí un voto a favor de este gobierno, aunque haya sido por descarte y no por esperanza. Sin embargo, si hace algo mal, nos perjudica a todos como país y comunidad. Mi pensamiento no surge desde lo personal, más bien desde mi trayectoria de vida, y esta dice que puede hacer un cambio, pero de justicia, no, puesto que se encuentra agarrado al poder gubernamental.

En el cambio de mando de diciembre, el eslogan de “La alegría ya viene” volvió a asomarse a las calles, pero en estos últimos días de gobierno no ha cambiado nada, más bien todo partió mal, pues las alusiones a las promesas no fueron más que eso, desilusionando así a miles de personas que lo mantuvieron idealizado. Gobernar no es fácil, quizás las promesas de Boric iban junto a las ganas de cumplirlas, pero detrás de él se encuentra un Estado limitante y controlador, y el presidente se deja domar por él.

Actualmente, tengo claustrofobia, mi mayor enemigo es el Metro y los ascensores, y la primera vez que fui a la playa no me atreví a entrar al mar. Sin embargo, lo más difícil fue reintegrarme a la vida cotidiana tan bruscamente y cerrar la herida que aún cargo, la cual sanará únicamente a través de la justicia. Todas estas secuelas volvieron a salir a flote en el Estallido Social de 2019. No obstante, seguimos sin pronunciamientos por parte de quien nos gobierna. Ejemplo de aquello fue Francisca Sandoval, periodista que murió baleada en Barrio Meiggs; para Boric, su muerte fue justificada de manera parcial, por lo que no puedo evitar preguntarme que, si él no toma las riendas desde ahora, no sé cómo piensa hacerlo en el futuro, y si no lo hace con hechos mínimos, cómo lo hará con algo más grave.

La responsabilidad que recae en nosotros como ciudadanos es romper con el individualismo y nutrirnos de pensamiento crítico. La juventud contemporánea es más libertaria y no hay gobierno que pueda contra eso.