Por Gabriel Sama
Olvidémonos por un momento de la crisis del modelo de negocios de la prensa. Recordemos, sin embargo, que una de las mayores bondades de un diario o revista de papel es el llamado “pass along”, que durante mucho tiempo permitió a las empresas de medios vender lectores y no compradores. Por cada ejemplar vendido, decían, había de dos a cuatro lectores (algunas revistas mexicanas, por ejemplo, se salían con la suya vendiendo un pass along de 7 u 8 lectores por revista; vaya, que ese es el poder que da ser un monopolio).
Ahora imagínense un modelo de distribución en donde el pass along de algunas noticias sea 100, o mil. Una persona recomienda una noticia en su Facebook y 100 de sus 300 amigos la leen. O alguien sube el link de un reportaje a Twitter y este es re-twitteado por 25 de sus seguidores, y así sucesivamente (RT, o retwittear, es copiar y pegar algo que alguien más dijo y colocar las siglas RT junto con el nombre del emisario original — es como un forward de un correo, pero lo pueden leer todos los seguidores de la persona que hace el RT).
Dice Howard Kurtz, columnista de medios del Washington Post:”Los 17 millones de visitantes de Twitter, que han crecido desde un millón tan solo un año atrás, están moldeando nuestro ambiente al crear discusiones que son fácilmente trackeables al incluir el símbolo #. Estas discusiones, al ser re-twiteadas, crean un efecto de eco-cámara, lo que significa que se terminan repitiendo buenas observaciones o links. Pero como pasa con Facebook, cuyo newsfeed ahora se parece al de Twitter, la gran atracción es crear contactos. USA Today se lamentaba la semana pasada de la gran banalidad expresada en la mayoría de los status de Twitter, pero incluso ese tipo de status nos dan el sentido de la rutina de alguien, sus intereses y su sentido del humor”.
Cuando tus lectores te recomiendan, crece sustancialmente el valor de tus notas: sus amigos y familiares consideran a ese filtro una persona de suficiente prestigio como para leerlo y recomendarlo por su parte. Valiosísimo para los medios.
Ahora, el secreto es cómo monetizar la nueva capacidad para diseminar nuestra información.