“Domadores de historias”: periodistas conversan sobre la crónica latinoamericana

Catorce cronistas latinoamericanos develan, por medio de entrevistas, sus reflexiones sobre el oficio, las técnicas que utilizan, la selección de sus temas y el sentido del trabajo de joyería que realizan. Un libro recoge estos diálogos.

DOMADORES DE HISTORIAS. Conversaciones con grandes cronistas de América Latina ~ Marcela Aguilar (editora) ~ Ril editores/Ediciones Universidad Finis Terrae ~ 344 páginas ~ 2010

El libro Domadores de historias tiene dos niveles. El primero corresponde a diálogos conducidos por profesores de la Escuela de Periodismo de la Universidad Finis Terrae, con catorce cronistas latinoamericanos, quienes reflexionan sobre su trabajo.

El segundo nivel es de carácter compilatorio: cada entrevista es antecedida por crónicas entregadas por sus creadores —como “Polizón de siete mares”, de Josefina Licitra— o fragmentos de textos de mayor aliento, como un capítulo de El empampado Riquelme (2001), de Francisco Mouat.

La combinación de ambos niveles —el dialógico y el antológico— permite al lector profundizar en los mundos abordados por los cronistas y conocer las justificaciones que esgrimen para las decisiones que han tomado en los procesos de investigación y escritura, muchas veces intensos y cargados de cercanía y afectividad.

Un ejemplo: en Si me querés quereme transa, Cristian Alarcón se involucró intensamente en las villas miserias argentinas, al punto que fue padrino de uno de sus personajes. Así le explicó a Robert Herrscher el paso dado:

“[Y]o supe que no quería ser el padrino del niño, hasta que en un momento sí quise. Todo en el libro es verdad, todo, todo, y es cierto. Está caricaturizado, pero es cierto. Y el día que quise saltar no tuve vuelta atrás, no me lo replanteé y tampoco me puse a pensar en qué pensarían los demás…”

A diferencia de otros libros de formato similar como The New New Journalism, de Robert Boynton, en Domadores de historias se aprecia un esfuerzo por iluminar las éticas profesionales de los autores —muchas de ellas enfrentadas a los mundos marginales— y los objetivos perseguidos —”Sería presuntuoso pensar que lo que hago puede tener algún efecto significativo”, dice Caparrós—, antes que abocarse a desentrañar la intimidad metodológica y las manías personales con las que ejecutan su oficio.

En La invención de la crónica, texto publicado el 2005 por la FNPI, la venezolana Susana Rotker planteó que los orígenes del “periodismo narrativo” no estaban en el Nuevo Periodismo estadounidense de Wolfe y compañía, sino que en las propuestas de poetas y periodistas decimonónicos como José Martí o Rubén Darío, quienes alternaban su pluma en los órganos de prensa y en los circuitos libreros:

“Martí parecía consciente —escribió Rotker— de que el periodismo permitía a los escritores lo que no le deparaba el mercado de los libros: la democratización de la escritura. Es decir: acceso a más públicos a través de un instrumento en el que podían trabajar no sólo las élites, sino las capas medias”.

Entonces, si Domadores de historias fuera una república, sus protagonistas serían ciudadanos ilustres, herederos de una tradición literaria de talante democrático y, por cierto, de definición esquiva, aunque plena de cualidades seductoras.