El Washington Post anuncia y cancela plan para cobrar por acceso a fuentes



Por Andrea Vial y Alfredo Sepúlveda

Es de no creerlo. Es tan inverosímil, que la noticia ha demorado en salir a luz. El Washington Post, el mismo de Watergate, el de Woodward y Bernstein, uno de los más prestigiosos medios del mundo, se cayó de la forma más burda.

La historia en dos palabras: Un genio de la nueva división de marketing –encargada de organizar negocios mediante conferencias y eventos– discurrió la idea de armar unas comidas privadas en la casa de la señora Katherine Weymouth, la dueña del periódico, con influyentes hombres de negocios. Hasta ahí nada mal.

Pero la cartita de Charles Pelton, el ejecutivo en cuestión, era cobrar unos cuantos dólares por la velada. Entre 25.000 y 250.000. A cambio, nada de caviar ni langostas, sino algo mucho más apetitoso. La oferta –que iba muy bien descrita en una invitación que se filtró al sitio Politico.com–, incluía información confidencial acerca de temas de interés como la reforma a la salud y otras cuitas internas del régimen de Obama, de la propia boca de los reporteros del Post. “Traiga a su CEO o director ejecutivo literalmente a la mesa. Interactúe con los reporteros del área de salud y editores….” Y si esto todavía no convencía a los comensales, la invitación también les “vendía” el acceso a fuentes de la administración Obama e incluso a congresistas.

Considerando que al hombre le pagan por tener ideas para aumentar los menguados recursos de un diario que pierde dinero, el asunto no se veía tan cuestionable. El problema es que la idea fue conversada con la parte periodística y con la dueña, y que las explicaciones que han dado hasta ahora solo dicen que fue una mala manera de marketearla y que –de hacerse– estos “salones” (así les pusieron) iban a respetar la integridad periodística de los reporteros y de la institución (no han explicado cómo).

La invitación se imprimió en papel couché (aunque una vocera del diario dijo que era un “borrador” –lindo borrador en couché–) y terminó, gracias a un ejecutivo que la filtró, en manos del editor de Politico.com Mike Allen (ex periodista del Post). Las explicaciones van en muchas direcciones. La dueña afirmó que el “flyer” fue preparado por el departamento de marketing y que nunca fue revisado por ella o por los periodistas. Si así hubiera sido “lo habríamos matado de inmediato, porque no representaba lo que queríamos”.

“Planeábamos hacer una serie de comidas y habíamos pedido que los periodistas participaran pero con tales parámetros que no comprometiéramos nuestra integridad”, dijo Weymouth.

El Ombudsman del diario, Andrew Alexander, ha calificado el episodio como “un desastre de relaciones públicas”. El daño ya está hecho y por momentos podríamos hasta llegar a pensar que el título “The Washington Post: RIP” como escribió el blog hillmanfoundation.org no parece tan exagerado. Un lector del Post comentó en el blog del ombudsman: “Por desgracia, la integridad periodística es un oxímoron como la inteligencia militar y la odontología indolora”.

En todo caso, el diario decidió hoy cancelar el proyecto.



*Directora Escuela de Periodismo UAH. Académico Escuela de Periodismo UAH y Director de Comunicar.