Por Alfredo Sepúlveda*
En medio de la peor crisis financiera de los últimos años, Bernard Madoff se puede haber transformado en el más grande estafador de los últimos tiempos. Sus acusadores dicen que el gigantesco esquema de inversiones piramidales desarrollado por Madoff durante años (en el que los que entran a la pirámide pagan los altos intereses que ofrece la firma a los de más arriba), equivale a unos 50 mil millones de dólares: poco menos de un tercio de todo el producto interno bruto de Chile en 2007.
Madoff no era un desconocido, sino uno de los hombres fuertes más admirados y respetados de Wall Street. Había sido presidente nada menos que de la Nasdaq (la bolsa de acciones de empresas tecnológicas). Uno de los fondos de inversión que administraba, el Fairfield Sentry fund, llegaba a pagar 11 %… cada año… durante 15 años.
Pero no había respaldo en estos fondos. Madoff pagaba con la plata que entraba gracias a los nuevos inversionistas, que se sentían atraídos por los altos intereses que atraían nuevos inversionistas, y así y así, en un tipo de estafa conocido en el mundo de las finanzas como “esquema Ponzi”, y que en Chile ha tenido algunas encarnaciones, como la “Cutufa” o la “madame de los quesitos”.
Sin embargo, este no era un esquema Ponzi rasca. Un montón de inversionistas profesionales confiaba en Madoff. Los fondos que eran sus clientes estaban relacionados con el Royal Bank of Scotland –cuyo dueño, antes de esta estafa, tampoco era un prodigio de sagacidad financiera–, con el HSBC, con el BBVA y con el Santander. De hecho, a través de un fondo de inversión de este banco, hay 390 chilenos que perdieron plata gracias a Madoff. Madoff tenía administradores profesionales, registrados, y era auditado por una firma independiente. Claro que después se descubrió que esa firma de auditores independientes estaba compuesta nada menos que por tres personas… y que el dueño de ella era un viejito jubilado que vivía en Florida.
¿Cómo confiaban? Tal vez porque los fondos rentaban. O porque Madoff era metódico: enviaba reportes completos a sus clientes de todos los movimientos de las platas. El problema era que era mentira. Madoff casi no hacía movimientos de platas.
Hasta que el asunto terminó como terminan todas las pirámides: un montón de gente se empieza a poner nerviosa, quiere su plata, no hay para pagarles a todos al mismo tiempo, se descubre el engaño. Específicamente, Madoff enfrentaba una obligación de 7 mil millones de dólares que no podía pagar.
Hoy la gritadera es grande. Por una parte, cómo es posible que gente vieja, seria y a la que le pagan mucho por administrar fondos de otros, caiga en esta trampa. Por el otro, cómo es posible que las entidades regulatorias no hayan advertido antes este antiguo esquema de estafa.
En la demanda interpuesta por la SEC se dice que Madoff fue enfrentado por dos ejecutivos top, que se cree eran sus hijos. La participación de los hijos se está investigando.
Hay que tener cuidado. Dos conjeturas: una, que sean los hijos los que lo acusaron en una movida orquestada por el padre para que no cayera toda la familia; dos, que la cifra de 50 mil millones de dólares esté inflada para que, durante el juicio, Madoff aparezca “recuperando” dinero perdido.
En la demanda que la SEC interpuso en un juzgado de Nueva York, se puede leer:
“En el departamento de Manhattan de Madoff, le informó a sus dos ejecutivos de alto rango, en sustancia, que su empresa de asesoría de inversiones era un fraude”. Madoff dijo que estaba “acabado”, que no tenía “absolutamente nada”, y que era “básicamente, un gran esquema Ponzi”.