Roberto Hussein Castillo. Autor del blog noticias secretas y profesor universitario
Ya. Voté por fin. Las máquinas de Montgomery County son electrónicas. Al entrar en la caseta uno se encuentra con un tablero con botones en forma de flechitas verdes encima del cual está una hoja de papel con los nombres de los candidatos. En vez de votar por la lista entera del partido Demócrata, como he hecho otras veces, esta mañana, a eso de las 7:30, apreté una por una las opciones, para tener el placer de seleccionar el lugar donde decía Barack Obama. Le saqué una foto a mi voto– apenas tenga más tiempo la pongo en mi perfil.
Nunca he sido sentimental para las elecciones gringas, pero esta vez me dio algo parecido a un gulp. Después bajé por la lista de candidatos locales y sin dejar de mirar el nombre de Barack, apreté el botón anaranjado de “CAST YOUR VOTE”. Y ahora tengo un montón de pega para el resto del día, suficiente para calmar los nervios, mitigar la espera, hacer que corra el tiempo hasta que empiece el conteo.
He vivido en Ohio, Nueva Inglaterra y Pennsylvania. Esta noche me reconcilié con Ohio, me alegré de haber votado en los suburbios de Filadelfia, donde le dimos guaraca a McCain, y de haber vivido en Nueva Inglaterra, donde no quedó NINGÚN republicano en el Congreso en esos estados, ni en Maine, New Hampshire, Vermont, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut. Increíble.
Y la multitud se agolpa en el Grant Park de Chicago, para celebrar. Hace 40 años en ese mismo parque la Convención Demócrata se tiñó de sangre con la tremenda represión a las protestas por la guerra de Vietnam. “Won’t you please come to Chicago” cantaba Crosby Stills Nash and Young. La invitación era a protestar, pero esta noche es para el jolgorio y la felicidad.
Es difícil explicar lo que se siente. Llevo 29 años en este país y por primera vez siento algo parecido al orgullo.
Pedro Galindo. Periodista chileno. Trabaja en el Instituto Cervantes en Nueva York.
Esta mañana, los postes de luz en los alrededores de los lugares de votación, estaban forrados de carteles con publicidad política, de candidatos locales (al congreso). Esto en el camino entre Linden y Newark, Nueva Jersey, al poniente del Hudson. Lo curioso de esto es que es el único día del año en que he visto carteles con propaganda política. Si uno no hubiera visto tele y prescindiera de Internet, la única forma de enterarse de la elección habrían sido las cartas de los candidatos que llegan al buzón de la casa por el correo ordinario. Ojo, que este dato no altera en nada la percepción del enorme entusiasmo e interés por la elección (al respecto, sólo puedo comparar esto con la elección previa, donde el nerviosismo derivaba más bien por la indiferencia que demasiada gente parecía demostrar por el asunto).