Conectados con Obama

Por Andrea Vial*

{*Directora Escuela de Periodismo UAH}

¿Cuánto influyó la prensa en el resultado de la elección norteamericana? Con esta pregunta CNN abrió sus transmisiones horas después del triunfo de Obama. Días antes varias columnas de opinión, publicadas en los principales diarios norteamericanos, reclamaban cierto sesgo en el tratamiento de las campañas. Y, lejos de mirar para el lado, los medios se hicieron cargo de la duda.

“Nuestro mandato no es ser objetivos sino ser libres”, apuntó un periodista en un blog, y esa, aunque se trata de una respuesta clara, no tiene por qué dejar a todos satisfechos.

En el fondo lo que importa no es cómo se despeja esa incógnita, sino más bien el riesgo de formular la pregunta. Es muy probable que este tipo de debates obedezca a algo mucho más interesante, algo que está detrás de esta histórica contienda.

Como nunca antes, la transparencia en la información o, mejor dicho, la democratización de la tecnología, jugó un rol tan pero tan primordial. Ya nadie podrá hacerse el leso. La noche del 4 de noviembre periodistas y ciudadanos aceptaron trabajar en conjunto, reportearon e investigaron y sobre todo opinaron y analizaron cada detalle de la votación.

A miles de kilómetros de distancia prendí el televisor. Frente a la pantalla se sucedieron los mejores, más elegantes y distinguidos periodistas de CNN. A mi lado conecté el computador, esta vez con la trasmisión en directo de NBC. En la misma página desplegué tres blogs en vivo del portal The Huffington Post. Mientras escuchaba y comparaba datos pude preguntar en vivo a los columnistas que estaban en línea. Sólo un momento en pausa, y ese fue cuando uno de los blogeros pidió excusas porque se le había agotado la batería y eso le exigía buscar un enchufe y probablemente cambiarse de habitación.

En ese instante me quedó claro que tan ilustre analista estaba echado en un sillón de su casa y no en una sala de redacción.

En el mainstream mediático en tanto, la información fluía sin respiro. Cómo estaban votando los ricos, los jóvenes, los judíos, los latinos. Las cámaras en directo desde los principales escenarios. Desde Chicago, Phoenix, Nueva York. Sólo un click y cambiábamos de huso horario. Hasta pequeños lujos de la ingeniería, como cuando a través de la tecnología del holograma una periodista situada a kilómetros de distancia entró en el set de un programa para entregar sus comentarios, para sentirse más cercana, dijo.

Lo que esa noche admirábamos no sólo era un cambio político, era una revolución cultural, una interacción del poder y los ciudadanos, una conversación transversal que buscaba aportar datos e ideas para compartir juntos un momento crucial en la historia de las grandes noticias.

La noche del 4 de noviembre será recordada por muchos años por el gran discurso del presidente electo, por las palabras sensatas y generosas de su contrincante, por la gente en las calles, por la esperanza de un mundo distinto, por las desproporcionadas expectativas que se crean, por el cambio y el riesgo, pero por sobre todo, creo yo, porque la tecnología demostró que no sólo se trata de un conjunto de fierros, banda ancha o un invento de Microsoft: Internet al servicio de los ciudadanos es el arma más potente de participación, democracia y, me atrevo a decir, de unión cuando las fronteras geográficas, políticas, sociales y económicas se esmeran en separarnos.