Leila Mesyngier, directora de Revista Anfibia y reportera especializada en periodismo narrativo, advierte que el acoso en línea hacia mujeres periodistas en Latinoamérica no son hechos aislados, sino un problema en ascenso ligado al avance de discursos de odio de la ultraderecha y a la polarización política. En conversación con Puroperiodismo, analiza cómo estas campañas de hostigamiento digital y desprestigio afectan la libertad de prensa, la salud mental de las comunicadoras y la visibilidad de temas de derechos humanos y diversidad. Para Mesyngier, los medios independientes son hoy clave para sostener la veracidad frente a la desinformación y los intentos sistemáticos de silenciar voces críticas.
Por Ignacia Pacheco y Ann González
La mujer de cabello castaño ondulado hasta la altura de los hombros entra a la habitación que aclara la luz artificial tenue. Se pone cómoda frente al computador para la videollamada y prepara el mate como parte de un ritual al que parece acostumbrada. Leila Mesyngier contesta todas las preguntas con su voz ligera, la que contrasta con los gestos inquietos de sus manos cada vez que marca con énfasis una respuesta.
Mesyngier, periodista argentina y licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, es la directora de Revista Anfibia y Cronos Lab, Co-conduce El Deseo de Pandora de Anfibia Podcast. Da clases en la Maestría de Periodismo Narrativo en la Universidad de San Martín y en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Colaboró en diversos medios gráficos y dirigió la colección de libros Futuro Anfibio en Unsam Edita. Le obsesionan temas como la violencia obstétrica y maternar en medio tiempos inciertos y mandatos sociales.
En la Argentina de Milei, el periodismo crítico vive bajo un clima de amenaza. El presidente insulta a periodistas en cadena nacional, mientras un ejército de trolls replica sus palabras en las redes. “El ataque a la prensa es general, pero tiene una dirección muy concreta contra las mujeres”, dice y cita a Luciana Peker y Julia Mengolini, entre otras comunicadoras que han sido hostigadas o denunciadas penalmente: “Hoy muchos colegas piensan dos veces antes de publicar algo. Las redes se volvieron un lugar hostil”.
Todo lo que explica lo dice sin aspavientos, pero con una claridad que incomoda. En su relato aparece Pablo Nahuel Grillo, fotógrafo herido por la policía durante una manifestación de jubilados, en él, hay una imagen elocuente de la tensión entre la represión y silencio.
Para ella, mientras los medios tradicionales dudan, los independientes buscan resistir. Anfibia, El Surti en Paraguay y otros proyectos en América Latina comparten estrategias, festivales hechos a pulso y espacios de encuentro para seguir narrando y discutiendo sobre el futuro del periodismo y nuevas narrativas. Para la periodista, los discursos de odio no son una novedad, son el “backlash”, que es algo así como la reacción violenta frente a los avances del feminismo y los derechos humanos.
-Las conquistas legislativas, la educación sexual integral (ESI), el aborto legal, el matrimonio igualitario… todo eso genera una respuesta. No es casualidad que los varones jóvenes sean hoy la base de la ultraderecha-, comienza.
El mate está listo.
-Cómo periodista y feminista ¿Qué visión tiene ante el avance de sectores de ultraderecha en el panorama político en Latinoamérica?
-Nosotros en Anfibia venimos cubriendo el tema del avance de las derechas, un tema que nos permite entender cuál es la preocupación, más allá de lo evidente. Tenemos un gobierno de ultraderecha en Argentina, en otros países de América Latina, partidos vinculados a una línea de extrema derecha, como en Chile, Uruguay, Colombia y Brasil.
En Anfibia venimos trabajando esto, yo diría que desde 2016 o 2017, cuando gobernaba Mauricio Macri, un gobierno de derecha. Ya entonces comenzamos a notar que había una franja vinculada a la juventud que se iba inclinando hacia posiciones más conservadoras, realizamos varios textos que exploraban quienes eran esos jóvenes de derecha. Esto sucedía al mismo tiempo que la exposición de los feminismos, cuyo eje principal eran las mujeres jóvenes. Piensen que esto ocurrió entre 2017 y 2019, un periodo al estallido en Chile, donde la juventud también fue protagonista. Por eso, resultaba llamativo que aparecieran jóvenes vinculados a la derecha.
Venimos observando esto hace mucho tiempo, y sobre todo con preocupación en quienes se convirtieron después en los principales votantes del partido de Javier Milei: los varones jóvenes. Ellos muestran, de alguna manera, cómo se produce la brecha de género en todas las votaciones. Esto es un fenómeno que se observa a nivel mundial. Las mujeres tienden a votar más hacia la izquierda y los varones más hacia la derecha. Venimos contando esta historia pequeña que de alguna manera permite tener más herramientas para interpretar lo que sucede hoy.
Dicho esto, mi sensación actual es de mucha preocupación, no solo por lo discursivo, sino porque, efectivamente, en términos de políticas públicas, lo que ha hecho este gobierno es descuartizar absolutamente todas las políticas vinculadas, no sólo a las mujeres, sino a los discapacitados, los jubilados y los estudiantes. No se trata únicamente de un tema de género, sino de los derechos humanos y de los derechos adquiridos durante los últimos 20 años.
-¿Cree que los medios tradicionales han sido cómplices, neutrales o críticos frente al crecimiento de discursos de ultraderecha en Latinoamérica?
-Sí, yo creo que los medios tradicionales tienen un rol. No creo que sea por culpa de ellos que tengamos gobiernos, partidos o líderes de derecha, pero sí han funcionado como canales de difusión canales de los discursos de ultraderecha, no solo en Argentina.
Los medios hegemónicos son menos críticos porque tienen intereses económicos, y en esos intereses se cruzan también los líderes y los partidos de ultraderecha. En cambio, los medios independientes en América Latina hemos aprendido a sortear esas dificultades, ya que no contamos con grandes recursos, no recibimos pauta publicitaria de gobiernos ni empresas, tenemos modelos de negocios diferentes. Eso nos permite, evidentemente, ser más críticos con estas ideologías.
Leila Mesyngier en el conversatorio sobre el ascenso de discursos de odio (Festival Gabo 2025)
-¿Existe una suerte de contraataque de los sectores de extrema derecha al avance del feminismo de los últimos años?
-No, creo que está al revés. Creo que los avances de los feminismos produjeron lo que en la jerga se llama el backlash, esto decir, un contraataque hacia los feminismos. Me parece que estos gobiernos de ultraderecha, estos líderes y todo este discurso sobre “la ideología de género” son, en realidad, una respuesta al avance de los feminismos.
Pero no me refiero solo al avance en términos de conquistas legislativas o de políticas públicas, sino también en el plano discursivo. Hace diez años, en casi todos los diarios y medios de América Latina, se hablaba de “crimen pasional” cuando había un feminicidio. Hoy, es cambio, es mucho más difícil usar esa expresión sin recibir una oleada de críticas en redes sociales, apenas alguien pública un título con esas palabras.
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La comunidad de Anfibia se ha destacado durante años desde su fundación como revista en la realización de contenido feminista, refiriéndose especialmente a debates dentro del feminismo, tanto como lo son problemáticas de violencia de género, desigualdad económica y los desafíos políticos que implican estas materias. El pasado 6 de octubre se publicó en la revista una crónica referente al triple femicidio ocurrido en Argentina, ciudad Florencio Valera, lugar que fue escenario del asesinato de tres jóvenes, una de tan solo 15 años, Brenda Castillo. Morena Verdia y Lara Gutiérrez. Fueron engañadas cinco días antes para asistir a una supuesta fiesta, antes de ser ejecutadas por una banda de narcotraficantes. Un caso que ha conmocionado a toda Argentina, y ha generado una ola de cuestionamientos más allá de la culpa del narcotráfico en la trágica muerte de las jóvenes, si no también objetar en la nula efectividad de la justicia argentina que no hizo nada por acatar las denuncias por explotación sexual realizadas por familiares, vecinos y cercanos meses antes de la tragedia.
Leila, con el poder de observación de una cronista y la preocupación de una madre, lanza una frase certera. “Como mamá de un varón, me pregunto cómo hablar de esto con mi hijo y con sus amigos”, confiesa. La pregunta queda suspendida.
Otra de sus preocupaciones es pensar en la generación de periodistas que crecieron con la promesa de la libertad y hoy enfrentan la era del algoritmo. Y discurso que construyen de eso algoritmos.
-¿Cómo ve hoy la relación entre el avance de discursos de ultraderecha y el aumento del acoso hacia periodistas, mujeres y referentes LGBTQ+? ¿Hay señales nuevas respecto a periodos previos?
-Pongo un caso concreto que hicimos recientemente en Anfibia: fue a partir del triple feminicidio, no sé si escucharon que mataron a tres chicas, hace menos de un mes. Primero publicamos un texto que escrito a cuatro manos, una referente académica feminista, Iliana Arduino, y la referente de las trabajadoras sexuales, Georgina Orellano, una militante muy inteligente y brillante, con el objetivo para tratar de entender un poco lo que pasaba.
Después publicamos un texto de periodismo de investigación más clásico, en el que dos cronistas: Florencia Alcaraz (ex directora de Latfem) y Cristian Alarcón; fundador de la revista Anfibia- Ellos fueron al territorio a tratar de comprender qué había ocurrido, sobre todo porque una de las víctimas era muy joven. Se buscaba entender que había llevado a ese camino.
Creo que con la publicación de este tipo de textos, que cuentan las historias de verdad, tanto nosotros en Anfibia, como muchos otros medios independientes del continente estamos contribuyendo a combatir los discursos de odio, a visibilizar a las mujeres y a otras identidades, a cuestionar las narrativas que las invisibilizan. Me parece que lo que mejor sabemos hacer es contar historias, y ahí reside el valor del periodismo independiente: en narrar con profundidad, sensibilidad y compromiso
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Hoy en día, el ataque cibernético a mujeres periodistas en Latinoamérica sigue siendo una preocupante problemática que va en aumento ante la creciente oleada de discursos de odio presentes en las redes sociales, estos dirigidos principalmente por sectores conservadores y masivas redes de bots que siguen la línea de la ultraderecha. Según un estudio realizado por el Consejo de administración de los sitios protegidos (UNESCO) en 2020, se formó conclusiones a partir de las 714 encuestadas que se identifican como mujeres, señalando que el (74%) ha sufrido algún tipo de violencia en línea.
Dentro de las estadísticas del mismo estudio, el tema periodístico que se vinculó con mayor frecuencia al aumento de las agresiones fue el género (47%), seguido de la política y las elecciones (44%) y los derechos humanos y la política social (31%). Frente a esta recopilación de datos, no solo se ha dejado en evidencia el sesgo discriminatorio a la figura de la mujer en la política, sino también las consecuencias de estas agresiones digitales que terminan en denuncias autocensuradas, el distanciamiento de las redes sociales y el negativo efecto en la salud mental en las comunicadoras.
-¿Qué impacto ha tenido el discurso confrontacional de Milei en la libertad de prensa y el tratamiento de los medios críticos? ¿Cómo ha afectado a las mujeres comunicadoras ataques como lo ocurrido con la periodista Luciana Peker y otros casos?
-El ataque de Milei a los periodistas y a la libertad de prensa es un ataque general, aunque tiene una dirección muy concreta contra las mujeres. En principio, se trata de una ofensiva que pone en riesgo la libertad de expresión, porque provoca que muchos periodistas independientes y voces alternativas que reciben. Estos ataques, a menudo, se manifiestan en cientos de mensajes amenazantes en las redes sociales personales durante varios días, situaciones muy hostiles y con amenazas reales.
Es, por lo tanto, un ataque a la libertad de prensa. Sin embargo, también hay un foco muy claro en las mujeres, ya que se trata de un gobierno abiertamente misógino. Además del caso de Luciana Peker, que se vio obligada a dejar el país, hay otras periodistas que son atacadas constantemente, como María O’Donnell o Julia Mengolini. Esta última, además, ha recibido varias denuncias penales por parte del propio Milei, que -si no estoy desactualizada- fueron desestimadas por el juez. Pero el hecho de que se haya presentado ya constituye un ataque muy concreto, no solo contra una mujer, sino también contra un medio independiente, del Mengolini es directora y que no recibe financiamiento del gobierno.
-¿Qué estrategias comunicacionales usa la ultraderecha para deslegitimar voces de género y diversidad en los medios? ¿Cuánto hay de espontáneo y cuánto de campaña organizada?
-Creo que la principal estrategia del presidente es el insulto. Él está todo el tiempo insultando. Ahora más calmado, porque hace un tiempo el diario La Nación hizo un recuento de todos los insultos que decían en sus discursos, y el número era muy impactante. Pero mira qué interesante: eso lo hizo un medio super hegemónico como La Nación, ¿no? Entonces, ahí también esos medios tienen a veces un rol interesante, porque son los que más se leen y los que más impacto tienen.
Obviamente, combatir cada uno de esos discursos es muy difícil, sobre todo cuando al mismo tiempo suceden otras cosas muy importantes, como el endeudamiento extremo de los Estados. En el caso argentino, estamos siendo colonizados por Estados Unidos como nunca antes en nuestra historia. Entonces, mientras estamos discutiendo que el presidente le dijo no sé qué a un chico con autismo, de repente estamos firmando un acuerdo que nos deja sin agua, sin luz y sin no sé cuántas cosas más. Sin la naturaleza argentina, qué sé yo.
Creo que sí, esa es una estrategia muy concreta de la ultraderecha. Es embarrar el terreno para que todo sea mucho más confuso y más difícil, mientras ellos puedan hacer sus negocios. Estoy segura de que es un ataque sistemático.
-¿Qué papel cumplen las plataformas digitales (Twitter/X, Facebook, TikTok) y qué medidas regulatorias o de moderación deberían priorizarse?
-Las plataformas digitales, dice, son una trampa de doble filo. “Cumplen un papel terrible, promueven desinformación, discursos de odio… pero también son el único puente que tenemos con nuestras audiencias”. En su voz se mezcla la indignación y la esperanza. Habla de la censura de las palabras, del cambio constante de algoritmos, de la penalización absurda, de una imagen de lactancia mientras la pornografía circula libremente. “Es un escenario difícil para los medios independientes, por lo que tanto para la democracia”. Sentencia. La frase suena a editorial, pero no lo es. Es una constatación de la realidad que vivimos.
Siempre hay que buscar alternativas. Yo creo que hay algo que quizás parece una pavada, pero que es muy efectivo: volver a encontrar y volver a proponer, como periodistas y como medios, lugares de encuentro. Lugares de encuentro con las audiencias, entre periodistas, entre colegas, con lectores y lectoras. Creo que la tienen difícil ustedes, su generación, pero estoy convencida de que es posible. No digo combatir a las grandes empresas -eso, no sé, habría que hacer la revolución, sería otra cosa-, pero si me parece que no hay que perder de vista que los y las periodistas jóvenes, que además son nativas digitales y han vivido prácticamente toda la vida con internet, con celulares inteligentes y con las redes sociales, tienen que encontrar otros modos de hablar, de conversar, de contar, de narrar, de producir información, de investigar.
No soy pesimista, porque creo que es posible hacer pequeñas acciones. Tampoco soy optimista porque sí, pero sí creo que cuando se producen encuentros, cuando hay una conversación real, cuando se investiga en el territorio, cuando de verdad una pone el cuerpo ,no sola, sino con otros y otras, pasa algo. Y a veces esa transformación es ínfima, pero es contra valiosa.
Pienso en esa crónica que publicamos sobre el triple femicidio, y en esa cronista que se sentó a tomar mate con la mamá de una de las víctimas durante seis horas para escuchar su historia. Obviamente, eso no va a reparar el crimen de su hija, pero haber sido escuchada es un montón.
Cuando la entrevista está por terminar, el mediodía ya se vuelve más caluroso. Detrás de Leila, una ventana gigante permanece entreabierta y se cuela el ruido de la ciudad. “Lo más importante es seguir haciendo cosas juntos, encontrarnos, leer, conversar, escuchar”, dice. Menciona un festival de periodismo, tecnología y arte que organiza Anfibia, los clubes de lecturas, las crónicas escritas “a cuatro manos”, esos granos de arena que finalmente sostienen una comunidad en medio del desconcierto.
-¿Qué recomendaciones daría a los jóvenes periodistas que buscan trabajar en medios críticos en un contexto de presión política y social?
-Primero, no trabajar solos. Yo creo que lo más lindo del periodismo es trabajar en equipo, y me parece que encontrar un espacio de trabajo que funcione realmente como un equipo es una fortuna, un tesoro que hay que cuidar y acopiar. Así que, en principio, no trabajar solos. No somos héroes de guerra. Y también tiene que ver con la estrategia de cuidado: trabajar con otros y otras siempre es, para mí, un tesoro.
*Esta entrevista fue realizada para el ramo de Crónicas y entrevistas en la sección de la profesora Carolina Rojas.