De acuerdo a lo que debería ser una verdadera rectificación de un error (desde la base ética y no legal, ya que las opiniones no se comprenden como rectificables, únicamente la información), es decir “reestablecer el vínculo de confianza” que en este caso se le debe a la audiencia —y no solamente a los judíos, ya que el daño es a nivel social—, la estación fue injusta en su corrección.
Ante la actuación realizada por Murdock (@hazmereirchv, 20 de mayo), lamentamos profundamente las palabras dichas por el personaje (cont)
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Nunca, en los 52 años de esta estación, ha estado entre nuestros intereses el fomento de actos racistas ni discriminatorios (cont)
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Esperamos que nuestras disculpas sean aceptadas.
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Nos comprometemos a seguir perfeccionando nuestros controles de contenidos para que este tipo de situaciones no se repitan en el futuro
— Chilevision (@chilevision) 22 de mayo de 2013
Dichas palabras deberían haber sido difundidas en el mismo espacio por el cual se realizó la falta. Si bien Twitter se ha posicionado como un medio de comunicación social, aún no tiene la misma repercusión que aún mantiene la televisión. Además, fue a través de dicho medio de alcance masivo en donde el personaje realizó el famoso chiste. Si bien después se leyó el comunicado en el noticiario central del miércoles 22 de mayo, la reacción de la señal fue tardía y su contenido sólo “lamentaba” lo sucedido, mas no condenaba el acto discriminatorio en sí.
Si bien es cierto que la opinión pública reacciona poco o nada frente a situaciones similares, y necesita del empujoncito mediático para alzar la voz, es importante que en primera instancia se repudien casos como este, para luego analizar y educar a la sociedad respecto a lo ridículo que llegamos a ser al fomentar la reiteración de conductas vejatorias, mientras tratamos de erigirnos como seres modernos, libre pensantes y pluralistas.
John Stuart Mill, en su obra “Sobre la libertad”, se refiere al preconcepto de libertad de expresión. Si bien él nunca habla de ese término específicamente, sí esboza la importancia de no acallar las opiniones –independiente de quienes las emitan ni si estas son falsas o no. Defiende el diálogo y la discusión como un mecanismo en donde las personas puedan intercambiar sus puntos de vista con el objetivo único y final de llegar a la verdad.
Sin embargo, también establece límites para emitir dichas opiniones, ya que irían en detrimento de esa verdad, como lo sería cualquier ofensa (injuria) y el uso de un lenguaje que incite a la violencia.
Es por esto que las disculpas de CHV son meras excusas. Ya que justificar tiene que ver con transformar lo injusto en fuente de esa verdad perseguida en la tesis de Mill. Conforme a las normas sociales (y no en un sentido legal) que permitan el desarrollo y bienestar de todos los miembros de una comunidad.
Y no se trata de censurar ni de restringir exageradamente la libertad de creación y expresión. Ni de convertirnos en tontos graves, moralistas y sin humor, sino, más bien, de preservar una sociedad unida y libre de odio, aspectos básicos para alcanzar el desarrollo que no se conforma únicamente con buenas cifras económicas.
Independiente de todas las medidas que se tomen, ni de la nueva multa que de seguro aplicará el CNTV a la emisora dirigida por Jaime de Aguirre, sucesos como estos deben dejar alguna enseñanza a los medios como fuente educadora, no en el sentido de la academia, ya que sería un recurso facilista otorgarles una facultad que está lejos de ser su función principal, sino más bien como entes que ejemplifican conductas y que coescriben –junto al gobierno, instituciones y la sociedad civil– el discurso del país que queremos.