Con amenazas en redes sociales, robos de lienzos y golpizas que terminaron en asesinatos, las barras bravas muestran un mundo donde la pasión por el fútbol se mezcla con crimen organizado y violencia extrema. En 2024, Enzo ‘Bomba Azul’ fue asesinado a tiros mientras huía de otro vehículo. En un segundo episodio de violencia, una joven y un niño murieron en un ‘turbazo’ afuera del Estadio Monumental, evidenciando las fallas de la Ley de Estadio Seguro y la impunidad que persiste en nuestro fútbol.
Por Vicente Alarcón y Zaida Ibáñez
Enzo de ‘La Bomba Azul’ y Rinco de ‘RincoAlbitos’ eran dos figuras prominentes dentro de las barras bravas de los equipos de Universidad de Chile y Colo Colo. Enzo pertenecía, cómo lo apuntaban los medios, a un grupo que estaba siendo investigado por el tráfico de armas, drogas y homicidios. Las imágenes que ambos enseñan en su perfil de Facebook son lienzos robados a equipos rivales. Allí se ven cuidadosamente volteados en señal de humillación y dominancia territorial.
El lenguaje que utilizan la mayor parte de estos barristas es intimidante: no hay eufemismos. Cada mensaje y fotografía está cargado con menosprecio y burla.
En una de las publicaciones, Rinco lanzó un mensaje el 22 de mayo de este año, donde interpela a Enzo con insultos y lo amenaza sobre que tenía información suficiente sobre él. Incluso había logrado infiltrarse en la barra “las madres de Maipú”. Por otro lado, Enzo, compartió esta publicación donde comienza con un “Juan Rinco el diablo te persigue”.
Días después comenzó el ciclo de violencia con un video que ‘Bomba Azul’ colgó en su red social. Allí se muestra a “Rinco” en un sillón con la mirada perdida. El hombre tiene la cabeza teñida por manchas de sangre. Lo habían golpeado. Levanta una de sus manos en gesto inútil de evitar otros golpes. Un grupo de barristas de la U, lo agreden con zapatillazos directos en su rostro, cuello y cabeza, donde se vuelve a ver cómo la sangre brota de estas heridas.
“Lo que pasó es que unos locos de la barra de la U cacharon que el loco estaba en un edificio y decidieron infiltrarse nomás. Ahí lo tuvieron amarrado, lo humillaron caleta, hasta hicieron que les sirviera whisky a todos según lo que caché en otros videos”, dice ‘sombra’, una joven barrista que prefiere mantener su nombre en reserva.
Las reacciones no fueron de rechazo, hubo emojis de “me divierte” junto a los comentarios de otros barristas en la publicación burlándose de esta golpiza. La agresión era un trofeo.
Enzo Bomba Azul-Edson Olivares Díaz tenía 25 años y en TikTok se hacía llamar “El diablo en patines”. Tenía más de 14 mil seguidores. Fue asesinado el 27 de octubre de este año en La Pintana mientras huía de otro vehículo. Chocó en su auto y recibió cerca de 80 disparos. Lo acribillaron. Carabineros vinculó este hecho al crimen organizado y la noticias se viralizó.
La trágica muerte de un hincha
El 26 de junio de 2024, el estadio Monumental se erigía en el horizonte de Santiago como un gigante blanco y negro. En la convocatoria hay expectativa por un partido de Colo Colo. Las calles de Macul que rodean el estadio bullían con una euforia de los hinchas, que iban vestidos con sus reconocidas camisetas negras y blancas. Las banderas flameaban al viento y sus cánticos se escuchaban fuerte. “El albo” se preparaba para recibir en un amistoso con Universitario de Deportes de Perú. El ruido de los bombos se mezclaba con las bocinas de los autos atascados en el tráfico.
A metros del estadio, mientras los hinchas se enfilaban por las calles raudos hasta el lugar, un hombre fue brutalmente atacado por un grupo de al menos 30 personas. La emboscada terminó con la vida de un colocolino.
Entre los hinchas que se dirigían al Monumental estaba ‘Maldo’ un fanático de Colo Colo quien pide no dar su nombre real. Ese día había planeado su jornada de forma meticulosa: entrada lista, ir en auto y estacionar en el mall Florida Center para esquivar el ajetreo de la locomoción. Caminó por la calle Mirador Azul, una vía que siempre está repleta de hinchas. Las luces de los postes titilaban. A lo lejos escuchó los cánticos desde el estadio. Cuando apuró el paso un joven se le acercó. Tenía el semblante serio.
-No sigas avanzando- le dijo- ,están asaltando por Mirador azul.
Maldo siguió su camino, pensó que era lo siempre, los atados entre los piños del Colo Colo.
El joven llegó a la esquina y vio un grupo de hombres golpeando a una persona que trataba de protegerse desde el piso. En su relato bosqueja una escena rápida. Una pelea más entre barristas, pensó.
En la calle se topó de frente con una horda de personas que se movían frenéticamente alrededor de una figura en el suelo. Las luces de los postes de luz iluminaba a medias la escena. Gritos, golpes secos de patadas y puñetazo.
-¡Matenlo, mátenlo!-alcanzó a oir
El hombre en el suelo ya no se movía.
“Lo único que atiné fue a alejarme para que no me agarraran a mí ya que, por lo que escuché eran del equipo rival. Gracias a Dios no llegué ahí unos minutos antes, capaz no la estaría contando. Vi el cuerpo de un cabro ahí tirao’ se me heló la sangre, estaba en shock. El pobre loco no se movía, estaba en el suelo lleno de sangre y ellos seguían pegándole. Sentí miedo, temí por mi vida y me viré”.
La confirmación no tardo en llegar, el hombre era Claudio Maldonado Gamboa quien fue apuñalado y asaltado, presumiblemente, por “Los fósforos” seguidores del equipo peruano.
Tenía 43 años e iba camino al partido con dos de sus hijos.
Lo incidentes siguieron dentro del estadio, se lanzaron bombas de ruidos y fuegos artificiales a los visitantes. El partido se suspendió por falta de garantías.
Las barras bravas: una historia de violencia
En un comienzo el uso de fuegos artificiales era el principal problema provocado por las barras bravas y según las cifras proporcionadas por Carabineros de Chile, con un registro de alrededor de 300 delitos por el porte y activación de estos artefactos desde 2019. Pero la violencia escalaría a niveles más altos más allá de la pirotecnia, de violencia física a enfrentamientos.
En el año 2020, el 16 de febrero se jugó un partido entre Colo Colo y Universidad Católica, donde la Garra Blanca lanzó bombas de estruendo a la cancha con la intención de dañar a los jugadores rivales, lo que terminó afectando a Nicolás Blandi, jugador de su propio equipo. El partido terminaría la suspensión del encuentro.
Años después la escena volvía a repetirse. Fue en el clásico universitario del 30 de abril del 2023. Desde la galería de Los de Abajo comenzaron a llover bengalas hacia la cancha. Después fueron los fuegos artificiales. No quedo más opción. El encuentro fue suspendido. Danilo Díaz, experimentado periodista señaló con respecto a la ley de Estadio Seguro, que no es una legislación que esté regulada y que hay “chipe libre” para las barras bravas.
“Aquí nadie regula nada, se supone que hay varios anillos de seguridad donde te revisan entero, y después uno ve la cantidad de artificios que tiran dentro del estadio y se pregunta varias cosas”. Señala con un tono molesto, donde también hace una crítica al modelo actual, “Están todos dateados, los dejan ingresar cualquier cosa. Todos esos elementos de animación que les llaman ellos, deberían estar prohibidos”, relata Díaz.
Pero dentro de esta normativa existe también la aplicación de derecho de admisión que pueden ejercer los clubes hacia personas que no cumplan con la ley de derechos y deberes dentro de un estadio de fútbol. En este apartado se quiso agregar la versión de la ex jefa de Estadio Seguro, Pamela Venegas, quien fue contactada para este reportaje, pero no hubo respuestas hasta el cierre de esta investigación.
Una de las aristas preocupantes, según documentos entregados por Estadio Seguro en Reportajes 24 Horas, es que el 7% de las querellas presentadas terminaban con condenas. Esto evidenciaba que el mayor ente fiscalizador de nuestro fútbol estaba haciendo mal el trabajo. Según declaraciones de la jefa de Estadio Seguro Pamela Venegas, en el reportaje de 24 horas, faltaba actualizar la regulación. “La ley necesita nuevas herramientas acorde a los tiempos, y a las faltas y delitos que se cometen”. Para esas fechas existían más de 7 mil personas con derecho de admisión en los estadios, según el reportaje.
Para el destacado periodista nacional, Fernando Tapia, la solución para terminar con el problema de las barras bravas, es poner “mano dura”. “Ni las autoridades, ni los clubes ni nadie. Nadie quiere invertir realmente en seguridad, porque para ellos no es rentable. Cuando ocurra un incidente de gran magnitud, se van a dar cuenta de lo grave que es esto”, comenta.
Tapia también explica que hoy existe una propuesta que busca declarar a las barras bravas como organizaciones criminales, y que ese podría ser el punto de partida para que se empiecen a tomar medidas reales al asunto. “El senador Walker propuso al Ministerio del Interior sobre las barras bravas, donde se califica a las barras bravas como organizaciones criminales, pero esto aún no se aprueba. Lleva más de un año con el tema y nada, ahí te das cuenta lo poco que importa la seguridad en los fanáticos del fútbol”.
Respecto a esa solicitud, el senador indica que se debería reforzar la seguridad con la más alta tecnología, “Es necesario aplicar tecnología biométrica, torniquetes, huella digital y reconocimiento facial en el ingreso, y también para tener elementos probatorios por desórdenes en las graderías”, afirmó en la prensa. Además, recalcó el motivo por el cual se deberían calificar a las barras bravas como sociedades ilícitas.
Para el senador algunas barras bravas son centro de comisión de delitos como el tráfico de drogas y el crimen organizado y donde una de las tantas consecuencias son las amenazas que incluso han recibido dirigentes y jugadores.
Supercopa: arde el Nacional
El 15 de febrero del 2024 era la final de la Supercopa en el Estadio Nacional. Diego Fernández, fanático de Colo Colo, estaba de vacaciones en La Serena, pero no pensaba perderse el evento. En Tongoy no encontró buses, pero logró convencer a su grupo de amigos que lo acompañaban para viajar en auto, pese a lo largo del trayecto. Llegaron al estadio al minuto 40 del primer tiempo. En Monumental, en el sector norte donde se ubicaba la barra, en la atmósfera ya había ira. Un lienzo crítico contra expresidente Sebastián Piñera -fallecido días antes- se alzaba sobre las cabezas de la hinchada. El paño, agitado en medio de cánticos, olía a afrenta. Carabineros y guardias de seguridad trataron de confiscar el lienzo. Lo que vino después fue la furia para los barristas. Así comenzaron a arrancar sillas de las gradas que volaban como proyectiles, mientras que carabineros devolvía la mano con gas pimienta.
El enfrentamiento escaló rápidamente. En medio del caos fue requisado el lienzo oficial de Colo Colo. Un grupo logró recuperarlo, en medio de las ovaciones de la multitud, pero la violencia ya era incontenible. Los jugadores del equipo se acercaron a las rejas para intentar calmar a los hinchas, pero sus esfuerzos fueron en vano.
El enfrentamiento escaló en violento y la barra empezó a pasar a la seguridad.
Diego recuerda que el árbitro decidió finalizar el partido casi al minuto 70. La gente comenzó a abandonar el lugar y en ese momento, una parte del estadio ya se encontraba envuelto en humo negro. Él también tenía temor. “Fue frustrante, de todo el esfuerzo por llegar al recinto, apenas logré ver 20 minutos de juego antes que el caos lo arruinara todo. Me marché con una gran decepción, la jornada que debía ser de alegría se convirtió en un recordatorio de violencia”, dice.
Los daños ocasionados en el sector norte del Estadio Nacional, ascendían a $102.501.171, según fundada avaluación practicada por el estamento técnico del Instituto Nacional de Deportes.
A comienzos de los años 90, la rivalidad entre las barras bravas de Colo Colo y Universidad de Chile desencadenó serios disturbios, como el ocurrido en 1994 en el Estadio Nacional. Frente a la presencia de aquel entonces presidente de Chile Frei Ruiz-Tagle, miembros de la Garra blanca destruyeron parte de la galería norte. Este hecho concluyó con la promulgación de la Ley N°. 19.327, orientada a prevenir y sancionar la violencia en el fútbol profesional.
Años más tarde el sistema se regiría por una nueva ley, la ‘Ley de Estadio Seguro’ implementada en 2011 bajo supervisión del Ministerio del Interior durante la primera administración del ex presidente Sebastián Piñera. Según el sitio oficial de Estadio Seguro el programa buscaba “recuperar los estadios de fútbol como lugares de sano esparcimiento, recreación y encuentro para las familias y los verdaderos hinchas”.
Después de 14 años desde su implementación y tras 4 gobiernos, en este 2025 se puso fin oficialmente a la Ley de Estadio Seguro, marcando el cierre de una etapa caóticamente criticada por sus malas gestiones y que llevó a una trágica consecuencia.
El origen de las barras bravas en Chile
Las agrupaciones de hinchas denominadas “Barras” surgieron desde los años 70 con la aparición de los hinchas ingleses llamados “Hooligans”. Pero estos tenían una diferencia, y es que los hinchas ingleses no estaban bajo el nombre de barra brava, sino que ellos se diferenciaban en que antes de los partidos, se juntaban en grupos de personas y tenían batallas campales mano a mano con los hinchas del equipo rival. Una práctica que se da hasta el día de hoy en Europa, bajo el nombre de “Ultras”.
“El deporte, en sus múltiples manifestaciones, ha sido históricamente una vía para canalizar emociones, construir vínculos sociales y, sobre todo, gestionar tensiones inherentes a la vida en sociedad”, menciona Felipe Vagas, psicólogo clínico. “El fútbol no es solo entretención, sino también un mecanismo para enfrentar los desafíos de sociedades que buscan mitigar el impacto de la violencia en sus dinámicas cotidianas” concluye Vagas. Y dentro de este contexto, muchos autores han investigado y escrito respecto a los comportamientos de los hinchas, sobre todo en Inglaterra.
Ya para este lado del continente, se empezaron a adoptar esas costumbres, especialmente en Argentina, donde en la década de 1960 surgió el concepto de “Barra brava”. Las Barras bravas son un grupo de personas ligadas a un club deportivo, que se ubican en un sector determinado del estadio y que están identificados con un nombre global dentro de su equipo. Estos son grupos en su mayoría, autogestionados, que a través de colectas reúnen recursos para comprar los diversos elementos de animación que usan para apoyar a su equipo.
“Las Barras Bravas, al nacer a finales del periodo dictatorial en Chile, responderían a esta necesidad de reunirse y de acompañarse, de generar lazos identitarios en base a la confianza, la hermandad y la autogestión. Este contingente de hinchas hizo que los “piños” (los grupos que le darían sustento a las barras) se retroalimentaron mutuamente, inclinándose hacia una resistencia de carácter combativa ante el control y el intento de normalidad social propuesta por la institucionalidad del país.” dicen Ethan Tejos en su tesina como estudiante de la Universidad Academia de Humanismo: “Criminalización versus representatividad popular: una mirada histórica de las barras bravas desde la participación de la juventud 1973-2006”
En Chile, las barras bravas empezaron a aparecer en la década de 1980, La Garra Blanca surgiría dentro de la barra estudiantil de Colo Colo a fines del año 1985; En el caso de Los de Abajo, el término nace en 1988, debido a que esta hinchada tenía como punto de encuentro en el estadio el sector bajo de las galerías, al lado de la reja.
Este auge de las barras bravas coincidió con un periodo en que el futbol chileno se vivía con gran intensidad: según datos publicados por el diario AS, en la década de 1980 y 1990 el promedio general de asistencia a los partidos era de entre 70 mil y 80 mil personas. De hecho, la mayoría de los partidos con mayor afluencia de público se registraron en ese periodo. En ese contexto, el segundo partido con más convocatoria ocurriría el 16 de noviembre de 1986, cuando albos y azules se enfrentaron ante 77.848 espectadores en el Estadio Nacional.
Ya a mediados de los 90 el fenómeno se extendió a diversas regiones del país, como en Valparaíso que se encuentra “Los Panzers” de Santiago Wanderers, o “Al hueso pirata” de Coquimbo Unido, barras que han estado involucradas también, en hechos de violencia en nuestro país.
Las barras no solo son grupos vinculados a la inseguridad, sino que, en muchos casos, se han convertido en un sello identitario de los clubes deportivos. A través de cánticos, banderas y una presencia constante en los partidos, las barras representan una parte esencial de la cultura del equipo. Para muchos hinchas, forman parte de la esencia y el alma del club, creando un sentido de pertenencia y unidad entre los seguidores.
En ese contexto, aparecen “los piños” en las barras bravas, que son pequeñas cofradías de sectores del país que se sienten identificados con el equipo de sus amores, que crean el grupo para darle apoyo y tener su presencia en la hinchada. Ignacio Cortés, de 25 años, lo sabe bien. Es hincha de la Universidad Católica y perteneciente al piño “LP2” de la comuna de Lo Prado: “Para mí la Cato lo es todo, yo la sigo a donde vaya, si el cato va a regiones voy, si sale del país voy también. Es un sentimiento de vida”, comenta besando el escudo de su camiseta y agrega“Yo por la Cato he viajado a distintas partes del país, a Concepción, El Salvador, Viña, y muchas más, pero también hemos ido con el grupo afuera. El 2022 fuimos a Córdoba a dar el aguante, fuimos por tierra de ida y vuelta a ver a la cato en Copa Libertadores”, relata mientras saca su celular para mostrar una fotografía de él en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, Argentina.
El viaje para ellos comenzó como un sueño colectivo. Ese grupo de amigos, que se conocían de años atrás, se subió al bus rumbo a Argentina con un solo propósito: estar allí, vivir el momento y alentar al equipo. Era un viaje de hermandad, donde un bus lleno de hinchas de diferentes comunas de Santiago fue transformándose en algo más grande mientras se avanzaba hacia el sur. En este recorrido se compartieron historias y emociones. “Cuando estábamos en el bus, no sabíamos en verdad lo que nos esperaba. Sabíamos que ir a Córdoba no era solo por un partido de fútbol, era una promesa entre nosotros y el equipo”, recuerda.
Al cruzar la frontera, el paisaje empezó a cambiar y el cansancio era notable, debían hacer una parada. Mendoza los recibió con su aire seco, en donde la búsqueda por un bar donde tener un momento de relajo los cautivó. Allí entre las risas y anécdotas pasadas sobre partidos anteriores, recuerdos de niñez, se cruzaron con hinchas de Boca Juniors, también en aquel viaje. Al principio, la mirada de desconfianza era abrumadora, como siempre pasa entre hinchas rivales, pero con el rato eso fue desvaneciendo. El fútbol y la pasión de las barras unen a las personas. “Nos topamos con estos hinchas y al cruzar un par de palabras, nos entendimos perfectamente. Fue increíble, terminamos hasta cantando juntos, y aunque cada uno defendía a su equipo con el alma, el respeto y la buena onda flotaban en el aire. Nos conectó el amor por el fútbol y así estuvimos riéndonos y compartiendo cultura”, recuerda con una sonrisa, cómo si se encontrara aun festejando.
Finalmente, ya en Córdoba, la ciudad se llenaba de colores, la gente asombrada por los hinchas en este bus miraba entusiasmados y curiosos ante los cánticos de estos muchachos. “Se sintió como si estuviéramos en casa, estábamos representando a todos los que no pudieron asistir al viaje. Era una locura la emoción que sentíamos en ese momento, la felicidad de ver al equipo de tus amores en otro país es un acto de lealtad enorme”, comenta.
Así como Ignacio, también existen hinchas apasionados de los otros equipos de fútbol, pero quizás no con el mismo fanatismo, o un fanatismo distinto. Nicolás Lobos, de 25 años, quien se considera un hincha fiel a su equipo, y que “deja la vida” cada vez que los va a apoyar al estadio, fanatismo que dice, heredó de su papá, Héctor.
Ha ido a apoyar al equipo a varias ciudades del país. Cuando habla del club de sus amores se emociona, se ve en su mirada y en sus gestos. Pero aún tiene un sueño pendiente, quiere ir a ver a su equipo en otro país. “Llevo al Colo en el corazón y no me pierdo ni un partido. Tú te estarás preguntando por qué no viajo fuera del país si soy tan fanático, en netamente por un tema de plata, si la tuviera no me perdería ni uno”, se sincera Nicolás.
Diego García, profesor de la Universidad Alberto Hurtado del curso ‘La pelota no se mancha”, dice que el fenómeno de barras como identidad trasciende lo deportivo, se convierte en pertenencia y expresión cultural, principalmente en la desigualdad y falta de oportunidades. Hay veces que esta identidad tiene origen en el barrio, donde las personas buscan o hallan clubes de fútbol como forma de representar sus valores, luchas e historias.
Dentro de esa representación que se genera al ser parte de un club, están esas personas que sienten que no son considerados por la sociedad, y el ser parte de un “piño” les da el ser validado por sus pares dentro del ambiente futbolístico. Por eso, dentro de estas agrupaciones sienten que los entienden y escuchan sus compañeros de barra.
Y así lo recalca el académico, pues dice que las personas que están dentro de este ambiente necesitan aprobación, y que dentro de ellas no son excluidos y se sienten parte. “Son jóvenes que normalmente no tienen necesidad de acceder a roles más formales dentro de la sociedad, entonces empiezan a quedar en el margen y las barras bravas es una forma que ellos tienen para dar a conocer a la sociedad que ellos también existen, y que a través de las barras ellos son protagonistas”.
El contexto de barras se va convirtiendo en un refugio para los que no se sienten con un espacio tradicional de la sociedad. Los grupos no solo les ofrecen sentido de pertenencia, sino que muchas veces sirve como plataforma para expresar una identidad, reclamar visibilidad donde usualmente conviven en un ambiente que muchas veces los ignoran. La validación muchas veces que nace de estos pares les da una especie de familia alternativa. García señala que las dinámicas reflejan la necesidad de ser notados o escuchados, incluso si este implica un rol marginal. Este fenómeno de las barras es también un signo de grito de protesta, una manera de construir una identidad en un mundo que parece indiferente.
Pero dentro de esta reflexión de sentido de pertenencia, Francisco de Ferrari, también profesor de la Universidad Alberto Hurtado y del mismo curso, señala un punto que definiría todo lo que explica, que sería una palabra por la cual estos grupos de personas se mueven en las barras, que es el “aguante”. Este lo define como la expresión con la que ellos definen su fanatismo, el aguante es algo que se demuestra como ellos dicen, “no arrugando”, donde también demuestran su hombría y que en general se definiría como alguien que le pone el pecho a las balas y no es cobarde.
La cultura barra brava
A lo largo de los años, la cultura de las barras bravas ha evolucionado desde la demostración de lealtad hacia el equipo a convertirse en rivalidades y actos de violencia, tanto física como simbólica. Un hincha de Colo Colo apodado ‘sombra’, el cual no revelaremos su nombre por seguridad, nos lleva a entender cómo las dinámicas de estas barras se han ido intensificando. Desde formas para marcar territorio en murales y postes hasta las redes sociales para enseñar los lienzos robados como forma de humillación hacia la barra rival. La violencia en la cultura barrista va más allá de confrontaciones a puño limpio, en un fenómeno donde artificios, armas blancas, pistolas y amenazas por redes sociales juegan un papel más importante.
Azul, blanco, rojo o negro son colores pintados en las paredes de los barrios de las comunas a lo largo del país y en puntos estratégicos como puentes o postes de luz, para dejar claro quién domina en esa área en particular. Estas pinturas no solo son simples colores, sino emblemas de las barras, mensajes de apoyo o escudos del equipo de fútbol. El mural o poste es signo de que esa zona en particular está dominada por un piño.
“En mi comuna, por ejemplo, los postes siempre están pintados de blanco y negro, el color de Colo Colo. Y si pasa algo con la U, ya saben, nosotros les tiramos pintura blanca y dejamos claro que el barrio es del Colo”, dice el barrista.
La práctica de “marcar” un territorio es una tradición de las barras bravas, que intentan sembrar terror y definir los límites de cada barrio. Es en ese momento donde surge la rivalidad entre las barras rivales, pero la disputa por los lienzos es quizás una de las formas más fuertes y dramáticas de esta guerra.
Los lienzos son un objeto bastante importante en las disputas, ya que no solo simboliza la presencia de la barra, sino el respeto y la lealtad al equipo. Cuando estos barristas deciden actuar en robar y dar vuelta un lienzo, no sólo están tomando una tela; están afirmando un dominio sobre la barra rival. Es una humillación pública. Principalmente estos actos eran en los estadios, a mano limpia en los estadios, cerca de los muros de las comunas, pero se han convertido en un acto bastante peligroso, documentado y publicado en redes sociales.
“Si te roban el lienzo o lo dan vuelta no es solo que perdiste, sino que te están humillando. La barra rival toma fotos de estos lienzos, lo enseñan, lo comparten y te lo restriegan en la cara. No se olvida algo así, te haces una reputación de débil y la única forma para deshacerte de eso es recuperarlo”. – ‘sombra’.
Son estos actos de robos de lienzos que pueden llegar a la violencia extrema. Si la barra rival no cede, los enfrentamientos pueden ser fatales.
En ‘Facebook’ se pueden encontrar diversos perfiles creados, ya sea como perfil de “piño” o individual de cada barrista con un apodo asociado. Los perfiles cuentan con bastantes seguidores, desde los 500 hasta más de 1.000 seguidores, lo que origina a estos personajes en estas redes sociales que viralizan formas intimidación.
Dentro de sus publicaciones no solo comparten las emociones por las victorias deportivas, sino que han trasladado las luchas a esta red social, donde exhiben los rituales de los robos de lienzos. Este acto violento se realiza con fuerza física y con la intensificación en el uso de armas y amenazas en estos perfiles.
“Es normal ver este tipo de publicaciones de los piños, yo sigo algunos de ellos e incluso hay cosas que no se ven explícitas para todas las personas en el Facebook. Ahora todos los locos defienden los lienzos con tolas y cuchillas en las poblas, entonces al tomar foto de estos con las armas es señal para que tengan cuidado, de advertencia por si deciden venir a probar suerte”, dice ‘sombra’.
El principio del fin
Mientras la violencia en la calle se desataba en un edificio cercano, Ángeles Fuentes observaba todo desde su departamento. Como vecina del sector estaba acostumbrada al ajetreo de los días de partido: los gritos, las cánticos y las bocinas. A menudo, las noches de fútbol en el Monumental traían un espectáculo no sólo dentro del estadio sino algo que se desbordaba a la calles. Sin embargo, aquella noche, el ambiente parecía distinto.
Los gritos empezaron a aumentar en intensidad, primero fueron unas voces aisladas, luego una oleada que parecía crecer a cada segundo. Ángeles y su pareja dejaron todo lo que estaban haciendo en ese momento y se asomaron al balcón para ver que estaba pasando.
“Nosotros estábamos tranquilos en el departamento, preparando la comida, pero de repente los gritos nos hicieron parar todo. Eran tan fuertes que hasta se nos heló la sangre. Corrimos al balcón para cachar qué pasaba y ahí vimos todo”, relató Ángeles, aún afectada por lo que presenció esa noche.
Lo que vieron desde el balcón fue un caos. En medio de las luces los gritos observaron una multitud enfurecida que avanzaba hacia el estadio, pero lo que más llamó su atención fue un hombre sin polera, que tambaleaba entre la multitud. Estaba a unos cien metros de su edificio y aún, desde esa distancia, se podía divisar que estaba mal herido. El torso desnudo brillaba bajo la luz de los postes, pero no era el sudor lo que le cubría, sino sangre. El hombre daba pasos erráticos, como si estuviera a punto de desmayarse. Se desvaneció unos segundos después.
“Se escuchó el golpe desde acá arriba. Lo más cuático es que la gente seguía pasando a su alrededor, pero nadie lo ayudaba. Solo unos pocos se quedaron, pero no fue para socorrerlo” recuerda Ángeles.
Ella y su pareja observaron cómo un grupo de personas se queda alrededor del hombre que está en el suelo. Pero lejos de prestarles ayuda continuaron agrediéndolo. Patadas, golpes, insultos. Los gritos de “¡Mátalo!” resonaban en la calle mezclándose con el sonido de los autos y los gritos de los vendedores ambulantes.
La escena se tornaba cada vez más desoladora. Una parte de la multitud atacaba sin piedad, mientras que por el otro lado, algunos miraban con temor o morbo.
-Esa imagen se me quedó grabada, ese hombre solo en el suelo mientras el resto se alejaba. Era como si no existiera para ellos- relata.
A medida que la violencia continuaba, Ángeles sentía que el tiempo se detenía. Su pareja, en un intento desesperado por ayudar, tomó el teléfono y llamó a emergencias. Sin embargo, la línea parecía interminable.
“Llamé y llamé, pero no se escuchaba nada más que un tono y luego la espera interminable. ¡Era desesperante! Mirábamos desde la ventana y cada vez que venía un auto de Carabineros, nos llenábamos de esperanza, pero solo pasaban de largo, como si no hubiesen visto nada. Fue aterrador”.
Los gritos de auxilio del hombre se tornaron más débiles, casi inaudibles, como si estuviera perdiendo la fuerza. La desesperación de ambos crecía cada vez más, para estar así por un largo periodo, pero de repente llegaron los Carabineros. Se acercaron al cuerpo del hombre y evaluaron la situación mientras que la multitud se dispersaba rápidamente. Le tomaron el pulso. A pesar de los esfuerzos, el hombre seguía tirado en el suelo. La ambulancia seguía sin aparecer y en un acto de urgencia, Carabineros lo subió al retén móvil.
La alerta del hecho no tardó en llegar a oídos de los hinchas del estadio. Alrededor de 200 personas de la garra blanca llegaron en masa al sector de la barra rival, en donde empezaron una guerra de gritos y a lanzarles fuegos artificiales.
Daniel, trabajador de Colo Colo y Liliana, una guardia de seguridad, vivieron momentos de terror en ese momento, mientras intentaban manejar la situación de la mejor manera dentro del recinto. La violencia se intensificó cada vez más, con cada grito y explosión de pirotecnia. Daniel recibió varios llamados de urgencia para que intentara calmar a sus compañeros y proteger las instalaciones. Por su parte Liliana sentía que en cualquier momento le iba a pasar algo. “Los gritos y explosiones me hacían sentir que estaba en una guerra y yo temí por mi vida”. A pesar de llevar años trabajando en el recinto, el nivel de agresividad de ese momento marcó un antes y después en su experiencia laboral.
René Mena, jefe de seguridad del Colo Colo fue contactado para este reportaje, pero declinó entregar declaraciones.
La estampida maldita
La tarde de ese jueves, afueras del Estadio Monumental, el ambiente era de nerviosismo y espera. Dos hinchas de Colo Colo —una joven de dieciocho años, un niño de doce— estaban en la entrada cuando una multitud empezó a empujar hacia las rejas. En segundos, las ganas de entrar de los hinchas se convirtió en estampida.
De ese día hay dos versiones. Uno habla de una avalancha. Cientos de cuerpos empujando hasta que una reja cede y los aplasta. Otro, aún más violento, sostiene que fue un carro lanza gases el que avanzó contra la multitud.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) presentó una querella ante el 13º Juzgado de Garantía de Santiago. En su escrito, describe cómo el vehículo policial que, en línea recta, rompe las vallas blancas y atropella a las víctimas, dejándolas tiradas sobre el pavimento. No hubo auxilio. Y el hecho hizo recordar la violencia por parte de Carabineros hacia la población civil durante el estallido social.
Días previos al encuentro, las redes sociales empezaron a organizar un llamado para realizar el famoso ‘turbazo’, hecho que se pudo haber evitado por parte de las autoridades. Por las redes sociales de TikTok e Instagram, diversos jóvenes publicaban fotos con mensajes de incitación a realizar este acto.
Al ser consultado el Ministerio del Interior, encargado de la Ley de Estadio Seguro, sobre las medidas que tenían proyectadas para el presente año en temas de seguridad y control. Desde el ente mencionaron que estaban trabajando para mejorar algunos puntos para el 2025.
“En la actualidad estamos con un trabajo legislativo, relacionado con las reformas a la ley 19.327 de derechos y deberes en los espectáculos de fútbol profesional, delimitando de manera más precisa las responsabilidades y ámbitos de competencia de cada una de las entidades que organizan partidos de fútbol profesional entre las temáticas que se perfeccionan”, señalaron.
En las discusiones legislativas ya se había deslizado esa palabra incómoda: turbazo. Se sabía. Se había hablado de cómo operaban ciertos hinchas para irrumpir en los estadios. Y, aun así, durante los cinco meses posteriores a esas conversaciones, nada. Ninguna medida concreta. No hubo acciones para la seguridad de otros asistentes o para prevenir la tragedia que ya se anunciaba.
Cuando todo estalló, lo siguiente fue lo conocido. ¿Quién debía responder? Algunos acusaron a Colo Colo, por ser dueño de casa. Otros, a la institucionalidad. El presidente de Blanco y Negro, Aníbal Mosa, se plantó frente a los micrófonos días después con una frase que buscó evadir toda responsabilidad: “Un problema que ocurrió afuera se trasladó para adentro. Nosotros nos hacemos responsables de lo que ocurra adentro, pero no nos podemos hacer responsables de lo que ocurra en la vía pública”.
Mylan Liempi tenía 12 años
Lo cierto es que la ayuda llegó tarde y fue otro dispositivo de Carabineros quien auxilió a los heridos que fueron trasladados a la Clínica Bupa. Allí se comprobó la tragedia: los muertos eran dos, por tanto ahora se investiga el hecho como apremios ilegítimos, tratos crueles e inhumanos cometidos por agentes del Estado.
Horas después se conoció el nombre del niño que había fallecido en el lugar. Mylan Liempi era hincha de Colo Colo desde hacía poco. El club Alegría Macul, donde jugaba Mylan, lamentó su muerte con una foto en homenaje: “Con mucha pena en nuestros corazones. Te recordaremos siempre, querido Mylan. Un niño muy alegre, siempre con una sonrisa. Descansa en paz, pequeño angelito”.
Lo ocurrido en el Estadio Monumental no solo evidenció las graves falencias en materia de seguridad, sino que también marcó un punto de inflexión en la política pública. La renuncia de Pamela Venegas, jefa del plan Estadio Seguro, fue el detonante para su cierre definitivo que evidenció las malas gestiones acumuladas a lo largo de estos años. Hoy la responsabilidad de la seguridad de los estadios recae directamente al Ministerio del Interior. Sin embargo, el futuro de la gestión de eventos deportivos en Chile sigue siendo incierto.