Opinión

No necesitamos a los medios

Por ~ Publicado el 19 diciembre 2017

“Después del caos, el renacer”, escribe Andrés Azócar en este análisis que desmenuza la crisis de valor de los medios, la consolidación de iniciativas de nicho y el derrumbe de los espacios tradicionales del periodismo. Quizás es el momento previo a la aparición de nuevas formas para las noticias y la comunicación.

Foto de Tina Rataj-Berard en Unsplash (cc).

Foto de Tina Rataj-Berard en Unsplash (cc).

Un encuentro en el congreso de periodismo de Austin entre las periodistas Andrea Insunza y Paula Molina fue uno de los detonantes de lo que meses más tarde sería el bot Labot. Un chatbot destinado a entregar información política y que durante la elección presidencial chilena tomaría relevancia. En Texas, las periodistas —Andrea, investigadora de la UDP; Paula, conductora de Cooperativa— se interiorizaron de las posibilidades que daban los bots para entregar información de calidad y con la capacidad de interactuar con su audiencia..

Insunza y Molina venían conversando con Francisca Skoknic, ex Ciper, la idea de lanzar en Chile un proyecto que combinara innovación y periodismo de calidad. Fue Skoknic quien propuso contactar a los creadores de Politbot —el padre tecnológico de LaBot—, así el proyecto tomó forma. La primera misión: armar contenido especializado para darle contexto a la elección presidencial y parlamentaria. Y usar bases de datos para dotar a la herramienta de análisis muy difíciles de encontrar en los medios masivos. El esfuerzo valió la pena: en un par de semanas sumaron más de 5.500 suscritos en Telegram y FB Messenger.

LaBot no es un caso aislado. La posibilidad de construir una audiencia propia y darle valor es hoy cada vez más fácil, mientras se derrumba en los espacios tradicionales. Es lo que hacen miles de creadores en Youtube, Instagram, Pinterest y Facebook. En un comienzo era un contenido para pequeñas audiencias, pero poco a poco ha alcanzado a nuevos generadores de contenido. Muchos, incluso, de información dura. Y en casi todos los rubros. Si alguien quiere saber sobre el futuro de la alimentación, puede seguir a Luca Locatelli en Instagram; sobre robots y las dudas en lo que nos traerá la Inteligencia Artificial, Rodney Brooks en Twitter; sobre economía y capitales de riesgo, el newsletter de CB Insight. Y sobre tendencias de moda o Santiago, Chiara Ferragni y SantiagoAdicto en Instagram. Un joven de 23 años, Hugo Kaaman, se ha convertido en el mayor experto en SVIED —autos bombas— que utiliza ISIS en Siria y su cuenta en Twitter es citada por institutos especializados en Medio Oriente. Estos expertos aprovechan las virtudes de las nuevas plataformas: son sus propias fuentes, manejan las micro agendas, no necesitan de una periodicidad para la información que entregan y mantienen un comunicación directa con sus audiencias. Además, aprovechan la fragmentación para hacerse relevante justo cuando la información ahoga.

En su momento, los blogs trabajaban bajo la misma premisa, la diferencia es que hoy las plataformas son más flexibles para atraer a las audiencias (no necesitamos sólo del texto), hay muchos nuevos actores y la posibilidad de rentabilizarse es mucho mayor. Y, a diferencia de los blogs, todos muy lejos de los medios.

Sin embargo, el entorno de las noticias sigue siendo complejo y el deterioro de los medios sigue sin detenerse. Por dos razones principales: su pérdida de valor ha diezmado el interés comercial por ellas y el bajo incentivo económico actual aún no permite que florezca un nuevo sistema noticioso robusto.

¿NECESITAMOS A LOS MEDIOS?

La respuesta sentimental sería que sí. Qué llevamos más de 200 años de la mano de los diarios y del periodismo de calidad. Que luego vino la radio, la TV e internet y nos dieron el ecosistema perfecto para poder evaluar nuestra vida personal y democrática de una manera eficaz y eficiente. La sociedad necesita de los medios para evitar el engaño, los populismos y desenmascarar a los tramposos. Por supuesto, escrutar al poder, como lo hacen los medios —o deberían hacerlo— es la mayor de sus virtudes. En esta historia no todos tomaron ese rol, pero los que lo hicieron ganaron un espacio que nos parecía, sin cuestionamientos, necesario e imprescindible.

En cambio, la respuesta racional diría que si bien los medios, en parte, han cumplido un rol relevante para la vida democrática y tuvieron una audiencia cautiva que era comercialmente muy atractiva, hoy son una industria publicitaria en decadencia. Por lo mismo, han ido dejando de cumplir un rol esencial en busca del avisaje que se escapa a lugares menos sofisticados y relevantes, como Facebook. La masividad nos enfrentó a una nueva realidad: el ecosistema de medios es mucho más numeroso, plural, abierto y desintegrado que la era pre Internet; sin embargo, es mucho menos influyente y vital.

EL VALOR

Si hay que buscar una definición, la de Clay Shirky es la que ha acompañado al periodismo por años: lo que define el valor asociado al periodismo es influencia, capital simbólico, continuidad, margen de maniobra. Pero hoy incluso esa definición está en duda.

LA PROFUNDIDAD DE LA CRISIS

La historia contemporánea está escrita sobre íconos periodísticos. Hacerse la pregunta de si necesitamos a los medios cuando se recuerda Watergate, las publicaciones sobre las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet, el caso Karadima o SQM, parece un despropósito. Pero es imposible negar que tanto el rol del periodismo como su modelo de negocios están más en cuestión que nunca, y que las investigaciones influyentes y decisivas son excepciones.

En el lapso de 20 años, el periodismo ha experimentado tres cambios significativos en los modelos de negocio y distribución: el cambio de analógico al digital, el surgimiento de la web social y el dominio de los móviles. Llegó el dominio publicitario de las grandes empresas tecnológicas, los medios fueron desplazados. Con ellos, despidos en las redacciones, menos investigación y reporteo. A lo relevante debieron sumarle lo masivo. Y de la jerarquía editorial pasaron a la jerarquía de la popularidad dado por los algoritmos de las plataformas sociales. Hipotecaron el “valor” de su contenido por un nuevo modelo de negocios. Pero ese modelo de negocios nunca llegó. “Si alimentas a la bestia, esa bestia te destruirá”, concluye el ex ejecutivo de Facebook, Chamath Palihapitiya.

Más argumentos dispara Derek Thompson, columnista de The Atlantic: “Hay demasiados escritores y publicaciones que dicen exactamente lo mismo. Como resultado, el apetito de los medios digitales por los anuncios ha crecido más rápido que el del anuncio digital”, explica

Tanto es así, que Jonah Peretti, el niño símbolo del periodismo hecho para plataformas sociales con Buzzfeed, ha tenido que salir a reconocer que el modelo no fue lo que esperaban y que desean que haya tiempo para revertirlo “por el bien de la democracia y el periodismo de calidad”.

EL CAPÍTULO NEGRO DE LA INFORMACIÓN

Una tesis aún más radical, y menos idealista que la versión de Shirky y Peretti es la del analista Ben Thompson. “La verdad es que los periódicos ganaron dinero en el pasado no proporcionando valor social, sino teniendo un control casi monopólico de la publicidad impresa en su área geográfica; el valor social era un bono”. Por lo mismo, según este experto en tecnología, cuando se afirma que los actuales sistemas de distribución de Internet distorsionan el flujo del valor económico derivado del buen periodismo, esto es sólo una verdad a medias. Para Thompson, el valor económico “no existe y nunca ha existido”. En su perspectiva, si el modelo se rompe y no hay reemplazo y las audiencias encuentran alternativas, la necesidad de los medios sería una ilusión.

La tesis de Thompson, claro está, se centra en los aspectos económicos del periodismo. Y a pesar de los matices que se puedan tener a su tesis, la evolución del ecosistema noticioso, no deja de darle la razón.

NUEVOS MEDIOS, MISMO ESCENARIO

La arremetida de nuevos medios se alzó como una de las características más importante y positivas de Internet. Millones de sitios nacieron cuando las barreras de entradas desaparecieron. Algunos aprovechando la democratización de los contenidos para crear contenido liviano y viral, que corre patrocinado generosamente por las plataformas sociales, sobre estructuras ligeras y rentables. Otros, buscando la influencia a través del periodismo duro, pero con un nuevo modelo de negocios y con una renovada puesta en escena. La lista la encabezan Vox, Axios, Vice, Quartz y el mismo Buzzfeed. Un tercer grupo de medios fue en busca de los nichos. Los más politizados se hicieron famosos en la última campaña de EE.UU.

Los fondos de inversión fueron tentados por esta explosión de iniciativas. De pronto, el valor del periodismo se recuperaba a través de los herederos. Que, por supuesto, entendían el nuevo lenguaje, eran más sofisticados y sumaban la tecnología a todos los procesos. Estos medios eran el modelo económico para conquistar los públicos que perdían los medios tradicionales. Buscaban audiencias informadas; eran agresivos, flexibles y veloces, entendían el ecosistema comercial de internet mejor que sus antecesores y, al mismo tiempo, mostraban estructuras editoriales diseñadas para este siglo. Por lo mismo, los fondos de capital acudieron a cada aumento de capital para alimentarlos a la espera de los buenos resultados.

Sin embargo, el final feliz no llegó. El 2017 se cerrará con Buzzfeed despidiendo 100 empleados y sin alcanzar sus metas de ingresos. Vice en una situación similar. Mashable vendido a un valor cinco veces menor al que se ofrecía por él en 2016. Y la sensación de que muchos otros sitios no estarán de pie en los próximos años. Como bien explica Josh Marshall en Talking Points Memo, los nuevos medios se enfrentan a la peor realidad del actual ecosistema noticioso: Demasiadas publicaciones + el monopolio de las plataformas sociales es = a los inversores se dan cuenta que están invirtiendo en espejismos y no quieren desembolsar más dinero. Y esto no es sólo un fenómeno en EE.UU.

EL DOMINIO DE LAS AUDIENCIAS REALES

“La información no es conocimiento y el conocimiento no es sabiduría”, dice James Gleick en su libro The Information. Quizás esta frase representa muy bien el estado de los medios y su propia historia. Lo que quiere decir Gleick es que la información por sí sola no representa un bien de interés. Eso está demostrado hoy, con miles de agentes buscando la atención de la audiencia con diferentes ofertas de información, la mayoría plana y de tipo commodity. Acá llegamos a una segunda máxima de Gleick. “Cuando la información es barata, la atención se vuelve costosa”.

Según todos los estudios la gente desconfía de las plataformas sociales como fuente de información, pero su principal fuente de noticias son Facebook y Twitter. Ergo, mucha gente no necesita saber si lo que consume es real o no. Porque para ellos, la información no tiene valor real. Y si cree que tiene, no hace el esfuerzo por filtrarla.

Si el entorno económico y la distribución de contenido viral nos están haciendo olvidar el periodismo, ¿qué pasará entonces con la información específica, de interés, bien embalada, estructurada para una audiencia conocida y en la plataforma correcta? Creo que prevalecerá, pero en un ecosistema distinto. De pocos medios, ultra específicos, de grandes lealtades dispuesta a financiar esa información y dominado por la opinión y no necesariamente por búsqueda incansable de la verdad. Pero el camino no será fácil. Y la tecnología siempre como pivote.

LaBot, por ejemplo, a pesar de que su contenido es relevante para un público interesado en tratar de entender los cambios políticos en Chile, aún debe mostrar que tiene un modelo que la mantenga con vida. Su hermano español —PolitBot— debió salir a buscar financistas para poder seguir funcionando a pesar que sólo recibió elogios de analistas, que su perfil apareció en el New York Times y que fue destacado por la Fundación Nieman como uno de los mejores proyectos del 2017. Pero nada vale si la audiencia no está dispuesta a pagar por esa información. Y eso puede suceder, aunque a muchos les parezca valiosa.

Suscripciones y membresías también son luces en medio de este ambiente nebuloso. “La suscripción es: usted paga su dinero y obtiene un producto y es una relación de producto. Y la membresía es: te unes a la causa porque crees en el trabajo”, explica el analista Jay Rosen. Y pone como ejemplo The Correspondent, un sitio de los Países Bajos que vive del apoyo de una audiencia muy comprometida con su periodismo. “Uno de los mayores descubrimiento es que los miembros no quieren poner una puerta al periodismo que están apoyando”, dice Rosen. Es decir, pagan para que todo el mundo pueda leerlos.

Las suscripciones, incluso las gratuitas, también son luces sobre qué información tiene un valor para la gente. En medio de la compleja situación que enfrentan muchos nuevos medios en EE.UU. la noticia que The Skimm, un sitio que explica las noticias de manera simple y resumida a través de su newsletter diario, anunció que hay ofertas para su compra. La razón: disponen de una base de datos de 6 millones de mujeres fieles a la información que reciben.

El nuevo modelo probablemente sea muchos modelos. Audiencias pequeñas enganchadas de información dura, organizaciones pequeñas muy robotizadas entregando contenido premium en áreas estratégicas, individuos funcionando como organizaciones de noticias aprovechando las plataformas sociales y la suscripción. Algo que ya es posible ver en WeChat, el sistema de mensajería chino, que permite a sus usuarios suscribirse a personas y marcas. Lo que ha hecho explotar la oferta de contenido específico. La gente no sólo puede recibir informes diarios, sino que además comunicarse con la fuente directamente. Puro valor.

Cada día es más claro que los medios que sobrevivan deberán abandonar la publicidad y compartir el nuevo ecosistema con otras fuentes de información que obviamente tendrán otra lógica informativa y comercial.

EL VALOR 2

“Esta conclusión es esencial y la que ofrece más pistas sobre la dirección que debe tomar el negocio periodístico: el foco del New York Times está puesto en los usuarios y, de manera muy especial, en los más fieles”, escribe el español Ismael Nafría, autor de La Reinvención de The New York Times”.

Hace 8 años la crisis de los medios anotaba uno más de sus interminables hitos: el NYT se convertía en la empresa de menor valor en el índice SP 500 en Wall Street. Frente a los fríos apostadores de la bolsa el centenario diario ya no tenía valor para los inversionistas. Menos de una década después el diario sigue viviendo de la incertidumbre, pero su apuesta por más tecnología, productos y menores costos lo ha convertido en un medio que pelea el liderazgo en las suscripciones online con el Washington Post. En todo caso, esos leales son sólo un pequeño fragmento. Hoy el 90% de los ingresos del NYT llega de un 12% de lectores leales.

Por supuesto que hay ejemplos como el NYT, pero todos intentando acomodarse a un nuevo escenario, en donde realistamente los medios han perdido importancia, tienen competencia de plataformas más flexibles, eficientes y rentables. La realidad es mucho más dura de lo que queremos reconocer. Nos hace ilusión la fuerza del buen periodismo. Nos hemos acostumbrado a Ciper y su campaña de recolección de fondos, así lo insinúa. Pero hasta ese periodismo que apuntala a nuestra nostalgia, tendrá que hacer un esfuerzo muy grande para que sus leales lo mantengan con vida.

EL VALOR 3

Alguna vez Chris Anderson, el histórico director de The Wired, dijo: “Ninguna empresa que lidera una tecnología es capaz de liderar la tecnología que viene”. Puede que este sea el caso de los medios. Pero, a pesar del título de este artículo, creo que de alguna manera necesitamos a los medios. No sólo por información, también por identidad. Sólo que será otro tipo de medios, otra forma de comunicarse y quizás esa sea la buena noticia. Después del caos, el renacer.

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