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Leila Guerriero te enseña a ser invisible mientras reporteas

Por ~ Publicado el 27 julio 2016

Es autora de libros, editora de revistas y una de las cronistas latinoamericanas más reconocidas. También es una periodista que disfruta conversar sobre su oficio y sus rutinas de trabajo. El jueves 14 de julio la revista “Sábado” de El Mercurio organizó un taller donde Guerriero explicó su método —más bien un evangelio— para desaparecer frente al entrevistado. “Cuanto más tiempo pasa el periodista con su entrevistado, va eliminando la alteración que provoca en el aire, va camuflándose en las rutinas, en las actitudes”, dijo en la actividad.

Leila Guerriero. Foto de Esther Vargas (cc).

Leila Guerriero. Foto de Esther Vargas (cc).

Lleva un suéter de cuello alto en tono gris, jeans y botas negras. A todas luces, Leila Guerriero busca pasar desapercibida también en la muchedumbre, mientras ingresa discretamente por la entrada principal del auditorio, saludando a unos cuantos. Su caminar es pausado, pero su vozarrón es tan profundo y rítmico que acalla el ruido de las pequeñas conversaciones en el lugar.

Leila parte su charla recordando una entrevista que ejemplifica la invisibilidad del periodista: cuando se reunió con Palito Ortega, gran figura del pop argentino de los años 70. El relato de su anécdota es algo extensa, pero vale la pena citarla casi por completo:

“…Era nuestro tercer o cuarto encuentro, y durante cinco horas el músico había estado contándome su vida con un grado de detalle espeluznante. Si evocaba una reunión de 10 amigos, citaba el nombre de cada uno, la forma en que estaban vestidos, y reproducía la manera de hablar de todos. Si recordaba un recital que había dado en 1975 empezaba por recordar el nombre del hotel en el que se había quedado y terminaba rato después, contando qué cosas había hecho detrás del escenario.

» Si yo hacía una breve pregunta, él respondía con una historia que se ramificaba como un río desmesurado, generoso y -hay que decirlo- agotador, porque yo me estaba muriendo de hambre. No había comido nada desde el desayuno y él, sumergido en el relato de su vida, no me había ofrecido durante 5 horas nada, un café, ni té, ni agua, ni una galletita, pero, aún mareada por los vacíos de la inanición, no hice ningún movimiento, seguí en mi sofá, erguida, pero no rígida, mirándolo a los ojos, entregada a escuchar lo que él, un hombre famoso por su resistencia a hablar de su vida privada, quería contarme.

» Y lo que quería contarme era, entre otras cosas, cómo su mujer había logrado parir a su última hija en los años 80, en un hospital de Miami, con una sábana atada a su abdomen, mientras una partera gigante se arrojaba sobre su vientre y gritaba: pujá, pujá. Si yo hubiera interrumpido ese relato para pedir un vaso de agua o una galleta, el hechizo se hubiera hecho pedazos, el discreto cono de sombra en el que había logrado sumergirme desde hacía rato, se hubiera derretido como manteca al sol, y el músico hubiera despertado de ese ensueño en el que, mientras veía pasar su vida frente a él, la contaba, no a mí, sino a sí mismo, porque, aunque podía ver mi grabadora encendida sobre la mesa, y aunque sabía que estaba ante a una periodista, yo había logrado ser para él nada, un gigantesco órgano de escucha, una mujer invisible”.

Con esta introducción Leila nos cuenta cómo se fue convirtiendo en este ser invisible para su interlocutor, y cómo mantiene esa invisibilidad que puede lograr que personajes que no habían compartido nunca con la prensa, pudiesen soltarse y contar, por ellos mismos, su propia historia.

CAMUFLAJE EN LAS RUTINAS

“Cuanto más tiempo pasa el periodista con su entrevistado, va eliminando la alteración que provoca en el aire, va camuflándose en las rutinas, en las actitudes”, dice Guerriero, y cuenta que no es posible creer que en un sólo encuentro vas a poder tomarlo todo sobre un entrevistado. “La permanencia es clave, no puedes mirar el reloj mientras transcurre la entrevista”. La importancia de no fijar compromisos posteriores al encuentro, por si las cosas se extienden demasiado, también es crucial: no vaya a ser que debas salir corriendo en el momento más íntimo de la conversación de tu entrevistado.

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REDUCIR EL YO

“Hay que suprimir el ego, no buscar la pregunta inteligente o cínica para parecer más que tu entrevistado. Los que creen que la única forma de ser inteligente es ser cínico están equivocados”, dice. La idea no es competir con él, es transformarse en una presencia opaca, tenue, que no intenta hablar de sí misma. “Interrumpo muy poco, sé cual es el ritmo y la frecuencia cardíaca para formular la pregunta que logre que las cosas fluyan. Quizás el entrevistado quiere que le preguntes cuándo murió su madre, es parte del instinto basado en la experiencia”, indica. “Si el entrevistado relata sus maratones de alcohol, drogas, sexo o fiestas no es momento de compararte y entregarle tus propias historias interminables. La gente siempre quiere hablar de sí, quiere que la escuchen”.

Un modo de volver a ser visible, aclara Leila, es utilizando la grabadora. “Es un modo de señalarle que aún estás ahí, con él”. Tomar notas más allá de lo necesario puede deteriorar la conexión visual, importante a la hora de generar una intimidad con el entrevistado.

Leila dice no utilizar redes sociales, ni Facebook, Twitter o Whatsapp, porque distraen y se termina escribiendo mucho sobre nada. “Si utilizo Skype para una videollamada la planifico con tiempo como si me fuese a encontrar en vivo con la persona”, lo mismo si estás entrevistando a alguien y revisas el celular. “Pierdes el contacto visual y nuevamente te vuelves a alejar”.

A LA HORA DE REDACTAR

Cuando la entrevista acaba y llega el momento de escribir, para Guerriero ocurre la invisibilidad absoluta y señala, citando a Flaubert, que “el autor debe estar en su obra, como Dios en el universo, presente en todas partes pero en ninguna visible”. “A veces como si fuese una portadora de malas noticias, me he plantado en una clase de periodismo y les he dicho a los estudiantes ‘ustedes no le importan a nadie’. Aún cuando escriban la historia en la más férrea de las primeras personas, el periodista no debería ser más importante que la historia que cuenta”.

Leila cree que debemos estar constantemente aprendiendo de cultura general; un periodista, dice, no puede no saber quien fue John Wayne. “Me encanta que juegues y sepas qué es Pokemón Go. Lo que yo no admito es que me digas con orgullo que no sabes qué fue Mayo del 68”, agregó.

CONSEJO FINAL

“Ser periodista no es difícil. Hay que tener curiosidad, ser invisible, mantener el impulso constante, tener la fe del pescador y quien se olvida de su hambre, del frío y la sed”.

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