Actualidad + Reportajes

Las calles y sus voces a dos años del 18-O

Por ~ Publicado el 26 octubre 2021

La imagen se repitió en la mayoría de los canales de televisión y en los principales diarios del país: barricadas, saqueos y hechos de violencia fueron los temas que marcaron la pauta noticiosa de esta segunda conmemoración del estallido social. Lejos de este retrato, en Plaza Baquedano -rebautizada por los y las manifestantes como Plaza Dignidad- se vivió un ambiente de reflexión y recuerdo a las demandas que iniciaron las protestas en octubre de 2019. También se rememoró a quienes fueron víctimas de la represión policial durante la revuelta. En esta crónica, Puroperiodismo se reencontró con los lugares emblemáticos de las manifestaciones de la denominada revuelta social, donde miles de personas se reunieron una vez más para reclamar por un Chile más digno. 

Por Daniel Lillo, Luciano Candia y Sofía Concha


Eran cerca de las 10:00 am y en la estación del metro Los Héroes las personas circulaban con normalidad. Ahí, donde hacía exactos dos años, el 18 de octubre de 2019, comenzaron las evasiones de estudiantes secundarios y se registraron los primeros enfrentamientos entre Carabineros y manifestantes, se vivía un ambiente que oscilaba entre la tranquilidad de los usuarios de la red de metro y el evidente nerviosismo de los guardias. La salida por Almirante Barroso estaba cerrada y un contingente de alrededor 10 guardias se apostaban a un lado de los torniquetes. Su expresión denotaba tensión. Debían estar preparados por si surgía algún intento de evasión, alguna manifestación u otro movimiento inesperado. Pese a la curiosidad que despertaba la situación, ya era la hora de partir a donde se desarrollarían la mayor parte de las actividades convocadas para la segunda conmemoración popular de esa histórica jornada que lo cambió todo en el país,  la denominada zona cero del estallido: el sector de Plaza Baquedano, hoy más conocido como Plaza Dignidad.

A esa hora aún funcionaba con normalidad la estación Baquedano, y la situación era similar a la de Los Héroes: gran número de guardias custodiando accesos y torniquetes a la espera de que algo sucediera. Y ya en las inmediaciones estaba ocurriendo. 

En la salida de la estación que da a la calle Ramón Carnicer nos encontramos con los primeros manifestantes y equipos rescatistas. No había nubes en el cielo y bajo el intenso sol también se instalaban los primeros comerciantes ambulantes, listos para vender sus productos: el merchandising del 18-O. 

Poleras con la imagen de Gustavo Gatica o Fabiola Campillai, protagonistas y sobrevivientes de dos de las más emblemáticos casos de violencia policial durante el estallido social; chapitas con imágenes del perro “matapacos”; pañoletas verdes, y otros tantos productos que hacen alusión a las protestas de 2019. Para todo hay un mercado, y así como la demanda aumenta a medida que llegan los y las manifestantes, la oferta crece para satisfacerla, especialmente en un momento en que la cesantía y la crisis económica afecta a millones de personas en el país. 

Los restaurantes, quioscos y locales comerciales del centro funcionaban, también, con normalidad, como si sus dueños no supieran qué podría ocurrir después o, si lo sabían, tuvieran la tranquilidad de que aún les quedaba tiempo para reaccionar. Personas que desayunaban y compraban el diario a los pies de los edificios turri con toda naturalidad contrastaban con quienes estaban a la espera de que, una vez más, comenzaran las movilizaciones. Contando a la rápida, no eran más de 30 las personas que se reunían y entonaban unos tibios cánticos. “¡No estamos todos, faltan los presos!”, se escuchaba. 

Bajo el exterior del Teatro Universidad de Chile se aglutinaban manifestantes en busca de la escasa sombra que dan a esa hora de la mañana los edificios de nueve pisos que lo coronan. En el lugar que ocupaban los hinchas de la “U” en las protestas, había también un grupo de hinchas colocolinos. Preguntaban a qué hora partirían las manifestaciones cuando, justo en frente, comenzaba la primera intervención artística. 

El grupo Cuerpo en Narrativa realizó una sólida presentación. La fuerza de sus movimientos y la expresión de sus rostros, que denotaban enojo y sufrimiento, daban cuenta de la intención de este grupo de artistas .“Todo este grupo humano tiene el objetivo de decirle a la gente que no hemos soltado las calles. Los artistas estamos totalmente conscientes de lo que está pasando… Quizás no hemos cuestionado si Chile despertó, podemos estar somnolientos pero también más fuertes y unidos que nunca”, dice una de sus integrantes.

Al terminar la presentación, explotaron los aplausos de las personas reunidas alrededor del improvisado escenario callejero. El grupo se movió hacia el centro de la Plaza Italia para repetir la coreografía. Los espectadores retornaron a lo suyo y el ambiente volvió a ser de tranquilidad. Había sido tan sólo un anticipo de lo que vendría. 

***

Parecía que así transcurriría toda la mañana, entre la normalidad del tránsito, las personas que realizaban su rutina como cualquier otro día y una que otra manifestación aislada. Pero todo cambió cuando por el acceso que da hacia la avenida General Bustamante, emergió por las escaleras de la estación Baquedano Fabiola Campillai Rojas.

Fabiola Campillai tras emerger del metro Baquedano (FOTO: Sofía Concha)

Fabiola Campillai tras emerger del metro Baquedano (FOTO: Sofía Concha)

Acompañada por su esposo y Mariana San Martín, jefa de su campaña a senadora por la Región Metropolitana, Campillai apareció casi como una figura divina. Todos y todas quienes estaban cerca se percataron de inmediato de su presencia. Cámaras la rodearon, los gritos de “¡aguante, Fabiola!” se multiplicaron y las personas ahí presentes se acercaban para abrazarla y agradecer que estuviera allí, con el pueblo. Con una bandera mapuche en una mano y un cartel que rezaba “Justicia para Fabiola Campillai y Gustavo Gatica” en la otra, una manifestante se acercó hasta el tumulto de personas que la rodeaba. Al abrazarla se emocionó hasta las lágrimas: “Estamos aquí para acompañarte en tu lucha”, le dijo. 

Campillai se movió, se acercó al borde de la vereda y puso un pie en la Alameda para cruzar hacia el centro de esa plaza que tuvo hasta hace poco una estatua del general Manuel Baquedano montando su caballo, pero que ahora no es más que una base de cemento vacía rodeada de un muro de metal. Fue entonces que se cortó por primera vez en el día el tránsito de la principal arteria de la capital. Manifestantes se interpusieron entre los autos que hacían sonar sus bocinas y la caravana que acompañaba a Campillai en una suerte de procesión. 

Todo Chile conoció a Fabiola Campillai, una mujer simple y trabajadora de San Bernardo,  cuando se supo que fue víctima de un atentado por parte de Carabineros. 

Ocurrió la noche del 26 de noviembre de 2019. Mientras ella se dirigía a su trabajo, sin ser parte de protestas ni desmanes, un efectivo policial disparó una bomba lacrimógena directamente a su rostro. Le reventó parcialmente el cráneo, dejándola sin visión, olfato ni gusto, además de provocarle múltiples fracturas faciales que le significaron diversas complicaciones de salud. Fue así que Fabiola Campillai se convirtió en la segunda persona del país que perdió totalmente la vista a causa de una agresión policial en el contexto de la revuelta social. Gustavo Gatica, que recibió impactos de perdigones en sus dos ojos, fue el primero. 

El caso de Campillai se transformó de inmediato en un emblema de la lucha social y las violaciones a los derechos humanos cometidas por la policía bajo el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, como ya han acreditado sendos informes de distintos organismos, tanto nacionales como internacionales. Si bien la agresión de la que fue víctima es hoy investigada por el Ministerio Público y hay una causa abierta en tribunales, su proceso no ha estado exento de polémica. El pasado 30 de julio, la Corte de Apelaciones de San Miguel revocó la prisión preventiva a Patricio Maturana, el carabinero acusado de dispararle a quemarropa la lacrimógena. Hasta hoy, tanto ella como su familia exigen justicia. 

Cámaras y micrófonos se agolparon para captar la imagen de mejor forma y registrar las palabras que ella diría en el corazón de la llamada “zona cero”. Quienes la acompañaban pedían que cualquier persona que se acercara lo hiciera con mascarilla. Y había que hacer espacio; todos querían estar cerca. Banderas negras se desplegaron detrás de quién hoy busca un cupo senatorial por la circunscripción siete. “Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular”, se puede leer en una de las banderas. Junto a los medios independientes que estaban allí, se apostaron las brigadas de primeros auxilios con sus escudos. No tanto para protegerla, sino más bien, porque también querían escucharla. 

“Chiquillos, hoy estamos aquí para apoyar y rendir homenaje a todos los jóvenes valientes que un 18 de octubre se atrevieron a representar todas nuestras demandas aquí, en Plaza Italia. Les damos las gracias a ellos y también rendimos homenaje a quienes no están hoy. Fueron muy valientes. Ellos tienen que ser recordados toda la vida por haber dejado sus vidas por nosotros, por apoyarnos, por querer un Chile mejor y por hacer que hoy esta plaza se convierta en Plaza Dignidad.”

No estuvo más de 10 minutos en la parte central de Plaza Baquedano, pero tampoco fue necesario más. Sus palabras resultaron ser una arenga para quienes la escuchaban. Todos, sin excepciones, la siguieron en su camino de retorno, pues en el cronograma había más actividades que esperaban su presencia. 

Antes de retirarse, Campillai se dio el tiempo para seguir abrazando a las personas que se le acercaban y posar para las fotografías que le pedían. Personas que estaban en los restoranes se paraban y gritaban “¡Fabiola, yo voy a votar por ti!”. Así como llegó, se retiró. No sin antes abastecerse de una pequeña colación que compró en un carrito a las afueras del metro. Su silueta desapareció al ritmo de una persona bajando una escalera. 

Con ese efímero, pero potente acto de presencia, quedó marcado el inicio de una nueva conmemoración del estallido social. 

***

17:05 marcaba el reloj. El sol no daba tregua. Dos furgones policiales separados por una calle de distancia esperaban en el lugar como un tipo de escolta personal. Las puertas del Museo del Estallido Social comenzaban a abrirse y salían los primeros rostros encapuchados con instrumentos musicales en sus manos. 

La fachada del lugar ubicada a pasos de la esquina de Dardignac con Constitución, en pleno barrio Bellavista, es algo así como una versión chilena de la famosa “Guernica” que pintó Pablo Picasso a mediados de 1937 para representar el bombardeo a la ciudad que lleva el mismo nombre durante la Guerra Civil Española. Los artistas realizaron un semicírculo en la mitad de la calle y comenzaron a ensayar las melodías antes de que partiera la caravana hacia la Plaza Dignidad, ubicada a unas pocas cuadras.

Músico encapuchado de la banda que salió del Museo del Estallido Social (FOTO: Sofía Concha)

Músico encapuchado de la banda que salió del Museo del Estallido Social (FOTO: Sofía Concha)

Mientras la banda musical todavía afinaba sus instrumentos y ensayaba, al lugar llegó el vehículo que transportaría una figura canina de aproximadamente tres metros de altura. Las preparaciones estaban casi listas. Entre dos personas montaron la cabeza de la “Negra Matapacos” y afinaron los detalles: ataron un enorme pañuelo verde a su cuello -representación del movimiento feminista-, y ya con eso estaba todo listo para partir. 

La caravana se dividía en cuatro filas. Al final iba el vehículo con la Matapacos; adelante les seguía el grupo de músicos encapuchados, con sus instrumentos de viento y percusión; luego tres hombres caracterizados como calaveras; tres mujeres que danzaban al compás de la batucada, y finalmente un lienzo con una consigna clara: “Octubre no cabe en un lienzo”. 

Imagen de manifestantes a los dos años del estallido social (FOTO: Luciano Candia)

Imagen de manifestantes a los dos años del estallido social (FOTO: Luciano Candia)

Dos cuadras hacia abajo, dos hacia la izquierda, y luego subir fuerte y derecho por la Avenida Andrés Bello hacia la Plaza. A medida que avanza la caravana, se suman transeúntes y gente que también se dirige a la plaza. Los músicos hacen una pausa de repente: “¡Liberar, liberar!”. Gritan y continúan tocando. Se suman bocinazos y celulares que graban todo lo que ocurre. La calle está cortada por la masividad de la protesta. La caravana se despliega por el medio de la avenida y se le suma un amplio contingente de personas que descansa en el Parque Forestal. A lo lejos se divisa el humo de distintas barricadas que acompañan el evento conmemorativo. 

La comitiva se divide en dos: la cachorra Negra Matapacos continúa su trayecto hacia la Plaza para dar vueltas alrededor de donde estaba la estatua del General Baquedano, y la banda de músicos se repliega por el parque en dirección al memorial de Mauricio Fredes, fallecido en noviembre de 2020 tras huir de la arremetida policial y caer en un pozo que no estaba sellado, ubicado en la intersección de Ramón Corvalán y la Alameda.  

***

Mientras la caravana que salió del Museo del Estallido Social recorría las calles de Santiago, en plena Alameda, las Brigadas Ramona Parra (BRP) hacían lo suyo en el frontis del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) con sus brochas, overoles y tarros de pintura: blanco, negro y rojo. Partieron tomando las medidas para replicar su diseño en los muros, ahí fue cuando entraron en escena los trazadores. Una vez plasmado el diseño, era el turno de la pintura. 

La BRP existe desde los ‘60, y desde su inicio han tenido una estrecha relación con las Juventudes Comunistas (JJCC). En sus murales hacen alusión a las demandas sociales de la ciudadanía. 

Era una veintena de jóvenes con sus manos y ropa llena de pintura. Con palos de escoba para alcanzar cada rincón de la muralla escribían: “Unidad, lucha y organización. Por la dignidad de los pueblos”. A la izquierda de esa frase, una bandera chilena negra y blanca tenía en su interior las palabras “Ley de indulto general, libertad a los presxs politicxs”. A la derecha de la consigna estaba el famoso negro matapacos con la imagen del Presidente. “Fuera Piñera!”, decía con letras blancas. 

Mural pintado a las afueras del GAM (FOTO: Sofía Concha)

Mural pintado a las afueras del GAM (FOTO: Sofía Concha)

En poco menos de dos horas el mural ya estaba listo. Los detalles los hacían con brochas más pequeñas y con pintura en spray. La encargada nacional de las Brigadas Ramona Parra, Anayka Fuentealba, comentaba que el propósito del colectivo siempre será plasmar las demandas sociales en sus murales. 

“A dos años del inicio de la revuelta social, queremos retratar que la lucha y la organización deben seguir en pie […] donde nos debemos seguir manteniendo en las calles, en las murallas, en los espacios que nos quedan desde la organización popular”, decía mientras todo a su alrededor se movía en medio de las manifestaciones que ya tomaban fuerza. 

***

Ya cerca de las 20:00 horas, la plaza estaba a tope. Una gran barricada por Vicuña Mackenna levantaba gran cantidad de humo, y un grupo de trompetas, saxos, trombones y percusión le daban vida a los cánticos que se entremezclaban con gritos de diversas consignas sociales y el gas de las lacrimógenas que, como suele ocurrir los días de protesta, se adueña del centro de Santiago hasta casi coparlo todo. Los primeros estruendos de fuegos artificiales se empezaron a escuchar y las bengalas comenzaron a encenderse. El ambiente ya era de fiesta. 

A esa hora costaba caminar por las cercanías de Plaza Baquedano, pues eran innumerables las manifestaciones se efectuaban al unísono. Una banda de punk instalada en el teatro de la U. de Chile provocaba la euforia de quienes los escuchaban, mientras la “Negra Matapacos” seguía dando vueltas a la plaza como si fuera un carrusel. Banderas gigantes se desplegaban, bandas seguían tocando y miles de personas continuaban llegando hasta el centro de la rotonda.  

El grueso de personas se veía disminuido cada vez más en dirección al oriente, ya cerca de la estación de metro El Salvador. Poco quedaba a esa hora de la mercadería que llevaron los comerciantes y muchas personas ya empezaban a retirarse de la marcha para ir de vuelta a sus hogares, comentando en el camino las excentricidades que siempre se viven en las manifestaciones. Un pequeño grupo de carabineros esperaba su momento de actuar, pues en unas pocas horas más tendrían que enfrentarse a los manifestantes para desalojarlos, a las escaleras del Cerro Santa Lucía en llamas y a uno que otro saqueo. Y al día siguiente, todo volvería a la normalidad, o a lo que ahora en Chile se le puede llamar así: una rutina que desde hace dos años, cada cierto tiempo se interrumpe con el grito de miles -si no millones- de chilenos que se toman las calles por un nuevo Chile que ya está construcción, pero que muchos y muchas todavía no logran ver convertido en realidad.

#Etiquetas:

Comentarios.