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La coalición de Obama

Por ~ Publicado el 14 noviembre 2008

Por Álvaro Vargas Llosa

El triunfo de Barack Obama fue el equivalente, en términos de ruptura cultural y generacional, a la victoria de Ronald Reagan en 1980. El demócrata logró romper la división entre estados republicanos y demócratas que se había establecido desde que Richard Nixon arrebató el Sur a los demócratas en los 60, obteniendo una votación espectacular en lugares como Virginia y Carolina del Norte. Sacó al Partido Demócrata de los ghettos costeños en lo que estaba confinado, penetrando el Oeste interior como Colorado.

Y pudo obtener votos importantes en segmentos rurales, conservadores y con fuerte población evangélica del Medio Oeste, como Indiana. El hecho de que los demócratas aumentaran su ventaja en el Congreso con victorias en distritos antes negados a ese partido realza la magnitud sísmica del movimiento político registrado.

Obama aglutinó a una coalición que implica un realineamiento político en Estados Unidos, La generación “siglo 21” toma la posta a la generación “años 60”. El mandatario electo viene a reemplazar a la generación formada en las guerras valóricas de los años 60 con una coalición que reúne a corrientes muy diversas del país.

Tres factores hicieron posible este realineamiento: una crisis económica que llevó a millones de ciudadanos a superar sus prejuicios frente a un afro-americano de antecedentes formativos tan distintos de los del ciudadano común; los cambios que se vienen produciendo en la sociedad norteamericana desde hace una década, con un aumento del poder de las minorías y la creciente participación de los jóvenes en la vida cívica que está dispuesta a marginar a la derecha religiosa que había marcado la pauta ideológica durante décadas; y, finalmente, las dotes  poco comunes de un Obama que supo encender el idealismo de un gran número de ciudadanos, pero también montar una organización poderosa en todo el país a favor de algo que no está muy definido, pero implica una relación más cauta de su país con el resto del mundo. La pregunta es cómo interpretará Obama su mandato plural.

Es decir, si gobernará de acuerdo con su temperamento prudente, evitando un crecimiento excesivo del Estado a pesar de la presión de su partido, o de acuerdo con su formación ideológica de centro-izquierda y aprovechando su mayoría parlamentaria. El consenso dice que las distintas corrientes que se aglutinaron tras su candidatura esperan, como escribió Harold Meyerson en el Washington Post, que su líder “ejecute una versión siglo 21 de las reformas de Franklin Roosevelt”. Yo no estoy tan seguro.

La coalición de Obama está constituida por minorías, profesionales blancos, estudiantes y un número sustancial de mujeres de clase media y raza blanca.  Las minorías respaldaron a Obama en proporción muy alta. En el caso de los negros, la coalición incluye un significativo número de afro-estadounidenses de clase media; en el caso de los hispanos, incluye a muchos de aquellos latinos de tendencia conservadora que votaron por George W. Bush en 2004, pero que se resintieron por la fobia republicana contra los inmigrantes.

Tampoco existe razón para creer que los profesionales blancos que votaron por Obama están a favor de un gobierno socialista de estilo europeo. La suya es probablemente una reacción contra el populismo anti-intelectual del ala republicana que controló el poder en los últimos años y contra la excesiva intromisión de la religión en la política. Finalmente, que Obama fuera capaz de atraer a tantos votantes de la clase media  blanca, particularmente las llamadas “mamás de Wall-mart”, indica que el ansia de seguridad económica fue una fuerza motora del éxito demócrata: un sentimiento, desde luego, que hermana a todos los ciudadanos de la coalición.

Cuando la crisis económica remeció al país, muchos nuevos votantes se plegaron a la coalición de Obama por una mezcla de disgusto con la administración Bush y temor al futuro. Ello hizo que vencieran su resistencia frente a propuestas del demócrata que antes suscitaban escepticismo.

Esto sugiere que una corriente subterránea en la coalición de Obama desconfía de la noción de que el socialismo de estirpe europea es la solución contra la recesión y los rigores de la adaptación a la sociedad global. Por eso, el propio Obama habló de un Estado “mejor” en lugar de “más Estado”.

El Estado ha venido creciendo más del 13 % al año, la deuda nacional se ha duplicado en los últimos ocho años y el déficit fiscal se aproxima a los US$ 500 mil millones. Obama tendrá que tener todo esto en mente cuando reciba la presión de algunas facciones del Partido Demócrata a las que les gustaría traducir su mandato en una expansión rooseveliana del Estado. Si eso ocurriera, la capacidad de EE.UU. para competir en el mundo global se vería socavada y la impresionante coalición social de Obama no sobreviviría a su Administración.

*Columna en La Tercera del 6 de noviembre


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