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José Jara Huerta, el más canchero del Estadio Nacional

Por ~ Publicado el 5 agosto 2010

Ya no están los tablones de la galería, la reja donde se colgaban hinchas y lienzos, ni el viejo marcador de goles. El Estadio Nacional ha cambiado. Sin embargo, el hombre encargado de cuidar el pasto sigue firme y no lo mueven ni a palos, como dice él. Lo cuida y lo quiere como si fuera el jardín de su casa.

Estadio NacionalCaminamos cerca de la puerta 28, dándole la espalda a Avenida Grecia. Galería norte. Ahí, donde para los superclásicos se ubica la “Garra Blanca” y para los universitarios la barra de “Los Cruzados”. En la soledad de Ñuñoa, el hombre del gramado camina sin apuro. Su estatura baja, su cara colorada y su pelo crespo dan la impresión de una persona tímida. Por eso sorprende su voz ronca y gran personalidad. “Acá el que manda soy yo”, dice. Pausado, pero firme. José no titubea ni olvida nada de lo que dice. Es como si estuviera en el living de su casa.

José Jara Huerta fue contratado en septiembre del 95 por la DIGEDER para realizar labores de aseo y pintura en los camarines y baños del Coliseo Central del Estadio Nacional. Con 26 años llegó al principal recinto deportivo del país, luego de estar cesante dos años. “Llegué acá por la recomendación de una persona que era mi vecino. Necesitaba mucho un trabajo y me dio lo mismo de lo que fuera”, dice José. Su primer sueldo fue de 80 mil pesos.

“Había terminado de sacar mi cuarto medio hace poco y por eso creía que se me iba a hacer más fácil encontrar pega. Pero no pasaba nada y yo tenía necesidades”. A los 23 años, fue padre de una niña con su polola de toda la infancia, Carla Infante. Durante los primeros tres años de su hija, vivió en la casa de sus suegros en Puente Alto. Se las arreglaba con trabajos temporales de donde lo llamaran.

UN GOLPE DE SUERTE

Trascurría abril de 1996 y Carlos Morales, el encargado de la cancha principal en aquellos días, ponía fin a su labor en los pastos del Nacional. Se iba a vivir a Coquimbo y allá trabajaría en las dependencias del Sánchez Rumoroso. El puesto quedaba vacante y la Dirección ya había dicho que no esperaba a muchos postulantes (por la escasez y complejidad del cargo). José se atrevió y al segundo día se presentó donde el encargado de obras de DIGEDER para pedir el puesto. “Cuando llegué pensaban que estaba bromeando. No creían que yo, el encargado de limpiar y mantener ordenados los baños y camarines, podría hacerme cargo del pasto del Estadio. Era mucha responsabilidad, pero en ese momento no fui consciente. Solo quería el puesto, necesitaba más plata”. Era verdad, el puesto de canchero siempre necesita de una persona que se maneje con el césped a fin de dominar el corte, el sembrado, la fertilización y el riego de un terreno que domingo a domingo debe parecer una alfombra. En ese momento, José no sabía absolutamente nada de sembrar ni de fertilizar. Al día siguiente ya regaba la cancha donde Brasil levantó la copa en el Mundial del 62, la misma que se llenó en 1987 con la visita de Juan Pablo II, la misma que vio en el 90 a Patricio Aylwin celebrar su llegada a la presidencia y la misma que ha albergado a artistas de la talla de Michael Jackson, Madonna, Elton John y Paul McCartney, entre otros. “En la vida todo se aprende. Todo”, dice Jara.

DESDE UNA TRIBUNA PRIVILEGIADA

Cuando la U, el 25 de junio de ese año 96, enfrentaba a River Plate en el Estadio Nacional por las semifinales de la Copa Libertadores, José estaba atrás del arco sur. Desde ahí, y al lado de gráficos y reporteros, miró el partido. En la semana había trabajado arduamente para tener la cancha en las condiciones que el técnico argentino Miguel Ángel Ruso le había pedido. “Ese fue como mi primer gran desafío. La U se jugaba mucho y el fútbol chileno también. Me pidieron que mantuviera la cancha húmeda toda la semana, así que lo que hice fue regarla todos los días en la mañana y en la tarde. La idea era que el día del partido la pelota estuviera jabonosa y la cancha rápida para molestar a los argentinos”, dice. José siguió trabajando y ubicándose atrás del arco sur para ver los partidos, a pesar de que la U fue eliminada en esa semifinal.

Cuando supo de los arreglos que se le harían al Estadio Nacional, se sintió muy contento, pero a la vez sintió un tremendo miedo.

Ha vivido los últimos cuatro procesos clasificatorios de la Selección Nacional. Han pasado frente a sus ojos vistiendo la roja jugadores de la talla de Salas, Zamorano, Rozental, David Pizarro y actualmente Alexis Sánchez. “Por figuras, me quedo con la selección que clasificó a Francia 98, pero por juego con los muchachos de Bielsa. Es otro estilo, salen a ganar siempre. Me gusta”. Además, agrega que de todos los entrenadores con los que le ha tocado compartir, su favorito es Juvenal Olmos. “Lejos el más simpático y cercano”. Entre sus anécdotas cuenta haber estado al lado del cartel que pateó Pizarro cuando se enojó al ser reemplazado en las clasificatorias a Alemania 2006. “Iba hecho una furia, menos mal que no me lo crucé” (risas).

NO LO MUEVE NI A PALOS

José Jara quiere al Estadio Nacional como si fuera algo propio. “Esta es mi casa y me encanta. Soy feliz cuidándola y haciéndola más bonita”. Cuenta que cuando supo de los arreglos que se le harían, se sintió muy contento, pero a la vez sintió un tremendo miedo. “Cuando supe que se iba a cerrar el estadio por mucho tiempo y que se iba a cambiar prácticamente todo, pensé que hasta aquí no más llegaba. Me contaron que se iba a instalar un sistema de riego con estándares europeos y pensé que me iban a echar”. Nada de eso.

Hoy, José es clave en la mantención del nuevo pasto que se instaló. Está encargado de supervisar que el sistema de riego automático funcione a la perfección y, como él cuenta, de aplicar todo lo que ha aprendido en sus 14 años. “Mucha tecnología puede haber, pero nada funciona si no lo estás mirando y si no le pones cariño y dedicación”. Y agrega. “Si no me fui con la mejor tecnología, ya no me mueven ni a palos de aquí”.

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