Opinión

Diversidad, suicidio, medios y periodismo: un desafío coherente

Por ~ Publicado el 23 julio 2013

La relación histórica de los medios y la diversidad sexual en Chile ha sido ingrata. Pero hoy la conciencia del rol masificador de la empresa mediática y la responsabilidad de esta en contribuir al desarrollo humano ha levantado múltiples desafíos. Prevenir el suicidio adolescente es uno de ellos.

Chile es actualmente el país de América Latina donde más adolescentes se quitan la vida. En 2000 se suicidaban cuatro de cada 100 mil personas entre 10 y 19 años. Diez años después, la cifra se duplicó [i]. Por eso hoy somos el segundo país de la OECD que más ha aumentado su tasa de suicidio adolescente después de Corea del Sur. Además, las proyecciones de población de Naciones Unidas y el Instituto Nacional de Estadísticas han sido categóricas en afirmar que para el 2020 un adolescente podría suicidarse diariamente en Chile.

Las causas del suicidio adolescente son múltiples, pero existen situaciones que pueden aumentar el riesgo de atentar contra la propia vida, y que en general se dan en personas lesbianas, gays, trans, bi o intersexuales (LGBTI). Los niños, niñas y adolescentes homosexuales y bisexuales presentan cuatro veces más riesgo que sus pares heterosexuales de intentar suicidarse [ii]; y si provienen de familias que los rechazan, presentan ocho veces más riesgo de cometer suicidio que aquellos que reportan un bajo o un nulo rechazo familiar [iii]. La realidad trans encarna un problema aún más preocupante teniendo en cuenta su escasa visibilidad: un cuarto de los jóvenes transgénero se ha hecho daño a sí mismo.

Sobre este tema del suicidio en general, son conocidas las sugerencias de la Organización Mundial de la Salud para la cobertura periodística. Éstas rezan principalmente en recomendar un desempeño cuidadoso en el tratamiento de casos, en evitar una alarma injustificada y en el suministro de información sobre ayuda disponible para prevenir que una persona atente contra su vida. Pero las cifras de proyección del suicidio debieran exhortar al periodismo chileno a ser aún más responsable socialmente.

“Un periodismo y una comunicación de los medios que incluya el reconocimiento y respeto por las diferencias cumple aún mejor sus responsabilidades sociales”.

Lo dijeron hace casi medio siglo quienes integraron la Comisión sobre la Libertad de Prensa en Estados Unidos —un documento que por cierto, adquirió relevancia en el periodismo a escala global—: los periodistas deben hacerse cargo también de los deberes y responsabilidades derivados de las conquistas de las libertades y del poder que estaba alcanzando la prensa: ya no sólo hay que informar o servir de medio para dar a conocer las opiniones y actitudes de los grupos que componen la sociedad, también el periodismo tiene que presentar y clarificar las metas y valores de la sociedad [iv].

Estas metas y valores de la sociedad son múltiples. Si no se reconociera esa diversidad, el ejercicio del periodismo adquiriría un sesgo que desvirtuaría la elaboración de una pauta periodística: lo nuevo, lo relevante, lo próximo, o las consecuencias de un hecho noticioso, todos los criterios para evaluar la noticiabilidad estarían subordinados a una visión limitada en la que sólo podríamos poner algunas temáticas en común para atraer a las audiencias.

Si esta diversidad tampoco fuera reconocida en general por los medios de comunicación, estos se verían enfrentados a una “contradicción vital”: por un lado intentando exigir el respeto a la prensa libre y a la iniciativa económica y por otro, omitiendo, más allá de su institucionalidad  o línea editorial, la responsabilidad de reconocer la autonomía privada y la diversidad que emana de ella.

Por esto, la aspiración de los medios también debiera contemplar responsabilidades tanto a nivel informativo como a nivel de entretención y educación. Un ejemplo: los niños de 4 a 12 años ven 1,7 horas de televisión promedio al día. Los adolescentes de 13 a 17 años llegan a ver 1,9 horas al día [v]. Sea cualquiera el contenido que vean los niños y adolescentes en sus horarios autorizados, el respeto a la diversidad debiera plantearse como un valor transversal a todas las temáticas, realidades y a cualquier soporte de comunicación. Uno de los más importantes soportes es el educativo. El educar en la diversidad es una empresa difícil de asumir atendiendo a complicaciones prácticas del ejercicio de cualquier oficio mediático. Y la primera gran barrera es el lenguaje.

“La sociedad tiene nuevos comportamientos y nuevas formas de expresión. Reconocerlas todas, de cierto modo, salva vidas”.

“La realidad existe según se nombra”, por lo que no sería difícil admitir que nuestra tradición histórica nos ha permitido usar las palabras para discriminar arbitrariamente a las personas por su país o etnia originaria, condición socioeconómica, orientación sexual o identidad de género. Son las mismas palabras en un contexto educativo primario y secundario las que le pueden jugar a favor al respeto y al reconocimiento de una sociedad multicultural.

En Estados Unidos, la Gay, Lesbian, Straight Education Network (GLSEN) ha elaborado en sus 23 años de existencia numerosas campañas, entre las que se encuentra “Piensa antes de hablar”, que fue vista por millones de estadounidenses y que ha reducido el uso de expresiones como “maricón”, “eso es muy gay”, o “camiona” en un 10 % en adolescentes de 13 a 16 años. Hoy, la importancia de la intervención de GLSEN en el sistema escolar la ha llevado a que durante 2013 los programas de educación en el respeto se implementen en todas las escuelas de Estados Unidos.

La responsabilidad social del periodismo y de los medios de comunicación ya no sólo debiera estar enfocada en permitir decisiones informadas de la ciudadanía en el ámbito electoral. La sociedad tiene nuevos comportamientos y nuevas formas de expresión. Reconocerlas todas, de cierto modo, salva vidas. Los adolescentes pierden las ganas de vivir no debido a su orientación sexual, sino que por causa de la discriminación y al acoso permanente que sufren en sus colegios y otros espacios. Hoy no existen estadísticas que demuestren que los medios tienen en parte una culpa frente a esto, pero la evidencia es múltiple y numerosa en cuanto al poder educativo que tienen.

Un periodismo y en general una comunicación de los medios que incluya el reconocimiento y respeto por las diferencias cumple aún mejor sus responsabilidades sociales, porque expone a las audiencias a un mensaje que es el telos del ejercicio periodístico: el reconocimiento de las múltiples realidades subjetivas de personas que ejercen sus libertades individuales en conciencia.


[i] Datos del Estudio “Epidemiología del Suicidio en la Adolescencia y Juventud”.

[ii] Kann, L. O’Malley, E., McManus, T., Kinchen, S., Harris, W., Wechsler, H. (2011). Sexual Identity, Sex of Sexual Contacts, and Health-Risk Behaviors Among Students in Grades 9—12. Division of Adolescent and School Health, National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion, EEUU.

[iii] Ryan, C., Russell, S., Huebner, D., Díaz, R., Sánchez, J. (2010) “Family Acceptance in Adolescence and the Health of LGBT Young Adults”. Journal of Child and Adolescent Psychiatric Nursing Vol 23.

[iv] Gronemeyer, María Elena. “El periodismo como vocación y opción creyente”. Teología y vida Vol. XLIV (2003): pp. 48-67.

[v] CNTV. Anuario estadístico de oferta y consumo de TV abierta 2012.

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