Entrevistas

Darío Ramírez, director de Artículo 19: “En México los medios están más cerca del gobierno que de la sociedad”

Por ~ Publicado el 14 abril 2014

A mediados de marzo la casa del director de Artículo 19 fue allanada por segunda vez en un año. Antes fueron tres amenazas de muerte y numerosos llamados públicos de ayuda al gobierno. Pese al riesgo que él, junto a cientos de periodistas mexicanos, vive en el país, se niega a trasladar su sede al extranjero. “Creen que con el hostigamiento yo me voy a quedar callado y no es así”, sostiene.

Foto: Tamy Palma

Foto: Tamy Palma

Es abril de 2013 y México luce un día cálido y primaveral. Darío Ramírez, fiel a su rutina, llega a la sede de Artículo 19 donde el chico encargado de la correspondencia le entrega un abultado paquete. Sin imaginar qué podía haber adentro, el director de la organización llega a su oficina y la abre. Dentro de él hay un pedazo de carne de animal muerto con una carta escrita a mano: “Pinche güerito, bájale de huevos o te vamos a matar”. Darío se asusta.

México es un país difícil para el periodismo. La libertad de expresión está limitada por la violencia de los carteles de drogas, la corrupción y las presiones gubernamentales hacia la prensa. Hace siete años, en ese complejo contexto, Darío Ramírez fundó la oficina mexicana de Artículo 19, una organización con base en Reino Unido que tiene como objetivo velar por el cumplimiento del derecho mundial a la libertad de expresión. Opera en países como Brasil, Kenia y Estados Unidos, donde trabajan por la seguridad de periodistas en riesgo.

Es una tarea difícil y arriesgada. De acuerdo al último informe (2013) sobre medios mexicanos de la organización, desde 2010 han contabilizado a 76 periodistas asesinados, 18 desaparecidos y centenas de casos de agresiones, amenazas y hostigamientos. Cada año el porcentaje aumenta, y si antes el principal enemigo era el crimen organizado, hoy se suma otro actor que, pese a su compromiso de protección, es el principal victimario de los medios: el Estado.

—¿Cómo se explican estas variables?
Desde los últimos siete años ha sido contante el aumento de la violencia. La diferencia es que en el último año hubo menos casos de asesinatos, pero más casos de agresión, intimidación e inclusive casos de torturas a periodistas.

—¿Cómo evidencian los casos de tortura?
Son los que no alcanzan a ser víctimas fatales y se notifican directamente a Artículo 19. Sobre eso, está bien claro quiénes son los perpetradores y que las violaciones más graves están cometidas por el crimen organizado, pero en la gran mayoría de los casos los cometen porque hay un sistema de corrupción con las autoridades locales.

—Da la impresión de que las informaciones más morbosas sobre narcotraficantes y víctimas son las causantes de la persecución y crímenes. ¿Qué tan cierto es?
La mayoría es persecución política. El problema está en cómo se hace el periodismo en México: mientras más ético sea, menos ofende de manera gratuita o irresponsable. Muchas veces llevan en portada noticias de carteles y, por azar, el cartel rival deja de ser noticia y éstos creen que hay una tendencia con los hechos de violencia, entonces hay represalias.

“Acá la construcción ética de la noticia pasa por un filtro financiero”.

—¿Cuál es el uso correcto de las fuentes y fotografías en un contexto de violencia extrema?
Primero, debe haber un interés desde los medio de comunicación para proteger a sus periodistas. En México se tienen que implementar protocolos de seguridad. Muchos medios mandan a un reportero a que haga su trabajo sin ningún respaldo editorial y para eso se tiene que capacitar a periodistas en marcos legales, técnicas de entrevistas, tratamiento de fuentes, etc. Hay casos donde el tratamiento de la fuente fue tan malo, que ésta se sintió presionada y luego hace desaparecer al periodista.

—En México ocurre lo contrario: hay muertos en portadas y rostros de menores violadas. ¿Qué filtro impera para que algo sea noticia?
Acá la construcción ética de la noticia pasa por un filtro financiero. Por otro lado, no hay una audiencia que le diga al medio de comunicación que se han pasado con alguna nota o portada. Tampoco hay defensores de los lectores. La sociedad no tiene claro cómo quiere ser informada ni sabe qué temas le interesan. Acá pueden sacar una nota mal y no les importa. Ni siquiera está regulado el derecho a réplica, pese a que hay un principio constitucional.

—Un error como la supuesta fotografía de Hugo Chávez entubado que publicó El País, ¿sería motivo de rectificación en México?
No. Aquí ha habido ejemplos burdos donde los periódicos no desmienten, ni dicen que se equivocaron. No le piden disculpas a nadie. Eso es exactamente porque no hay nadie que se lo demande.

—¿Crees que hace falta un consejo de ética que fiscalice y sancione a los medios?
Sí, pero la verdad es que nunca hemos tenido una unión o frente común ni para combatir la violencia. En México los medios están más cerca del gobierno que de la sociedad. No tienen ningún incentivo para estar del lado de ella. Ni mucho menos hay un compromiso con la audiencia.

MÉXICO: “ACÁ REINA LA IMPUNIDAD”

El común denominador de las salas de redacción mexicanas es el miedo. Las amenazas y persecuciones han ocasionado que el proceso editorial para decidir qué se saca y qué no, esté dominado por las consecuencias que la publicación puede generar. Según Darío, “tomar medidas de seguridad pasa por tener protocolos y claridad de qué debes hacer y qué no”. Algo que en el país no ocurre.

—¿El miedo y la violencia afectan la calidad de la información?
Por supuesto. No se puede hacer periodismo con miedo. Se puede con alto grado de adrenalina, pero el miedo es diferente; nubla, entume. Acá reina la impunidad. Nadie cree que si agredes a un periodista, algo te va a pasar. Yo creo que el tema central, en términos estructurales, es mejorar el periodismo y quitarle el miedo. Pero solo lo puedes hacer cuando hay una señal desde el Estado y eso es imposible hoy.

—¿Cuánto ha influido el gobierno de Peña Nieto en las cifras actuales de violencia hacia la prensa?
En un año subió considerablemente la violencia. Recientemente pusimos una alerta porque un alcalde amenazó por teléfono a un reportero por publicar una información que no le convenía que saliera. Y eso no es del crimen organizado. El Estado simula que está, entonces es peor en términos de seguridad, porque si hay un mecanismo que protege y este mecanismo es una letanía y no funciona, entonces el nivel de riesgo crece.

REPORTEO AL LÍMITE

Fue en abril del año pasado cuando Darío Ramírez recibió la primera de tres amenazas de muerte. Luego vinieron dos allanamientos en su hogar y uno en su oficina, la cual se ubica a media hora del centro de Distrito Federal. Después del último ataque ocurrido en marzo de este año, el director depende de la seguridad privada. Pese al riesgo que corre viviendo en México, se niega a abandonar el país.

“No me van a matar”, afirma.

—¿De dónde crees que viene tanto hostigamiento?
¿Conoces ese pasaje que se le atribuye al Quijote: “Ladran los perros, Sancho, que vamos avanzando”? Bueno, me parece que es un poco así. Lo que pasa es que aquí los ladridos son un poco intimidantes.

“No se puede hacer periodismo con miedo. Se puede con alto grado de adrenalina, pero el miedo es diferente; nubla, entume. Acá reina la impunidad”.

—¿Y de quién son los ladridos?
No lo identifico, porque podría ser irresponsable de mi parte. Creo que puede ser por casos de protección donde sacamos a las personas y no alcanzan a matarlas. No creo que sea Peña Nieto contra Artículo 19, pero sí me parece que la violencia viene de mandos medios y bajos del interior de la República. Ellos creen que con el hostigamiento yo me voy a quedar callado y no es así.

—Hablabas de la falta de compromiso de periodistas con el medio y las audiencias, pero sí se acercan a Artículo 19 para poder hacer bien su trabajo. ¿Cómo se explica eso?
No sé qué tanto. Lo que tienen es una mediana luz de esperanza de saber que no están solos. Hay un elemento que hemos tejido a lo largo de estos años que es la solidaridad. No estamos tratando de crear un sindicato, pero la evolución ha sido de boca en boca. Es decir, sí hacemos las cosas; ofrecemos contenido ético y hemos salvado vidas.

—¿Cómo las han salvado?
La última fue a una periodista de Reinosa, Tamaulipas, donde tuvimos que exigirle al gobierno que fuera a sacarla porque estaba acorralada de Zetas (cartel de drogas). No tenemos armas ni nada, sino que generamos diálogo para que se cumplan sus derechos. Hemos sacado a familias enteras de Ciudad Juárez a España. Hay casos de exilio, desarraigo, protección, etc.

—¿Te asustan las amenazas y persecuciones?
Sí, claro. ¡Cómo no me va a dar miedo! Me cago de miedo. Pero creo que aquellos periodistas que están haciendo reportajes en Sinaloa también tienen miedo.

—¿Han pensado en trasladar la oficina de Artículo 19 a otro país?
La verdad es que no.

—¿Por qué?
Aunque me lo preguntes tres veces, diría que no.

—¿Pese a que sabes que podrían matarte?
Es que no me van a matar, no me van a matar.

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